Esposa Muda Del CEO Hostil

Esposa Muda Del CEO HostilES

Romance
Alexyta  Recién actualizado
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Resumen
Índice

Marina Aragon no solo había nacido con una mala condición, sino, que un cruel destino le esperaba. Cuando cumplido los dieciocho años, se casó con Sebastián Aragon, a quien amó desde siempre, pero él no la amaba, la odiaba por su condición, sobre todo, por haber evitado que se casara con el amor de su vida.

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Solicitud de divorcio.
Sebastián Arteaga ingresó a la habitación de Marina de Arteaga, su esposa, mientras la luz del atardecer se filtraba por las cortinas de seda blanca.Llevaban dos años casados, pero nunca había estado a solas con ella en la habitación, menos con ella envuelta en una toalla que dejaba ver sus hombros delicados.Un exquisito y misterioso aroma a jazmín y vainilla se apoderó de las fosas nasales de Sebastián, una fragancia que hizo sentir un inexplicable calor recorrer su cuerpo.Marina, con una dulce sonrisa en sus labios rosados, le invitó a pasar, pero él, firme en su posición junto al marco de la puerta de roble tallado, negó mientras extendía la carpeta de cuero marrón que sostenía.—El abuelo ha muerto, por lo tanto, ya no podemos seguir casados —ante esas palabras crueles y cortantes, el corazón de Marina se apretó como si una mano invisible lo estrujara— Quiero que firmes el divorcio, que tomes tu parte de la herencia y desaparezcas de mi vida para siempre —cada palabra pronuncia
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Usurpación.
Hace años atrás, Sebastián bebió del líquido ambarino que su amigo Adolfo le había entregado con insistencia. Se encontraban en un establecimiento nocturno bastante concurrido, donde artistas presentaban espectáculos de variedad mientras los clientes disfrutaban de sus bebidas en la penumbra del local.Sebastián, un joven de principios firmes y mentalidad tradicional, nunca había sido partidario de frecuentar estos lugares de entretenimiento nocturno, pero ese día particular celebraba sus veinticuatro años y su mejor amigo desde la infancia había sido persistente en llevarlo allí para festejar.De manera repentina e inexplicable, una sensación abrasadora comenzó a recorrer cada centímetro de su cuerpo, como si un fuego interno lo consumiera desde sus entrañas. La temperatura de su piel aumentaba con cada segundo que transcurría, provocándole un malestar indescriptible.Siendo un hombre perspicaz y de razonamiento agudo, Sebastián comprendió inmediatamente que algo no andaba bien. Su c
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Suplicar por su perdón.
Mariana sintió que su mentira se caería, que quedaría al descubierto, sin embargo, desconocía que la mujer de la silla de ruedas había perdido la memoria.—¿Quién es esta mujer, abuelo?—Ella es Stella, tu futura esposa —explicó el abuelo, dejando a Sebastián y Mariana en trance. Esta última se sintió mareada, tuvo que sostenerse de Sebastián para no caerse.—Abuelo, eso no puede ser. Yo… voy a casarme con Mariana. Es ella la mujer que tomaré por esposa.—¿De donde sacaste a esta mujer? —Octavio Arteaga sabía todos los pasos que daba su nieto, y hasta donde sabía, él no tenía novia, por lo tanto, había planificado su boda con alguien que le diera la seguridad y el poder que Sebastián necesitaba cuando él ya no estuviera.—Ella es mi novia, abuelo.—¿Tú novia? —miró con ojos escrutadores a Marina, seguido solicitó a Sebastián lo acompañe al despacho. Ya dentro de este, cuestionó— ¿Desde cuándo tienes novia? —Sebastián se quedó en silencio, no podía mentirle a su abuelo, este lo conocía
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Lectura del testamento.
A Marina se le encogió el corazón mientras escuchaba las palabras de Sebastián, sintiendo cómo cada sílaba se clavaba como agujas en su alma herida.Quería echarse a llorar en ese lugar, frente a esa mujer despiadada que, con descaro evidente sonreía cuando él no la miraba, y reflejaba maldad pura y calculada en sus ojos oscuros que brillaban con satisfacción ante el sufrimiento de ella.La sala, con sus paredes antiguas y pesados cortinajes de terciopelo, parecía encogerse a su alrededor, amplificando la sensación de asfixia que oprimía su pecho.«Sebastián, ¿por qué eres tan cruel e insensible conmigo? ¿Por qué no pudiste amarme en todo este tiempo que compartimos juntos? ¿Qué te hice para merecer este trato tan despiadado?»Musitaba angustiada en su mente, mientras una rebelde y traicionera lágrima rodaba lentamente por su mejilla sonrojada, y la limpiaba apresuradamente con el dorso de su mano temblorosa, esquivando la mirada penetrante de él, para que no notase cuánto la lastimab
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No te amo.
El abogado terminó la lectura del testamento, cerrando el maletín de cuero con un sonido seco que resonó en la amplia sala familiar. Sus dedos arrugados aseguraron los broches dorados con movimientos precisos y calculados. Con una sonrisa enigmática que apenas curvaba sus delgados labios, se incorporó lentamente. Sus zapatos brillantes rechinaron ligeramente contra el piso de mármol mientras se alejaba, no sin antes detenerse junto a Sebastián, quien permanecía sumido en un silencio impenetrable. —No defraudes a tu abuelo —le susurró con voz firme, inclinándose levemente—. Siempre confió en ti como su único digno sucesor. La petición quedó flotando en el aire como una nube de tormenta. La mirada penetrante e intensa de Sebastián seguía fijamente en Marina, como un depredador que estudia a su presa, mientras ella, con incomodidad en cada centímetro de su lenguaje corporal, se movía inquieta en su asiento. Sus ojos rehuían cualquier contacto visual con él, como si temiera que una s
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Criaré a tu hijo.
Sebastián abandonó la habitación de Marina luego de tomarla. La penumbra de la noche envolvía la mansión mientras sus pasos resonaban por el pasillo que lo alejaba de aquella mujer que ahora, por decreto familiar, se convertiría en la madre de su hijo. Si bien cumpliría con la petición de su abuelo, extinguiendo así cualquier posibilidad de perder su herencia y posición social dentro de la familia Arteaga, no pretendía formar un hogar feliz con ella. El rencor corrompía su corazón, nublando cualquier posibilidad de ver más allá de sus prejuicios hacia aquella mujer que ahora dormía en su cama, ignorante del infierno que él planeaba convertir en su existencia compartida. Llegó al despacho y empezó a realizar el documento que le haría firmar a Marina, aquel contrato que la despojaría de la criatura que esperaba engendrar en ella. La madera oscura del escritorio de roble que había pertenecido a generaciones de Arteaga fue testigo silencioso de su mezquindad mientras las palabras fluí
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Enamorado.
Marina subió de dos en dos los escalones, fue a la habitación, se encerró ahí y se dejó caer, rodando su espalda en la puerta.«Ah, Ah».Gritó en su adentro, su sonido corporal no se escuchaba, y quizás nunca se escucharía, ya que su mudez la había perseguido por toda su corta existencia.Veinte años tenía. Veinte año en que no se había escuchado su voz.Su abuelo había estado insistiendo en esos dos años para operarla, para que pudiera tener voz, pero ella se había negado, diciendo que no era necesario tener voz para sobresalir y hacerse notar en la vida.Nunca antes había necesitado tanto tener voz, como en ese momento. Si hubiera podido hablar, le habría dicho a Sebastián, quizás le hubiera gritado, que ella no la lastimó.¿Le creería?Marina se río. Era obvio que Sebastián no creería en sus palabras. Sabía perfectamente que Sebastián la odiaba, y que cualquier cosa que dijera Mariana, era verdad ante sus oídos, y cualquier cosa que ella dijera, era mentira.…Sebastián sa
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