121. Compensación

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Omnipresente

La tensión en el ambiente era casi palpable. Todos estaban inquietos, observando con cautela la poderosa presencia de Gabriel Seraphiel, quien protegía a Zaira con la fiereza de un pitbull listo para atacar. Su postura dejaba claro que nadie se atrevería a tocarla sin enfrentar las consecuencias.

Zaira, aunque agotada, no estaba dispuesta a dejar este asunto sin resolver. Quería acabar con esto de una vez por todas.

Afuera, en el balcón, trataba de tomar aire, alejándose del caos por un momento. Pero la paz duró poco.

—Estaba en el balcón y llegó Camila para amenazarme —habló Zaira con tranquilidad.

—¡Zaira! —exclamó Camila, irrumpiendo con furia, apartando a la gente a su paso—. ¿¡Por qué me acusas de esa manera!? ¡Me estás difamando!

Zaira se giró lentamente, su expresión impasible ante la rabia de Camila.

—¿Lo estoy? —su tono fue tan afilado como un cuchillo—. No sabía que decir la verdad era difamar.

Camila cruzó los brazos con altanería, pero antes de
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