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Un pacto con el Alfa Kingsley
Un pacto con el Alfa Kingsley
Por: J. I. López
Capítulo 1: La decisión de morir.

Narra Dalila:

Está noche, he decidido morir.

Miré hacia abajo, y vi como algunas personas caminaban distraídas está madrugada, sin prestar atención a lo que estoy a punto de hacer.

Las lágrimas caen y resbalan de mis mejillas. Ya no tiene ningún sentido vivir, pues ya perdí lo único que me mantenía atada a este mundo cruel que solo me ha dado miserias y dolor. Así que, ahora en lo alto de ese edificio de poco más de cuarenta pisos, sé que voy a morir al caer sin importar el hecho de que soy una mestiza, y a nadie en el mundo le va a importar que yo deje de existir, después de todo, estoy m*****a.

Abrí mis brazos, mientras siento como me tambaleó y el viento frío de esta noche me empuja hacia adelante, aún y cuando mi viejo vestido de novia me mantiene anclada en el suelo, y me impide caer al vacío, quiero morir, pero el remordimiento de una vida de sufrimiento, me golpea la mente sin piedad...quizás, esa es mi última tortura, que mis últimos pensamientos estén dirigidos a todos ellos. 

Todo el dolor de una vida, se resume en este único momento en el que simplemente dejaré de existir, sin conocer una poca de felicidad real, y sin haberle importado tan siquiera un poco a ninguna persona. Yo, Dalila Alcalá, jamás he sido amada…y jamás seré amada, justamente hoy, finalmente lo he comprendido.

Aquella promesa rota…todo, todo fue una mentira, una cruel mentira. El Alfa Cyrus, tan solo ha jugado conmigo, y los recuerdos de mi tiempo siendo la criatura más fea e infeliz de este mundo, me golpean sin piedad.

Hace quince años, yo fui adoptada a la fuerza por la manada Raksha, cuando apenas tenía cinco de existir. Mi padre, completamente humano, murió y me dejó sola en el mundo. Selene, mi madre, la poderosa luna del Alfa Calixto de la manada Raksha, vino por mí una tarde de invierno después del funeral de mi padre, y me dijo que a partir de ese momento viviría en donde ella vivía, y me confeso algo que no pude creer en ese momento.

Ella era una mujer lobo, y yo, su hija, una mestiza cuya sangre era la mezcla de la de un humano común y corriente, y una loba poderosa, durante mi corta vida en ese tiempo, siempre me creí completamente humana. En ese momento, creí con la inocencia propia de mi niñez, que ya no estaría sola en el mundo…pero nunca en mi vida llena de miserias, estuve más equivocada.

Yo era, y yo soy, una vergüenza.

Desde el momento en que llegué a la manada Raksha, fui despreciada y humillada por ser una mestiza…y se me hizo saber, que la única razón por la cual fue acogida, fue para ocultar la vergüenza de la Luna Selene, quien se dejó seducir por un simple humano.

Yo tenía que pagar por el error de mi madre. No ella.

Mi madre jamás se preocupó realmente por mí, y me desprecio al igual que el resto, y tan solo vi como aquel amor que de ella anhelaba, le era dado a una huérfana de la manada, cuya sangre en sus venas, era la de un lobo puro. Antonia López, esa loba de otra manada que también fue acogida, pero que recibió el trato de la hija de Selene, y mi madre la prefirió sobre mí por la pureza de su sangre.

Fui convertida en una esclava al servicio de mi madre y de Antonia, y cada vez que cometí el mínimo error, o no cumplí con un capricho de Antonia, o simplemente para divertirla a ella y a mi madre, recibía palizas de la mano de un verdugo, cuyo látigo no tenía piedad.

Pero en ese infierno…vi la luz. El hijo del Alfa Calixto, Cyrus Licario, me ayudo a limpiar la sangre en mi espalda, y me trató como si realmente importara. El me hizo, esa promesa.

“Cuando seas mayor, te convertiré en mi luna.”

Por aquella promesa, por aquel amor que sentí hacia Cyrus, soporté cada golpe, cada insulto, y cada humillación que recibí desde que era tan solo una pequeña…y ahora, a mis veinte años, creí que finalmente seria perdonada por el error de mi madre, y me convertiría en la Luna del nuevo Alfa, tal y como me fue prometido, pues el Alfa Calixto ha muerto, y Cyrus se ha convertido en el nuevo líder de la manada Raksha.

Pero aquella tarde, aquella dolorosa tarde, todos esos sueños que una vez me dieron aliento para seguir viviendo, se desmoronaron sin piedad ante mis ojos, y me terminaron de romper el corazón que, ya tenía hecho pedazos.

—Ella será mi compañera, Antonia si es digna de ser la Luna del nuevo Alfa de esta manada. —

Escuché como el hombre al que había dedicado mi vida, me decía mientras mis lágrimas se derramaban una vez más. Aquello, por supuesto, no debería de haberme tomado por sorpresa, después de todo, mi vida desde siempre había estado plagada de dolor y de decepciones.

—¿Por qué, Alfa Cyrus?, ¿Por qué has roto la promesa que me has hecho? — le cuestioné sollozando, queriendo aferrarme a una vaga esperanza.

En ese momento, escuché la risa de Antonia, y vi como Cyrus sonreía de una manera cruel y retorcida.

—¿Realmente creíste que te tomaría a ti, Dalila, como mi Luna?, eres una asquerosa mestiza con ojos color rosado tan horrendos que me provocan el vómito. Antonia es una loba de sangre pura, y tú, solo su esclava. ¿En verdad eres tan ingenua para creer en una promesa que te hice cuando éramos niños? Esa promesa, la hice por aburrimiento, porque me pareció divertido darle esperanza a la llorona mestiza que siempre estaba sucia y con la ropa rota. —

Aquellas palabras, me destrozaron…o, mejor dicho, terminaron por destrozarme. Mi única luz, me había mentido con crueldad…tan solo por aburrimiento.

Sin deseos de seguir viviendo, y sin nada más que ese persistente sentimiento de dolor en mi pecho, decidí saltar hacia el vacío, así que cerré los ojos para no mirar cuando me estrellé en el pavimento helado. Finalmente, he saltado, y siento como mi cuerpo cae por su propio peso…en segundos, todo terminará…al fin, se terminará.

Sin embargo…no estoy cayendo. ¿Por qué no estoy cayendo?

Abrí los ojos, y vi el vacío debajo de mí, mientras mi cuerpo entero colgaba de borde de aquel edificio. Entonces la sentí, sentí como una cálida y fuerte mano sostenía la mía, y alzando mi mirada para ver quien se atrevió a impedirme morir, me encuentro con esos ojos peculiares que parecían mirarme con tristeza. Uno de ellos, es violeta como las amatistas, y el otro, dorado como el oro fundido, su cabello plateado, como la luz de la luna, y aquella piel morena parecida al color de la canela, me sorprendieron…aquel hombre, yo lo conozco, pero, ¿Qué haría el en un lugar como este?, y, ¿Por qué querría salvar a una sucia mestiza como yo?

Se muy bien, toda mi vida lo he sabido…jamás he sido digna de nada. Con lágrimas en los ojos, tan solo puedo susurrar su nombre.

—Rey Alfa…Kingsley… — musité apenas sin voz, sintiendo como aquel nudo en mi garganta, me la lastimaba como si hubiese tragado espinas.

Entonces, tan solo lloré. Lloré recordando mi miserable vida, mientras mi cuerpo seguía colgado al borde de aquel edificio.

—No te permito morir…Dalila. El Rey Alfa, te ordena vivir. —

Aquel poderoso Alfa me dijo aquello, mientras sus ojos de encanto me miraban intensamente.

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