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Capítulo 4: La duda del maltrato.

Narra Dalila.

El Alfa Kingsley me sostenía, mientras yo colgaba hacia el precipicio, y no pude evitar sentir como la calidez de su mano, reconfortaba a la mía helada y maltrecha. Yo, realmente, no entendí que era lo que ese poderoso hombre estaba haciendo allí sobre el mismo tejado del que me había tirado, a tan altas horas de la ya bien entrada madrugada.

 —¿Lo que me ofrece? — pregunté incrédula, porque de ninguna manera aquel hombre podría querer algo de mí.

El Alfa Kingsley, sin embargo, me miró a los ojos con tanta seriedad, que no pude evitar enmudecer. Él era hermoso, el hombre lobo más hermoso y poderoso que jamás antes vi, y eso lo había sabido desde aquella visita que él había hecho a la manada dos años atrás, cuando pude verlo por primera vez. Por eso, no podía creer que alguien tan bello, poderoso e importante, pudiera querer algo de una mestiza sucia, rechazada y golpeada como era yo.

—Si, mujer, te ofrezco ser mía, te ofrezco convertirte en mi única Luna, y yo te daré a cambio de que te unas a mí y me des a mi hijo, aquella venganza que deseas en contra de la manada Raksha. —

Él me dijo aquello con tanta seriedad, que no supe que decirle en ese momento. Decir que estaba sorprendida, era minimizar lo que realmente estaba sintiendo en ese instante, y no tuve más remedio que mirarlo a los ojos intentando buscar algún rastro de mentira en ellos. De ninguna manera caería por segunda vez.

—Me niego. — le dije sin dudarlo. — No me convertiré en la burla de otro Alfa. —

El, sin decir nada más, me siguió sosteniendo de la mano, y yo lo miré a los ojos, mientras los suyos parecían cargados de decepción. Yo no tenía ningún lugar al cual pertenecer, no tenía tampoco un sitio a donde volver, y sabía que, si era encontrada por mi madre y Cyrus, tan solo me regresarían a la manada para volver a martirizarme.

—Tu eres el Alfa Kingsley, el rey de los licántropos, ¿Por qué alguien como tu querría a alguien como yo para ser su compañera?, ¿En verdad crees que soy tan ingenua para creerte? — le cuestioné sin dejar de mirarlo a los ojos.

Él no me respondió de inmediato, en cambio, pareció meditar lo que estaba por decirme.

—Yo, moriré. — me dijo con seriedad.

—Todos lo haremos algún día. — le respondí de inmediato.

El me dio una mirada seria con aquellos hermosos ojos violeta y dorado.

—Dalila, yo moriré antes de cumplir los veintisiete años, ese es mi destino. Esa es…mi maldición. Por eso, necesito tener a un hijo, antes de que aquella profecía se haga realidad, y mi linaje se pierda para siempre…y solo tú, cuyo aroma es diferente, eres a quien quiero para cumplir mi objetivo. Si querías la verdad, esta es. —

Él me dijo aquello, y yo sabía que era verdad, o, mejor dicho, al menos parte de ella. Existía una profecía, una que hablaba del hijo del sol y de la luna; el salvador que traería la paz a los licántropos, y que extinguiría a un terrible ser…pero nada se había dicho del precio a pagar por ello, ¿Acaso el precio de tanto poder era tener una prematura muerte?, no puede evitar preguntarme.

Él quería un hijo; un heredero para perpetuar a su linaje después de su muerte…y el, por alguna razón, quería que yo se lo diera…pero no podía creer en sus palabras. No del todo.

—Entonces, dices que quieres que te dé un heredero, quieres perpetuar tu sangre a través de un hijo conmigo, aunque eso no me dice la razón por la cual elegirías a una mestiza para ello, y no a una loba pura como tantas que existen. — le respondí.

El me miró nuevamente.

—Tu sangre, el aroma de tu sangre llama a la mía, y me dice que solo tu vientre virgen puede sostener a mi heredero. Tu sangre que oscila entre la de un humano y la de los lobos, es diferente a todo lo que existe…y por ello, eres tú a quien necesito. — el me respondió. — Puedes aceptar lo que te ofrezco y ser mía, o puedes volver a la manada que te ha masacrado y humillado, para mirar como aquel Alfa al que amas, comparte sus caricias con otra mujer, y como ella llevará a su hijo en su vientre. —

Aquellas palabras calaron hondo en mi interior. Solo tenía tres opciones, y esa era mi cruda realidad.

Podía saltar de aquel edificio, y así entregarme a la muerte y complacer con mi ausencia a Cyrus y Antonia.

Podía regresar más humillada aun a la manada Raksha, y volver a sufrir ese tormento que toda mi vida me había marcado.

…Y podía aceptar convertirme en la fría Luna del poderoso y hermoso Alfa Kingsley, atando mi vida a la suya, y darle aquel hijo que necesitaba sin cuestionarme nada más, y forzándolo a cumplir su promesa de venganza en contra de la manada Raksha.

¿Qué podía hacer?, me cuestione por un instante. Esas eran mis únicas tres opciones, y mirando al vacío, contradictoriamente a lo que había dicho, miré al Rey Kingsley a los ojos.

Miré a los ojos aquel Alfa cuyos ojos extraños parecían destilar fuego…un fuego abrazador que lograba erizar cada bello en mi piel…un fuego que lograba calentarlo todo, incluso en aquella helada noche en que estaba a punto de caer a mi muerte, entonces, tuve miedo, miedo de morir, pero, al mismo tiempo, quería hacerlo.

Toda mi vida todos habían decidido por mí, toda mi vida todos habían hecho conmigo lo que quisieron, como si yo no tuviera valor alguno ni derecho a elegir sobre mi propia vida. Una rabia intensa se apoderó de mi…y entonces, volví a mirar a aquel Alfa a los ojos.

—Esta noche yo voy a morir Alfa Kingsley. — le dije sin dudarlo, y el, soltó mi mano.

La muerte me esperaba, ya lo sabía, y en medio de todo aquello, los ojos extraños del Alfa Kingsley me miraron intensos nuevamente. Esa noche iba a morir, y ya nada realmente importaba, seria olvidada, mi dolor jamás seria vengado.

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