127Zaira se sienta frente a Elena en el elegante despacho de la mansión Rexton. La mujer estaba serena, pero su mirada es dura, como si estuviera evaluando el peso de cada palabra antes de hablar.—Zaira, he tomado una decisión sobre Camila —dice finalmente.Zaira siente un escalofrío en la espalda. No esperaba que la conversación llegara tan rápido.—¿Qué harás con ella? —pregunta Zaira curiosa.Elena entrelaza las manos sobre la mesa.—Le di mi apellido, mi fortuna y la traté como mi hija porque creí que era mi hija. Pero ahora sé la verdad… y sé que intentó dañarte más de una vez. No puedo permitirlo —negó con la cabeza— yo pensé que había ganado otra hija, pero su codicia le nubló la mente.El corazón de Zaira late con fuerza.—¿Qué significa eso? —hundió el ceño.—Significa que Camila ya no será una Rexton —afirma Elena con frialdad—. Le quitaré todo: su acceso a mis cuentas, su apellido, su posición. No dejaré que alguien que actuó con tanta maldad siga beneficiándose d
128Los meses habían pasado, y la enfermedad de Gabriel fue mejorando poco a poco. Sus dolores de cabeza eran menos frecuentes, su visión comenzaba a estabilizarse y eso trajo un alivio inmenso a toda la familia.Después de que todos se enteraron de que yo era una Rexton, la familia Seraphiel dejó atrás su resentimiento con mi madre adoptiva y sus oscuros secretos. Era como si, de algún modo, la verdad hubiera limpiado las heridas del pasado.Gabriel observaba a Zaira mientras cocinaba, disfrutando de la escena cotidiana que antes parecía imposible. En la sala, los niños jugaban animadamente y debatían sobre la existencia de los fantasmas.—¡Claro que existen! —dijo uno de ellos con los ojos muy abiertos—. Mi amigo en la escuela dijo que su casa está embrujada.—No es cierto —respondió el otro con los brazos cruzados—. Los fantasmas no existen, son solo cuentos para asustarnos.Gabriel sonrió, divertido, y decidió intervenir.—Tal vez los fantasmas solo aparecen a quienes creen en ell
129 El gran día había llegado. El sol brillaba en lo alto, bendiciendo la ceremonia con su cálida luz, mientras una brisa suave agitaba los pétalos blancos que decoraban el pasillo nupcial. Todo estaba dispuesto con un gusto exquisito, sin excesos, pero con ese aire elegante y especial que reflejaba la esencia de la pareja. Gabriel estaba de pie en el altar, vestido con un impecable traje negro, su porte majestuoso, pero sus ojos delataban la emoción que lo embargaba. A su lado, Bishop, su padrino, ajustaba su corbata con fingida indiferencia, aunque la sombra de una sonrisa se dibujaba en su rostro. Las primeras notas de la música comenzaron a sonar y las pequeñas pajecitas hicieron su entrada. Las gemelas caminaban con pasos cuidadosos, sosteniendo pequeñas cestas con pétalos de rosa que esparcían con alegría. Justo detrás de ellas, Samuel avanzaba con solemnidad, sosteniendo la pequeña caja con los anillos como si fuera el mayor tesoro del mundo. Y entonces, la vio.
1.Zaira MoreauMe sentía feliz, radiante y llena de energía. El aroma a pan recién horneado y especias aún impregnaba mis manos después de las clases de cocina. Mi maestro, el renombrado chef Alain Dubois, había anunciado en la última lección que era la mejor estudiante de todos los tiempos. El chef Dubois me había elegido como su aprendiz hace algunas semanas y había aprendido muchísimo en estas pocas semanas. Era el primer paso hacia el sueño que me había guiado desde mi niñez. Una vez mi maestro se me acercó: —¿Por qué quieres ser mi aprendiz? —me preguntó el día antes de elegir su aprendiz. —Quiero hacer feliz a las personas con mi comida, chef —le respondí sinceramente. Y solo así aceptó ser mi maestro. He amado la comida desde que podía recordar. A los dos años, ya acompañaba a la abuela en la cocina, preguntando curiosa por cada ingrediente. Mi abuela, con paciencia infinita, me enseñó todo lo que sabía: desde amasar pan hasta preparar las más delicadas salsas francesas. Mi
2Gabriel SeraphielEntré en el comedor con paso seguro, mi presencia serena y estoica. Mi mirada estaba fija en el plato que esperaba en la mesa. Me siento sin prisa, ajustando la chaqueta perfectamente cortada de mi traje color carbón y tomo los cubiertos con precisión.—Hola, padre —saluda mi pequeño hijo de cinco años.Samuel Seraphiel, mi hijo siempre se sentaba a mi izquierda en todas las ocasiones y a mi derecha debería ir su madre, pero ese asiento lleva años vacío.—Hola, Samuel —le dije a él mientras le terminaban de servir la misma cena que a mí— ¿hiciste tus deberes?—Sí, como siempre —contesta, igual de serio que yo— quiero aprender algo nuevo.Mi hijo era mi viva copia, mismos ojos, cabello azabache y piel canela como la mía, también era un niño sumamente inteligente y a pesar de su corta edad aprendió a leer y escribir muy bien en poco tiempo y ahora tiene tutores avanzados.—Ya veremos luego, primero termina tus clases —contesté, con parsimonia y Samuel solo asintió.L
3Zaira—Entendido —le regalé una sonrisa suave y tranquila al hombre. Nuevamente no hubo reacción y ya comenzaba a ponerme nerviosa.—Quiero que sepa que puede utilizar cualquier ingrediente que necesite. No escatime en gastos. El chef Dubois habló maravillas de usted, y esperamos que cumpla con las expectativas —el señor Frederic me mira algo escéptico.“Tal vez piensa que no tengo lo que se necesita para hacer este trabajo” el pensamiento pasa por mi mente y sonreí más amplio internamente. Me gustaba cuando me subestimada, siempre terminan sorprendiéndose.—Por supuesto, señor LeBlanc. No se preocupe, todo estará bien —respondí con una sonrisa cálida.Yo ya estaba concentrada en lo que haría mientras se despedía del señor misterioso que la había contratado. Apenas cruce la puerta de mi casa caminé directo a la cocina.—¡Le haré mis mejores postres! —mi mente era un torbellino de ideas y sabores, cada una peleando por ocupar el primer lugar en su atención.Abrí las alacenas y el ref
4ZairaMe esmeré en cada uno de los detalles de esos postres, poniendo mi corazón en casa uno de ellos. Tres postres que consideraba obras maestras: una tarte tatin con un toque de canela, un éclair de chocolate con un relleno de frambuesa y una mousse de limón con base de almendras tostadas. Tras asegurarme de que cada creación lucía impecable, coloqué muestras cuidadosamente empaquetadas en pequeñas cajas decorativas y el resto se las di de prueba a mi madre y abuela, quienes se deleitaron al verlas. —Son maravillosos, Zaira. Como siempre —dijo la abuela, con una sonrisa cálida mientras inspeccionaba la tarte tatin. —Gracias, abuela. Me esforcé mucho —respondí con orgullo, dándole un beso en la mejilla antes de recoger mi bolso y comenzar a salir sin esperar por el veredicto de mi madre. Mi madre resopló al ver el bonito postre frente a ella.—Al menos, deberías hacer algo libre de gluten, eso engorda y toda esa grasa se aloja en tu estómago y muslos —detalló mi postre con malos
5Gabriel Llegué con las expectativas bajas, así que imagina mi sorpresa cuando probé el pequeño postre frente a mí y pude saborear algo… no era mucho, pero era más de lo que había sentido en meses. No soy alguien que se impresionara fácilmente, pero este postre había logrado lo imposible. —¿Quién preparó esto? ¿Dónde está? Quiero verlo —demandé con mi voz profunda y autoritaria, mirando a Frederic, quien esperaba en una esquina, conteniendo el aliento. —Está en el salón principal, joven amo Seraphiel… —habló Frederic extrañado por mis preguntas.Ni siquiera esperé que terminara de hablar. Sin perder tiempo, me levanté y me dirigí rápidamente al salón. Al llegar, me detuve en seco en la entrada al ver la figura de una mujer de espaldas a mí. Llevaba un vestido rosa chicle que, a pesar de lo llamativo, le sentaba perfectamente en sus caderas anchas y su trasero redondo y grande. Su cabello rojo fuego caía en suaves ondas sobre sus hombros, y su postura irradiaba confianza y el