9ZairaLos primeros días veía muy poco al joven maestro, desde el tercer día me pedía que le acompañara y cumplía, pero no nos decíamos absolutamente nada. Él comía y yo lo veía disfrutar de lo que preparaba con esmero.Nochebuena llegó en un abrir y cerrar de ojos, y me encontraba en un estado de aburrimiento absoluto. Había pasado todos esos días encerrada en la rutina, con el uniforme de chef como mi única compañía, y esta noche, por primera vez desde que llegué, decidí hacer algo diferente. “Quería sentirme yo, no solo la chef privada del joven maestro Seraphiel.”El señor Frederic tenía el día libre, y los escoltas estaban con el señor Seraphiel, lo que significaba que tenía tiempo para mí misma. Entré al baño y me miré al espejo, con una toalla enrollada en el cabello y otra cubriendo mi cuerpo. La imagen reflejada me sonrió. —¡Vamos de paseo, chica! —le dije a mi reflejo, como si necesitara mi propia aprobación para atreverme.Me maquillé con dedicación, algo que no ha
10GabrielEl beso se intensificó más de lo que esperaba, hasta el punto en que tuve que quitarle la copa de las manos y dejarla junto con la mía en la mesa más cercana. Su rostro estaba sonrojado, y por un segundo, esa mezcla de sorpresa y timidez me desarmó. Se veía… adorable.“¿Qué me pasa?” me pregunté a mí misma.Sin pensarlo mucho más, la tomé de la mano y la llevé con rapidez al cuarto más cercano. La habitación estaba cálida, con una chimenea encendida que iluminaba el lugar con un brillo tenue y acogedor. El ambiente parecía hecho a propósito para lo que estaba por suceder.—Señor… Señor Seraphiel… —titubeó Zaira, su voz apenas un susurro.—Shhh… —le dije con voz ronca, deteniéndome frente a ella, vi sus ojos llenos de pasión— déjame esto a mí.Ella no dijo nada, solo asintió, con esos ojos grandes y brillantes que me miraban como si estuviera a punto de revelarle todos los secretos del universo y volví a besarla ferozmente. El calor del alcohol seguía corriendo por m
11 Zaira Me desperté con una sensación extraña en todo el cuerpo: un ligero aturdimiento y un dolor sordo en lugares que nunca había imaginado que podían doler. Mi cabello, sin duda, era un desastre, probablemente un auténtico nido de pájaro, pero eso no me preocupó de inmediato. En cambio, pequeños flashes de la noche anterior comenzaron a pasar por mi mente. Mis mejillas se encendieron al recordar cada uno de ellos. —¡Ay, por los dioses en calzones! ¿Qué hice? —me pregunté a mí misma en voz alta, llevando las manos a mi cara como si eso pudiera esconder la vergüenza que sentía.Miré a mi alrededor, esperando verlo. La habitación estaba en completo silencio. No había señales de él, ni siquiera en el baño. “¿Estará afuera?”, pensé mientras me levantaba con cuidado, todavía un poco adolorida.Me di una ducha rápida, tratando de despejar mi mente y evitar analizar demasiado lo que había sucedido. Salí al pasillo con el corazón latiéndome con fuerza, esperando encontrarlo en algú
12ZairaEl día había comenzado con el ajetreo del viaje. Desde el mediodía, estuvimos atrapados en aeropuertos y aviones, con las horas deslizándose lentamente entre escalas, esperas y el zumbido constante de los motores. Aunque el cielo despejado ofrecía vistas espectaculares, mi mente estaba demasiado cansada para apreciarlo.El vuelo era largo, pero ni siquiera el murmullo de las conversaciones o el ronroneo monótono del avión me distraía de mis pensamientos. Gabriel, como siempre, había mantenido su distancia, envuelto en su propia burbuja de frialdad. Intenté concentrarme en cualquier otra cosa: el libro en mis manos, la comida mediocre del avión, incluso las conversaciones ajenas. Pero su presencia siempre lograba perturbar mi paz, como una sombra constante.Finalmente, llegamos a nuestro destino en la madrugada. La casa estaba tan fría y silenciosa como siempre, pero no tenía intención de quedarme mucho tiempo. En cuanto bajé del auto y recuperé mi maleta, me moví rápido, a
13ZairaMi madre comenzó a acosarme con mensajes y llamadas constantes para saber la identidad de mi supuesto novio. Cada vibración de mi teléfono era como un recordatorio de la mentira que había dicho y del problema que me esperaba si ella descubría la verdad. No podía arriesgarme a meter a ninguno de los empleados del señor Seraphiel en problemas.Ella siempre había sido así de controladora conmigo, y durante mucho tiempo pensé que era normal, algo que las madres simplemente hacían. Pero con el tiempo, comencé a notar que el nivel de control que quería ejercer en mí y en mi vida personal iba mucho más allá. Suspiré pesadamente mientras caminaba hacia la mansión Jadeíta, intentando despejar esos pensamientos de mi cabeza.Al llegar, me recibió el señor Frederic, con su actitud práctica y profesional de siempre. Me extendió unas llaves y una tarjeta.—Esto es para que puedas hacer las compras —dijo, entregándome todo con calma—. Si necesitas a alguien para cargar todo, dime, y te env
14ZairaEl recuerdo de lo ocurrido en Suiza cruzó por mi mente, algo que creía que quedaría enterrado en ese viaje, lejos de aquí. Pero ahora... ahora parecía que no era así. Mi mente se quedó en blanco al sentir el roce de sus labios contra mi cuello, un gesto tan inesperado como arrollador.Mis piernas comenzaron a debilitarse, y mi cuerpo tembló ligeramente ante la intensidad del momento. "¡Qué débil eres, Zaira!" me reprochó mi mente, pero era inútil. Estaba congelada, atrapada entre el miedo, la sorpresa y algo que no me atrevía a nombrar.A pesar de que su aroma me tenía envuelta e hipnotizada, logró algo que pocas veces pasaba conmigo: que mi mente dejara de funcionar. Me giró con firmeza, y antes de que pudiera reaccionar, sus labios se apoderaron de los míos. Su beso era intenso, arrollador, y no pude evitar perderme en él.Por un instante, olvidé todo: mi nombre, el lugar donde estábamos, incluso quién era él. Solo éramos nosotros y ese momento.Sin embargo, cuando sentí qu
15ZairaEra fácil adivinar de quién era hijo el pequeño que ahora estaba entrando en mi cocina. Su expresión seria, esos ojos color miel llenos de intensidad... eran idénticos a los del joven maestro.Había escuchado rumores de que él tenía un hijo, pero hasta ahora no lo había conocido. Verlo allí, de pie junto a la mesa, con las manos cruzadas frente a él, era como ver una versión en miniatura de su padre."Tal vez la difunta esposa del joven maestro fue su gran amor", pensé, sintiendo una leve punzada de desánimo mientras le daba vueltas al cucharon en la olla. "Este hermoso niño debe ser el fruto de ese amor, la razón por la que su corazón parece cerrado a todo lo demás."Suspiré suavemente, recordando cómo había evitado responder a mi pregunta días atrás, cuando mencioné si tenía a alguien especial en su vida. Ahora lo entendía. ¿Cómo podría responder, cuando su corazón ya estaba ocupado por el recuerdo de la madre de su hijo?Decidí sacudirme esos pensamientos y enfocarme en mi
1Gabriel SeraphielEntré en el comedor con paso seguro, mi presencia serena y estoica. Mi mirada estaba fija en el plato que esperaba en la mesa. Me siento sin prisa, ajustando la chaqueta perfectamente cortada de mi traje color carbón y tomo los cubiertos con precisión. —Hola, padre —saluda mi pequeño hijo de cinco años.Samuel Seraphiel, mi hijo siempre se sentaba a mi izquierda en todas las ocasiones y a mi derecha debería ir su madre, pero ese asiento lleva años vacío.—Hola, Samuel —le dije a él mientras le terminaban de servir la misma cena que a mí— ¿hiciste tus deberes?—Sí, como siempre —contesta, igual de serio que yo— quiero aprender algo nuevo.Mi hijo era mi viva copia, mismos ojos, cabello azabache y piel canela como la mía, también era un niño sumamente inteligente y a pesar de su corta edad aprendió a leer y escribir muy bien en poco tiempo y ahora tiene tutores avanzados.—Ya veremos luego, primero termina tus clases —contesté, con parsimonia y Samuel solo asintió.