Capítulo 02. ¡Imposible de creer!

 Irina estaba anonadada. Su madre estaba a unos pasos de ellos, el Dr. Salvatore esperaba una respuesta de ella.

   —No sé qué decir —susurró ella y bajó la cara cuando sintió las lágrimas brotar de sus ojos.

   —Los órganos de James irán a varios necesitados, con su cuerpo se hará algo bueno por otros.

   —Y así era James, siempre presto a ayudar a otros.

   —Sí, era tan “servicial” que siempre estaba dispuesto a “ayudar” a cualquiera que pudiera avanzar en su carrera, sin importar el costo.

   Irina frunció el ceño, no estaba segura si eran ideas de ella, pero todo lo que decía el cirujano le sonaba a sarcasmo. Sin embargo, Alex Salvatore no era conocido por su empatía.

   —Es que… bueno, aun me parece mentira —Irina masajeó sus sienes—. James era su amigo, debe ser difícil para usted también —Irina esperaba la afirmación de Alex, pero el médico no mostró un ápice de empatía.

   —Cualquier cosa que necesite Ryan, por favor, no dude en decirme.

   — ¡Papi! 

   Alex se giró con una sonrisa y cargó a la pequeña que abrazaba un muñeco de peluche.

   Irina sonrió al ver a la niña. Ella al ver a Irina, extendió sus brazos hacia ella con una sonrisa radiante. Irina sintió una inexplicable oleada de cariño y casi sin pensarlo extendió sus manos hacia la niña que la miró llena de bondad.

   — ¿Por qué lloras? —Preguntó la pequeña.

   Irina se inclinó para estar a su altura, al verla un sentimiento de familiaridad la invadió, como si conociera a la pequeña desde siempre.

   —Estoy algo triste, porque me despedí de alguien muy querido —masculló Irina.

   La niña miró a Alex.

   —Papá, ¿podríamos darle un oso de peluche a la señora?, para que no extrañe a su papá.

   Alex no respondió, de hecho se veía como si estuviera molesto, Irina supuso que no era raro que la niña lo extrañara, lo mismo le pasaba a Ryan, James siempre estaba ocupado en reuniones y eventos del hospital con Alex Salvatore.

   Irina le dio un beso a la niña en la frente mirando sus ojos almendrados, colocando un bucle ensortijado y desordenado detrás de su oreja.

   —Buena suerte para su familia Dr. Salvatore —dijo Irina con sinceridad.

    Se volvió hacia su hijo, pero una figura la detuvo en seco.

    — ¡Señora Irina Foster!

   Ella levantó la mirada y encontró a un hombre joven, apuesto y muy serio que le mostró una placa dorada.

   —¿Usted es?

   —Detective Santiago Villalobos, división de crimen organizado, quisiera hablar con usted.

   —No entiendo en qué podría ayudarlo detective —respondió Irina atonita.

   El detective, un hombre de cabello castaño y ojos verdes inquisidores la miró en silencio estudiando atento a su respuesta.

   — ¿Podemos hablar en privado? —Antes de que Irina pudiera responder, se oyeron pasos detrás de ella. Era el Dr. Alex, con su hija en brazos.

  —Ven conmigo —dijo el detective. Obviamente quería hablar con ella en privaso. Irina se abrazó a sí misma y caminó por el pasillo desierto junto al detective, dejando atrás al director del hospital.

   —Señora Foster, sé que esto es un golpe muy duro y que usted está en shock, pero necesito que me escuche con atención —el detective dejó de caminar—. Su esposo, James Foster, era el presunto líder de una red de contrabando de órganos y equipos médicos apodada la legión azul.

  La mente de Irina se quedó en blanco por un momento, pero fue rápidamente sustituida por la ira, y gritó enfadada al detective.

   — ¡Eso es imposible! James era un buen hombre, no puedo creer lo que me está diciendo.

   —Tenemos pruebas contundentes. Encontramos registros financieros y comunicaciones que lo vinculan directamente con estas actividades. ¿Sabía usted algo sobre esto?

   Irina negó con la cabeza impresionada.

   —Está cometiendo un error.

   El detective bajó la mirada con pesar. Todavía confusa, Irina miró al detective con el ceño fruncido.

   —Parece usted genuinamente sorprendida.

   Aún no estaba dispuesta a creerlo, Irina dio un paso hacia el detective y cerró las manos en puños.

   —Detective, es imposible que mi esposo estuviera involucrado en esa logia, o lo que sea que ha dicho.

  El detective suspiró y habló con seriedad.

   —Legión Azul, y no es asunto de juego, es una organización delictiva que mueve millones, con crímenes de lesa humanidad, responsable de centenares de muertes en todo el mundo.

   Irina abrió mucho los ojos y se tapó la boca con las manos. A ella le parecía estar en una horrible pesadilla y solo ocurrían más y más cosas.

   Se obligó a contener las diversas emociones de confusión, conmoción, ira, agobio...

   —Mi esposo era abogado de atención médica en este hospital —Irina sintió mucha rabia con el detective—. ¡Lo voy a demandar por perjurio! —le amenazó—. Usted no puede mancillar el nombre de mi esposo ahora que él no puede defenderse —expresó amplificando su voz envalentonada, convencida de la certeza de sus palabras.

   —Justo ahí está… Como hilo que desentona en el perfecto tejido —Santiago tomó a Irina por el antebrazo como quien dirá un secreto y la miró a los ojos—. Creo que la muerte de su esposo no fue accidental, creo que ha sido la manera de cubrir a los verdaderos líderes de la organización. Quiero halar ese hilo, ver a dónde me lleva. Tú podrías ayudarme.

   Irina se quedó hipnotizada ante la determinación del detective, mirando sus ojos verdes, confundida y más traumatizada, entonces vio que él desvió la mirada a un lado.

   — ¡¿Tiene usted derecho a estar aquí?! —Demandó el director del hospital acercándose a ellos.

   — ¿Y usted es? —Preguntó el detective con las cejas alzadas.

   —Mi nombre es Alex Salvatore, director de este hospital, y no permitiré que acose a la enfermera Irina Foster.

   —Vaya, el hospital se llama Salvatore Memorial ¿Casualidad?

   —No es casualidad, el hospital fue fundado por mi bisabuelo.

   El detective emitió un silbido apreciativo.

   —Una familia de médicos entonces, ¿pero será usted algo más que médico?

   Alex lo miró con expresión asesina.

   — ¿Deme su nombre, detective?… —Espetó Alex con frialdad.

   El detective sonrió de lado.

   —Villalobos, Santiago Villalobos, número de placa veinticinco, treinta, catorce...

   —Mejor se va, o llamaré a seguridad para que lo saquen y a su jefe para que lo despida.

   —No hay problema Dr. Salvatore —le interrumpió Irina—, es solo un malentendido y me interesa que se solucione, usted sabe que James era un hombre íntegro que no puede estar involucrado en ningún tipo de mafia.

   —Usted es enfermera, el director del hospital es su amigo, es bastante conveniente creo yo —espetó el detective.

   Alex bufó y ahora Irina se siente atacada por el detective.

   —Mi marido era donante de órganos, ¿cómo es que un mafioso ofrece sus propios órganos si trafica con ellos? —Inquirió Irina desesperada por sacar a su difunto esposo de las acusaciones—. Mi esposo era un buen samaritano, ahora mismo su corazón está dando oportunidad a una madre en este mismo hospital —Irina lloró llena de pena y frustración—. Mi esposo es un héroe, la niña de allá tendrá madre gracias a James. De ninguna manera podía ser un mafioso.

   Santiago entrecerró los ojos y se dirigió a Alex.

   —La niña de la guardería es su hija ¿Cierto? Muy conveniente, el hombre muere y la madre de su hija recibe un corazón—. Santiago miró a Irina entonces—. ¿Qué le parece el hilo de los acontecimientos? —Expresó de manera sugerente.

   Irina ahora no sabía qué decir, miró al doctor que se irguió a toda su altura y se acercó de manera intimidatoria al detective.

   — ¿Qué sugiere? ¿Quiere acusarme de algo? —Inquirió con voz letal—. Cuidado con lo que dice detective, parece que le tiene cariño a su placa.

   —Ha sido una charla estimulante y esclarecedora, Dr. Salvatore, buenas noches.

   Irina aun con la mente vuelta un caos sintió que Santiago le tomó la mano.

   —Sentido pésame Irina —luego apretó su mano y se alejó;  ya caminaban hacia él tres hombres de seguridad del hospital. 

   Irina de manera instintiva apretó el puño.

   El detective le había pasado una tarjeta de manera discreta para que Alex no se diera cuenta.

   Irina hasta ese momento había creído que Alex Salvatore quería cuidarla de las acusaciones del detective, pero ahora podía ver lógica a la apreciación de Santiago.

  La madre de Irina la esperaba.

   —Irina, ¿qué es lo que ocurre?

   —No tengo idea mamá, pero lo voy a descubrir.

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