22ZairaCuando llegué al trabajo, me sentía un manojo de nervios. Angustiada, con el estómago revuelto y las manos sudorosas, apenas podía concentrarme en lo que estaba haciendo. “¿Tenía que hablar con el señor Seraphiel… debía decirle sobre mi…? no, no podía ni pensarlo” pensé. Solo pensarlo.“Si no lo digo no es real si no lo digo no es real” pensaba una y otra vez. Decirlo en voz alta sería hacerlo real, y no estaba preparada para enfrentar eso. Si Karen estuviera aquí, seguramente me habría abofeteado por estar en esta negación absurda. Mientras organizaba unas recetas en mi escritorio, escuché a algunos trabajadores de la compañía hablar en voz baja sobre el hijo del señor Seraphiel. Al parecer, estaba enfermo y el maestro Seraphiel no había venido, y una punzada de preocupación me recorrió el pecho. —¿Escuchaste sobre la señora Seraphiel? —pregunta una chica pasando a mi lado mientras hablaba con una compañera. Pero no pude escuchar el resto porque ya se habían
23Zaira—Ella es la chef privada del joven amo —dijo una de las empleadas para ganarse el favor de la esposa de Gabriel Seraphiel.Los chismes siempre rondaban, algunos creían que estaban —¿Es eso así? —se cruzó de brazos— entonces no eres nada, eres peor que nada, así que limítate a tu lugar, cerda asquerosa. Yo soy y siempre será la señora Seraphiel.Sus palabras me golpearon como un mazo. Sentí como si todo el aire se me escapara del pecho. No sabía qué responder, pensé que estaba muerta. ¿Cómo alguien podía ser tan cruel con una desconocida? Me quedé paralizada, incapaz de moverme, mientras las lágrimas que había estado conteniendo finalmente comenzaron a deslizarse por mi rostro.No podía dejar de mirarla, y en mi mente todo encajó. La forma de sus ojos, la nariz… el pequeño Samuel se parecía mucho a ella. No podía negar que era su madre.Sentí un nudo en la garganta, pero no fue por sus palabras. Sino por muchas cosas más Ella pareció darse cuenta. Tal vez fue mi expre
24ZairaCuando estuve fuera de Grupo Seraphiel sentí un tirón en mi cabello fue como un rayo que bajó directo a mi cabeza. El dolor era punzante, pero lo que más me dolía era la forma en que mi madre me gritaba frente a todos.—¡Hija ingrata! —vociferó, sin soltarme.Intenté zafarme, pero su agarre era feroz.—¡Mamá, suéltame! —le grité, las lágrimas acumulándose en mis ojos. No por debilidad, sino por pura frustración.—¡Eres una puta! ¿Dónde te quedaste anoche? —Su voz resonaba, llena de desprecio, desgarrándome por dentro.Quise gritarle que no era una niña, que no tenía derecho a tratarme así, pero las palabras se atoraban en mi garganta. Alrededor, la gente comenzó a detenerse, a observarnos, algunos con curiosidad malsana, otros con sus teléfonos en alto, grabando mi humillación. Sentí las miradas atravesándome como cuchillos.—¡Mamá, por Dios, suéltame! —gemí, desesperada, mientras sus dedos tiraban de mi cabello como si quisiera arrancármelo.Finalmente, un taxi se de
25Gabriel—¿Por qué renunciaste? —pregunté, mi voz ronca, controlando el temperamento que amenazaba con explotar.Zaira salió apresurada, cerrando la puerta tras ella como si quisiera impedirme entrar y la vi con el ceño fruncido.—¿Qué haces aquí? —preguntó, tratando de sonar firme, siento que no lo logré, pero ella parece no notarlo.—Vine a buscar respuestas —contesté con la obviedad que dictaba la situación.—¿Respuestas? ¿A qué? —cuestionó con esa mezcla de incredulidad y desafío que tanto me intrigaba.Era pequeña, menuda en comparación conmigo, pero lo que más destacaba era el contraste: donde yo era frío y duro, ella era blanda y cálida. Mi mirada recorrió su figura; sí, era voluptuosa, pero en sus ojos había algo que no podía ignorar.—¿Por qué renunciaste? —repetí la pregunta, esta vez con un tono aún más frío, imperturbable.—Porque sí. No estoy amarrada a ti —contestó con brusquedad, plantándose con actitud, sus manos en sus caderas curvilíneas.—Pues no te he dado permis
26KarenLlamé a Zaira porque me gustaba más este trabajo cuando ella me acompañaba y así salía de las garras de su madre para variar.—Hola, Karen —dijo de forma comedida.Me pareció algo extraño, pero no le presté atención y seguí.—Amiga, quería que me acompañaras hoy al trabajo —lance mi pedido, sin mucha cháchara.—¿Acompañarte? ¡Claro! Ya mismo salgo para allá para ayudarte en el hospital —dijo de forma apresurada—Eh… sí, claro —respondí de forma automática— te espero donde siempre.Esto era algo que tenía que hacer al menos tres veces por semana. Zaira era la única que lo sabía, pero aún así sentía vergüenza cada vez que me preparaba, la presencia de Zaira minimizaba todo.“¿Qué dirían los demás si supieran cómo estaba pagando el último semestre de mi carrera?” Me esforzaba por no pensar en eso, pero el peso de mi secreto siempre estaba ahí, como una sombra acechante.—Estas hermosa me encanta todo el brillo —dijo mi amiga, apareciendo en el reflejo del espejo.Menos de cinco
27Zaira1 Hora antesLuego de soltar esa mega bomba, mi madre nos hizo pasar a ambos a la sala. Yo seguía aturdida, sin entender del todo lo que estaba ocurriendo. ¿Cómo demonios conocían mi madre a la mamá de mi jefe?—Me alegra mucho que ya se conozcan. Le diré a Anaiza que, en realidad, no teníamos que presentarlos —parloteaba mi madre entre risitas nerviosas. Parecía otra persona, completamente diferente a la figura rígida que había crecido temiendo.Me senté en el borde del sofá, todavía tratando de procesar la situación, mientras Gabriel Seraphiel permanecía de pie a unos metros, observando todo con su típica expresión seria.—Iré por café. —Su tono no admitía discusión, pero hizo un gesto sutil con la mano para que me acercara a Gabriel.Cuando se fue, la tensión en el aire se hizo palpable.—Gracias, señora Moreau —dijo Gabriel con su habitual cortesía. Perfecto, educado, correcto… Tan irritante como siempre.Lo miré con frustración y resoplé. Siempre tan impecable, con su tr
28Karen El hombre me veía con lascivia y yo ya estaba acostumbrada a ese tipo de miradas que ni siquiera me hacían temblar. Solo lo miré desprovista de emociones.—Bueno, preciosa, ¿comenzamos? —El hombre rubio extrovertido rompió mi trance, palmeando el sofá junto a él.Me acerqué, manteniendo mi sonrisa profesional, y comencé mi rutina. Movimientos elegantes, seguros, como si el espacio me perteneciera. Los hombres silbaron y aplaudieron, pero mi atención seguía volviendo al desconocido del fondo que no se movía y casi aprecia una estatua de Michel Ángelo.—Es hermosa —escuché, pero eran palabras que oía a lo lejos. Él no aplaudía ni hablaba. Solo sostenía un vaso de whisky que giraba entre sus dedos largos y elegantes, observándome como si fuera un enigma que quería resolver. —Una diosa bajando del Olimpo —comenta el rubio extrovertido.Cuando la música terminó, me levanté y agradecí con una inclinación de cabeza. —¡Espectacular, Misty! —el extrovertido sacó un fajo
29 ZairaLuego de ver bailar a Karen en el escenario, su turno terminó y se apresuró a ir a un evento VIP con algunos clientes importantes. Sabía que era parte de su trabajo, pero no podía evitar preocuparme por ella. Mientras la esperaba, traté de distraerme, pero mi mente seguía imaginando lo peor.Finalmente, la vi regresar. Se veía algo pálida y distraída, aunque trataba de disimular.—¿Estás bien? —pregunté, acercándome a ella con preocupación—. Te ves un poco pálida.Karen soltó una risita nerviosa mientras buscaba un suéter y lo ajustaba rápidamente sobre su diminuto traje de baño.—Un cliente me puso los pelos de punta, pero no pasa nada. Vámonos —respondió con voz firme, intentando restarle importancia.Mientras caminábamos hacia la salida, no podía evitar fijarme en su silueta. Karen siempre había tenido un cuerpo de infarto, de esos que podían paralizar cualquier lugar al que llegara. Sus curvas pequeñas y proporcionales eran la envidia de muchas, y a veces, lo admit