29 ZairaLuego de ver bailar a Karen en el escenario, su turno terminó y se apresuró a ir a un evento VIP con algunos clientes importantes. Sabía que era parte de su trabajo, pero no podía evitar preocuparme por ella. Mientras la esperaba, traté de distraerme, pero mi mente seguía imaginando lo peor.Finalmente, la vi regresar. Se veía algo pálida y distraída, aunque trataba de disimular.—¿Estás bien? —pregunté, acercándome a ella con preocupación—. Te ves un poco pálida.Karen soltó una risita nerviosa mientras buscaba un suéter y lo ajustaba rápidamente sobre su diminuto traje de baño.—Un cliente me puso los pelos de punta, pero no pasa nada. Vámonos —respondió con voz firme, intentando restarle importancia.Mientras caminábamos hacia la salida, no podía evitar fijarme en su silueta. Karen siempre había tenido un cuerpo de infarto, de esos que podían paralizar cualquier lugar al que llegara. Sus curvas pequeñas y proporcionales eran la envidia de muchas, y a veces, lo admit
30Gabriel “¿Frío? ¿Frío? ¿No tenía otra excusa mejor?” Pensé, reprendiéndome internamente mientras veía a varios hombres observando a mi prometida con descaro. No me gustó, no me gustó en absoluto, pero jamás admitiría esa molestia.Salimos del lugar, con mi rostro ensombrecido queriendo devolverme para golpear a esos hombres, y sin pensarlo, entrelacé mis dedos con los de ella. Sentir su piel contra la mía fue un alivio que no esperaba, pero lo ignoré y simplemente apuré el paso. Ella, con sus pasos más cortos, casi trotaba para seguirme.—Señor Seraphiel, no sirvo para esto del cardio —se quejó con un jadeo, como si le faltara el aire. Me detuve de golpe, y ella, al no esperarlo, tropezó contra mi espalda, golpeando su pequeña nariz. Su expresión fue tan divertida como irritante. Mientras se acariciaba la nariz, alcé su barbilla con suavidad, obligándola a mirarme.—Mi nombre es Gabriel —repetí obstinadamente, con firmeza y un matiz más suave, queriendo escucharla decirlo. N
31ZairaCreo que se está volviendo una costumbre quedar sin fuerzas después de sus “enseñanzas” mientras él, en cambio, parecía tan lleno de energía. Estaba completamente desnuda, tirada en el asiento trasero del auto, tratando de recuperar algo de dignidad, aunque fuera inútil.—Eres un succionador de energías —me quejé, logrando que mi voz sonara lo más firme posible.Escuché su risita baja desde el asiento del conductor, lo cual fue suficiente para que mi corazón diera un vuelco.—Tengo hambre —dijo de la nada, con ese tono tan despreocupado que me hizo abrir un ojo para mirarlo.—Compra comida —respondí sin pensar, todavía incapaz de moverme.—No —contestó con una seriedad que me sacó del letargo—. Me gusta solo tu comida.Su voz perdió el tono ligero y volvió a ser tensa, severa, como si algo oscuro lo envolviera de nuevo.—Oh… —murmuré, intentando sentarme con algo de dignidad y fallando—. Bueno, llévame a casa y prepararé algo rápido… cuando la sangre vuelva a mis extr
32GabrielVer a Jessica en mi casa de nuevo solo me puso de pésimo humor, y todos lo notaron. Frederic dio un paso atrás, temeroso, y sentí cómo Zaira temblaba ligeramente entre mis manos.—Ve a la cocina y prepara algo —le ordené sin mirarla.Ella dudó un segundo, como si buscara una excusa para quedarse, pero al final obedeció y se fue. Apenas había dado unos pasos cuando Jessica soltó su veneno.—Ve, cerdita, cocina algo, que es para lo único que sirves —habló con su tono despectivo habitual.Mi paciencia estalló. La tomé del brazo con firmeza y la arrastré conmigo hacia mi despacho.—¡Gabriel! ¡Me estás lastimando! —se quejó, intentando soltarse.—Qué bueno —respondí secamente, sin mirarla siquiera.La lancé sin miramientos dentro del despacho y la señalé con un dedo, conteniéndome por no explotar por completo.—No te muevas, Jessica, y no pongas a prueba mi paciencia.Cerré la puerta sin darle oportunidad de responder y me giré hacia Frederic, que se encontraba más pál
33ZairaPreparé una sopa nutritiva y algunos platos sencillos, a pesar de la hora. Él había dicho que tenía hambre, y no iba a arriesgarme a desobedecerlo. Mientras cortaba los vegetales y vigilaba el caldo hirviendo, Frederic entró a la cocina en silencio. No dijo nada ni se mostró hostil conmigo, y agradecí ese pequeño gesto en mi interior.Cuando la sopa estuvo lista, le serví un cuenco a Frederic y me dispuse a llevar el resto. Mi primera parada fue la habitación de Samuel. No sabía si debía llevarle algo a Gabriel directamente; la idea me resultaba desconcertante."¿En serio es mi prometido?" pensé, mientras sacudía la cabeza para disipar la duda.—Llevaré esto al joven amo —dije suavemente a Frederic, intentando mantener mi tono neutral.—Puedo llevarlo yo, señorita Zaira —se ofreció él, con su usual cortesía.—Está bien, quiero hacerlo yo.Le dediqué una pequeña sonrisa, sincera pero tímida. La verdad es que, si la boda se llevaba a cabo, Samuel sería mi hijastro. No qu
34GabrielLuego de salir del despacho fui a la cocina y me encontré a Frederic comiendo, algo que me molestó más de lo habitual. Su comida debería ser solo para mí.Bufé molesto por lo irracionalmente posesivo que me sentía con ella.—¿Dónde está ella? —pregunté, y Frederic levantó la vista. Sabía perfectamente a quién me refería.—Le llevó comida al joven amo —respondió lentamente, como si temiera mi reacción—. Maestro Gabriel… ella…No le di tiempo de continuar. Me giré y subí las escaleras con rapidez, ignorando los intentos de Frederic por detenerme. Al acercarme al pasillo, escuché risas provenientes de la habitación de Samuel. Mi hijo reía, algo que no hacía desde hacía mucho tiempo.Abrí la puerta que estaba entrejuntada y entré. La escena que encontré fue completamente distinta a lo que estaba acostumbrado: Samuel tenía una sonrisa radiante mientras Zaira lo atendía con una naturalidad que no había visto en nadie más.—¿Cómo te sientes? —pregunté, tratando de no sonar
35GabrielEl sonido de los tacones de Jessica resonaba detrás de mí mientras seguía a Zaira por el pasillo. Ignoré sus palabras, su tono, y me concentré únicamente en la figura de Zaira, que caminaba rápido, casi huyendo.—¡Gabriel! —insistió Jessica, pero no me detuve.—Ahora no, Jessica —le advertí, con la voz baja, pero firme. Ella no volteó, solo apretó el paso, hasta que finalmente alcanzó las escaleras que llevaban a la planta baja.—Ya es tarde, debo irme —dijo Zaira sin mirarme, mientras intentaba calzarse el abrigo apresuradamente y apurar el paso.La agarré del brazo antes de que pudiera abrir la puerta principal.—¿Por qué huyes de mí? Ve al despacho —pregunté, mi voz contenida, pero mis ojos fijos en los suyos.—¡No, deja de pensar que puedes darme órdenes! —respondió oscamente, apartando la mirada, pero no pude evitar notar el leve temblor de sus manos.—Claro que puedo ordenarte —repliqué con una dureza que no planeaba, pero que salió naturalmente—. Ve al despacho, Zai
36GabrielTenerla así, entre mis brazos, vulnerable y temblorosa, era un placer que no sabía cómo describir. Había algo adictivo en verla perder el control, en el modo en que sus ojos evitaban los míos mientras su respiración se volvía más errática. Se había convertido en mi momento favorito, el instante donde sabía que yo era dueño de cada latido de su corazón.—¿Qué vas a hacer? —preguntó con un hilo de voz, temblorosa, apenas capaz de sostenerse firme.No respondí de inmediato. En lugar de eso, me acerqué más, eliminando la poca distancia que quedaba entre nosotros. Nuestros labios estaban tan cerca que un suspiro podía cruzar la frontera que nos separaba. Su aliento caliente se mezclaba con el mío, cargado de tensión, de deseo.La miré directamente, con esa intensidad que sabía la desarmaba, y bajé la voz hasta convertirla en un susurro grave.—De hacerte te haré muchas cosas, pero no aquí sino en la habitación —dije solemnemente sin dejar de verla— pero se me ocurre que hay que