Irina Foster, una enfermera devastada por la muerte de su esposo, James, descubre que él era sospechoso de ser el líder de una siniestra red de tráfico de órganos, conocida como la “Legión Azul”. Mientras lucha por limpiar su nombre y proteger a su hijo, Irina se ve obligada a aceptar un trabajo en la casa del enigmático Dr. Alex Salvatore, en alianza con el detective Santiago Villalobos. Irina está convencida de que Alex es el hombre detrás de toda su desgracia y está comprometida a vengarse. Pero a medida que se acerca a Alex, la atracción entre ella y él se intensifica, haciendo que la línea entre el amor y el odio sea cada vez más borrosa. Dividida entre su sed de venganza y su creciente afecto por el hombre al que considera su enemigo, en una batalla interna entre la razón y el corazón, donde la verdad podría tener un precio demasiado alto. Irina se encuentra atrapada en un juego mortal, dividida entre lo correcto y la culpa, donde un paso en falso podría ser el último. ¿Podrá Irina mantener la cordura y elegir el buen camino que le ofrece la justicia junto al detective Santiago Villalobos? ¿Sucumbirá a los peligros que la acechan? ¿Podrá ver la verdad antes de que sea demasiado tarde?
Ler maisDe regreso en la mansión Salvatore, Bianca estaba indignada, en cuanto entró Alex ella lo enfrentó en primer lugar, ya que Irina entró por la puerta de servicio buscando a su madre. —La mujerzuela que no disimule, porque ya vi que llegaron juntos, ayer salieron con los niños y hoy la escapada de amantes, solo para ustedes. Muy bello, mientras yo aquí, recuperándome y teniendo que fingir que soy ciega —expresó Bianca con todo el desprecio que cabe en su ser. —No tienes que fingir, sin tan desdichada te sientes puedes irte —Alex la observó—. Varias veces te he ofrecido una salida, puedo cuidarte si le temes a tu padre. — ¡Mi padre no me hace daño! Tú, y esa desgraciada que quiere quitarme todo lo que es mío, mi padre, y hasta mi esposo y mi hija. —La verdad es que seríamos una familia feliz —respondió Alex mirándola con descaro. — ¿Así que lo asumes? Ya ni intentas engañarme. — ¿Cuando he intentado engañarte? Aquí quien me ha engañado desde el instante que me conoció f
Las cosas entre Irina y Alex después del sexo no fueron de la manera tradicional entre amantes, nada de quedarse enrrollados en las sabanas, con ella sobre su pecho escuchando los latidos de su corazón. Para comenzar no había sábanas para cubrirse, solo las de vestir la cama y el edredón azul normal de un hospital que era todo menos romántico. Irina después de asearse se vistió en el amplio baño de doctores solo para ella, frente al espejo lavó su rostro en el lavamanos y se miró, el cabello alborotado y las mejillas sonrojadas, aun sentía a Alex entre sus piernas, pensar en lo que acababa de ocurrir la hacía estremecer. —Pero qué diablos, Irina. No se sentía triste, tampoco tan furiosa, pero sí confusa. No sabía que sentía exactamente por Alex, solo que estaba determinada a encontrar justicia, para ella, para sus hijos. Cerró los ojos tratando de eliminar la absurda visión de ella con sus hijos y Alex. —Será posible. Alex creía que lo era, o eso había dicho
—Te deseo tanto que me duele —musitó Alex entre beso y beso y se deshizo de su entallada blusa azul de enfermera. Irina debajo tenía un top que apretaban los pechos, uniéndolos. Alex besó en medio de ellos, y luego en cada montaña. —Te he esperado toda mi vida, Irina, te he esperado tanto que mis hijos llegaron primero que yo. Irina se echó a reír de su ocurrencia. —Estás loco, Alex. —Mucho, por tenerte, pero ahora planeo quedarme dentro de ti todo lo que no he podido, me alegra lo que nos pasó, gracias a eso estamos aquí… Irina le sacó la camisa por la cabeza haciéndolo callar un instante, Alex continuó: —Sueño con tenerte en la ducha, en mi cama cada noche, dormir solo al perder el conocimiento, porque mientras te tenga a mi lado estaré dentro de ti. Alex empujó a Irina a la primera habitación disponible, le quitó el top y pudo verla desnuda de cintura para arriba. —Mi imaginación no te hace justicia —dijo con una sonrisa ladeada. Alex besó su cuello
Irina no reaccionó como Alex esperaba. No hubo un grito, ni una expresión de incredulidad. Apenas un ligero endurecimiento en su mirada, un suspiro profundo que dejó escapar sin darse cuenta. Alex regresó a mirarla y entrecerró los ojos, analizándola. — ¿Por qué no pareces sorprendida? —Preguntó con duda. Irina soltó una risa vacía, sin humor. —Tal vez porque no lo estoy. Alex frunció el ceño, esperando que continuara. —Entonces sí sabías lo que James hacía. — ¡Claro que no! —Espetó Irina—. Pero sospechaba que tenía una aventura. Y la manera en que Bianca se comportaba al hablar de él. No sé si fue mi sentido de mujer, o quizás, en algún punto, perdí la capacidad de asombro. —Así es como James puso una trampa a cada uno, y Bianca era su seguro en contra de Marco, pero al hacerse mi esposa no tenía nada que lo hiciera escalar a jefe —Alex alzó su laptop y señaló un escritorio—. Lista para husmear. — ¿Qué harás? Alex sacó la hoja arrugada que era el regi
Irina lo observaba con el ceño fruncido, sintiendo que el aire en la habitación se volvía más pesado. Pensó que Alex se burlaría de ella, respondiendo con su habitual sarcasmo, pero Alex sostuvo su mirada por un instante y no respondió de inmediato. En cambio, exhaló despacio y metió las manos en sus bolsillos, evaluando sus palabras con cuidado. —Nunca dije que fuera inocente, Irina. Pero que las cosas sean como tú te las imaginas... eso es otra historia. Las palabras se quedaron suspendidas entre ellos, cargadas de un significado incierto. —Eso no me dice nada —replicó Irina—. Cómo siempre tus respuestas son evasivas y llenas de misterio. Alex subió los hombros. —No necesitas que lo haga. Él ya no está, y quizás no tengas las respuestas que esperabas del hombre que amabas, pero las pruebas hablan por sí solas. Irina apretó los puños, sintiendo un ardor en el pecho que no sabía si era enojo o desesperación. La traición de James se deslizaba por su piel como v
Irina abrió mucho los ojos. —Yo no sé nada de eso —respondió de inmediato. Alex chasqueó la lengua. —No, así no va esto —dijo Alex—. Te lo dije Irina, estoy dando un salto de fe, me estoy desnudando ante ti y no de la manera divertida. Y como puedes ver tengo muy mala suerte con las mujeres. Tanto Catherine como Rachel alzaron las cejas ante la insinuación de Alex, Irina avergonzada prefirió no mirar a las mujeres. —Tú solo has dado un corto relato para hacernos verte como el pobre tonto con dinero y mala suerte, como siempre tu manipulación es lo que veo, ¿quieres saber todo de mí?, ¿quieres convencerte de que no estoy detrás de esto? ¿A eso le llamas salto de fe? —Irina, tú das y yo doy —dijo Alex, no estaba dispuesto a ceder. —No sé nada de la Legión Azul. Esa es la verdad, Sé que acusan a James de pertenecer a ese grupo delictivo. Y también sé que tú perteneces a él. — ¿Cómo lo sabes? —Porque husmee es tu oficina, eso lo sabes, así que continua. Alex
Irina sintió un mareo repentino, como si el suelo se deslizara bajo sus pies. Se aferró al respaldo de una silla cercana, tratando de encontrar estabilidad mientras su mente giraba en un torbellino de recuerdos, dudas y emociones. —No puede ser… —susurró—. No puede ser… Catherine intervino con voz calmada, como si intentara darle algo de control sobre la situación. —Irina, respira. Entiendo que es un golpe fuerte, pero por eso estamos aquí, para buscar respuestas. Irina levantó la mirada, su expresión era una mezcla de desconcierto y temor. —Dios mío… —susurró. Rachel parpadeó un par de veces, como si su cerebro estuviera recalculando la magnitud de lo que acababa de leer. Luego, exhaló con exageración, dejó el sobre en la mesa y con una mezcla de nervios y humor, dijo: —Bueno, Irina… Supongo que ahora es oficial. Has pasado de ser una excelente enfermera a una experta en giros inesperados dignos de telenovela. Catherine le lanzó una mirada de advertencia, p
Irina sintió como si el aire de la habitación se tornara denso, sofocante. Su mente intentaba procesar lo que acababa de escuchar, pero la incredulidad la paralizaba. — ¿Qué…? —Murmuró, su voz apenas un susurro—. Pensé que veníamos a certificar que Ryan fuera en realidad tu hijo. Alex unió las cejas. —Estoy seguro que Ryan es mi hijo, te dije que confío en Catherine y ella mandó a hacer las pruebas de Ryan. Catherine observó la expresión de Irina y se preparó para intervenir si era necesario. Alex, sin embargo, permanecía estoico, aunque la tensión en su mandíbula delataba que no estaba tan seguro como quería aparentar. —Ema… —Irina tragó saliva—. ¿Quieres decir que existe la posibilidad de que sea mi hija? Alex inclinó ligeramente la cabeza, su mirada firme pero cautelosa. —Sí. — ¿Pero cómo es eso posible? —Preguntó Irina mirando a Catherine, luego a Alex—. Ema es hija de Bianca, yo la vi el día que Ema nació. —Tú también estuviste embarazada, jamás hemos
Alex no había podido tener un sueño reparador, en cuanto Irina abrió la puerta de Bianca porque había entregado su cuidado a la enfermera matutina la enfrentó. Irina había apurado el paso, pero de nada sirvió, en la sala de estar Alex la tomó de la muñeca. — ¡Por todos los cielos Alex! —Le increpó Irina viendo a todas partes—. Alguien podría vernos. —No me importa, que nos vean, acabemos con esto. —Claro que no te importa —espetó Irina en un susurro—. Eres el millonario, el hombre, el patrón, soy yo quien quedará mal y te importa un bledo mi reputación. Alex cruzó los brazos. —Necesito que me acompañes al hospital. — ¿Para qué? Yo iré al hospital sola, renunciaré. —No voy a permitir que te vayas, Ryan es mi hijo. — ¡Claro que no! Ser padre es más que ADN. Además que no te creo, pudiste alterar esos resultados. Alex se acercó a ella. —Necesito que vayamos al hospital, no iremos solos, llevaremos a los niños para chequeo de rutina, nadie verá mal que