Narra Dalila:
Los recuerdos de aquella tarde, nuevamente me golpearon, mientras aquel Alfa...el Rey Alfa, me sostenía sin soltarme.
Aquella tarde de mi ruina, mirando a Antonia, la miré tan altiva, cruel y orgullosa, como había sido desde que éramos niñas. Su sonrisa de suficiencia y satisfacción, me hacia ver que ella, al igual que siempre, estaba disfrutando con mi sufrimiento.
— Considera esto como un último acto de piedad, Cyrus ahora es el nuevo Alfa y tu solo eres una mestiza, ahora, arrodíllate ante mí, la Luna del Alfa, y besa mis pies, niégate a hacerlo y haré que te azoten como castigo. Mira esto y entiéndelo, solo fuiste un juego para mí hombre. —
Vi como Antonia sonreía diciéndome aquello, mientras orgullosa me mostraba en su cuello la marca que Cyrus le había hecho para que todos supieran que ella era su compañera...aquella marca que me prometió a mí.
Detrás de mí, escuchaba las risas de todos; la manada Raksha, nuevamente, se estaba burlando de mi…de mi miseria.
— ¿Qué es lo que estás esperando? Tienes que arrodillarte ante la Luna Antonia. —
Decía mi propia madre, la Luna Selene, quien tal y como lo había hecho siempre, me miraba con asco y desprecio, mientras apoyaba y protegía a una loba que no nació de su vientre. Aquello ya no debería de herirme, sin embargo, me hirió.
Estaba sola, tal y como siempre, estaba completamente sola…pero esta vez, ya no había nada por lo cual pelear, ni nada por lo cual vivir. Apreté mis puños con dolor, y miré al Alfa Cyrus a los ojos.
— Acepto tu rechazo, Cyrus, pero no voy a arrodillarme. — dije sintiendo mi corazón partirse una vez más, e intentando aferrarme a lo único que me quedaba: mi dignidad.
Antonia dejó de sonreír para verme con desprecio, y haciendo una seña con su mano hacia un par de hombres a su costado, vi como estos caminaron hacia mí, con esos látigos que siempre usaban para azotarme cuando no hacía las cosas como Antonia o mi madre querían.
— Dalila Alcalá, esta manada te acogió cuando tú inmundo padre humano murió y te dejo sola, y ningún otro humano quiso saber de ti por ser una mestiza asquerosa, te dimos alimento y un hogar al cual pertenecer, ¿Y así nos pagas?, revelándote a la Luna del Alfa. —
Aquellas palabras cargadas de falsedad, salieron de la boca de Antonia, mientras Cyrus se quedaba en silencio sin hacer nada más que sonreír, y, mirándolo a los ojos, decidí que no soportaría una más.
— Siempre he soportado en silencio todo golpe y humillación que he recibido, pues realmente creí que me amabas, Cyrus, pero ahora que me has rechazado, ya no tengo nada más que perder. Ustedes me acogieron después de la muerte de mi padre, tan solo porque no querían que nadie más supiera que una de sus lobas más fuertes, había sido seducida por un hombre humano, pero desde que tengo cinco años, me han matado de hambre, me han masacrado a golpes, y me han humillado tanto que no sé cómo he podido soportarlo. Cyrus, tú me prometiste que sería tu Luna, pero has roto esa promesa y tu Luna perfecta ha dicho la verdad que tú mismo has admitido, tan solo jugaste conmigo. De entre todos, tú eres el peor, un cobarde lobo mimado que tan solo se ha convertido en el Alfa por la muerte de su padre, no por derecho propio. — dije ya sin importarme si me asesinaban allí mismo. Está vez, no iba a quedarme callada.
Cyrus me dio una mirada cargada de desprecio, y yo la sostuve sin moverme de mi sitio. Todos se habían quedado en silencio, hasta que Cyrus habló.
— Descubran su espalda, tal falta de respeto no será tolerada. — ordenó el nuevo Alfa.
Un par de hombres me tomaron por los brazos, y uno más de ellos rasgó el viejo vestido de novia que llevaba puesto, el mismo que encontré hacia tantos años atrás, y que soñé usar el día en que sería marcada por el hombre del que tontamente me enamoré. Si, ese día, debía de ser el más feliz de mi vida, y en cambio, miré como Cyrus daba la señal para dar comienzo a mi castigo.
Con el primer latigazo que chocó contra mi espalda, sentí como la sangre caliente comenzó a escurrir, con el segundo, sentí como todos aquellos sueños y esperanzas infantiles, se desmoronaban en pedazos...y con el tercer latigazo, sentí como mi alma rota, terminaba de romperse una vez más.
— Eso es lo que mereces, asquerosa Dalila, haznos un favor y muere de una vez. —
Dijo Antonia mientras miraba con satisfacción como yo era golpeada sin piedad alguna.
La carne de mi espalda se había abierto, y la sangre había manchado mi roto vestido amarillento. La fuerza de mis piernas flaqueo, y me derrumbe humillada y masacrada sobre el suelo, ante la mirada y la risa de todos.
El sonido del látigo golpeándome, mezclado con las risas de los lobos de la manada Raksha, resonó en mis oídos sacudiéndome el cerebro, y dándole una mirada de súplica a mi madre, una vez más, y tal como había sido siempre, me estrellé con su indiferencia.
Cerré los ojos esperando que aquello terminara, y ya sabiendo que luego me arrojarían a mi tejaban fuera del área en donde vivían todos ellos. Soporté cada golpe con el corazón roto, y di una última mirada hacia Cyrus...el mantenía a Antonia en sus piernas, y la besaba apasionadamente como jamás quiso besarme a mí. Sonreí resignada, y decidí algo. Si esos golpes no acababan conmigo, entonces lo haría yo misma...no seguiría soportando más de ese dolor, y si ellos tan solo me mantenían cautiva dentro de la manada por vergüenza, entonces los liberaría y me liberaría de mi presencia. Ya no tenía nada más que perder, y en aquella vida tan miserable, no había nada para mí.
Golpe tras golpe, sufrimiento tras sufrimiento, con los ojos cerrados, suplique morir.
Luego de largos minutos, los golpes cesaron, y yo sonreí alzando mi vista para ver cómo Cyrus, tal como siempre, había detenido a mis verdugos antes que me matarán a golpes. Siempre era lo mismo, jamás podían simplemente asesinarme.
— Es suficiente. Llévensela de aquí. — ordenó Cyrus.
Antonia se quejó, por supuesto, para esa mujer nunca era suficiente mi sufrimiento. Así había sido desde que éramos niñas.
— No es suficiente, quiero que sangre todavía más. — solicitó ella.
Yo no dije nada...no podía decir nada; después de esa golpiza, apenas y tenía fuerza para abrir los ojos.
— Tenemos cosas más importantes que hacer y que discutir, el Rey Alfa Kingsley, ha solicitado nuevamente una audiencia para dentro dos días, y yo no estoy dispuesto a participar en su guerra, así que tenemos que preparar el diálogo y acomodar todo para su visita. No tengo tiempo para lidiar con Dalila ahora. — escuché que dijo Cyrus.
Antonia resopló molesta; a ella no le gustaba no salirse con la suya.
— Está bien, ya sáquenla de aquí, su sangre terminará arruinando el piso y todo debe de estar impecable para la visita del Rey Alfa. Pero esto no se va a quedar así, Dalila, aún no estoy lo suficientemente satisfecha, y una vez que terminemos nuestros asuntos con el Rey Kingsley, veré que pagues aún más por tu atrevimiento. — me sentenció punitivamente ella.
En ese momento sentí como comenzaron a arrastrarme fuera de aquel salón de reuniones, y mirando a Antonia, la vi besando una vez más a Cyrus como agradeciéndole por causarme tanto dolor. Mi madre, completamente indiferente a mí, se acercaba a ellos para abrazarlos y felicitarlos.
Mi cabeza se golpeó contra el marco de la puerta al salir siendo arrastrada, y luego, sobre el camino de terracería, sentí como las piedras lastimaron aún más mi mallugado cuerpo, hasta que fui arrojada dentro del humilde tejaban en dónde me habían forzado a vivir desde mi llegada a la manada.
Allí, tendida sobre el suelo sin pavimentar, y con la sangre de mis nuevas heridas ya secándose sobre mis viejas cicatrices, vi como la noche finalmente caía sobre aquellas tierras. No me habían golpeado más, tan solo para no arruinar el suelo para la visita del Rey Alfa.
Rei un poco al pensar en ello.
Tomando fuerzas desde la nada, y sabiendo bien que nadie estaría vigilándome para no escuchar mis lamentos, me levanté casi sin fuerzas del suelo y comencé a caminar fuera de mi tejaban y de aquellas tierras. No le iba a dar el gusto a Antonia de seguirme martirizando, y no los iba a complacer muriendo ante ellos.
Después de caminar tanto, soportando tanto dolor, finalmente llegué a Londres por la madrugada, y subí, paso a paso, subí cada escalón de aquella larga escalera metálica, en el primer edificio alto que vi.
Esta noche, decidí morir…y salte…pero aquel Alfa, seguía sosteniendo mi mano.
Narra Elikai:Ella era diferente. Dalila Alcalá, era diferente.Lo supe de inmediato al sentir su olor y ver sus extraños ojos color rosado. Su cabello negro era tan oscuro como el ébano, y su piel blanca parecía la de una figurilla de porcelana: fría y despojada de color.Era hermosa, pensé para mí mismo, y aun usando aquellos tristes trapos viejos y desgastados que simulaban un intento de vestido, y que parecían una burla intencionada a su hermosura, resaltaba del resto de las mujeres que había en esa habitación.— La manada Raksha no va a involucrarse en una guerra sin sentido, Rey Kingsley, ya hemos perdido mucho por apoyar a su causa, y su padre prometió que no nos involucraría más en esta pelea sin cuartel. —Me dijo el Alfa Calixto aquella tarde hacía ya dos años atrás, mientras su mimado hijo, Cyrus, me miraba con desprecio. Tenía que visitar nuevamente a aquella manada, ahora que Calixto había muerto, y que Cyrus era el nuevo Alfa, debía de hacer un nuevo intento, aunque tamb
Narra Dalila.El Alfa Kingsley me sostenía, mientras yo colgaba hacia el precipicio, y no pude evitar sentir como la calidez de su mano, reconfortaba a la mía helada y maltrecha. Yo, realmente, no entendí que era lo que ese poderoso hombre estaba haciendo allí sobre el mismo tejado del que me había tirado, a tan altas horas de la ya bien entrada madrugada. —¿Lo que me ofrece? — pregunté incrédula, porque de ninguna manera aquel hombre podría querer algo de mí.El Alfa Kingsley, sin embargo, me miró a los ojos con tanta seriedad, que no pude evitar enmudecer. Él era hermoso, el hombre lobo más hermoso y poderoso que jamás antes vi, y eso lo había sabido desde aquella visita que él había hecho a la manada dos años atrás, cuando pude verlo por primera vez. Por eso, no podía creer que alguien tan bello, poderoso e importante, pudiera querer algo de una mestiza sucia, rechazada y golpeada como era yo.—Si, mujer, te ofrezco ser mía, te ofrezco convertirte en mi única Luna, y yo te daré a
Narra Elikai:—Esta noche yo voy a morir Alfa Kingsley. —Dalila me dijo aquello, y sus ojos rosados, tan hermosos, me mostraron una determinación como nunca antes la vi en ella. En ese momento, la deje caer.Un grito aterrado y desgarrador, brotó de los labios de Dalila. La vi caer mientras cerraba los ojos, y entonces, dejó de gritar, ella abrió sus brazos nuevamente, aceptando su fatal momento, y entonces, lo comprendí…ella quería elegir, ella quería ser libre para escoger su propio destino…tal y como yo deseaba hacerlo.Yo también quería ser libre de elegir, yo también desee escoger mi propio camino y no solo resignarme al que la profecía y mi maldición me dictaban, yo quería vivir, quería vivir una larga e intensa vida y no solo resignarme a lo que mis padres y el mundo me dijeron toda mi vida. En ese momento, extendí mis brazos, y salté tras ella.No la dejaría morir, ambos teníamos derecho de elegir, y la forzaría a entender que, si podía escoger su propio camino lejos de los b
Narra Dalila: Una nueva humillación. Toda mi vida, no habían sido nada más que humillaciones.—¿Qué estas esperando Dalila?, termina de desnudarte. Quítate el abrigo que amablemente el Rey Alfa ha puesto sobre tus hombros sucios e indignos. — Antonia dijo aquello, exigiéndome el desnudarme nuevamente.¿De eso iba a tratarse el resto de mi vida?No pude evitar preguntarme aquello. Golpe tras golpe, maltrato tras maltrato, mi dignidad la habían pisoteado, y ni siquiera me dejaban morir por mi propia mano. Si no tenía elección, si no tenía nada más que hacer que seguir viviendo, entonces, viviría, pero bajo mis propios términos. Miré al Alfa Kingsley, aquel poderoso Rey que no tenía igual en poder y en belleza. Hijo de la Luna Genesis Levana, la loba de plata, y de Artem Kingsley, el lobo dorado del sol. Si lo utilizaba, si seguía su juego, entonces yo sería libre de vivir mi vida a mi manera…y podría vengarme de la manada Raksha.Esa era, mi mejor opción.Acercándome al Rey Alfa, besé
Narra Elikai:Yo había besado sus labios, y había aceptado sus términos. Pero Dalila no lo sabía, ella jamás, jamás, iba a separarse de mí. No iba a permitirlo. Golpee al Alfa Cyrus en su territorio, y nadie se atrevió a desafiarme.— ¡Cyrus! — gritó la Luna Antonia.— Eres un maldito… Kingsley. No puedes tomar a Dalila, ¡Lo prohíbo! — gritó Cyrus con tanta ira como nunca antes lo había escuchado.Detuve mis pasos en ese momento. Ese miserable, no estaba dispuesto a perder a Dalila, sé que la deseaba a pesar de ya tener una Luna, podía oler su lujuria y desesperación.— La palabra entre Alfas es como un pacto. Alfa Cyrus, tú me has permitido tomar a una mujer de tu manada siempre y cuando no esté marcada, y Dalila Alcalá no lo está. No existe nada que me impida tomarla. ¿O acaso hay algún lobo aquí que quiera hacer un reclamo por ella y se atreva a enfrentarme?, tú ya tienes una Luna, Cyrus…no puedes impedirme tomar a esta mujer a menos que renuncies a tu compañera en este momento y m
Todos me miraban esperando que rechazara al Rey Kingsley, pero yo, tan solo sonreí.— No. — dije tajantemente. — No voy a rechazarlo. Yo soy la Luna del Rey Alfa. — reafirmé mi respuesta.Vi como el Rey Kingsley sonrió casi con alivio.—¿Cómo te atreves? — Selene estaba furiosa, aquella era la primera vez que la desobedecía abiertamente.—¿Cómo me atrevo a qué?, dices que soy la vergüenza de esta manada, pero fuiste tu quien decidió tener sexo con un hombre humano, y yo ya no voy a pagar el precio de tus errores. No pertenezco a esta manada, ni tampoco, te pertenezco a ti, Selene. — dije mirando a la cruel mujer que me pario. — Y tampoco, te pertenezco a ti, Cyrus, tú ya tienes a Antonia, ¿O acaso tanto me deseas? — dije con burla mirando a ese par que tanto daño me habían hecho.—Maldita mestiza…tú no eres nada comparada a mí, y tampoco tienes derecho alguno, ¡Rechaza al Alfa Kingsley antes de que acabé contigo! — gritó Antonia completamente furiosa e histérica, y yo, me reí.En ese
Narra Elikai:Aquellas tierras con olor a sangre, se habían quedado atrás. El frio que, hacia esa noche, quemaba la piel delicada de los humanos, aunque a mí no me afectaba en lo absoluto. Dalila aun usaba aquel remedo de vestido de novia, y la vi aferrándose al abrigo que aun llevaba puesto…por supuesto, ella era mitad humana.—Enciende la calefacción. — le ordené a mi chofer y él lo hizo de inmediato.Dalila me miro agradecida, y luego se recargó en su asiento, lejos de mí, por supuesto. Entonces, pude verla detenidamente. Sus pies estaban descalzos, con rastros de sangre y mallugados, sus piernas casi descubiertas, estaban delgadas, y su piel no lucia tan radiante como la de las demás jóvenes. No se necesitaba ser un genio o un experto en medicina humana para entender que, a ella, la mataban de hambre además de todo.Apreté mis puños sobre mis rodillas, y maldije a la manada Raksha.—Lucas, detente en el hotel de siempre. — ordené a mi chofer, y el dio un giro hacia Londres.Dalila
Narra Dalila:El peso del cuerpo del Alfa Kingsley, me mantenía sometida en aquel sofá. Sentía su respiración sobre mi cuello, y luego de decirme aquello, sentí como su lengua recorría las cicatrices de mi espalda. Un gemido involuntario se me escapó de los labios, seguido de un espasmo que me recorrió entera…jamás antes había sentido nada como eso, jamás antes el deseo me había invadido y me sentí avergonzada de mí misma cuando comprendí lo mucho que me estaba gustando aquello.—Detente…Rey Kingsley…por favor, detente. — le supliqué al sentir la humedad que nacía entre mis piernas y el calor que me quemaba el vientre.Jamás antes me había pasado nada como aquello, jamás mi cuerpo me había traicionado de tal manera embustera y cruel. Yo no deseaba a aquel Alfa; no podía desearlo, tan solo había aceptado aquel pacto para ganar mi libertad…y si cedía a mis instintos, entonces estaría completamente perdida.—¿Por qué te resistes?, tu cuerpo es muy sincero, responde ante mi toque, ¿Por qu