Capítulo 06. Ante tanta evidencia

  Irina se quedó sin aliento, escucharlo era algo estrafalario, sabía que Alex Salvatore podría acabar con su matrimonio, pero ahora las circunstancias hacían parecer a Alex como un asesino.

   Rachel replicó. 

   —¿Alex?... ¿Se refiere usted al multimillonario Alex Salvatore? ¿Pero por qué? Ellos eran amigos. El cirujano Alex Salvatore salva vidas, no puede matar, el juramento hipocrático dice que…

   Santiago la miró con una ceja alzada.

   —Quizás hizo el juramento con los dedos cruzados, la gente miente, manipula y mata, esa es la vida real.

   —No entiendo, ¿qué pruebas tienen?

   Contrario a Rachel, Irina estaba callada, con cautela no se atrevía a señalar a Alex, pero mentiría si dijera que no lo ha pensado.

  —Irina, hay algo que no es dominio público —le llamó la atención Santiago—. Alex Salvatore fue la última persona en ver con vida a James Foster, se citaron en un lugar y tuvieron una fuerte pelea.

   — ¡QUÉ! ¿Entonces por qué no están investigando a Alex Salvatore? Yo puedo declarar que James salió de casa a encontrarse con él —exclamó Irina desesperada por justicia.

   —Es que nadie debería saber que ellos se vieron, el lugar es clandestino y muy secreto.

   — ¿Dónde está?

   —En una de las guaridas de la Legión Azul. Tenemos gente dentro que no puedo dejar en evidencia.

   —Esto es una locura, obviamente mi esposo está siendo incriminado —exigió Irina desesperada.

   —Pero nuestras pruebas son circunstanciales. Quiero a ese malnacido pudriéndose en una cárcel, pero sus abogados harán trizas mi caso. Porque de lo que hay pruebas es de que James dirigía la Legión Azul en América.

   —Los forenses no vieron nada raro en James, no fue envenenado o drogado —murmuró Rachel—, no tiene sentido que fuera asesinado en un accidente vehicular. ¿Qué hay de los estudios forenses al vehículo? Pudo ser manipulado, los frenos, incluso con el asistente remoto.

   —Convenientemente el coche de James explotó, lo que dificulta la investigación forense.

   Santiago extendió unas fotos sobre la mesa. Irina las miró con horror: mostraban a Alex y James discutiendo acaloradamente y luego un amasijo de hierro quemado que fue lo que quedó del coche de James.

   —No puedo acusar a Alex Salvatore directamente —continuó Santiago—. Nuestro infiltrado quedaría expuesto y mis jefes quieren todo de ellos, necesitamos más pruebas.

   —Y mientras tanto mi esposo es un criminal sin derecho a defensa, y mi vida corre peligro según usted. ¿Olvido algo? —espetó Irina.

   —Pero puedes ayudar —suplicó Santiago—. Y si está aquí es que está convencida que debe hacerlo, ya que esta situación invadió su vida.

   La actitud de Santiago le molestó a Irina, solo sentía que él la quería manipular para que lo ayudara.

   —¿Pero cómo lo hago? Si usted que es el detective no puede conseguir pruebas, ¿cómo puedo conseguirlas yo?

   —Cualquiera diría que no quería a su esposo —inquirió Santiago mirándola sus reacciones.

   —Mi amiga es práctica, es rusa, que le puedo decir —dijo Rachel.

   —No se trata de eso —Irina se levantó—. Por supuesto que me dolió la muerte de mi esposo, pero lo que creo es que usted tiene una vendetta en contra de los Salvatore, que ha incriminado a mi marido y me pretende arrastrar a una situación que solo le conviene a usted.

   La compañera de Santiago miraba a Irina con una sonrisita en los labios, se le veía muy conforme con que dejaran a Santiago sin palabras.

   Santiago unió sus manos y se apoyó en el respaldo de su silla.

   —Aceptaré que para mí es algo personal. Pero porque no tolero ver cómo los poderosos saltan la ley y dañan a tantos, amparados en burocracia, en políticas, en corrupción, pero no fui yo quien involucró a su esposo —Santiago se puso de pie y apoyó sus manos en las caderas—. Déjeme decirle que cualquier otro en mi lugar la arrastraba a una celda mientras investigo su participación en esto.

   — ¡Nos vamos Irina! —Le indicó Rachel—. Regresarás con un abogado.

   —Pero no lo haré —culminó Santiago—. A Alex Salvatore poco le ha importado usted o su hijo, le echó toda la mierd@ a James, y esperan que yo desvíe la investigación hacia usted, pues no haré lo que espera —Santiago se sentó—. Seré inteligente y utilizaré lo que él cree es daño colateral. Alex Salvatore se equivocará, y ahí estaré yo para atraparlo.

   Irina se sentó también, ahora veía honestidad en Santiago.

   —De acuerdo, supongamos que acepto ¿Cómo se supone que yo lo podría ayudar?

   —Trabajas en el hospital, como enfermera tienes acceso…

   —Tengo acceso a pacientes, no a los negocios del director del hospital —le interrumpió Irina poco convencida.

   —Pero puedes obtener información de secretarias, asistentes…

   — ¿Armará un caso en contra de uno de los hombres más ricos de América basado en rumores de corredor?

   —Alex te ha ofrecido un trabajo, ¿verdad? Cuidar de su esposa en su casa, estarías muy cerca, más que en el hospital—sugirió Rachel.

   Irina asintió, confundida.

   —Acéptalo —demandó Santiago emocionado— Acércate a él. Observa. Escucha. Necesitamos pruebas sólidas para incriminarlo.

   Irina dudó. 

   —Meterme en la casa de la familia Salvatore a recopilar pruebas cuando debo cuidar de una enferma es poco ético.

—La esposa de Alex necesitaba de un donante y James era compatible con ella, ¿no? —Preguntó Santiago con voz firme—. ¿Y si lo mató para obtenerlo?

El sentido de la moralidad de Irina vaciló en ese momento, recordó los ojos amables de su marido y, al cabo de unos minutos, apretó los puños y tomó una decisión.

   Irina se levantó, decidida. 

   —Está bien, detective. Aceptaré el trabajo. Pero lo hago por James. Y por Ryan.

   —Ten cuidado, Irina —advirtió Santiago—. Si Alex Salvatore es quien en realidad dirige a la Legión Azul, es un hombre peligroso.

    Irina asintió. Ahora lo sabía. Y estaba dispuesta a arriesgarlo todo para descubrir la verdad.

   El teléfono del detective Villalobos sonó. Él contestó, escuchó en silencio durante unos segundos y luego colgó, con una expresión de sorpresa en su rostro.

   —Irina… —dijo el detective, mirándola fijamente—. Acabamos de recibir un informe forense preliminar del coche de James. Los resultados son... inesperados.

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