Irina no sabía que decir, que pensara que el doctor era mal marido no significaba que quisiera a su esposa muerta.
—Veo su intención, y me disculpo por mi comentario, pero ella podría tener complicaciones…
—De ser así la traería de inmediato.
—Bueno, supongo que tiene todo a disposición —masculló Irina apenada.
—Entonces no hay más que decir, en cuanto transfieran a mi esposa vendrá con nosotros. Le pagaré como si fueran horas extra, sin comprometer su salario en el hospital, usted dirigirá el cuidado con dos enfermeras más para que ella tenga atención las 24 horas, por eso la necesito a tiempo completo, es decir se mudaría a mi casa.
—Doctor Salvatore, tengo un hijo y no puedo dejarlo con mi madre por tiempo indefinido…
—Claro que no, su hijo vendría con usted. Le proporcionaré niñera, terapia con la mejor psicóloga infantil de la ciudad y la matrícula de una excelente escuela privada.
Irina parpadeó repetidamente, intentando asimilar la insólita propuesta de su jefe, estaba en shock.
Ante el silencio de Irina, Alex continuó con su último argumento.
—Usted trabaja para este hospital y lo que yo le pido es sencillamente su trabajo.
—Yo no soy su esclava doctor Salvatore, puedo negarme si quiero.
—Pero no lo hará, porque una oportunidad como esta no se volverá a presentar.
—Tengo que pensarlo —acotó Irina feliz de tener la última palabra, la cafetera indicó que terminó de colar e Irina sonrió de medio lado, fue por dos vasos plásticos y sirvió dos cafés.
Alex observó el vaso desechable y lo tomó, al beberlo puso cara de asco.
— ¿Es muy malo el café? —Preguntó Irina con expresión inocente—. Claro, no es de una máquina de expreso como la que hay en la sala de doctores, es el humilde café de la tienda preparado en una cafetera barata, aun cuando somos las enfermeras quienes debemos estar pendiente de todos los pacientes y no tenemos tiempo ni de estirar las piernas.
Alex la observó, reconociendo en ella una contrincante.
— ¿Quiere una máquina de expreso para la sala de enfermeras?
—Vaya doctor Salvatore, sería usted muy amable en considerarlo.
—¿Y qué tal una chaise lounge también? —Preguntó Alex sarcástico.
—De esa manera se medita mejor cualquier oferta.
Alex resopló y fue la primera vez que Irina ve en su rostro algo parecido a una sonrisa, pero le dio la espalda.
—Todo tiene precio en metálico —susurró con ironía mientras giraba—. Para el siguiente turno estará en mi casa, enfermera Foster.
Irina se dejó caer en un incómodo asiento con el corazón a millón.
— ¿Qué demonios acaba de pasar? —Irina se puso una mano en el rostro—. Desafié al jefe supremo del hospital y no me despidió —Irina miró al techo—. No creo que pueda trabajar en su casa.
Irina recordó las peleas que tenía con James por sus largas ausencias a razón de las exigencias de Alex Salvatore, ella le tenía resentimiento—. Es autoritario y no le importa la vida de nadie, pudo hacerme perder mi matrimonio y ni siquiera se presentó en el funeral de James. Ah no… él no puede despedirme por no aceptar un cambio como ese.
Más tarde Irina comía en la cafetería con su amiga Rachel, ella era residente y quien desconectó a James.
—Irina, lamento mucho haber sido yo…
— ¡No! ¿De qué hablas, Rachel?
—Te llamé varias veces, no devolviste la llamada y creí que quizás… Irina, lamento no haber salvado a James.
—Rachel, sé que hicieron lo que pudieron, si me ausenté fue porque quería pasar lo más posible con Ryan —Irina recordó algo inquietante—. También ese detective que me ha llamado varias veces al día, por eso apagaba mi teléfono.
— ¿Qué es lo que quiere ese sujeto?
—No entiendo, ya le expliqué que debe investigar por otra parte, pero él insiste, como si yo supiera algo.
—Si necesitas algo, sabes que solo debes decirme.
Irina negó con la cabeza.
—Estoy bien, aunque me hubiera gustado quedarme un poco más en casa con Ryan, regresé al trabajo porque las cuentas no paran, y ahora solo tengo mi sueldo.
—James tenía seguro ¿Cierto?
—Sí, pero no quiero utilizar el dinero del seguro de vida de James ahora. Planeo usarlo para la carrera universitaria de Ryan.
—Tendrás que ser muy ahorrativa para vivir con tu sueldo de enfermera, también tienes a tu madre.
—Así es, ella no tiene seguro, jamás pudo arreglar correctamente sus documentos, quienes la trajeron de Rusia no eran buenas personas.
—Irina, si necesitas dinero…
Irina levantó la palma negando con la cabeza.
—Estás hasta el cuello de créditos universitarios, no te aceptaré dinero.
—Algún día seré médico titular y patearé las pacas de dinero al caminar, como los de la plana mayor —dijo señalando a la mesa de doctores junto a Alex Salvatore a unas cuatro mesas de distancia.
Irina mordió sus labios para no reír.
—El doctor Salvatore me pidió trabajar cuidando a su esposa en su casa, no la dejará en el área vip del hospital.
Rachel abrió la boca impresionada.
— ¡Que desconsiderado!, espero que no hayas aceptado, ella está viva gracias al corazón de James.
—En realidad no tengo resentimientos, por el contrario me alegra que James haya hecho bien a muchos, no tengo problemas en atenderla, pero no aceptaré, prefiero quedarme en el hospital, no puede despedirme por eso.
— ¿Amenazó con despedirte?
—No de manera directa, no te preocupes.
—Es que es una situación peliaguda, si ocurre el más mínimo error serías investigada, te podrían acusar de estrés postraumático y que le hiciste daño a propósito. Para empezar él no debería sacarla del hospital.
—Ese hombre no siente el más mínimo valor por la familia, compadezco a su esposa.
Rachel la entendía, Irina tenía problemas con James a causa de su trabajo.
— ¿Cómo te sientes? —Preguntó la doctora en voz baja.
Irina desvió la mirada.
—Culpable…
— ¿Por qué?
—No he sentido su ausencia, al llegar a la soledad de mi habitación me duermo sola, como estoy acostumbrada.
Un joven de encomiendas le entregó un sobre de correo.
— ¿De qué se trata? —Preguntó Rachel.
—Es del seguro de vida de James.
Irina abrió el sobre con los ojos aguados.
—Una parte de mí espera que sea mentira y que James regresará bronceado, como siempre de sus viajes de negocios.
Irina comenzó a leer y abrió mucho los ojos al ver las palabras: Rechazo en el reclamo.
— ¿Qué pasa Irina?
Irina leyó un párrafo más adelante que decía sin ceremonia ni rodeos:
—Con base en las políticas de nuestra compañía y las cláusulas establecidas en la póliza de seguro de vida contratada, las actividades delictivas excluyen la cobertura de beneficios. Debido a esto, no estamos en posición de proceder con el pago del seguro de vida.
— ¿Actividades delictivas? —Inquirió Rachel.
—Dicen que James murió mientras participaba en actividades delictivas.
—Pero eso es imposible.
Irina recordó al detective.
—Debo ir al recinto de policía.
— ¿Qué vas hacer?
—Rachel, la muerte de James tiene más misterio de lo que parece.
— ¿Misterio? Fue un accidente Irina.
—Rachel ¿Crees que James haya sido un delincuente?
—No, pero…
— ¿Y si lo incriminan? Si su accidente no fue accidente.
— ¿Quién se beneficiaba con su muerte? Aparte de quienes recibieron sus órganos claro…
—Iré con ese detective.
—Espera, yo te acompaño —expresó Rachel decidida.
Ambas se levantaron de sus asientos como resortes y al girar encontraron a Alex Salvatore frente a ellas.
Irina dio un pequeño grito espantada, Rachel brincó, pero por el grito de Irina. —Me ha dado usted un susto de muerte —dijo Irina con la mano en el pecho. Alex frunció el ceño. — ¿Está segura que está usted lista para regresar? Tiene los nervios a flor de piel —cuestionó Alex. —Y no es para menos, después de la noticia que acaba de recibir —comentó Rachel deseosa de conseguir una figura de poder a su favor. Alex observó el sobre que Irina tenía en las manos, el membrete era visible y la certeza de que Alex sabía de qué se trataba invadió a Irina. — ¿Puedo ayudar en algo? —Preguntó Alex. —Sería excelente… —Emitió Rachel contenta e Irina la tomó del brazo. —No es necesario Dr. Salvatore, me encargaré ahora mismo, si no hay problema. —Vaya y haga lo que debe hacer, si necesita tomarse unos días más… —No será necesario, solo preciso de una hora. Irina llegó al recinto policial. El detective Villalobos la esperaba en su oficina, un espacio austero lleno d
Irina se quedó sin aliento, escucharlo era algo estrafalario, sabía que Alex Salvatore podría acabar con su matrimonio, pero ahora las circunstancias hacían parecer a Alex como un asesino. Rachel replicó. —¿Alex?... ¿Se refiere usted al multimillonario Alex Salvatore? ¿Pero por qué? Ellos eran amigos. El cirujano Alex Salvatore salva vidas, no puede matar, el juramento hipocrático dice que… Santiago la miró con una ceja alzada. —Quizás hizo el juramento con los dedos cruzados, la gente miente, manipula y mata, esa es la vida real. —No entiendo, ¿qué pruebas tienen? Contrario a Rachel, Irina estaba callada, con cautela no se atrevía a señalar a Alex, pero mentiría si dijera que no lo ha pensado. —Irina, hay algo que no es dominio público —le llamó la atención Santiago—. Alex Salvatore fue la última persona en ver con vida a James Foster, se citaron en un lugar y tuvieron una fuerte pelea. — ¡QUÉ! ¿Entonces por qué no están investigando a Alex Salvatore? Yo pue
—No concluyentes. ¿Qué quiere decir? —Inquirió Irina decepcionada—. ¿No hay evidencia por lo cual James haya perdido el control del auto? —Lo poco que recuperaron del vehículo no sugiere desperfecto mecánico… Irina puso una mano en su boca. —Santa María —Exclamó con ojos como platos—. Fue él… — ¿De qué hablas Irina? —Preguntó Rachel. —Escuché a Alex Salvatore conversar por teléfono, pensé que hablaba con su mecánico. — ¿Qué dijo exactamente? —Preguntó Santiago. Irina pasó una mano por su cabello. —No lo sé, solo recuerdo que para mí fue evidente, aunque no dijo la palabra coche. Dijo que aunque hubiera atravesado el infierno debía quedar perfecto, algo así. —Y el coche fue quemado borrando evidencia —completó Rachel. Santiago alzó la palma pidiendo un alto. —El coche está en custodia policial… —Él pudo comprar gente —respondió Irina de inmediato—. De hecho me lo dijo… — ¿Te dijo que compró gente en la policía? —Inquirió Rachel. — ¡Claro que
Irina quería que el piso se abriera bajo sus pies, no tenía manera de escapar, tenía que enfrentar la situación, los esposos Salvatore la habían visto. La estaban viendo. «Al mal paso darle prisa» —Ehh… Este. Buenos días, qué pena. Es algo incómodo, solo quería avisarles que estoy aquí. —Pase adelante —dijo Alex conservando su ceño fruncido—. Bianca te presento a Irina Foster, la enfermera es excelente en el cuidado postoperatorio de pacientes, la mejor del hospital. Irina estaba sorprendida, era cierto que era muy buena en su trabajo, pero ignoraba que al Dr. Salvatore le importara. —Mucho gusto Irina —musitó Bianca con una sonrisa y ojos somnolientos—. Disculpa que nos viste a mi esposo y a mí teniendo una pequeña diferencia… —No se preocupe señora Bianca, no es mi problema. Perdóneme a mí… —No hace falta, está olvidado, comencemos de nuevo —enfatizó con bondad la enferma con una brillante sonrisa. Irina no pudo evitar sonreírle, Bianca Salvatore era una m
Irina hizo un esquema de trabajo con las otras dos enfermeras para cubrir los turnos. No eran del hospital sino de una empresa privada dedicada a la atención de enfermos en casa. Aún no tenía una causa plausible para que Alex Salvatore la hubiera solicitado para el cuidado de su esposa, y no había contratado todo el servicio de la empresa privada. La respuesta parecía obvia. —Quiere saber qué tanto sé yo. Soy un cabo suelto —dijo Irina conversando con Santiago por el móvil seguro que él le dio. Estaba lejos de la casa, viendo a Ryan jugando con Ema en el extenso terreno plano y con árboles frutales, estaba segura que nadie podía escucharla. — “¿Pudiste averiguar algo?” —Preguntó Santiago —Solo lo que ya sospechaba. Alex Salvatore es un mal marido. — “¡No me interesan los dramas de novela, Irina!” “Averigua algo que me sirva para encarcelar a ese hijo de perra”, “¿Acaso no querías venganza para tu esposo?”. —Acabo de llegar, no tengo ni 24 horas aquí —se excus
Irina se dio cuenta que había exagerado con eso de ser amable, ahora tenía que ver como lo arreglaba. —James y yo teníamos discusiones muy fuertes —susurró, su idea era salir del aprieto, pero era cierto lo que decía, ella desvió la mirada y dijo con sinceridad—. Cuando uno ha guardado mucho, suele explotar y decir cosas que no siente realmente. Irina dio un paso a un costado con los ojos aguados, le atormenta la culpa de las últimas palabras que compartió con James, el recuerdo de esa discusión invade su mente cada vez que piensa en su esposo. Alex se dio cuenta y le dio espacio verificando a los niños. Irina agradeció su discreción, a la vez había salido del aprieto. —Mamá, ven con nosotros —pidió Ryan. Irina tomó aire y fue con ellos, la pequeña Ema con mucha solemnidad servía el té ficticio a su padre que muy cómico se veía enorme en la silla rosada. Irina se sentó al otro lado de la mesa para cuatro personas. Irina y Alex correspondieron a comer de mentira cada
—Mamá, pero mi papá está vivo, ¿acaso él no se curará? Irina sintió su corazón arrugarse de pena. ¿Cómo se le explica a un niño de 5 años que su padre tiene muerte cerebral? —Mi amor, tu papá ya no está con nosotros, aunque el monitor muestre signos vitales. —Esa máquina respira por él mientras se pone mejor. Irina con una media sonrisa abrazó a su hijo, ella es enfermera, y para el pequeño Ryan este hospital era su segundo hogar. Sueña con ser médico y por eso entiende lo que hacen las máquinas por su padre, pero entender que no regresará ya es otra cosa. —Irina, es hora —musitó la joven doctora a su lado. Irina despegó a su hijo de su pecho y con fuerza de voluntad resistió las ganas de llorar. —Debemos despedirnos de tu papá, mi amor. Irina cargó a su hijo y lo acercó a su esposo. — ¿Qué le digo mamá? Irina con el corazón hecho añicos pronunció: —Dile cuanto lo amas. —Te amo mucho papá —el pequeño Ryan dio un beso en sus dedos y los puso en la
Irina estaba anonadada. Su madre estaba a unos pasos de ellos, el Dr. Salvatore esperaba una respuesta de ella. —No sé qué decir —susurró ella y bajó la cara cuando sintió las lágrimas brotar de sus ojos. —Los órganos de James irán a varios necesitados, con su cuerpo se hará algo bueno por otros. —Y así era James, siempre presto a ayudar a otros. —Sí, era tan “servicial” que siempre estaba dispuesto a “ayudar” a cualquiera que pudiera avanzar en su carrera, sin importar el costo. Irina frunció el ceño, no estaba segura si eran ideas de ella, pero todo lo que decía el cirujano le sonaba a sarcasmo. Sin embargo, Alex Salvatore no era conocido por su empatía. —Es que… bueno, aun me parece mentira —Irina masajeó sus sienes—. James era su amigo, debe ser difícil para usted también —Irina esperaba la afirmación de Alex, pero el médico no mostró un ápice de empatía. —Cualquier cosa que necesite Ryan, por favor, no dude en decirme. — ¡Papi! Alex se giró con una so