Dalila Alcalá es una mestiza esclavizada en la manada Raksha, que la ha acogido desde que era una niña tan solo para ocultar su vergüenza. Hija de una poderosa loba y de un ser humano, Dalila ha nacido sin poder alguno, sin embargo, el Alfa Cyrus, quien le ha prometido convertirla en su Luna al crecer, era su única luz de esperanza. Sin embargo, luego de descubrir que aquella promesa era tan solo un engaño cruel, y de ver que el Alfa que le hizo esa promesa, ha escogido a Antonia, su cruel verdugo de infancia, como su única Luna, Dalila ha perdido toda fe y esperanza. Rechazada y humillada, ella ha decidido morir, sin embargo, ha sido salvada por un hombre improbable: el Rey Alfa Elikai Kingsley. Kingsley le ha hecho una oferta a Dalila, una que le prometía todo aquello que realmente deseaba: venganza en contra de aquellos que la lastimaron. Dalila ha aceptado ser la Luna del Rey Alfa, sin saber cuanto cambiaria el sendero de su destino. ¿Pero, aquel pacto será así de simple?, ¿O algo más oscuro ronda? El destino del Alfa Kingsley, y una profecía del pasado, pondrán las reglas del juego. Un pacto con el Alfa Kingsley de J. I. López.
Ler maisNarra la autora:Aquella noche de luna, el sonido del violín entonando una fascinante melodía, calmaba hasta a la mente más perturbada. Los altos y los bajos, la música que inspiraba a la mente artística y lograba hacerla viajar hacia tierras más amables que tan solo existían en el reino de la imaginación, era un privilegio digno de escuchar.Entre Vivaldi, Paganini y sin menospreciar al piano de Beethoven o de Frédéric Chopin, la mente más cansada y agobiada, encontraba un saludable descanso. Sintiendo el agua de la bañera espumosa en donde Génesis Levana descansaba entre pétalos de rosas blancas, la loba blanca mantenía sus ojos violetas como amatistas, completamente fijos en el techo blanquecino de aquel baño. Su piel tan blanca como el perfecto marfil de las grandes obras de arte que reposaban eternas en los museos se tornaba roja a ratos en los que intencionadamente abría la llave del agua caliente para dejarla casi hirviendo, como si quisiera dañar su perfecta piel.Cada uno de
Narra la autora:Aquella noche, las camionetas en su viaje a Rumania, se habían detenido en un claro en los bosques de Polonia, antes de llegar a su destino. La música de un violín rompía el silencio de la noche, y bajo la luz de la luna llena, los lobos y humanos que acompañaban al rey, se deleitaban con la melodía. Elikai Kingsley, sin embargo, se había apartado para admirar la belleza de los Cárpatos que alcanzaban a divisarse desde aquel lugar tan apartado de la civilización humana.Alguna vez sus padres habían hecho casi el mismo recorrido que el para llegar al castillo de Bran, en busca de las respuestas que necesitaban para superar sus conflictos…alguna vez, ellos fueron como el, tan solo un par de lobos que desearon permanecer juntos el resto de su longeva vida.Génesis Levana, su hermosa madre; loba albina, hija de la luna y la representación misma de esta. Su belleza se seguía conservando intacta, pues entre humanos y lobos, estos últimos envejecían tan lentamente, que más d
Narra la autora:El aroma de los altos pinos de aquel territorio prohibido impedía que cualquier otro olor pudiese sentirse. La luz del sol que reinaba en el cielo celeste no lograba traspasar el mar de árboles que los pinos y abedules formaban, manteniendo oculto de la vista de cualquier incauto o curioso que se atreviera a adentrarse tan profundamente en aquellos bosques negros.Una mano helada, mortalmente blanca como las alas de una paloma, acariciaba con adoración aquellos cabellos plateados. Un ataúd dentro de aquel vetusto mausoleo cubierto de rosas de castilla del color del atardecer, ya casi destruido por el inminente paso de los siglos conservaba en sus mortajas a aquel hombre tan hermoso que durante siglos había mantenido sus ojos de plata cerrados al mundo de la luz creado por el altísimo.Aquel non muerto, acariciaba con la devoción de un hijo a su padre, a aquel que yacía inerte en aquel ataúd. Dragos Albescu, el primero de los cuatro príncipes de la noche creado por el
Narra la autora:La camioneta había retomado su marcha, sin embargo, Elikai Kingsley mantenía sus ojos y sentidos bien abiertos…aquella voz que tan solo él había escuchado, le había lanzado una advertencia, una que no tomaría a la ligera. Su tío lo miraba como si estuviese demente, pero el, estaba completamente seguro de lo que había escuchado.—Elikai… — musitó Dalila que parecía recién despertar de aquel sueño profundo en el que había caído al salir de la vieja mansión Kingsley.Sosteniéndola entre sus brazos, el rey licántropo apretó a la hermosa joven de ojos rosados contra su pecho. No sabía quién era aquel hombre cuya voz se hizo presente, pero no le permitiría acercarse a su amada.Dalila abrió sus ojos que se encontraron con los de su amado. Aquellos hermosos ojos de amatista y de oro, eran los únicos a los que ella quería mirar eternamente. Acariciando el rostro de Elikai, Dalila derramó lagrimas…el, era real, no estaba soñando, el calor de su rostro, el palpitar tranquilo de
Narra la autora:“El dolor de una existencia eterna en soledad”Dalila se sentía observada; como si mil ojos a su vez vigilaran cada uno de sus pasos. Aquella densa neblina era helada, como si el invierno hubiese azotado con crueldad directamente a aquel camposanto en el que caminaba descalza.Su aliento caliente dibujaba vapores difusos en el viento que casi con gentileza acariciaba sus mejillas frías y hacia danzar sus cabellos negros, y sus ojos rosados como los pétalos de una rosa de castilla, intentaban leer los nombres ya borrados por el paso del tiempo, de aquellas desvencijadas tumbas y antiguos mausoleos que parecían haber sido olvidados por todos.¿Qué hacia ella allí? Se preguntaba Dalila sintiendo temor de aquellos ojos que la mantenían vigilada.El viento olía a láudano y humedad, diciéndole que aquel espacio era demasiado antiguo, tanto, que resultaba aterrador. La espesa niebla parecía seguir cada uno de sus pasos, y el viento helado parecía susurrar su nombre arrastrán
Narra la autora:Los murmullos atemorizados, se escuchaban como ecos lejanos en aquellas tierras de las que estaban ya descendiendo para encaminarse hacia Rumania, en donde los montes Cárpatos reinaban con sus enormes y vetustos bosques. Todos lo sabían, en aquellas tierras los esperaban tan solo dos diosas y nadie sabía con cuál de ellas se iban a encontrar. La muerte o la victoria eran sus únicas posibilidades, y después de llevar aquella lucha durante tantos años había mermado las fuerzas de los licántropos, Elikai sabía que la mayoría de aquellos hombres de rostros cansados, ni guardaban demasiada esperanza.¿Realmente valía la pena haber comenzado aquella guerra en contra de los vampiros?Alguna vez Elikai le había hecho aquella pregunta a su padre, sin embargo, tan solo recibió la misma respuesta de siempre.“Este es tu destino”Mirando a Dalila durmiendo a su costado dentro de aquella lujosa camioneta que los transportaba, sabía que era demasiado pedirle a ella el soportar el p
Narra la autora:El viento, se colaba gentilmente entre las altas copas de los árboles y los abedules con sus troncos blancos, parecían resplandecer casi de manera mística bañados a la luz de la luna. La noche y su manto de penumbra, eran el refugio del vampiro; el único momento en que podían caminar por la vasta tierra del señor sin sufrir el castigo del sol…aquel sol al que existían anhelando.Jenica Petre admiraba con sus ojos tristes el resplandor de la luna llena que bañaba los bosques esa noche, y sus nublados pensamientos se enternecían de su pasado ya tan lejano, cuando era tan solo una monja que dedicaba su vida a los niños enfermos en el hospital en donde trabajaba como médico. Alguna vez su sueño había sido unir tanto ciencia como religión, creyendo fielmente que la fe y el progreso podían ir tomados de la mano…pero aquello, se había quedado tan atrás como sus memorias se iban desvaneciendo cada noche, y su sed de sangre fresca se volvía insoportable.¡Que existencia tan mi
Narra la autora:Yo soy aquel que trae consigo la niebla y la muerte…yo soy aquel al que temen los hombres que caminan bajo el manto de la luz…aquel al que Dios ha rechazado.En aquellos oscuros bosques, aquella vieja abadía se erigía tan antigua y orgullosa, despojada de la gloria de sus viejos días. Aquel solitario Conde, observaba la danza de los grandes pinos y los oscurecidos abedules de blancos troncos que la luna apenas alcanzaba a iluminar, mecidos por los gentiles vientos de aquella madrugada.El fantasma de las viejas memorias recorría aquellos pasillos sumergidos en la penumbra, en donde una historia de amor se había contado hacía ya tanto tiempo, que casi había caído en el más dulce olvido. Izebel Bennet, aquella novicia que al que una vez fue solitario vampiro, un príncipe, le había recordado que poseía un corazón, se había perdido entre el paso de los siglos, y su recuerdo se había transformado en nada más que memorias de tiempos que no volverían jamás…Isobel, su consort
Narra Elikai:Finalmente había amanecido, y junto al sol, aquel aroma exquisito e inconfundible llenaba por completo mis sentidos; el olor que emanaba del cuerpo de Dalila me embriagaba, sin embargo, aun y cuando amaba aquel delicado perfume natural de su piel, pude oler algo más que me despertó por completo: ella olía a miedo.Levantándome de la cama, caminé hacia el enorme vestidor guiado por el aroma de mi hembra, y la encontré sentada, mirando hacia el maquillaje que le había regalado mi madre, y en medio de las penumbras.—Eres hermosa… — le dije abrazándola por detrás.Sin embargo, entre mis brazos pude sentir como su pequeño cuerpo temblaba, y el olor de su miedo inundó mis sentidos. Dalila estaba aterrada; temblaba por un miedo genuino, pero no decía palabra alguna.—¿Qué es lo que ocurre? — le pregunté angustiado, pues nunca había sentido en ella tanto miedo.—Elikai, no me dejes sola, te lo pido. — murmuró apenas sin voz, y yo tan solo pude abrazarla fuertemente.Tomándola a