Irina se quedó sin aliento, escucharlo era algo estrafalario, sabía que Alex Salvatore podría acabar con su matrimonio, pero ahora las circunstancias hacían parecer a Alex como un asesino.
Rachel replicó.
—¿Alex?... ¿Se refiere usted al multimillonario Alex Salvatore? ¿Pero por qué? Ellos eran amigos. El cirujano Alex Salvatore salva vidas, no puede matar, el juramento hipocrático dice que…
Santiago la miró con una ceja alzada.
—Quizás hizo el juramento con los dedos cruzados, la gente miente, manipula y mata, esa es la vida real.
—No entiendo, ¿qué pruebas tienen?
Contrario a Rachel, Irina estaba callada, con cautela no se atrevía a señalar a Alex, pero mentiría si dijera que no lo ha pensado.
—Irina, hay algo que no es dominio público —le llamó la atención Santiago—. Alex Salvatore fue la última persona en ver con vida a James Foster, se citaron en un lugar y tuvieron una fuerte pelea.
— ¡QUÉ! ¿Entonces por qué no están investigando a Alex Salvatore? Yo puedo declarar que James salió de casa a encontrarse con él —exclamó Irina desesperada por justicia.
—Es que nadie debería saber que ellos se vieron, el lugar es clandestino y muy secreto.
— ¿Dónde está?
—En una de las guaridas de la Legión Azul. Tenemos gente dentro que no puedo dejar en evidencia.
—Esto es una locura, obviamente mi esposo está siendo incriminado —exigió Irina desesperada.
—Pero nuestras pruebas son circunstanciales. Quiero a ese malnacido pudriéndose en una cárcel, pero sus abogados harán trizas mi caso. Porque de lo que hay pruebas es de que James dirigía la Legión Azul en América.
—Los forenses no vieron nada raro en James, no fue envenenado o drogado —murmuró Rachel—, no tiene sentido que fuera asesinado en un accidente vehicular. ¿Qué hay de los estudios forenses al vehículo? Pudo ser manipulado, los frenos, incluso con el asistente remoto.
—Convenientemente el coche de James explotó, lo que dificulta la investigación forense.
Santiago extendió unas fotos sobre la mesa. Irina las miró con horror: mostraban a Alex y James discutiendo acaloradamente y luego un amasijo de hierro quemado que fue lo que quedó del coche de James.
—No puedo acusar a Alex Salvatore directamente —continuó Santiago—. Nuestro infiltrado quedaría expuesto y mis jefes quieren todo de ellos, necesitamos más pruebas.
—Y mientras tanto mi esposo es un criminal sin derecho a defensa, y mi vida corre peligro según usted. ¿Olvido algo? —espetó Irina.
—Pero puedes ayudar —suplicó Santiago—. Y si está aquí es que está convencida que debe hacerlo, ya que esta situación invadió su vida.
La actitud de Santiago le molestó a Irina, solo sentía que él la quería manipular para que lo ayudara.
—¿Pero cómo lo hago? Si usted que es el detective no puede conseguir pruebas, ¿cómo puedo conseguirlas yo?
—Cualquiera diría que no quería a su esposo —inquirió Santiago mirándola sus reacciones.
—Mi amiga es práctica, es rusa, que le puedo decir —dijo Rachel.
—No se trata de eso —Irina se levantó—. Por supuesto que me dolió la muerte de mi esposo, pero lo que creo es que usted tiene una vendetta en contra de los Salvatore, que ha incriminado a mi marido y me pretende arrastrar a una situación que solo le conviene a usted.
La compañera de Santiago miraba a Irina con una sonrisita en los labios, se le veía muy conforme con que dejaran a Santiago sin palabras.
Santiago unió sus manos y se apoyó en el respaldo de su silla.
—Aceptaré que para mí es algo personal. Pero porque no tolero ver cómo los poderosos saltan la ley y dañan a tantos, amparados en burocracia, en políticas, en corrupción, pero no fui yo quien involucró a su esposo —Santiago se puso de pie y apoyó sus manos en las caderas—. Déjeme decirle que cualquier otro en mi lugar la arrastraba a una celda mientras investigo su participación en esto.
— ¡Nos vamos Irina! —Le indicó Rachel—. Regresarás con un abogado.
—Pero no lo haré —culminó Santiago—. A Alex Salvatore poco le ha importado usted o su hijo, le echó toda la mierd@ a James, y esperan que yo desvíe la investigación hacia usted, pues no haré lo que espera —Santiago se sentó—. Seré inteligente y utilizaré lo que él cree es daño colateral. Alex Salvatore se equivocará, y ahí estaré yo para atraparlo.
Irina se sentó también, ahora veía honestidad en Santiago.
—De acuerdo, supongamos que acepto ¿Cómo se supone que yo lo podría ayudar?
—Trabajas en el hospital, como enfermera tienes acceso…
—Tengo acceso a pacientes, no a los negocios del director del hospital —le interrumpió Irina poco convencida.
—Pero puedes obtener información de secretarias, asistentes…
— ¿Armará un caso en contra de uno de los hombres más ricos de América basado en rumores de corredor?
—Alex te ha ofrecido un trabajo, ¿verdad? Cuidar de su esposa en su casa, estarías muy cerca, más que en el hospital—sugirió Rachel.
Irina asintió, confundida.
—Acéptalo —demandó Santiago emocionado— Acércate a él. Observa. Escucha. Necesitamos pruebas sólidas para incriminarlo.
Irina dudó.
—Meterme en la casa de la familia Salvatore a recopilar pruebas cuando debo cuidar de una enferma es poco ético.
—La esposa de Alex necesitaba de un donante y James era compatible con ella, ¿no? —Preguntó Santiago con voz firme—. ¿Y si lo mató para obtenerlo?
El sentido de la moralidad de Irina vaciló en ese momento, recordó los ojos amables de su marido y, al cabo de unos minutos, apretó los puños y tomó una decisión.
Irina se levantó, decidida.
—Está bien, detective. Aceptaré el trabajo. Pero lo hago por James. Y por Ryan.
—Ten cuidado, Irina —advirtió Santiago—. Si Alex Salvatore es quien en realidad dirige a la Legión Azul, es un hombre peligroso.
Irina asintió. Ahora lo sabía. Y estaba dispuesta a arriesgarlo todo para descubrir la verdad.
El teléfono del detective Villalobos sonó. Él contestó, escuchó en silencio durante unos segundos y luego colgó, con una expresión de sorpresa en su rostro.
—Irina… —dijo el detective, mirándola fijamente—. Acabamos de recibir un informe forense preliminar del coche de James. Los resultados son... inesperados.
—No concluyentes. ¿Qué quiere decir? —Inquirió Irina decepcionada—. ¿No hay evidencia por lo cual James haya perdido el control del auto? —Lo poco que recuperaron del vehículo no sugiere desperfecto mecánico… Irina puso una mano en su boca. —Santa María —Exclamó con ojos como platos—. Fue él… — ¿De qué hablas Irina? —Preguntó Rachel. —Escuché a Alex Salvatore conversar por teléfono, pensé que hablaba con su mecánico. — ¿Qué dijo exactamente? —Preguntó Santiago. Irina pasó una mano por su cabello. —No lo sé, solo recuerdo que para mí fue evidente, aunque no dijo la palabra coche. Dijo que aunque hubiera atravesado el infierno debía quedar perfecto, algo así. —Y el coche fue quemado borrando evidencia —completó Rachel. Santiago alzó la palma pidiendo un alto. —El coche está en custodia policial… —Él pudo comprar gente —respondió Irina de inmediato—. De hecho me lo dijo… — ¿Te dijo que compró gente en la policía? —Inquirió Rachel. — ¡Claro que
Irina quería que el piso se abriera bajo sus pies, no tenía manera de escapar, tenía que enfrentar la situación, los esposos Salvatore la habían visto. La estaban viendo. «Al mal paso darle prisa» —Ehh… Este. Buenos días, qué pena. Es algo incómodo, solo quería avisarles que estoy aquí. —Pase adelante —dijo Alex conservando su ceño fruncido—. Bianca te presento a Irina Foster, la enfermera es excelente en el cuidado postoperatorio de pacientes, la mejor del hospital. Irina estaba sorprendida, era cierto que era muy buena en su trabajo, pero ignoraba que al Dr. Salvatore le importara. —Mucho gusto Irina —musitó Bianca con una sonrisa y ojos somnolientos—. Disculpa que nos viste a mi esposo y a mí teniendo una pequeña diferencia… —No se preocupe señora Bianca, no es mi problema. Perdóneme a mí… —No hace falta, está olvidado, comencemos de nuevo —enfatizó con bondad la enferma con una brillante sonrisa. Irina no pudo evitar sonreírle, Bianca Salvatore era una m
Irina hizo un esquema de trabajo con las otras dos enfermeras para cubrir los turnos. No eran del hospital sino de una empresa privada dedicada a la atención de enfermos en casa. Aún no tenía una causa plausible para que Alex Salvatore la hubiera solicitado para el cuidado de su esposa, y no había contratado todo el servicio de la empresa privada. La respuesta parecía obvia. —Quiere saber qué tanto sé yo. Soy un cabo suelto —dijo Irina conversando con Santiago por el móvil seguro que él le dio. Estaba lejos de la casa, viendo a Ryan jugando con Ema en el extenso terreno plano y con árboles frutales, estaba segura que nadie podía escucharla. — “¿Pudiste averiguar algo?” —Preguntó Santiago —Solo lo que ya sospechaba. Alex Salvatore es un mal marido. — “¡No me interesan los dramas de novela, Irina!” “Averigua algo que me sirva para encarcelar a ese hijo de perra”, “¿Acaso no querías venganza para tu esposo?”. —Acabo de llegar, no tengo ni 24 horas aquí —se excus
Irina se dio cuenta que había exagerado con eso de ser amable, ahora tenía que ver como lo arreglaba. —James y yo teníamos discusiones muy fuertes —susurró, su idea era salir del aprieto, pero era cierto lo que decía, ella desvió la mirada y dijo con sinceridad—. Cuando uno ha guardado mucho, suele explotar y decir cosas que no siente realmente. Irina dio un paso a un costado con los ojos aguados, le atormenta la culpa de las últimas palabras que compartió con James, el recuerdo de esa discusión invade su mente cada vez que piensa en su esposo. Alex se dio cuenta y le dio espacio verificando a los niños. Irina agradeció su discreción, a la vez había salido del aprieto. —Mamá, ven con nosotros —pidió Ryan. Irina tomó aire y fue con ellos, la pequeña Ema con mucha solemnidad servía el té ficticio a su padre que muy cómico se veía enorme en la silla rosada. Irina se sentó al otro lado de la mesa para cuatro personas. Irina y Alex correspondieron a comer de mentira cada
—Mamá, pero mi papá está vivo, ¿acaso él no se curará? Irina sintió su corazón arrugarse de pena. ¿Cómo se le explica a un niño de 5 años que su padre tiene muerte cerebral? —Mi amor, tu papá ya no está con nosotros, aunque el monitor muestre signos vitales. —Esa máquina respira por él mientras se pone mejor. Irina con una media sonrisa abrazó a su hijo, ella es enfermera, y para el pequeño Ryan este hospital era su segundo hogar. Sueña con ser médico y por eso entiende lo que hacen las máquinas por su padre, pero entender que no regresará ya es otra cosa. —Irina, es hora —musitó la joven doctora a su lado. Irina despegó a su hijo de su pecho y con fuerza de voluntad resistió las ganas de llorar. —Debemos despedirnos de tu papá, mi amor. Irina cargó a su hijo y lo acercó a su esposo. — ¿Qué le digo mamá? Irina con el corazón hecho añicos pronunció: —Dile cuanto lo amas. —Te amo mucho papá —el pequeño Ryan dio un beso en sus dedos y los puso en la
Irina estaba anonadada. Su madre estaba a unos pasos de ellos, el Dr. Salvatore esperaba una respuesta de ella. —No sé qué decir —susurró ella y bajó la cara cuando sintió las lágrimas brotar de sus ojos. —Los órganos de James irán a varios necesitados, con su cuerpo se hará algo bueno por otros. —Y así era James, siempre presto a ayudar a otros. —Sí, era tan “servicial” que siempre estaba dispuesto a “ayudar” a cualquiera que pudiera avanzar en su carrera, sin importar el costo. Irina frunció el ceño, no estaba segura si eran ideas de ella, pero todo lo que decía el cirujano le sonaba a sarcasmo. Sin embargo, Alex Salvatore no era conocido por su empatía. —Es que… bueno, aun me parece mentira —Irina masajeó sus sienes—. James era su amigo, debe ser difícil para usted también —Irina esperaba la afirmación de Alex, pero el médico no mostró un ápice de empatía. —Cualquier cosa que necesite Ryan, por favor, no dude en decirme. — ¡Papi! Alex se giró con una so
Irina obtuvo permiso laboral para encargarse del sepelio de su esposo, los días ya de por sí duros empeoraron cuando la madre de James llena de pena la abrazaba por momentos y la culpaba de cada desgracia en la vida de James al instante. Empleados y amigos del hospital se presentaron; pero por ella, como si a James nadie en su trabajo lo hubiera apreciado. Irina se sentía molesta en nombre de James. Ella tenía claro que James se había entregado en cuerpo y alma a su trabajo y ahora no venía a despedirlo ni su secretaria, ni siquiera el director del hospital que él apreciaba tanto. Irina no entendía como siendo su mejor amigo no había presentado sus respetos. Irina sabía que el doctor Salvatore estaba muy ocupado por la situación de su esposa, pero no podía dejar de resentir que apenas envió una corona de flores en representación del Hospital Salvatore Memorial, algo tan impersonal. ¿Cuántas veces discutió con James por las excesivas reuniones y fiestas a las que debía i
Irina no sabía que decir, que pensara que el doctor era mal marido no significaba que quisiera a su esposa muerta. —Veo su intención, y me disculpo por mi comentario, pero ella podría tener complicaciones… —De ser así la traería de inmediato. —Bueno, supongo que tiene todo a disposición —masculló Irina apenada. —Entonces no hay más que decir, en cuanto transfieran a mi esposa vendrá con nosotros. Le pagaré como si fueran horas extra, sin comprometer su salario en el hospital, usted dirigirá el cuidado con dos enfermeras más para que ella tenga atención las 24 horas, por eso la necesito a tiempo completo, es decir se mudaría a mi casa. —Doctor Salvatore, tengo un hijo y no puedo dejarlo con mi madre por tiempo indefinido… —Claro que no, su hijo vendría con usted. Le proporcionaré niñera, terapia con la mejor psicóloga infantil de la ciudad y la matrícula de una excelente escuela privada. Irina parpadeó repetidamente, intentando asimilar la insólita propuesta de