20. Hombres temblando

20

Zaira

—No debí hacerte caso. No me vuelvas a arrastrar a tus ideas tontas y absurdas.

Me levanté de la silla con un movimiento brusco, ignorando las miradas curiosas de las otras mesas. Ni siquiera sabía a dónde iba, pero necesitaba salir de ahí antes de perder completamente el control.

Llegué a casa de Karen con el corazón hecho un nudo y la cabeza llena de frustración. Apenas abrió la puerta, me miró y no dijo nada, solo me abrazó con fuerza. Sus brazos eran el refugio que necesitaba, y aunque traté de contenerme, un sollozo escapó de mi garganta mientras ella me guiaba adentro con cuidado, como si fuera a romperme en mil pedazos.

—¿Qué pasó ahora? —preguntó con esa mezcla de cariño y preocupación que solo ella sabía expresar.

Negué con la cabeza, incapaz de hablar sin volver a llorar. Me senté en el sillón y ella desapareció por un momento. Cuando regresó, tenía en las manos un enorme recipiente de helado y una caja de pizza recién calentada.

—Mi madre… —no quise continuar
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