14ZairaEl recuerdo de lo ocurrido en Suiza cruzó por mi mente, algo que creía que quedaría enterrado en ese viaje, lejos de aquí. Pero ahora... ahora parecía que no era así. Mi mente se quedó en blanco al sentir el roce de sus labios contra mi cuello, un gesto tan inesperado como arrollador.Mis piernas comenzaron a debilitarse, y mi cuerpo tembló ligeramente ante la intensidad del momento. "¡Qué débil eres, Zaira!" me reprochó mi mente, pero era inútil. Estaba congelada, atrapada entre el miedo, la sorpresa y algo que no me atrevía a nombrar.A pesar de que su aroma me tenía envuelta e hipnotizada, logró algo que pocas veces pasaba conmigo: que mi mente dejara de funcionar. Me giró con firmeza, y antes de que pudiera reaccionar, sus labios se apoderaron de los míos. Su beso era intenso, arrollador, y no pude evitar perderme en él.Por un instante, olvidé todo: mi nombre, el lugar donde estábamos, incluso quién era él. Solo éramos nosotros y ese momento.Sin embargo, cuando sentí qu
15ZairaEra fácil adivinar de quién era hijo el pequeño que ahora estaba entrando en mi cocina. Su expresión seria, esos ojos color miel llenos de intensidad... eran idénticos a los del joven maestro.Había escuchado rumores de que él tenía un hijo, pero hasta ahora no lo había conocido. Verlo allí, de pie junto a la mesa, con las manos cruzadas frente a él, era como ver una versión en miniatura de su padre."Tal vez la difunta esposa del joven maestro fue su gran amor", pensé, sintiendo una leve punzada de desánimo mientras le daba vueltas al cucharon en la olla. "Este hermoso niño debe ser el fruto de ese amor, la razón por la que su corazón parece cerrado a todo lo demás."Suspiré suavemente, recordando cómo había evitado responder a mi pregunta días atrás, cuando mencioné si tenía a alguien especial en su vida. Ahora lo entendía. ¿Cómo podría responder, cuando su corazón ya estaba ocupado por el recuerdo de la madre de su hijo?Decidí sacudirme esos pensamientos y enfocarme en mi
16Zaira—¡Sí! —exclamó el pequeño, sonriendo de oreja a oreja.El joven maestro no dijo nada más. Simplemente comenzó a comer con esa calma estudiada que parecía impregnar todos sus movimientos. El niño, por su parte, hablaba animadamente mientras yo intentaba mantener la compostura, sintiéndome fuera de lugar en un espacio que no era el mío.A pesar de todo, había algo reconfortante en aquella escena. Por primera vez, no parecía que estuviera trabajando; estaba compartiendo un momento simple, humano, con ellos. Y aunque el joven maestro no dejaba de ser tan serio como siempre, su hijo hacía que todo pareciera menos rígido, más... cálido."Quizá no somos tan diferentes", pensé, observándolos con discreción mientras comíamos.Hacer clic con el pequeño Samuel, o Samu como ya lo apodaba cariñosamente en mi mente, fue más fácil de lo que imaginé. Era curioso, inteligente, y aunque tenía una seriedad heredada de su padre, también poseía esa chispa infantil que hacía que cualquier conversa
17GabrielVi cómo recogía todo y se marchaba sin mirarme ni una sola vez. Intenté ignorarlo, enfocar mi mente en el trabajo que tenía entre manos, pero no pude. Mi concentración estaba completamente destrozada.Samuel, mi hijo, pidiendo que ella fuera su mamá… Ese pequeño comentario no dejaba de retumbar en mi cabeza. Y luego estaba ella, Zaira, con su cara roja preguntándome qué somos y luego esa actitud cariñosa que no parecía forzada ni actuada con mi hijo.—Dios… —suspiré sintiendo cansancio agotador en mis hombros.Ella no lo hacía porque yo estaba presente. No era un espectáculo para impresionarme. Pude escucharlos desde el pasillo, sus risas llenaban la oficina de una forma que nunca había experimentado antes. Samuel siempre había sido reservado, casi alérgico a cualquier mujer que no fuera su madre. Las repelía como si fueran la peste. Pero con Zaira era diferente.Tal vez no era solo Samuel quien la necesitaba más de lo que estaba dispuesto a admitir. Una relación… ¿Casarme
18Anaiza SeraphielCuando vi el mensaje de Gabriel, no pude evitar sonreír con satisfacción. Al fin, las cosas comenzaban a alinearse como debía ser. Le respondí rápidamente, fijando la fecha: dos días. Para entonces, mi hijo conocería a su prometida, y si todo salía bien, su vida—y la de mi nieto—mejorarían considerablemente. —George, lo logré —dije emocionada a mi asistente mientras acomodaba unos papeles sobre mi escritorio. —Me alegra mucho, señora Seraphiel —respondió con su habitual sonrisa cortés. —Avísale a Jonás que pase por mi estudio de arte cuando regrese del golf —le pedí a una de las criadas mientras salía de la habitación con pasos decididos. Sentía una energía renovada, casi eufórica. El banquete que habíamos organizado esa tarde fue un éxito rotundo. La comida impecable, las flores perfectas, y todos los invitados parecían disfrutar del ambiente refinado que había preparado con tanto esmero. Las señoras de mi círculo social no dejaban de alabar cada detalle, aunq
19ZairaSuspiré mientras ajustaba el vestido que mi madre había elegido para mí. Era incómodo y no me hacía sentir yo misma. Mi cabello, alisado hasta quedar liso como una tabla, caía sobre mis hombros, y apenas me reconocía en el espejo. Me sentía disfrazada, una versión fabricada de alguien que no era yo.—Estamos disfrazadas, mamá —resoplé, cruzando los brazos mientras la miraba.Ella se giró hacia mí, con esa mirada severa que conocía tan bien. Luego soltó una risa burlona, como si hubiera dicho algo absurdo.—¡Disfrazadas, niña estúpida! —repitió, con un tono cargado de sarcasmo—. ¿No estás viendo que ellos son una familia de dinero? ¡Debemos estar a la altura!Observé su atuendo perfectamente coordinado y luego me miré a mí misma de nuevo en el espejo. Me sentía incómoda, como si no encajara, como si todo esto fuera una escena para la que nunca había sido convocada.—Y tú… —añadió, con una sonrisa maliciosa que dolía más de lo que quería admitir—. Bueno, hija, a ti ni lo
20Zaira—No debí hacerte caso. No me vuelvas a arrastrar a tus ideas tontas y absurdas.Me levanté de la silla con un movimiento brusco, ignorando las miradas curiosas de las otras mesas. Ni siquiera sabía a dónde iba, pero necesitaba salir de ahí antes de perder completamente el control.Llegué a casa de Karen con el corazón hecho un nudo y la cabeza llena de frustración. Apenas abrió la puerta, me miró y no dijo nada, solo me abrazó con fuerza. Sus brazos eran el refugio que necesitaba, y aunque traté de contenerme, un sollozo escapó de mi garganta mientras ella me guiaba adentro con cuidado, como si fuera a romperme en mil pedazos.—¿Qué pasó ahora? —preguntó con esa mezcla de cariño y preocupación que solo ella sabía expresar.Negué con la cabeza, incapaz de hablar sin volver a llorar. Me senté en el sillón y ella desapareció por un momento. Cuando regresó, tenía en las manos un enorme recipiente de helado y una caja de pizza recién calentada.—Mi madre… —no quise continuar
21ZairaKaren dejó la taza sobre la mesa y se acercó rápidamente, poniendo una mano en mi frente.—Estás helada. Zaira, no me gusta cómo te ves —me miró preocupada.Suspiré, intentando restarle importancia, pero la verdad era que me sentía peor con cada segundo que pasaba. ¿Sería algo que comí? ¿O era el estrés acumulado de estos días de torbellinos? Lo único que sabía era que mi cuerpo me estaba dando señales de que algo no andaba bien.Karen me había preparado un caldo caliente para ver si mejoraba, y con esfuerzo logré tomar unas cucharadas. Sin embargo, apenas iba por la mitad cuando sentí un nudo subir desde mi estómago y corrí al baño. No tuve tiempo de cerrar la puerta antes de inclinarme sobre el inodoro y vomitar todo lo que había podido comer. La sensación era terrible, como si mi cuerpo estuviera rechazando cualquier intento de consuelo. —Tal vez sea un virus —murmuré, todavía agachada, mientras Karen sostenía mi cabello y me miraba con el ceño fruncido, claramente p