Soñaba con amor, pero la querían como una reina atada a sus hilos. Amaia Mountbatten creció entre los muros desgastados de una casa que alguna vez simbolizó nobleza y prestigio. Su mundo se reduce al cuidado de su hermana enferma, y al recuerdo de un amigo de la infancia que le prometió enseñarle el mundo, una promesa que aún atesora, a pesar de que él desapareciera de su vida. A causa de las deudas y fracasos de su padre se ve obligada a casarse con Gael Belmonte, un hombre frío y enigmático conocido por su relación escandalosa con una viuda. El heredero de un empresario recién enriquecido que quiere comprar para su hijo un mejor apellido, ambicionando a algo mucho mayor. Gael es el sacrificio que Amaia debe hacer para salvar a su familia. Hasta que el pasado la golpea con una verdad inesperada: Él es aquel chico que una vez conoció. Pero sus ojos ya no reflejan la calidez del pasado. Entonces, ella descubrirá que sus peores temores no se comparan con la verdad: su matrimonio no es sólo un sacrificio, sino el eslabón de un plan enorme que promete estremecerlo todo para restituir a la antigua realeza. ¿Podrá desenterrar al chico que una vez amó bajo la coraza del hombre que ahora la desprecia? ¿O su destino la condenará a la vida de una reina sin amor, atrapada en un juego del que no puede escapar?
Leer másAmaia.Camino con la cabeza en alto hasta acercarme más a la puerta de la habitación. No titubeo. Luego el sonido de la cerradura girando tras la espalda de Gael consigue que se me erice la piel. No obstante, no lo demuestro. El temor no es una emoción que quiero transmitir. Por tanto, me enfrento a él sin dejarme intimidar, ni siquiera porque sus ojos ofrecen un destello tranquilo pero impregnado de frialdad y amenaza.—Terminemos con esto —dice con voz baja mientras da un paso adelante—. Tendremos al heredero Mountbatten y podremos separarnos.Me cruzo de brazos, sosteniendo su mirada.—Si quieres asustarme, no lo conseguirás —Enarco una ceja—. Deja de arrastrarme cada vez que se te antoja y tampoco me amenaces con tocarme, porque no te tengo miedo Gael Belmonte.Él suelta una breve carcajada, carente de humor.—No es una amenaza, es la solución a nuestra situación.Aprieto los labios, considerando sus palabras por un instante, pero no, en definitiva no le permitiré que me toque.—N
Amaia.Camino por el pasillo del hospital con la mente dando vueltas... “No quiero verte lastimada”... ¿Aquellas palabras de Gael habían sido una súplica o una amenaza? Es algo que no consigo descifrar... pero por qué diría algo así. Además, ¿Cómo podría lastimarme estar cerca de Elan? ¿Es porque él mismo me lastimará si me ve con su enemigo? Pero, ¿Por qué es su enemigo?En definitiva, lo que sea que haya ocurrido entre ellos es un misterio al que no quiero dedicarle mis pensamientos. Sin embargo, con la actitud de Gael me es imposible no pensar en ello. De verdad que no consigo descifrarlo. Además, ahora que lo pienso, Gael no me reclamó sobre lo que sucedió con su amante. ¿Acaso la viuda García continuaba en el hospital? Porque eso explicaría el porqué él estaba ahí, y también explicaría que supiera que me fui con Elan, pero no estoy segura de nada.Decido averiguarlo.— ¿Sabe si la viuda... —pauso para recordar el nombre— ¿Sabe si la señora Beth García sigue hospitalizada? —pre
Amaia.Observo a Elan con cautela mientras el eco de mi pregunta flota entre los dos, pero él no responde, por lo que vuelvo a indagar:—La pregunta es sencilla, pero la respuesta quizá no, y su interés en mí está relacionado no conmigo, sino con el hecho de que soy la esposa de Gael Belmonte.Listo, lo he dicho. Cruzo los brazos mientras recuesto la espalda en la silla, como si lo hubiera descubierto todo, pero no me importara.—Mi interés por ti es genuino —dice él sin titubear.Suelto una risa breve, sin rastro de diversión.—Es curioso, porque la primera vez que se acercó a mí fue cuando estaba con él. Dejó en claro que era su esposa desde el primer momento —Elevo una de mis comisuras—. No soy ciega, Elan. Sé que hay algo entre ustedes y ahora me están involucrando sin mi autorización.—Eso es...Lo interrumpo:—Algo los enfrenta. Se lo pregunté y su respuesta fue que se lo preguntara a Gael. —Suspiro cansada—. No necesito que me diga la verdad, tampoco él, pero, por favor no vu
Amaia.Recorro los pasillos del hospital con paso firme, ignorando a enfermeras y pacientes en el camino porque sólo estoy en busca de Elan. Me detengo por un instante cuando al final lo veo salir por la puerta principal. Acelero el paso.— ¡Elan! —Grito hasta que mi voz consigue su objetivo.Él gira el rostro con expresión impasible, aunque hay algo en su mirada que no coincide con la calma que exhibe.—Amaia.Aunque dice mi nombre, el tono parece más formal de lo necesario. Dudo por un instante, pero exhalo y me acerco. Diara casi me suplicó que lo buscara en su nombre. Está tan avergonzada que dijo que la llevara a casa y que jamás regresaría al hospital...—He venido a disculparme por lo que dijo mi hermana... No quiero que lo malinterprete.Le sostengo la mirada, tratando de leer su reacción. Pero, él niega con un movimiento de cabeza, como si le quitara importancia al asunto.—Está bien —. Su respuesta es cortante.Incluso intenta alejarse sin despedirse. Su particular sonrisa a
Amaia.Entro con paso firme a la habitación, incluso aunque la tristeza apenas me permite sostenerme en pie. No hay ruido alguno. Diara mira hacia la ventana como si estuviera pensando en algo. Su cabello negro y largo está trenzado y su tez parece tener un poco de color. Mis labios se estiran satisfechos. Cierro la puerta tras de mí y ella se percata de mi presencia.—Te tardaste —comenta con un dejo de reproche aunque le sigue una sonrisa tranquila.—Tenía asuntos que atender.Me acerco y me siento a su lado. Sus ojos se achican para verme con más intensidad.— ¿Has llorado?Aparto la mirada y fuerzo una sonrisa. También niego con un movimiento de cabeza. Me sorprende que lo notara, porque retoqué el maquillaje.—En realidad... dormí todo el día —miento y me encojo de hombros—. Por eso tengo los ojos así.Frunce los labios y acerca aún más su rostro, inspeccionándome.La ignoro y me acomodo mejor en la cama, me acurruco a su lado para abrazarla disfrutando del simple hecho de tenerl
Regreso a una casa vacía. El eco de mis pasos resuena más fuerte que antes en un espacio por completo frío. No hay empleados que enciendan la calefacción. El olor a humo aún ronda en el aire, mezclándose con el hollín de las paredes de lo que antes fue una entrada hermosa y majestuosa, pero hoy está convertida en un recordatorio tangible de lo que significa la palabra destrucción, y que se refuerza con el abrigo maltratado que llevo en mis manos.Subo las escaleras con un cansancio emocional que me sobrepasa y al llegar a mi habitación me dejo caer sobre la cama. Mi cuerpo pesa, me duele el corazón y me perfora lo injusta que puede ser la vida... es cuando por fin permito que las lágrimas broten libres. Lo único bueno de todo esto es que no hay nadie que me vea, porque estoy por completo sola.Mis sollozos son bajo mientras aprieto las mantas bajo mi cuerpo, antes, al menos tenía a mi padre para discutir, a Diara para cuidar, pero ahora no sé en dónde está él y mi hermana continúa int
Amaia.La viuda grita, pero la ignoro, no pienso disculparme. Así que mientras ella gime de dolor y de miedo al ver la sangre salir de su nariz de forma exagerada, me acerco al abrigo de mi madre, el cual aún continúa en el suelo, chamuscado y con varias partes de la tela arruinadas.Lo levanto con cuidado, incluso mis manos tiemblan, mientras mi respiración está entrecortada... No está destruido por completo, pero el daño es evidente. La tela quemada y el olor a cenizas me revuelven el estómago. Es como si el fuego me estuviera persiguiendo para arruinar todo lo que es importante para mí.En mi mente aparece un recuerdo:Las risas de mi madre es todo lo que llega a mis oídos. Ella gira con el abrigo rojo puesto, mientras las hojas de los árboles caen a su alrededor en medio de una lluvia de colores preciosa sólo para ella... El frío no importaba. Su risa era todo lo que llenaba el aire.Mamá era la mujer más hermosa del mundo y cuando ya no tenía la posibilidad de disfrutar de su ale
Amaia.Siento el aire atrapado en mi pecho. Apenas soy consciente de lo que estoy haciendo, pero es que sólo fue un impulso... no pensé mucho antes de hacerlo. Sin embargo, estoy tan estupefacta que no puedo alejarme. Mis labios siguen unidos a los de él y aunque mi mente grita que me aparte, el resto de mi cuerpo se ha congelado. No sé qué se supone que debo decir o cómo justificar este beso.Él permanece inmóvil, me observa expectante a través de sus largas pestañas, como si esperara a mi siguiente movimiento. Algo que desde luego no tengo. Sólo sé que mi corazón late con furia y la piel está más sensible que de costumbre. Ni siquiera presto atención a unas voces en el pasillo que se acercan. Apenas soy consciente de éstas cuando el mayordomo es quien habla como si intentara detener a alguien.—Necesito hablar con Gael con urgencia.La puerta se abre de golpe y por el marco de ésta cruza la viuda García seguido por el mayordomo Botton, y de alguna forma nosotros estamos en la misma
Amaia.Entrecierro los ojos al ver a Gael y escuchar su presentación tan... sorpresiva.— ¿Qué haces aquí? —indago.—Ahora que estamos casados, nuestras familias están unidas. Es mi deber preocuparme por la salud de mi cuñada —responde con calma, pero con un tinte de frialdad en su voz que no me pasa desapercibida.Arrugo mi entrecejo y miro a Diara, quien continúa con las mejillas encendidas y la mirada gacha, aunque no entiendo por qué y supongo que es por la presencia del médico.—En efecto, él es Gael —confirmo la información a mi hermana.Elan se aproxima.—Diara aún necesita descanso. Las visitas no deben sobrepasar a una persona —señala el médico en mi dirección mirando a Gael con firmeza.Entonces me pregunto si las sonrisas amables del doctor han finalizado. Gael lo observa con desdén, como si sus palabras no significaran nada. Se vuelve hacia mí.—Necesito hablar contigo. Acompáñame.Ahora frunzo los labios. Quiero quedarme con mi hermana, pero con la actitud de mi esposo, s