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Zaira —¿Y si no te gusta trabajar conmigo? —pregunté finalmente, todavía desafiante. El hombre me miró con intensidad, sus ojos ámbar brillando con una mezcla de determinación y algo que casi parecía diversión, sentí un cosquilleo en mis muslos y apreté con fuerza. —Entonces será libre de marcharse, señorita. Pero le aseguro que no querrá hacerlo —respondió, con una confianza que parecía inquebrantable. Yo lo observé en silencio durante un largo momento, sopesando mis supuestas opciones. Finalmente, dejo escapar un suspiro pesado. —Está bien. Acepto, pero con una condición —dijo, apuntándolo con un dedo sin miedo—. Quiero que mi maestro apruebe cada paso que dé en este trabajo, así que lo llamaré siempre. El señor Seraphiel inclinó ligeramente la cabeza, como si reconociera mi pequeño momento de valentía. —Hecho —acordó extendiendo una mano que tarde un poco en corresponder y una deliciosa electricidad paso de su mano a la mía. No sabía si había tomado la mejor decisión, pero algo en mi interior me decía que esta experiencia cambiaría mi vida para siempre. —Entonces, espero que mi comida hable por sí sola —repliqué con una ligera sonrisa, girándome para tomar mi bolso y lista para marcharme. Sentí ojos en mi espalda mientras me alejaba, pero me negué a voltear a verlo una última vez. Cuando llegué a casa dos horas después, apenas saludé a mi madre y subí directamente a mi habitación. Cierro la puerta con un golpe suave y me dejo caer en la cama por unos segundos y, finalmente, decidí levantarme para empezar a empacar. Cada prenda que colocaba en la maleta llevaba consigo un sentimiento de frustración. No podía creer cómo me habían acorralado en una decisión que apenas había tenido tiempo de procesar. La puerta de mi se abrió de forma brusca lo que me sacó de mis pensamientos. Mi madre, Helen, entró con una sonrisa de falsa calidez que se desvaneció al ver las maletas abiertas sobre la cama. —¿Adónde vas, Zaira? —preguntó con una mezcla de curiosidad y desdén— ni creas que vas a irte de esta casa, tienes cuentas que pagar, jovencita. Sin detenerme, seguí doblando ropa y guardándola en silencio por un momento antes de responder con voz firme: —Me ofrecieron un buen trabajo como chef personal. Es para alguien importante y millonario, así que me voy a Suiza hoy mismo, mamá —le conté sin dejar de doblar prendas. Helen se me quedó mirando muy quieta, observándome como si quisiera traspasarme con un sable, sabía que solo están seduciendo si decía la verdad o no. —¿Y yo? —preguntó con cautela, acercándose un poco— ¿Quién me va a cuidar? Te dije que necesito dinero y en vez de irte a casar con el prometido que te busqué para conseguir la cantidad de dinero que necesito ¿Te vas a Suiza? ¡Siempre piensas en ti! ¡Eres una egoísta malcriada! —me grita enojada— eres una gorda inútil, no puedes irte así. Ignoré sus insultos acostumbradas a ellos, con un muro en mi corazón para que no me dolieran sus crueles palabras. —Sí, mamá. Es una gran oportunidad, no hay nada que pensar —le sonreí a mi madre rápidamente, para desviar su atención— te enviaré dinero en cuanto cobre mi primer sueldo, me pagarán bien. —¿Ni siquiera me dices el nombre de tu jefe? —insistió ella, tratando de sacar más información— ¿Cuánto vas a cobrar? Vi un bolso Channel muy hermoso que quiero. La miré un instante y luego sacudí la cabeza. —No importa como se llama, madre. Es un hombre importante y de dinero no sé si puedo decirte su nombre. Debo preguntar —reí entre dientes— así de importante es, madre, pero eso no tiene relevancia para ti, mamá. La vi fruncir el ceño, pues no era normal que yo fuera tan esquiva con la información de mis trabajos, pero la dejé en paz esperando que no presionara. La imagen de Gabriel Seraphiel no dejaba de aparecer en mis tontos pensamientos, y eso me frustraba aún más… sus ojos marrón claro fría y desprovista de emociones… ¿Será así para todo? Seguía guardando lo último en mi maleta mientras mi madre seguía fingiendo tristeza, permanecía en la puerta de la habitación. Cuando volvió a hablar, su voz llevaba un matiz de frialdad que no pude ignorar y que me dolía. —Entonces, ¿no estarás en Navidad? —preguntó mi madre, tratando de mantener la compostura—. Tu tío llega en una semana desde California. Las palabras golpearon mi mente como un balde de agua fría. En mi constante dedicación al trabajo y mis empeño por cumplir mis sueños, había perdido la noción de las fechas. “Había olvidado que la Navidad estaba tan cerca” pensé triste. Por primera vez en mucho tiempo, sentí una punzada de culpa en mi pecho. Pero rápidamente aparté esos sentimientos, enterrándolos en lo profundo de mi mente. —Los veré luego, mamá —respondí con un tono casual, como si aquello no tuviera mayor importancia—. Es casi lo mismo. Supongo que no estaré, pero si estoy libre ese día, les aviso. Mi madre asintió lentamente, aunque sus ojos reflejaban un fastidio que no podía ni quería enfrentar en ese momento. —Está bien —dijo mi madre con voz quebrada, tragándose las lágrimas que amenazaban con salir de forma teatral—. Te escribiré para que no te olvides de mí y me mandes dinero, Zaira —el tema favorito de mi madre era ese. El dinero. Mi madre se esforzó por mostrarse tranquila mientras me veía guardar algunas prendas cuidadosamente dobladas en la maleta, pero su molestia era evidente, aunque activamente la ignoré. Tomé un taxi hacia el aeropuerto, sintiéndome más ligera al dejar atrás esa conversación incómoda. Sin embargo, esa ligereza no duró mucho. Al llegar al aeropuerto, comprobé los horarios de los vuelos. ¡El vuelo a Suiza había salido hace quince minutos! Sentí cómo la sangre me hervía al instante, vi mi reloj en mi muñeca y era la hora que me había pedido Frederic que llegara. “¿La habían engañado?” “¿Por qué nadie la había informado del cambio?”7ZairaSaqué mi teléfono apresuradamente, intentando encontrar respuestas. Justo en ese momento, una llamada de un número desconocido interrumpió mis frenéticos pensamientos.Apenas tuve tiempo de reaccionar cuando contesté, y una voz grave y claramente enfadada me recibió al instante que hizo vibrar todo mi cuerpo de manera equivocada. —¡¿Dónde estás?! —preguntó mi nuevo jefe con tono cortante, casi rugiendo al otro lado de la línea. Fruncí el ceño, irritada por el tono autoritario que parecía tener grabado en su carácter. —¿Dónde más? —repliqué, molesta—. Estoy en el aeropuerto. ¿Dónde están ustedes? Un seco bufido se escuchó antes de que él respondiera frío y cortante.—Estamos en el aeropuerto privado. ¿No pensaste que de verdad viajaría en un vuelo comercial, ¿verdad? —Su tono burlón hizo que apretara los dientes, luchando por no gritarle.—¿Qué? Pero…Antes de que pudiera siquiera replicar, él añadió con tono aún más imperioso: —¡Ven ya mismo! Niña tonta —.
8 Zaira Me quedé en la cabina del avión, mientras veía a mi nuevo jefe bajar hacia la pista de aterrizaje sin siquiera lanzar una mirada en mi dirección y también sentí cómo el frío comenzaba a colarse incluso aquí dentro. “Esto no puede ser normal” pensé mientras me frotaba los brazos con las manos. No llevaba más que un suéter delgado, y ahora el viento gélido de Suiza parecía querer congelarme hasta las entrañas. Cuando finalmente me atreví a levantarme para bajar, una ráfaga helada me cortó la piel. “Oh, genial, ni siquiera me ofrecieron un abrigo,” pensé con ironía, abrazándome a mí misma en un intento desesperado de conservar el calor de mi cuerpo. Pero no me quejé, es mi culpa. Debía haberlo sabido mejor, pero no es que me hubieran dado tiempo para compras de último momento. Es Suiza después de todo. No quería causar problemas ni parecer desagradecida así que me tragué cualquier queja. “No tengo abrigos tan gruesos como ese que él se puso, pero no importa” Decidid
9ZairaLos primeros días veía muy poco al joven maestro, desde el tercer día me pedía que le acompañara y cumplía, pero no nos decíamos absolutamente nada. Él comía y yo lo veía disfrutar de lo que preparaba con esmero.Nochebuena llegó en un abrir y cerrar de ojos, y me encontraba en un estado de aburrimiento absoluto. Había pasado todos esos días encerrada en la rutina, con el uniforme de chef como mi única compañía, y esta noche, por primera vez desde que llegué, decidí hacer algo diferente. “Quería sentirme yo, no solo la chef privada del joven maestro Seraphiel.”El señor Frederic tenía el día libre, y los escoltas estaban con el señor Seraphiel, lo que significaba que tenía tiempo para mí misma. Entré al baño y me miré al espejo, con una toalla enrollada en el cabello y otra cubriendo mi cuerpo. La imagen reflejada me sonrió. —¡Vamos de paseo, chica! —le dije a mi reflejo, como si necesitara mi propia aprobación para atreverme.Me maquillé con dedicación, algo que no ha
10GabrielEl beso se intensificó más de lo que esperaba, hasta el punto en que tuve que quitarle la copa de las manos y dejarla junto con la mía en la mesa más cercana. Su rostro estaba sonrojado, y por un segundo, esa mezcla de sorpresa y timidez me desarmó. Se veía… adorable.“¿Qué me pasa?” me pregunté a mí misma.Sin pensarlo mucho más, la tomé de la mano y la llevé con rapidez al cuarto más cercano. La habitación estaba cálida, con una chimenea encendida que iluminaba el lugar con un brillo tenue y acogedor. El ambiente parecía hecho a propósito para lo que estaba por suceder.—Señor… Señor Seraphiel… —titubeó Zaira, su voz apenas un susurro.—Shhh… —le dije con voz ronca, deteniéndome frente a ella, vi sus ojos llenos de pasión— déjame esto a mí.Ella no dijo nada, solo asintió, con esos ojos grandes y brillantes que me miraban como si estuviera a punto de revelarle todos los secretos del universo y volví a besarla ferozmente. El calor del alcohol seguía corriendo por m
11 Zaira Me desperté con una sensación extraña en todo el cuerpo: un ligero aturdimiento y un dolor sordo en lugares que nunca había imaginado que podían doler. Mi cabello, sin duda, era un desastre, probablemente un auténtico nido de pájaro, pero eso no me preocupó de inmediato. En cambio, pequeños flashes de la noche anterior comenzaron a pasar por mi mente. Mis mejillas se encendieron al recordar cada uno de ellos. —¡Ay, por los dioses en calzones! ¿Qué hice? —me pregunté a mí misma en voz alta, llevando las manos a mi cara como si eso pudiera esconder la vergüenza que sentía.Miré a mi alrededor, esperando verlo. La habitación estaba en completo silencio. No había señales de él, ni siquiera en el baño. “¿Estará afuera?”, pensé mientras me levantaba con cuidado, todavía un poco adolorida.Me di una ducha rápida, tratando de despejar mi mente y evitar analizar demasiado lo que había sucedido. Salí al pasillo con el corazón latiéndome con fuerza, esperando encontrarlo en algú
12ZairaEl día había comenzado con el ajetreo del viaje. Desde el mediodía, estuvimos atrapados en aeropuertos y aviones, con las horas deslizándose lentamente entre escalas, esperas y el zumbido constante de los motores. Aunque el cielo despejado ofrecía vistas espectaculares, mi mente estaba demasiado cansada para apreciarlo.El vuelo era largo, pero ni siquiera el murmullo de las conversaciones o el ronroneo monótono del avión me distraía de mis pensamientos. Gabriel, como siempre, había mantenido su distancia, envuelto en su propia burbuja de frialdad. Intenté concentrarme en cualquier otra cosa: el libro en mis manos, la comida mediocre del avión, incluso las conversaciones ajenas. Pero su presencia siempre lograba perturbar mi paz, como una sombra constante.Finalmente, llegamos a nuestro destino en la madrugada. La casa estaba tan fría y silenciosa como siempre, pero no tenía intención de quedarme mucho tiempo. En cuanto bajé del auto y recuperé mi maleta, me moví rápido, a
13ZairaMi madre comenzó a acosarme con mensajes y llamadas constantes para saber la identidad de mi supuesto novio. Cada vibración de mi teléfono era como un recordatorio de la mentira que había dicho y del problema que me esperaba si ella descubría la verdad. No podía arriesgarme a meter a ninguno de los empleados del señor Seraphiel en problemas.Ella siempre había sido así de controladora conmigo, y durante mucho tiempo pensé que era normal, algo que las madres simplemente hacían. Pero con el tiempo, comencé a notar que el nivel de control que quería ejercer en mí y en mi vida personal iba mucho más allá. Suspiré pesadamente mientras caminaba hacia la mansión Jadeíta, intentando despejar esos pensamientos de mi cabeza.Al llegar, me recibió el señor Frederic, con su actitud práctica y profesional de siempre. Me extendió unas llaves y una tarjeta.—Esto es para que puedas hacer las compras —dijo, entregándome todo con calma—. Si necesitas a alguien para cargar todo, dime, y te env
14ZairaEl recuerdo de lo ocurrido en Suiza cruzó por mi mente, algo que creía que quedaría enterrado en ese viaje, lejos de aquí. Pero ahora... ahora parecía que no era así. Mi mente se quedó en blanco al sentir el roce de sus labios contra mi cuello, un gesto tan inesperado como arrollador.Mis piernas comenzaron a debilitarse, y mi cuerpo tembló ligeramente ante la intensidad del momento. "¡Qué débil eres, Zaira!" me reprochó mi mente, pero era inútil. Estaba congelada, atrapada entre el miedo, la sorpresa y algo que no me atrevía a nombrar.A pesar de que su aroma me tenía envuelta e hipnotizada, logró algo que pocas veces pasaba conmigo: que mi mente dejara de funcionar. Me giró con firmeza, y antes de que pudiera reaccionar, sus labios se apoderaron de los míos. Su beso era intenso, arrollador, y no pude evitar perderme en él.Por un instante, olvidé todo: mi nombre, el lugar donde estábamos, incluso quién era él. Solo éramos nosotros y ese momento.Sin embargo, cuando sentí qu