Enfermera Encubierta: Amada por el asesino de mi esposo
Enfermera Encubierta: Amada por el asesino de mi esposo
Por: Karina Peña De Goncalves
Capítulo 01. El adiós más difícil

   —Mamá, pero mi papá está vivo, ¿acaso él no se curará?

   Irina sintió su corazón arrugarse de pena. ¿Cómo se le explica a un niño de 5 años que su padre tiene muerte cerebral?

   —Mi amor, tu papá ya no está con nosotros, aunque el monitor muestre signos vitales.

   —Esa máquina respira por él mientras se pone mejor.

   Irina con una media sonrisa abrazó a su hijo, ella es enfermera, y para el pequeño Ryan este hospital era su segundo hogar. Sueña con ser médico y por eso entiende lo que hacen las máquinas por su padre, pero entender que no regresará ya es otra cosa.

   —Irina, es hora —musitó la joven doctora a su lado.

   Irina despegó a su hijo de su pecho y con fuerza de voluntad resistió las ganas de llorar.

   —Debemos despedirnos de tu papá, mi amor.

   Irina cargó a su hijo y lo acercó a su esposo.

   — ¿Qué le digo mamá?

   Irina con el corazón hecho añicos pronunció:

   —Dile cuanto lo amas.

   —Te amo mucho papá —el pequeño Ryan dio un beso en sus dedos y los puso en la mejilla de su padre ya que el respirador le obstaculiza.

   Irina sintió una mano en su hombro, era su madre.

   —Lleva a Ryan a la guardería del hospital —susurró Irina.

   —Ryan, vamos mi amor —dijo la abuela.

   —Abuelita, mi papá se pondrá bien ¿verdad?

   La anciana no contestó, rápidamente tomó cariñosamente a su nieto de la mano y se marcharon juntos.

   Irina se desmoronó cuando su hijo se alejó, confió en que su madre sabría explicarle mejor que ella.

   —Irina, James es donante de órganos —susurró la doctora con los documentos que autorizan que sus organos sean dados a personas que aun pueden vivir.

   Irina como enfermera había lidiado con esta situación muchas veces, pero jamás creyó que le tocaría vivir a ella la experiencia.

   Se secó las lágrimas y tomó la carpeta con manos temblorosas, mientras el sonido del monitor indicaba los latidos de su marido.

   Cerró los ojos, respiró hondo y unos segundos después firmó con determinación.

   A continuación vio como quitaron el respirador de James. El cronómetro empezó a correr el tiempo necesario para ver si lograba respirar por sí mismo.

   Irina juntó las manos y rogó por un milagro; pero los aparatos advirtieron del desplome de los valores y el tiempo finalizó. 

   El cuerpo de James no fue capaz de funcionar por sí solo.

   Él había muerto.

   La doctora conectó el respirador de nuevo para preservar los órganos.

   —Hora de muerte: Veintitrés y cincuenta y dos. 

   Y de esa manera Irina perdió a su amado esposo, las lágrimas brotaron sin cesar, la angustia la hizo tambalearse y estuvo a punto de caerse, pero su amiga doctora la ayudó a tiempo

   —Te llevaré con Ryan —se ofreció la doctora.

   Irina negó con la cabeza.

   —Debo llamar a la familia de James…

   —Me ocuparé de eso, no tienes que hacerlo…

   —No quiero que Ryan me vea así. No debí traerlo.

   —Lo mejor fue permitirle despedirse.

   Irina lloró con más ímpetu.

   —Lo último que le dije a James fue que… —Irina puso una mano en su boca—. Es que discutimos y él salió de la casa muy molesto.

   —Ya no te atormentes, tú lo amabas y él lo sabía.

   Irina echó una última mirada a su marido, que estaba cubierto por una sábana blanca en la cama del hospital, y salió de la habitación con pasos pesados.

   Ella se encontró con su madre fuera de la guardería y apoyó su cabeza en su hombro, vieron desde la pared de cristal que Ryan estaba entretenido con los legos, la encargada de la guardería lo atendía.

   — ¿Qué haré con Ryan? —Preguntó Irina—. Esto podría empeorar sus crisis de ausencia.

   —Una cosa a la vez hija.

   — ¡Irina!

   Irina se giró al escuchar que la llamaban y se sorprendió al ver al cirujano Alex Salvatore. Alex era el director del hospital, frío y distante con el personal, sobre todo con los de rangos menores, antes nunca la había tuteado.

   — ¿Dr. Salvatore?

   El médico se veía diferente, no llevaba el mono quirúrgico o un costoso traje, llevaba una camiseta y un pantalón de mezclilla que resaltaba su juventud.

   Alex dio un paso hacia ella, manteniendo su distancia, pero con más cortesía de la que le había mostrado jamás.

   —Quería ofrecer mis condolencias —enfatizó el doctor en voz baja.

   Irina afirmó con la cabeza y los legos cayeron de la mesa haciendo exasperar a Ryan, ambos se giraron a ver al niño.

   El doctor Alex se quedó mirando a Ryan de manera intensa, apoyó la mano en el vidrio y deslizó las puntas de los dedos hasta cerrar el puño.

   Irina frunció el ceño, Alex se veía ensimismado y atravesando un infierno personal. Se aclaró la garganta para llamar su atención de manera discreta, si ya el doctor le había dado el pésame prefería que se fuera. 

   —Es su hijo ¿cierto? —Preguntó Alex con un hilo de voz.

   —Sí —contestó Irina, tiene 5 años, igual que su hija.

   Alex afirmó con la cabeza.

   —Su mundo está a punto de colapsar —murmuró Alex.

   Irina se abrazó a sí misma cruzando los brazos.

   —Mi hijo ha quedado huérfano de padre, pero me tiene a mí que jamás le fallaré.

   —Y si también le ocurre algo —masculló Alex mirándola a los ojos con voz dura.

   Irina abrió los ojos de par en par por la sorpresa de semejante respuesta, no sabía si era una pregunta preocupada o una amenaza.

   — ¿Perdón? ¿Qué ha dicho?...

   —Mi esposa y usted dieron a luz el mismo día ¿cierto? —Respondió cambiando el tema de manera abrupta.

   —Así es, ambas tuvimos cesárea, la mía programada y la de ella de emergencia.

   —Lo recuerdo, el embarazo de mi esposa fue complicado —ambos se quedaron callados mirando al niño.

   — ¿Cómo se llama? —Preguntó Alex.

   —Ryan —respondió Irina con orgullo y bajó la mirada—. No sé cómo explicarle que su padre que era su héroe no regresará.

   Alex la miró apretando la mandíbula.

   —Llamaré a la directora de psiquiatría, si el niño requiere terapia, ayuda para superar el duelo…

   —No es necesario, quiero decir… Muchas gracias Dr. Salvatore, agradezco su preocupación.

   Alex desvió la mirada de nuevo mirando a Ryan, sonrió al ver su determinación al estirarse para colocar los cubos.

   —Traerán a mi hija de un momento a otro —murmuró el médico—, quizás le agrade jugar con él.

  — ¿Traerán a su hija a esta hora? —Preguntó Irina sorprendida.

   Alex la miró de manera directa e intensa.

   Irina no supo leer su expresión.

   —Aunque los organizadores de órganos prefieren mantener la confidencialidad, quiero decírselo. Mi esposa requiere un corazón, recibirá el de su esposo, ahora mismo la están ingresando.

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