—Mamá, pero mi papá está vivo, ¿acaso él no se curará?
Irina sintió su corazón arrugarse de pena. ¿Cómo se le explica a un niño de 5 años que su padre tiene muerte cerebral?
—Mi amor, tu papá ya no está con nosotros, aunque el monitor muestre signos vitales.
—Esa máquina respira por él mientras se pone mejor.
Irina con una media sonrisa abrazó a su hijo, ella es enfermera, y para el pequeño Ryan este hospital era su segundo hogar. Sueña con ser médico y por eso entiende lo que hacen las máquinas por su padre, pero entender que no regresará ya es otra cosa.
—Irina, es hora —musitó la joven doctora a su lado.
Irina despegó a su hijo de su pecho y con fuerza de voluntad resistió las ganas de llorar.
—Debemos despedirnos de tu papá, mi amor.
Irina cargó a su hijo y lo acercó a su esposo.
— ¿Qué le digo mamá?
Irina con el corazón hecho añicos pronunció:
—Dile cuanto lo amas.
—Te amo mucho papá —el pequeño Ryan dio un beso en sus dedos y los puso en la mejilla de su padre ya que el respirador le obstaculiza.
Irina sintió una mano en su hombro, era su madre.
—Lleva a Ryan a la guardería del hospital —susurró Irina.
—Ryan, vamos mi amor —dijo la abuela.
—Abuelita, mi papá se pondrá bien ¿verdad?
La anciana no contestó, rápidamente tomó cariñosamente a su nieto de la mano y se marcharon juntos.
Irina se desmoronó cuando su hijo se alejó, confió en que su madre sabría explicarle mejor que ella.
—Irina, James es donante de órganos —susurró la doctora con los documentos que autorizan que sus organos sean dados a personas que aun pueden vivir.
Irina como enfermera había lidiado con esta situación muchas veces, pero jamás creyó que le tocaría vivir a ella la experiencia.
Se secó las lágrimas y tomó la carpeta con manos temblorosas, mientras el sonido del monitor indicaba los latidos de su marido.
Cerró los ojos, respiró hondo y unos segundos después firmó con determinación.
A continuación vio como quitaron el respirador de James. El cronómetro empezó a correr el tiempo necesario para ver si lograba respirar por sí mismo.
Irina juntó las manos y rogó por un milagro; pero los aparatos advirtieron del desplome de los valores y el tiempo finalizó.
El cuerpo de James no fue capaz de funcionar por sí solo.
Él había muerto.
La doctora conectó el respirador de nuevo para preservar los órganos.
—Hora de muerte: Veintitrés y cincuenta y dos.
Y de esa manera Irina perdió a su amado esposo, las lágrimas brotaron sin cesar, la angustia la hizo tambalearse y estuvo a punto de caerse, pero su amiga doctora la ayudó a tiempo
—Te llevaré con Ryan —se ofreció la doctora.
Irina negó con la cabeza.
—Debo llamar a la familia de James…
—Me ocuparé de eso, no tienes que hacerlo…
—No quiero que Ryan me vea así. No debí traerlo.
—Lo mejor fue permitirle despedirse.
Irina lloró con más ímpetu.
—Lo último que le dije a James fue que… —Irina puso una mano en su boca—. Es que discutimos y él salió de la casa muy molesto.
—Ya no te atormentes, tú lo amabas y él lo sabía.
Irina echó una última mirada a su marido, que estaba cubierto por una sábana blanca en la cama del hospital, y salió de la habitación con pasos pesados.
Ella se encontró con su madre fuera de la guardería y apoyó su cabeza en su hombro, vieron desde la pared de cristal que Ryan estaba entretenido con los legos, la encargada de la guardería lo atendía.
— ¿Qué haré con Ryan? —Preguntó Irina—. Esto podría empeorar sus crisis de ausencia.
—Una cosa a la vez hija.
— ¡Irina!
Irina se giró al escuchar que la llamaban y se sorprendió al ver al cirujano Alex Salvatore. Alex era el director del hospital, frío y distante con el personal, sobre todo con los de rangos menores, antes nunca la había tuteado.
— ¿Dr. Salvatore?
El médico se veía diferente, no llevaba el mono quirúrgico o un costoso traje, llevaba una camiseta y un pantalón de mezclilla que resaltaba su juventud.
Alex dio un paso hacia ella, manteniendo su distancia, pero con más cortesía de la que le había mostrado jamás.
—Quería ofrecer mis condolencias —enfatizó el doctor en voz baja.
Irina afirmó con la cabeza y los legos cayeron de la mesa haciendo exasperar a Ryan, ambos se giraron a ver al niño.
El doctor Alex se quedó mirando a Ryan de manera intensa, apoyó la mano en el vidrio y deslizó las puntas de los dedos hasta cerrar el puño.
Irina frunció el ceño, Alex se veía ensimismado y atravesando un infierno personal. Se aclaró la garganta para llamar su atención de manera discreta, si ya el doctor le había dado el pésame prefería que se fuera.
—Es su hijo ¿cierto? —Preguntó Alex con un hilo de voz.
—Sí —contestó Irina, tiene 5 años, igual que su hija.
Alex afirmó con la cabeza.
—Su mundo está a punto de colapsar —murmuró Alex.
Irina se abrazó a sí misma cruzando los brazos.
—Mi hijo ha quedado huérfano de padre, pero me tiene a mí que jamás le fallaré.
—Y si también le ocurre algo —masculló Alex mirándola a los ojos con voz dura.
Irina abrió los ojos de par en par por la sorpresa de semejante respuesta, no sabía si era una pregunta preocupada o una amenaza.
— ¿Perdón? ¿Qué ha dicho?...
—Mi esposa y usted dieron a luz el mismo día ¿cierto? —Respondió cambiando el tema de manera abrupta.
—Así es, ambas tuvimos cesárea, la mía programada y la de ella de emergencia.
—Lo recuerdo, el embarazo de mi esposa fue complicado —ambos se quedaron callados mirando al niño.
— ¿Cómo se llama? —Preguntó Alex.
—Ryan —respondió Irina con orgullo y bajó la mirada—. No sé cómo explicarle que su padre que era su héroe no regresará.
Alex la miró apretando la mandíbula.
—Llamaré a la directora de psiquiatría, si el niño requiere terapia, ayuda para superar el duelo…
—No es necesario, quiero decir… Muchas gracias Dr. Salvatore, agradezco su preocupación.
Alex desvió la mirada de nuevo mirando a Ryan, sonrió al ver su determinación al estirarse para colocar los cubos.
—Traerán a mi hija de un momento a otro —murmuró el médico—, quizás le agrade jugar con él.
— ¿Traerán a su hija a esta hora? —Preguntó Irina sorprendida.
Alex la miró de manera directa e intensa.
Irina no supo leer su expresión.
—Aunque los organizadores de órganos prefieren mantener la confidencialidad, quiero decírselo. Mi esposa requiere un corazón, recibirá el de su esposo, ahora mismo la están ingresando.
Irina estaba anonadada. Su madre estaba a unos pasos de ellos, el Dr. Salvatore esperaba una respuesta de ella. —No sé qué decir —susurró ella y bajó la cara cuando sintió las lágrimas brotar de sus ojos. —Los órganos de James irán a varios necesitados, con su cuerpo se hará algo bueno por otros. —Y así era James, siempre presto a ayudar a otros. —Sí, era tan “servicial” que siempre estaba dispuesto a “ayudar” a cualquiera que pudiera avanzar en su carrera, sin importar el costo. Irina frunció el ceño, no estaba segura si eran ideas de ella, pero todo lo que decía el cirujano le sonaba a sarcasmo. Sin embargo, Alex Salvatore no era conocido por su empatía. —Es que… bueno, aun me parece mentira —Irina masajeó sus sienes—. James era su amigo, debe ser difícil para usted también —Irina esperaba la afirmación de Alex, pero el médico no mostró un ápice de empatía. —Cualquier cosa que necesite Ryan, por favor, no dude en decirme. — ¡Papi! Alex se giró con una so
Irina obtuvo permiso laboral para encargarse del sepelio de su esposo, los días ya de por sí duros empeoraron cuando la madre de James llena de pena la abrazaba por momentos y la culpaba de cada desgracia en la vida de James al instante. Empleados y amigos del hospital se presentaron; pero por ella, como si a James nadie en su trabajo lo hubiera apreciado. Irina se sentía molesta en nombre de James. Ella tenía claro que James se había entregado en cuerpo y alma a su trabajo y ahora no venía a despedirlo ni su secretaria, ni siquiera el director del hospital que él apreciaba tanto. Irina no entendía como siendo su mejor amigo no había presentado sus respetos. Irina sabía que el doctor Salvatore estaba muy ocupado por la situación de su esposa, pero no podía dejar de resentir que apenas envió una corona de flores en representación del Hospital Salvatore Memorial, algo tan impersonal. ¿Cuántas veces discutió con James por las excesivas reuniones y fiestas a las que debía i
Irina no sabía que decir, que pensara que el doctor era mal marido no significaba que quisiera a su esposa muerta. —Veo su intención, y me disculpo por mi comentario, pero ella podría tener complicaciones… —De ser así la traería de inmediato. —Bueno, supongo que tiene todo a disposición —masculló Irina apenada. —Entonces no hay más que decir, en cuanto transfieran a mi esposa vendrá con nosotros. Le pagaré como si fueran horas extra, sin comprometer su salario en el hospital, usted dirigirá el cuidado con dos enfermeras más para que ella tenga atención las 24 horas, por eso la necesito a tiempo completo, es decir se mudaría a mi casa. —Doctor Salvatore, tengo un hijo y no puedo dejarlo con mi madre por tiempo indefinido… —Claro que no, su hijo vendría con usted. Le proporcionaré niñera, terapia con la mejor psicóloga infantil de la ciudad y la matrícula de una excelente escuela privada. Irina parpadeó repetidamente, intentando asimilar la insólita propuesta de
Irina dio un pequeño grito espantada, Rachel brincó, pero por el grito de Irina. —Me ha dado usted un susto de muerte —dijo Irina con la mano en el pecho. Alex frunció el ceño. — ¿Está segura que está usted lista para regresar? Tiene los nervios a flor de piel —cuestionó Alex. —Y no es para menos, después de la noticia que acaba de recibir —comentó Rachel deseosa de conseguir una figura de poder a su favor. Alex observó el sobre que Irina tenía en las manos, el membrete era visible y la certeza de que Alex sabía de qué se trataba invadió a Irina. — ¿Puedo ayudar en algo? —Preguntó Alex. —Sería excelente… —Emitió Rachel contenta e Irina la tomó del brazo. —No es necesario Dr. Salvatore, me encargaré ahora mismo, si no hay problema. —Vaya y haga lo que debe hacer, si necesita tomarse unos días más… —No será necesario, solo preciso de una hora. Irina llegó al recinto policial. El detective Villalobos la esperaba en su oficina, un espacio austero lleno d
Irina se quedó sin aliento, escucharlo era algo estrafalario, sabía que Alex Salvatore podría acabar con su matrimonio, pero ahora las circunstancias hacían parecer a Alex como un asesino. Rachel replicó. —¿Alex?... ¿Se refiere usted al multimillonario Alex Salvatore? ¿Pero por qué? Ellos eran amigos. El cirujano Alex Salvatore salva vidas, no puede matar, el juramento hipocrático dice que… Santiago la miró con una ceja alzada. —Quizás hizo el juramento con los dedos cruzados, la gente miente, manipula y mata, esa es la vida real. —No entiendo, ¿qué pruebas tienen? Contrario a Rachel, Irina estaba callada, con cautela no se atrevía a señalar a Alex, pero mentiría si dijera que no lo ha pensado. —Irina, hay algo que no es dominio público —le llamó la atención Santiago—. Alex Salvatore fue la última persona en ver con vida a James Foster, se citaron en un lugar y tuvieron una fuerte pelea. — ¡QUÉ! ¿Entonces por qué no están investigando a Alex Salvatore? Yo pue
—No concluyentes. ¿Qué quiere decir? —Inquirió Irina decepcionada—. ¿No hay evidencia por lo cual James haya perdido el control del auto? —Lo poco que recuperaron del vehículo no sugiere desperfecto mecánico… Irina puso una mano en su boca. —Santa María —Exclamó con ojos como platos—. Fue él… — ¿De qué hablas Irina? —Preguntó Rachel. —Escuché a Alex Salvatore conversar por teléfono, pensé que hablaba con su mecánico. — ¿Qué dijo exactamente? —Preguntó Santiago. Irina pasó una mano por su cabello. —No lo sé, solo recuerdo que para mí fue evidente, aunque no dijo la palabra coche. Dijo que aunque hubiera atravesado el infierno debía quedar perfecto, algo así. —Y el coche fue quemado borrando evidencia —completó Rachel. Santiago alzó la palma pidiendo un alto. —El coche está en custodia policial… —Él pudo comprar gente —respondió Irina de inmediato—. De hecho me lo dijo… — ¿Te dijo que compró gente en la policía? —Inquirió Rachel. — ¡Claro que
Irina quería que el piso se abriera bajo sus pies, no tenía manera de escapar, tenía que enfrentar la situación, los esposos Salvatore la habían visto. La estaban viendo. «Al mal paso darle prisa» —Ehh… Este. Buenos días, qué pena. Es algo incómodo, solo quería avisarles que estoy aquí. —Pase adelante —dijo Alex conservando su ceño fruncido—. Bianca te presento a Irina Foster, la enfermera es excelente en el cuidado postoperatorio de pacientes, la mejor del hospital. Irina estaba sorprendida, era cierto que era muy buena en su trabajo, pero ignoraba que al Dr. Salvatore le importara. —Mucho gusto Irina —musitó Bianca con una sonrisa y ojos somnolientos—. Disculpa que nos viste a mi esposo y a mí teniendo una pequeña diferencia… —No se preocupe señora Bianca, no es mi problema. Perdóneme a mí… —No hace falta, está olvidado, comencemos de nuevo —enfatizó con bondad la enferma con una brillante sonrisa. Irina no pudo evitar sonreírle, Bianca Salvatore era una m
Irina hizo un esquema de trabajo con las otras dos enfermeras para cubrir los turnos. No eran del hospital sino de una empresa privada dedicada a la atención de enfermos en casa. Aún no tenía una causa plausible para que Alex Salvatore la hubiera solicitado para el cuidado de su esposa, y no había contratado todo el servicio de la empresa privada. La respuesta parecía obvia. —Quiere saber qué tanto sé yo. Soy un cabo suelto —dijo Irina conversando con Santiago por el móvil seguro que él le dio. Estaba lejos de la casa, viendo a Ryan jugando con Ema en el extenso terreno plano y con árboles frutales, estaba segura que nadie podía escucharla. — “¿Pudiste averiguar algo?” —Preguntó Santiago —Solo lo que ya sospechaba. Alex Salvatore es un mal marido. — “¡No me interesan los dramas de novela, Irina!” “Averigua algo que me sirva para encarcelar a ese hijo de perra”, “¿Acaso no querías venganza para tu esposo?”. —Acabo de llegar, no tengo ni 24 horas aquí —se excus