Dalila Alcalá es una mestiza esclavizada en la manada Raksha, que la ha acogido desde que era una niña tan solo para ocultar su vergüenza. Hija de una poderosa loba y de un ser humano, Dalila ha nacido sin poder alguno, sin embargo, el Alfa Cyrus, quien le ha prometido convertirla en su Luna al crecer, era su única luz de esperanza. Sin embargo, luego de descubrir que aquella promesa era tan solo un engaño cruel, y de ver que el Alfa que le hizo esa promesa, ha escogido a Antonia, su cruel verdugo de infancia, como su única Luna, Dalila ha perdido toda fe y esperanza. Rechazada y humillada, ella ha decidido morir, sin embargo, ha sido salvada por un hombre improbable: el Rey Alfa Elikai Kingsley. Kingsley le ha hecho una oferta a Dalila, una que le prometía todo aquello que realmente deseaba: venganza en contra de aquellos que la lastimaron. Dalila ha aceptado ser la Luna del Rey Alfa, sin saber cuanto cambiaria el sendero de su destino. ¿Pero, aquel pacto será así de simple?, ¿O algo más oscuro ronda? El destino del Alfa Kingsley, y una profecía del pasado, pondrán las reglas del juego. Un pacto con el Alfa Kingsley de J. I. López.
Leer másNarra la autora:Los murmullos atemorizados, se escuchaban como ecos lejanos en aquellas tierras de las que estaban ya descendiendo para encaminarse hacia Rumania, en donde los montes Cárpatos reinaban con sus enormes y vetustos bosques. Todos lo sabían, en aquellas tierras los esperaban tan solo dos diosas y nadie sabía con cuál de ellas se iban a encontrar. La muerte o la victoria eran sus únicas posibilidades, y después de llevar aquella lucha durante tantos años había mermado las fuerzas de los licántropos, Elikai sabía que la mayoría de aquellos hombres de rostros cansados, ni guardaban demasiada esperanza.¿Realmente valía la pena haber comenzado aquella guerra en contra de los vampiros?Alguna vez Elikai le había hecho aquella pregunta a su padre, sin embargo, tan solo recibió la misma respuesta de siempre.“Este es tu destino”Mirando a Dalila durmiendo a su costado dentro de aquella lujosa camioneta que los transportaba, sabía que era demasiado pedirle a ella el soportar el p
Narra la autora:El viento, se colaba gentilmente entre las altas copas de los árboles y los abedules con sus troncos blancos, parecían resplandecer casi de manera mística bañados a la luz de la luna. La noche y su manto de penumbra, eran el refugio del vampiro; el único momento en que podían caminar por la vasta tierra del señor sin sufrir el castigo del sol…aquel sol al que existían anhelando.Jenica Petre admiraba con sus ojos tristes el resplandor de la luna llena que bañaba los bosques esa noche, y sus nublados pensamientos se enternecían de su pasado ya tan lejano, cuando era tan solo una monja que dedicaba su vida a los niños enfermos en el hospital en donde trabajaba como médico. Alguna vez su sueño había sido unir tanto ciencia como religión, creyendo fielmente que la fe y el progreso podían ir tomados de la mano…pero aquello, se había quedado tan atrás como sus memorias se iban desvaneciendo cada noche, y su sed de sangre fresca se volvía insoportable.¡Que existencia tan mi
Narra la autora:Yo soy aquel que trae consigo la niebla y la muerte…yo soy aquel al que temen los hombres que caminan bajo el manto de la luz…aquel al que Dios ha rechazado.En aquellos oscuros bosques, aquella vieja abadía se erigía tan antigua y orgullosa, despojada de la gloria de sus viejos días. Aquel solitario Conde, observaba la danza de los grandes pinos y los oscurecidos abedules de blancos troncos que la luna apenas alcanzaba a iluminar, mecidos por los gentiles vientos de aquella madrugada.El fantasma de las viejas memorias recorría aquellos pasillos sumergidos en la penumbra, en donde una historia de amor se había contado hacía ya tanto tiempo, que casi había caído en el más dulce olvido. Izebel Bennet, aquella novicia que al que una vez fue solitario vampiro, un príncipe, le había recordado que poseía un corazón, se había perdido entre el paso de los siglos, y su recuerdo se había transformado en nada más que memorias de tiempos que no volverían jamás…Isobel, su consort
Narra Elikai:Finalmente había amanecido, y junto al sol, aquel aroma exquisito e inconfundible llenaba por completo mis sentidos; el olor que emanaba del cuerpo de Dalila me embriagaba, sin embargo, aun y cuando amaba aquel delicado perfume natural de su piel, pude oler algo más que me despertó por completo: ella olía a miedo.Levantándome de la cama, caminé hacia el enorme vestidor guiado por el aroma de mi hembra, y la encontré sentada, mirando hacia el maquillaje que le había regalado mi madre, y en medio de las penumbras.—Eres hermosa… — le dije abrazándola por detrás.Sin embargo, entre mis brazos pude sentir como su pequeño cuerpo temblaba, y el olor de su miedo inundó mis sentidos. Dalila estaba aterrada; temblaba por un miedo genuino, pero no decía palabra alguna.—¿Qué es lo que ocurre? — le pregunté angustiado, pues nunca había sentido en ella tanto miedo.—Elikai, no me dejes sola, te lo pido. — murmuró apenas sin voz, y yo tan solo pude abrazarla fuertemente.Tomándola a
Narra Dalila:Aquella mañana, desperté aún abrumada por aquella imponente presencia que repentinamente se había aparecido en medio de mis sueños…o mis pesadillas. El sol finalmente se había alzado tan triunfal como un rey en medio de su victoria, en medio de las nevadas montañas que nos rodeaban en aquel lugar. Todo me parecía, sin embargo, tan diferente, tan extraño, como si hubiese despertado de un letargo en el que hubiera dormido por años, y el mundo me deslumbrara por primera vez.Aquel hombre de mis sueños me había impresionado, pero no de una manera placentera…más bien, me causaba temor…un temor tan profundo que me revolvía las entrañas, y me hacía temblar el cuerpo, un terror como nunca, ni siquiera en mis días más oscuros dentro de la manada Raksha, había sentido antes.Mirando a mi costado, pude ver a mi Alfa Kingsley durmiendo. Sus cabellos de plata tan suaves como la seda contrastaban hermosamente con su piel morena. Mi rey era un hombre hermoso, y él era el único que me h
Narra Dalila:El corazón me latía con tanta rapidez, que sentí que se me saldría corriendo del pecho. El, se había derramado por mi toque, y sentí mi cuerpo estremecerse al mismo tiempo que el suyo lo hizo…y aquel tipo de placer, quizás, morboso, quizás, diferente, aquella era la primera vez en toda mi vida experimentaba…era la primera vez en toda mi vida que tocaba a un hombre de tal manera…y lo había disfrutado, no podía negarlo.Entre sus brazos, irónicamente me sentí completamente segura; no habían pasado más que tan solo un corto tiempo desde que Elikai Kingsley me había tomado como su futura y única compañera, y yo, con mi firme decisión de no hacer nada más que cumplir mi parte del trato no deseaba involucrarme más allá que hacer lo acordado, pero en aquel momento, me sentía tan reconfortada…tan protegida entre los brazos de Elikai, que no quise saber nada más ni sentir nada más que lo que estaba experimentando en ese momento.Cerrando mis ojos, paulatinamente y al igual que él
Narra Artem: El momento de que aquella profecía finalmente se cumpliera, se estaba acercando. Mirando a la luna desde el balcón en mi habitación, sentí aquella pesadez en el pecho. Desde que supimos que mi Génesis estaba embarazada, mil veces se nos dijo que nuestro pequeño Elikai, llevaría el peso del mundo sobre sus pequeños hombros…y aunque intentamos huir de ese destino, para que el ganara el derecho a ser libre y feliz, no pudimos lograrlo.No se puede escapar del destino. Hacía años que habíamos librado aquella batalla en la que buscaban separarme de Génesis, para evitar que Elikai naciera. Desde hacía ya tanto tiempo, que me enfrentaba a los príncipes vampiros Dragos y Nicholas para descubrir el mausoleo del primer maldecido, y evitar que despertara…había hecho tanto para lograr anular aquella profecía…pero todo se estaba cumpliendo según su palabra, y aquella guerra que hacía ya tiempo había pasado su punto de no retorno tan solo se había encrudecido.Elikai tendría que enfre
Narra Aisha, la bruja de Muniellos:El tiempo, había llegado.Hacía ya tantas lunas, desde que perdí a mi madre, la bruja roja, y a mis hermanas ante el rey Artem y su sequito. La reina Génesis, y el rey Artem, cumplieron la profecía que para ellos dos estaba destinada, y su unión trajo al mundo al hijo del sol y de la luna, para poner fin a la larga existencia de los maldecidos de la eterna noche.Los vampiros, verían su final en está era…pero no podía permitirlo.Miré al Alfa Cyrus regocijarse en la mentira que le he dicho, para manipular su frágil mente a mi conveniencia. Aquello, era risible, pero anticipado. El Alfa Cyrus y su Luna Antonia, servirían a mi propósito…acabar con el Rey Artem, la reina Génesis, y, más aun, con su hijo, el Rey Elikai Kingsley, no debía sobrevivir para enfrentar a mi señor, el primer maldecido debía prevalecer, para traer al mundo su larga noche.En el pasado, manipulé todo según los deseos de mi madre, y los deseos de mi señor que aun duerme entre las
Narra Cyrus:Aquella mañana el cielo estaba nublado. Los lobos de la manada se dirigían hacia el granero en busca de comida y de leña para la abrumadora noche que se esperaba; una tormenta invernal se avecinaba, el instinto nos lo decía. Había despertado junto a Antonia, que seguía durmiendo profundamente, pues seguramente se había quedado esperándome en vela una vez más. El aroma a humedad impregnaba el ambiente, llegando desde el bosque hasta nuestro asentamiento, y había salido de la cama tan pronto como me había despertado, esperanzado a no tener que enfrentarme a la boca suelta de mi Luna una vez más.Ya no toleraba a Antonia; desde la partida de Dalila junto al Rey Kingsley, la presencia de mi Luna elegida me parecía intolerable. Todo el tiempo me encontraba pensando en Dalila, y mi ser entero tan solo anhelaba volver a verla de nuevo, y forzarla a ser mía como debía de haber hecho desde hacía mucho tiempo atrás.Caminando entre las callejuelas de mi asentamiento, observé con de