Inicio / Hombre-lobo / Un pacto con el Alfa Kingsley / Capítulo 2: Con mi poca dignidad.
Capítulo 2: Con mi poca dignidad.

Narra Dalila:

Los recuerdos de aquella tarde, nuevamente me golpearon, mientras aquel Alfa...el Rey Alfa, me sostenía sin soltarme.  

Aquella tarde de mi ruina, mirando a Antonia, la miré tan altiva, cruel y orgullosa, como había sido desde que éramos niñas. Su sonrisa de suficiencia y satisfacción, me hacia ver que ella, al igual que siempre, estaba disfrutando con mi sufrimiento.

— Considera esto como un último acto de piedad, Cyrus ahora es el nuevo Alfa y tu solo eres una mestiza, ahora, arrodíllate ante mí, la Luna del Alfa, y besa mis pies, niégate a hacerlo y haré que te azoten como castigo. Mira esto y entiéndelo, solo fuiste un juego para mí hombre. —

Vi como Antonia sonreía diciéndome aquello, mientras orgullosa me mostraba en su cuello la marca que Cyrus le había hecho para que todos supieran que ella era su compañera...aquella marca que me prometió a mí.

Detrás de mí, escuchaba las risas de todos; la manada Raksha, nuevamente, se estaba burlando de mi…de mi miseria.

— ¿Qué es lo que estás esperando? Tienes que arrodillarte ante la Luna Antonia. —

Decía mi propia madre, la Luna Selene, quien tal y como lo había hecho siempre, me miraba con asco y desprecio, mientras apoyaba y protegía a una loba que no nació de su vientre. Aquello ya no debería de herirme, sin embargo, me hirió.

Estaba sola, tal y como siempre, estaba completamente sola…pero esta vez, ya no había nada por lo cual pelear, ni nada por lo cual vivir. Apreté mis puños con dolor, y miré al Alfa Cyrus a los ojos.

— Acepto tu rechazo, Cyrus, pero no voy a arrodillarme. — dije sintiendo mi corazón partirse una vez más, e intentando aferrarme a lo único que me quedaba: mi dignidad.

Antonia dejó de sonreír para verme con desprecio, y haciendo una seña con su mano hacia un par de hombres a su costado, vi como estos caminaron hacia mí, con esos látigos que siempre usaban para azotarme cuando no hacía las cosas como Antonia o mi madre querían.

— Dalila Alcalá, esta manada te acogió cuando tú inmundo padre humano murió y te dejo sola, y ningún otro humano quiso saber de ti por ser una mestiza asquerosa, te dimos alimento y un hogar al cual pertenecer, ¿Y así nos pagas?, revelándote a la Luna del Alfa. —

Aquellas palabras cargadas de falsedad, salieron de la boca de Antonia, mientras Cyrus se quedaba en silencio sin hacer nada más que sonreír, y, mirándolo a los ojos, decidí que no soportaría una más.

— Siempre he soportado en silencio todo golpe y humillación que he recibido, pues realmente creí que me amabas, Cyrus, pero ahora que me has rechazado, ya no tengo nada más que perder. Ustedes me acogieron después de la muerte de mi padre, tan solo porque no querían que nadie más supiera que una de sus lobas más fuertes, había sido seducida por un hombre humano, pero desde que tengo cinco años, me han matado de hambre, me han masacrado a golpes, y me han humillado tanto que no sé cómo he podido soportarlo. Cyrus, tú me prometiste que sería tu Luna, pero has roto esa promesa y tu Luna perfecta ha dicho la verdad que tú mismo has admitido, tan solo jugaste conmigo. De entre todos, tú eres el peor, un cobarde lobo mimado que tan solo se ha convertido en el Alfa por la muerte de su padre, no por derecho propio. — dije ya sin importarme si me asesinaban allí mismo. Está vez, no iba a quedarme callada.

Cyrus me dio una mirada cargada de desprecio, y yo la sostuve sin moverme de mi sitio. Todos se habían quedado en silencio, hasta que Cyrus habló.

— Descubran su espalda, tal falta de respeto no será tolerada. — ordenó el nuevo Alfa.

Un par de hombres me tomaron por los brazos, y uno más de ellos rasgó el viejo vestido de novia que llevaba puesto, el mismo que encontré hacia tantos años atrás, y que soñé usar el día en que sería marcada por el hombre del que tontamente me enamoré. Si, ese día, debía de ser el más feliz de mi vida, y en cambio, miré como Cyrus daba la señal para dar comienzo a mi castigo.

Con el primer latigazo que chocó contra mi espalda, sentí como la sangre caliente comenzó a escurrir, con el segundo, sentí como todos aquellos sueños y esperanzas infantiles, se desmoronaban en pedazos...y con el tercer latigazo, sentí como mi alma rota, terminaba de romperse una vez más.

— Eso es lo que mereces, asquerosa Dalila, haznos un favor y muere de una vez. —

Dijo Antonia mientras miraba con satisfacción como yo era golpeada sin piedad alguna.

La carne de mi espalda se había abierto, y la sangre había manchado mi roto vestido amarillento. La fuerza de mis piernas flaqueo, y me derrumbe humillada y masacrada sobre el suelo, ante la mirada y la risa de todos.

El sonido del látigo golpeándome, mezclado con las risas de los lobos de la manada Raksha, resonó en mis oídos sacudiéndome el cerebro, y dándole una mirada de súplica a mi madre, una vez más, y tal como había sido siempre, me estrellé con su indiferencia.

Cerré los ojos esperando que aquello terminara, y ya sabiendo que luego me arrojarían a mi tejaban fuera del área en donde vivían todos ellos. Soporté cada golpe con el corazón roto, y di una última mirada hacia Cyrus...el mantenía a Antonia en sus piernas, y la besaba apasionadamente como jamás quiso besarme a mí. Sonreí resignada, y decidí algo. Si esos golpes no acababan conmigo, entonces lo haría yo misma...no seguiría soportando más de ese dolor, y si ellos tan solo me mantenían cautiva dentro de la manada por vergüenza, entonces los liberaría y me liberaría de mi presencia. Ya no tenía nada más que perder, y en aquella vida tan miserable, no había nada para mí.

Golpe tras golpe, sufrimiento tras sufrimiento, con los ojos cerrados, suplique morir.

Luego de largos minutos, los golpes cesaron, y yo sonreí alzando mi vista para ver cómo Cyrus, tal como siempre, había detenido a mis verdugos antes que me matarán a golpes. Siempre era lo mismo, jamás podían simplemente asesinarme.

— Es suficiente. Llévensela de aquí. — ordenó Cyrus.

Antonia se quejó, por supuesto, para esa mujer nunca era suficiente mi sufrimiento. Así había sido desde que éramos niñas.

— No es suficiente, quiero que sangre todavía más. — solicitó ella.

Yo no dije nada...no podía decir nada; después de esa golpiza, apenas y tenía fuerza para abrir los ojos.

— Tenemos cosas más importantes que hacer y que discutir, el Rey Alfa Kingsley, ha solicitado nuevamente una audiencia para dentro dos días, y yo no estoy dispuesto a participar en su guerra, así que tenemos que preparar el diálogo y acomodar todo para su visita. No tengo tiempo para lidiar con Dalila ahora. — escuché que dijo Cyrus.

Antonia resopló molesta; a ella no le gustaba no salirse con la suya.

— Está bien, ya sáquenla de aquí, su sangre terminará arruinando el piso y todo debe de estar impecable para la visita del Rey Alfa. Pero esto no se va a quedar así, Dalila, aún no estoy lo suficientemente satisfecha, y una vez que terminemos nuestros asuntos con el Rey Kingsley, veré que pagues aún más por tu atrevimiento. — me sentenció punitivamente ella.

En ese momento sentí como comenzaron a arrastrarme fuera de aquel salón de reuniones, y mirando a Antonia, la vi besando una vez más a Cyrus como agradeciéndole por causarme tanto dolor. Mi madre, completamente indiferente a mí, se acercaba a ellos para abrazarlos y felicitarlos.

Mi cabeza se golpeó contra el marco de la puerta al salir siendo arrastrada, y luego, sobre el camino de terracería, sentí como las piedras lastimaron aún más mi mallugado cuerpo, hasta que fui arrojada dentro del humilde tejaban en dónde me habían forzado a vivir desde mi llegada a la manada.

Allí, tendida sobre el suelo sin pavimentar, y con la sangre de mis nuevas heridas ya secándose sobre mis viejas cicatrices, vi como la noche finalmente caía sobre aquellas tierras. No me habían golpeado más, tan solo para no arruinar el suelo para la visita del Rey Alfa.

Rei un poco al pensar en ello.

Tomando fuerzas desde la nada, y sabiendo bien que nadie estaría vigilándome para no escuchar mis lamentos, me levanté casi sin fuerzas del suelo y comencé a caminar fuera de mi tejaban y de aquellas tierras. No le iba a dar el gusto a Antonia de seguirme martirizando, y no los iba a complacer muriendo ante ellos.

Después de caminar tanto, soportando tanto dolor, finalmente llegué a Londres por la madrugada, y subí, paso a paso, subí cada escalón de aquella larga escalera metálica, en el primer edificio alto que vi.

Esta noche, decidí morir…y salte…pero aquel Alfa, seguía sosteniendo mi mano.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo