36GabrielTenerla así, entre mis brazos, vulnerable y temblorosa, era un placer que no sabía cómo describir. Había algo adictivo en verla perder el control, en el modo en que sus ojos evitaban los míos mientras su respiración se volvía más errática. Se había convertido en mi momento favorito, el instante donde sabía que yo era dueño de cada latido de su corazón.—¿Qué vas a hacer? —preguntó con un hilo de voz, temblorosa, apenas capaz de sostenerse firme.No respondí de inmediato. En lugar de eso, me acerqué más, eliminando la poca distancia que quedaba entre nosotros. Nuestros labios estaban tan cerca que un suspiro podía cruzar la frontera que nos separaba. Su aliento caliente se mezclaba con el mío, cargado de tensión, de deseo.La miré directamente, con esa intensidad que sabía la desarmaba, y bajé la voz hasta convertirla en un susurro grave.—De hacerte te haré muchas cosas, pero no aquí sino en la habitación —dije solemnemente sin dejar de verla— pero se me ocurre que hay que
37ZairaMe desperté con el cuerpo adolorido y los músculos agarrotados. Una sonrisa traviesa se dibujó en mis labios al recordar las caricias fogosas y el rapidito matutino con Gabriel. Él siempre sabía cómo hacerme olvidar cualquier malestar, al menos por un rato.Después de un largo baño que me ayudó a relajarme, salí envuelta en la calidez de la toalla, esperando encontrarlo aún en la habitación. Pero no estaba. En su lugar, me esperaba una sorpresa sobre la cama: un vestido precioso de color verde manzana, con vuelo en la falda y un corte que resaltaría mi figura. Me llegaba justo un par de centímetros por encima de la rodilla, elegante pero casual, y venía acompañado de unas sandalias a juego y ropa interior fina. No pude evitar sonreír. Gabriel siempre tenía ese detalle inesperado que me dejaba sin palabras.Me vestí con cuidado, sintiéndome hermosa y un poco consentida por su gesto.—Así que esto es salir con un hombre de dinero —dije viéndome en el espejo, admirando mis c
38ZairaCuando el médico terminó de aplicar la medicina en mis quemaduras, se retiró sin pronunciar palabra alguna. Su silencio me dejó una extraña sensación de incomodidad, como si estuviera evitando algo más que solo mis heridas.Gabriel, que había estado quieto en el umbral durante toda la atención médica, no me miró directamente cuando finalmente rompió el silencio.—Creo que lo mejor es que vayas a casa de mi madre por esta semana —repitió lo que me dijo cuando subía las escaleras conmigo con voz grave y seria sin mirarme.Me quedé en silencio, procesando sus palabras.—¿Qué? —repetí, confundida y desconcertada. No entendía por qué, después de todo lo que había sucedido, ahora él quería alejarme de la casa— ¿ella me quema y soy yo la que sale?—Sí —continuó sin mirar hacia mí—. No quiero que estés cerca de Jessica, y parece que Samuel... —No terminó la frase, pero su silencio lo dijo todo.Sentí una punzada en el pecho al escuchar su nombre. Aquel pequeño había sido la ú
39HelenEra justo que estuviera aquí. Llevaba varios días sin saber de mi hija y, además, aprovecharía para pedir ayuda a mi futuro yerno. Eso era lo correcto, ¿no? Mientras caminaba hacia la entrada principal de la mansión Seraphiel, el guardia de seguridad me miraba con evidente extrañeza, como si fuera una intrusa.—Señora, ¿qué desea? —preguntó con un tono seco.Levanté el mentón, sintiéndome llena de orgullo.—Ver a Gabriel Seraphiel. Es mi futuro yerno —respondí con seguridad.El hombre alzó una ceja, claramente sorprendido por mi declaración, pero no hizo comentarios.—Déjeme comunicarme con el joven maestro —dijo finalmente, llevándose un intercomunicador al oído.Poco después, me dejaron pasar, pero para mi sorpresa, no era Gabriel quien me estaba esperando en el recibidor. En su lugar, una mujer de cabello caoba y figura impresionante se encontraba allí, con una postura elegante pero peligrosa. Me recordaba a mis mejores días, cuando yo también podía llamar la atenc
40SelenaLo veo todas las noches desde ese día, y cada noche siento que bailo exclusivamente para él. Aunque haya muchas personas a nuestro alrededor, mis ojos siempre terminan buscándolo, mientras mi cuerpo se contonea al ritmo de la música elegida. Es como si estuviéramos solos, aunque él jamás dice una palabra. Solo me observa.Y luego, cuando mi número termina, simplemente deja una propina y se va.El timbre incesante de mi teléfono me sacó de ese recuerdo. Al principio pensé que era la alarma, pero al abrir un ojo perezosamente, vi que era una llamada.—Hola… ¿amiga, estás viva? ¿Llamo a la policía? —La voz de Zaira llegó como un alarido desde el altavoz del teléfono, haciéndome gemir de fastidio mientras intentaba enterrar mi cara en la almohada.—Espero que sea de vida o muerte —gruñí, con la voz amortiguada.—Bueno, necesito hablar con alguien, así que sí, de vida o muerte —replicó Zaira con una risita— te tengo tú café y sándwich favorito.—Dame diez minutos y nos vemo
41Gabriel Mandar a Zaira a casa de mamá fue lo mejor, menos mal mi mamá me había pedido conocer a Zaira, pero ahora no me gusta que esté tan lejos. Jessica no iba a parar, la conozco demasiado bien. Mientras me sentaba en mi despacho, miré a mi hijo y a ella, ambos frente a mí. Samuel estaba sentado con los pies colgando del borde de la silla, mientras Jessica mantenía las manos entrelazadas en su regazo, como si intentara proyectar una imagen de calma. Los observé en silencio, sintiendo la presión de sus miradas. Finalmente, rompí el silencio.—¿De qué se supone que estás enferma? —pregunté con voz baja, midiendo cada palabra.Jessica levantó la mirada hacia mí, sus ojos buscando los míos con una mezcla de desafío y vulnerabilidad.—Cáncer cerebral —respondió sin titubear, pero su mirada bajó a sus manos poco después.No parpadeó, no dudó, pero algo en su respuesta no me convenció.Antes de que pudiera reaccionar, Samuel habló, su voz apurada y llena de emoción.—Papá, n
ZairaEl sol estaba descendiendo en el horizonte cuando el auto de Gabriel se detuvo frente a la mansión de los Seraphiel. Samuel salió primero, emocionado, corriendo hacia la entrada con su pequeño traje, cuidadosamente arreglado.Llevaba tres días aquí y Gabriel siempre visitaba a esta hora para almorzar lo que yo cocinaba y luego se iba a trabajar.Estaba en el vestíbulo junto a Anaiza, quien había insistido en probar un nuevo té especial mientras discutíamos detalles sobre la fiesta de compromiso. La llegada de Samuel fue como un torbellino, su energía llenando la sala.—¡Zaira! —gritó Samuel mientras corría hacía mí, envolviendo sus brazos alrededor de mis piernas y reí de alegría.Me agaché, acariciando su cabello con ternura.—Hola, pequeño —dije, mi sonrisa suave contrastando con el peso emocional que aún cargaba tras los eventos recientes.Gabriel entró detrás de su hijo, su imponente figura proyectando autoridad incluso en un ambiente tan cálido como aquel. Anaiza se
43ZairaDecidí quedarme en la mansión Seraphiel. No quería enfrentar a mamá ni a su constante crítica, y este lugar, aunque extraño, parecía ofrecer algo de paz. Sin embargo, la tranquilidad era superficial. Esta noche sería la fiesta de mi compromiso, y en lugar de sentir emoción o felicidad, lo único que crecía en mí era una bola de ansiedad que no paraba de hacerse más grande.—Estás hermosa, querida —dijo la señora Anaiza con una sonrisa maternal mientras ajustaba un pliegue de mi vestido.—Gracias, señora Seraphiel —respondí, esforzándome por devolverle una pequeña sonrisa.Aunque sus palabras eran amables, no lograban aliviar mi inquietud. Miré mis manos; habían pasado dos semanas desde el accidente con el caldo caliente. Las quemaduras estaban prácticamente curadas, pero la piel seguía un poco sensible al tacto, un recordatorio físico de las últimas semanas de caos en mi vida.Saqué mi teléfono del bolso y escribí un mensaje rápido a Selena. Necesitaba verla, necesitaba s