Sofía descubre que está embarazada del amor de su vida el mismo día que su hermana y el esposo de esta atacan a su padre y asesinan al de Donovan, su esposo. La traición los separa brutalmente. Donovan, creyendo que Sofía lo traicionó, la culpa de su encierro en una cueva durante años y en la cárcel durante meses. Su deseo de venganza es implacable, ignorando el tormento de Sofía, quien perdió al bebé que tanto amaba y del que Donovan nunca supo. El reencuentro está cargado de odio, donde antes hubo amor. Todo cambia cuando Sofía debe cuidar del Diamante Gris, un niño de cuatro años que despierta en ella una conexión profunda e inesperada. Se resiste a creerlo, pero la realidad la sacude. Donovan, al ver al niño con los ojos de Sofía, siente su mundo desmoronarse. ¿Podrá el odio de Donovan superar el vínculo que siente al ver al niño? El perdón no es una opción para él, pero ¿qué sucede cuando todo lo que conoce se derrumba con el regreso de Sofía? Ahora casada con otro hombre, cada encuentro con ella lo consume en deseos y sentimientos oscuros.
Leer másSofía. Un rodillazo me deja sin aire. Aprovecha el momento para golpearme y desestabilizarme, pero antes de que pueda darme el siguiente ya la tengo contra el suelo, impactando un puñetazo en su cara.Mi furia, el dolor de haber perdido a mi hermano, de no tener a mi hijo, de estar con quien me hizo perder a uno por años y al otro para siempre, me hacen actuar sin pensar, saliéndome de todos mis planes.Ella, desesperada por alejarme, me entierra las uñas en las muñecas, pero el dolor, aunque intenso, solo enciende más mis ganas de asesinarla y dársela de comer a los animales.La ira me arrastra. Le estrello la cara contra una roca, pero logra darme vuelta. Sin embargo, en un movimiento veloz la lanzo al agua, en donde se hunde. Sin pensar, me voy sobre ella una vez más.La esquina de su mano me rompe la nariz. Devuelvo el golpe con un cabezazo que la deja quieta, aturdida por el golpe, el pelo mojado se le pega a la cara y su nariz está sangrando.Me toma del cuello, patalea en el a
SofíaEl disparo me despierta otra vez. El pulso está disparado, y la frente, bañada en sudor. La pesadilla duele, y no siento más que ese mismo dolor punzante en el pecho.Bruno… lo perdí.El casquillo que tengo en la mano me hace suspirar. No sé ni por qué lo recogí, si es tan común como todos los que se usan aquí. Pero se volvió una especie de amuleto, o de promesa. Da igual, es una tontería con intento de sentido.Estoy agotada mentalmente. Llevo un sinnúmero de horas sin dormir y apenas he usado unas pocas para intentar quitarme la pesadez del cuerpo. A estas alturas, hasta alucino con una cama. Eso ya roza lo absurdo.Lo único que hago es tomar la botella de agua y darle otro sorbo. Me froto la cara, negándome al decaimiento. Guardo el casquillo en el bolsillo y me levanto. El césped se queda pegado a mi pantalón, así que me lo limpio antes de seguir el camino.—Cárgalas —dice Sabine, pasando a mi lado mientras deja caer una mochila a mis pies.La pateo de vuelta. Ella se detien
Donovan.El director no me quita la mirada de encima y le muestro que me valen mil hectáreas de mierd@ al lanzar el humo al aire, devolviendo el gesto que hace. Algo está planeando el infeliz. De seguro ya Ronald le encargó algo en mi contra porque el infeliz sabe que solo aquí me puede contener. Ni estando en esa asquerosa cueva logró hacerlo, pero aquí si pudo encerrarme y entre tratos se volvió más de un año. No pasaré ese tiempo encerrado de nuevo. Detesto lo que está pasando. Detesto a la infeliz que se fue de nuevo. Detesto a la hija de perra que tiene como madre y le tengo un odio mucho mayor a Ronald. Cuando le ponga las manos encima estar con la cara quemada y ser sensible a la luz será el menor de sus problemas. Le voy a arrancar la puta piel y hacer que la desquiciada de Sabine se la coma estando frente a él. —Mensaje de Raken— dice uno de los reclusos que se pasean de un lado a otro con el otro imbécil que me envía papelitos como si fuera escuela.—Que me lo diga en
Donovan.La puta cabeza me duele con tanto tiempo estando limitado. Si hay algo que no soporto es quedarme en un mismo lugar cuándo tengo que estar en otro sitio. Necesito confirmar con Lukyan que Kilian sigue con él. Tengo que ir por Sofía, amarrarla en una cama y obligarla a no salir para que la manía de alejarla de mí se les acabe a todos. Porque parece que quitarme lo mío ya se les volvió el único ideal.Debo bancarme las oraciones de los idiotas que le piden a los custodios por un minuto de paz, como si eso les funciona o les haya funcionado alguna vez. Camino por el pasillo, viendo la parte inferior que los reclusos van siendo dejados en sus celdas por los guardias que me reparan. Los murmullos se pueden oír, que haya dejado a Raken en el suelo reiteró por qué fui el mejor en mandar a idiotas al infierno cuando estuve encerrado antes. Eso deja claro que donde sea que esté mi nombre siempre tendrá un realce y no importa como, saben que no me ando con juegos o dándole vueltas a
Donovan. Desde que llego a la estación de policía veo todo con sospecha. Ya sé lo que sigue, como tampoco se me hace extraño que todo lo hagan con rapidez. Se aseguran que no tenga una bala incrustada y me curan en pocos minutos. Al menos la vez anterior disimularon mejor antes de entregarme a los guardias, los mismos que me hicieron la vida más miserable cuando pisé la prisión. Esta vez solo observo cada detalle y recuerdo quién la controla. El olor nauseabundo me regresa a esos días interminables y a esas noches de penumbra, en donde quería arrancar mi cabeza o darme un tiro para acabar con el infierno que cubría mis pensamientos. —Entra— señala el guardia que adentro de la celda me quita las esposas. —Sabes cómo se manejan las cosas aquí, no tengo que decirlo. —Las cosas siempre cambian— declaro para mí mismo. Las peleas para divertir a los amigos del director del reclusorio. Las visitas sorpresa en las noches para los pobres desgraciados que no les queda más alternativa q
Donovan. Dudo en si ir o enviar a alguien solamente, pero no quiero fallas, así que solo pido que los hombres que quedan me acompañen yendo al sitio de la alarma, piso el acelerador para evitar que se escapen. No me interesa simular sutileza, saben dónde están y que robarme es la peor estupidez que pueden cometer. Desde que bajo, encajo el cargador a mi arma yendo por el primero que veo cargando una de los maletines con parte de mis municiones. De un balazo lo mando al suelo con el cráneo roto, apuntado al siguiente que se esconde, pero de nada le vale cuando los hombres entran por todos lados. Una sombra se mueve en el fondo y sé que pretende escapar, dándome así la ruta por dónde el resto va, por lo que me importa una mierd@ su vida, dejándolo para mis hombres. Me devuelvo al vehículo, ensamblando las partes del rifle de largo alcance con el cual rodeo, sin dejar de ver por la mira por calor. Me muevo con rapidez, piso con cuidado en el suelo arenoso e inestable para ir por q
Donovan.Grace sigue observando la pantalla, pero yo no puedo apartar la vista de esa maldit@. —¿Lo sabías? —su tono es neutral, pero la pregunta me jode. —No. Pero no me sorprende —mi voz es una navaja oxidada. Es como si la piel me ardiera, como si cada músculo se tensara hasta el punto de reventar. Abigail. Una ansiedad absurdamente fuerte me embarga. Veo que se va con ellos y la maldigo. Maldigo tener a alguien con quien pueden joderme. Maldigo sentir que estoy contra el tiempo, pero maldigo más ver que, en efecto, la pista fue usada para sacarla de la ciudad minutos antes de que yo llegara. Golpeo la mesa con el puño. Ni siquiera me doy cuenta de que Grace se sobresalta. No me importa. —Voy a reventarla —mascullo, más para mí que para ella. —¿Y qué harás con Ronald? —Darle un paseo entre las vísceras de su hermana. Mis dedos tamborilean sobre la mesa, lleno mi vaso de licor, un líquido que pierde su efecto, porque el simple odio se adueña de mí. La imagen de
Donovan —¿Donde carajos está Sofía? —mi pregunta provoca eco en las paredes cuando voy a la salida del lugar. Me importa un pepino los cuerpos que hay en el piso, ninguno para mí vale más que a quien busco. —No lo sé, señor. Solo la vi subirse a un vehículo con el... —Maldit0s los dos. No pueden ni siquiera moverse solos— escupo abriendo la puerta para ir a buscarla. Al parecer no puedo tener ni un minuto de calma porque todo lo arruinan. El hijo de perra de Ronald dejó un maldit0 ejército para que me asesinara. Cincuenta putos millones para quién lograra hacerlo y ni ese incentivo volvió inmortal a su gente. Todos están bajo mis botas, con los intestinos afuera, aunque eso no me genera tranquilidad. Piso el acelerador con mi gente siguiéndome. La policía se oye acercándose y ni los miro yendo por lo que quiero. Me importa un puto saco de estiércol que vengan por quién causó esa masacre. No tengo tiempo para ellos. Intento llamarla y nada me funciona. No puede ser verdad
Sofía.Elisa abre la puerta del otro lado, tomo mi arma y apunto, atravesando la cabeza de uno de ellos, cargo y repito logrando que dejen de dispararnos. —Sofía— me dice Bruno con voz ronca. Dejo de ver al frente para verlo, notando los tres orificios en su abdomen. Las manchas se hacen cada vez más grandes y mis manos se congelan.—No, no, no. ¡Elisa, está herido!— le aviso. Suelto el arma tomándolo de los hombros para ayudarlo a salir, mientras su prima nos abre camino. Elvis viene detrás, no veo a Sabine, el hermano de Abigail nos persigue con un rifle que detona con intención de rompernos las piernas. Da dos pasos y sus rodillas se doblan, pero no lo dejo caer aunque no pueda con su peso. Lo sostengo del costado con una brasa estancada en mi garganta. —Déjame aquí— pide cuando cruzamos la carretera. —No, sigue caminando— escucho las detonaciones demasiado lejos cuando las tengo a solo unos metros. Se queja y mis ojos se mueven en búsqueda de Elisa, pero ya no lo veo. Tampoco