38ZairaCuando el médico terminó de aplicar la medicina en mis quemaduras, se retiró sin pronunciar palabra alguna. Su silencio me dejó una extraña sensación de incomodidad, como si estuviera evitando algo más que solo mis heridas.Gabriel, que había estado quieto en el umbral durante toda la atención médica, no me miró directamente cuando finalmente rompió el silencio.—Creo que lo mejor es que vayas a casa de mi madre por esta semana —repitió lo que me dijo cuando subía las escaleras conmigo con voz grave y seria sin mirarme.Me quedé en silencio, procesando sus palabras.—¿Qué? —repetí, confundida y desconcertada. No entendía por qué, después de todo lo que había sucedido, ahora él quería alejarme de la casa— ¿ella me quema y soy yo la que sale?—Sí —continuó sin mirar hacia mí—. No quiero que estés cerca de Jessica, y parece que Samuel... —No terminó la frase, pero su silencio lo dijo todo.Sentí una punzada en el pecho al escuchar su nombre. Aquel pequeño había sido la ú
39HelenEra justo que estuviera aquí. Llevaba varios días sin saber de mi hija y, además, aprovecharía para pedir ayuda a mi futuro yerno. Eso era lo correcto, ¿no? Mientras caminaba hacia la entrada principal de la mansión Seraphiel, el guardia de seguridad me miraba con evidente extrañeza, como si fuera una intrusa.—Señora, ¿qué desea? —preguntó con un tono seco.Levanté el mentón, sintiéndome llena de orgullo.—Ver a Gabriel Seraphiel. Es mi futuro yerno —respondí con seguridad.El hombre alzó una ceja, claramente sorprendido por mi declaración, pero no hizo comentarios.—Déjeme comunicarme con el joven maestro —dijo finalmente, llevándose un intercomunicador al oído.Poco después, me dejaron pasar, pero para mi sorpresa, no era Gabriel quien me estaba esperando en el recibidor. En su lugar, una mujer de cabello caoba y figura impresionante se encontraba allí, con una postura elegante pero peligrosa. Me recordaba a mis mejores días, cuando yo también podía llamar la atenc
40SelenaLo veo todas las noches desde ese día, y cada noche siento que bailo exclusivamente para él. Aunque haya muchas personas a nuestro alrededor, mis ojos siempre terminan buscándolo, mientras mi cuerpo se contonea al ritmo de la música elegida. Es como si estuviéramos solos, aunque él jamás dice una palabra. Solo me observa.Y luego, cuando mi número termina, simplemente deja una propina y se va.El timbre incesante de mi teléfono me sacó de ese recuerdo. Al principio pensé que era la alarma, pero al abrir un ojo perezosamente, vi que era una llamada.—Hola… ¿amiga, estás viva? ¿Llamo a la policía? —La voz de Zaira llegó como un alarido desde el altavoz del teléfono, haciéndome gemir de fastidio mientras intentaba enterrar mi cara en la almohada.—Espero que sea de vida o muerte —gruñí, con la voz amortiguada.—Bueno, necesito hablar con alguien, así que sí, de vida o muerte —replicó Zaira con una risita— te tengo tú café y sándwich favorito.—Dame diez minutos y nos vemo
41Gabriel Mandar a Zaira a casa de mamá fue lo mejor, menos mal mi mamá me había pedido conocer a Zaira, pero ahora no me gusta que esté tan lejos. Jessica no iba a parar, la conozco demasiado bien. Mientras me sentaba en mi despacho, miré a mi hijo y a ella, ambos frente a mí. Samuel estaba sentado con los pies colgando del borde de la silla, mientras Jessica mantenía las manos entrelazadas en su regazo, como si intentara proyectar una imagen de calma. Los observé en silencio, sintiendo la presión de sus miradas. Finalmente, rompí el silencio.—¿De qué se supone que estás enferma? —pregunté con voz baja, midiendo cada palabra.Jessica levantó la mirada hacia mí, sus ojos buscando los míos con una mezcla de desafío y vulnerabilidad.—Cáncer cerebral —respondió sin titubear, pero su mirada bajó a sus manos poco después.No parpadeó, no dudó, pero algo en su respuesta no me convenció.Antes de que pudiera reaccionar, Samuel habló, su voz apurada y llena de emoción.—Papá, n
ZairaEl sol estaba descendiendo en el horizonte cuando el auto de Gabriel se detuvo frente a la mansión de los Seraphiel. Samuel salió primero, emocionado, corriendo hacia la entrada con su pequeño traje, cuidadosamente arreglado.Llevaba tres días aquí y Gabriel siempre visitaba a esta hora para almorzar lo que yo cocinaba y luego se iba a trabajar.Estaba en el vestíbulo junto a Anaiza, quien había insistido en probar un nuevo té especial mientras discutíamos detalles sobre la fiesta de compromiso. La llegada de Samuel fue como un torbellino, su energía llenando la sala.—¡Zaira! —gritó Samuel mientras corría hacía mí, envolviendo sus brazos alrededor de mis piernas y reí de alegría.Me agaché, acariciando su cabello con ternura.—Hola, pequeño —dije, mi sonrisa suave contrastando con el peso emocional que aún cargaba tras los eventos recientes.Gabriel entró detrás de su hijo, su imponente figura proyectando autoridad incluso en un ambiente tan cálido como aquel. Anaiza se
43ZairaDecidí quedarme en la mansión Seraphiel. No quería enfrentar a mamá ni a su constante crítica, y este lugar, aunque extraño, parecía ofrecer algo de paz. Sin embargo, la tranquilidad era superficial. Esta noche sería la fiesta de mi compromiso, y en lugar de sentir emoción o felicidad, lo único que crecía en mí era una bola de ansiedad que no paraba de hacerse más grande.—Estás hermosa, querida —dijo la señora Anaiza con una sonrisa maternal mientras ajustaba un pliegue de mi vestido.—Gracias, señora Seraphiel —respondí, esforzándome por devolverle una pequeña sonrisa.Aunque sus palabras eran amables, no lograban aliviar mi inquietud. Miré mis manos; habían pasado dos semanas desde el accidente con el caldo caliente. Las quemaduras estaban prácticamente curadas, pero la piel seguía un poco sensible al tacto, un recordatorio físico de las últimas semanas de caos en mi vida.Saqué mi teléfono del bolso y escribí un mensaje rápido a Selena. Necesitaba verla, necesitaba s
44ZairaGabriel vino a buscarme, y en cuanto lo hizo, se quedó estático en la puerta. Sus ojos recorrían cada centímetro de mi cuerpo con tal intensidad que me sentí nerviosa, como si su mirada pudiera desnudar más que mi vestido. No dijo nada al principio, y el silencio se alargó tanto que me moví incómoda en mi lugar, tratando de escapar de esa tensión que él creaba con tanta facilidad.—¿Bajamos? —murmuré, intentando sacarlo de su trance.Pero sus siguientes palabras me golpearon como un balde de agua fría.—Me arrepiento de esta fiesta —dijo de repente, y mi corazón cayó en picada hasta mi estómago— tal vez te encierre aquí.—¿Qué? ¿Por qué…? —comencé, sintiendo la ansiedad trepar por mi garganta, pero no pude terminar la frase.¿Se arrepentía del compromiso?Con dos zancadas, Gabriel cerró la distancia entre nosotros y selló mis labios con un beso. Fue intenso, posesivo, y al mismo tiempo lleno de una pasión que me robó el aire y cualquier pensamiento coherente.—No quie
45La fiesta había comenzado con un aire de expectativa que electrizaba el ambiente. Los invitados, todos vestidos con sus mejores galas, se habían reunido para ser testigos de un evento que, más allá del compromiso, prometía ser un espectáculo social. La mayoría de los hombres buscaban establecer contactos para asegurar contratos con el poderoso conglomerado Seraphiel, mientras que las mujeres, entre murmullos y miradas furtivas, solo querían satisfacer una pregunta colectiva: ¿Quién era la mujer que se atrevía a casarse con Gabriel Seraphiel?El atractivo, misterioso y millonario Gabriel había sido objeto de fantasías y rumores en los círculos de la élite. No se trataba de alguien común, y mucho menos alguien fácil de alcanzar. Por eso, el desconcierto era palpable: su prometida no era de la familia Rexton, ni de los Fox o los Kingston, las únicas familias que podían considerarse dignas de acercarse al poder de los Seraphiel. Incluso entre la élite, existía una jerarquía, y nadie e