SofíaEl disparo me despierta otra vez. El pulso está disparado, y la frente, bañada en sudor. La pesadilla duele, y no siento más que ese mismo dolor punzante en el pecho.Bruno… lo perdí.El casquillo que tengo en la mano me hace suspirar. No sé ni por qué lo recogí, si es tan común como todos los que se usan aquí. Pero se volvió una especie de amuleto, o de promesa. Da igual, es una tontería con intento de sentido.Estoy agotada mentalmente. Llevo un sinnúmero de horas sin dormir y apenas he usado unas pocas para intentar quitarme la pesadez del cuerpo. A estas alturas, hasta alucino con una cama. Eso ya roza lo absurdo.Lo único que hago es tomar la botella de agua y darle otro sorbo. Me froto la cara, negándome al decaimiento. Guardo el casquillo en el bolsillo y me levanto. El césped se queda pegado a mi pantalón, así que me lo limpio antes de seguir el camino.—Cárgalas —dice Sabine, pasando a mi lado mientras deja caer una mochila a mis pies.La pateo de vuelta. Ella se detien
Sofía. Un rodillazo me deja sin aire. Aprovecha el momento para golpearme y desestabilizarme, pero antes de que pueda darme el siguiente ya la tengo contra el suelo, impactando un puñetazo en su cara.Mi furia, el dolor de haber perdido a mi hermano, de no tener a mi hijo, de estar con quien me hizo perder a uno por años y al otro para siempre, me hacen actuar sin pensar, saliéndome de todos mis planes.Ella, desesperada por alejarme, me entierra las uñas en las muñecas, pero el dolor, aunque intenso, solo enciende más mis ganas de asesinarla y dársela de comer a los animales.La ira me arrastra. Le estrello la cara contra una roca, pero logra darme vuelta. Sin embargo, en un movimiento veloz la lanzo al agua, en donde se hunde. Sin pensar, me voy sobre ella una vez más.La esquina de su mano me rompe la nariz. Devuelvo el golpe con un cabezazo que la deja quieta, aturdida por el golpe, el pelo mojado se le pega a la cara y su nariz está sangrando.Me toma del cuello, patalea en el a
Sofía Los pasos de todos y las respiraciones cansadas son todo lo que escucho mientras avanzamos por laredas que nos acortan un poco el camino. Son mas peligrosas, pero si algo sé es que me sirven para no tener a todos rodeándome, porque todos están enfocados en no caer y no en contar hasta cuantas veces respiro. Estoy agotada. Las piernas me arden y el costado late como si alguien estuviera clavando algo desde adentro. Tengo heridas que se abren un poco más con cada movimiento, pero lo que de verdad me molesta es saber que Ronald, Sabine y toda su manada vienen detrás. El terreno es traicionero. La humedad lo vuelve resbaloso y las piedras se aflojan con solo mirarlas. Hay que bajar con cuidado, midiendo cada paso. El mismo terreno que recorrí con Phoenix cuando tenía once años. Nunca entendí en ese entonces, por qué pensó que una cría como yo tenía que aprender a sobrevivir ahí, pero lo hizo. Sonrío sin querer, al recordar su cara de frustración cuando yo caía cada dos metros,
Sofía. Odio cada paso que doy tras él. Odio el aire que respiramos juntos. Odio recordar. Si pudiera quemarlo vivo con una sola mirada, lo haría sin pestañear. Sabine está dormida. Bones finge hacerlo. Y el resto desvía la mirada cuando el miserable de la gabardina y la máscara nos detiene al borde de las cuevas. —Una descendiente mía no debe andar por ahí, congeniando con los subordinados— declara. —No son de tu nivel, al menos mi sangre debería aceptar lo superior que es y dejar de ponerme en ridículo aceptando compañía de una puta y una mente esclavizada de un shadow. —¿Crees que cuidar "tu buen nombre" es lo que más deseo yo en la vida?— me río. —Estás muy equivocado. Me importa un jodido pepino que tu apellido quede por los suelos. Me devuelvo pero él me toma del codo. —No pongas a prueba mis límites. —En primera, no me pongas un maldit0 dedo encima—, me suelto con asco. —Segundo, tú ya rompiste los míos y si estoy aquí no es por voluntad propia. La máscara se le muev
Sofía. Soy la primera en despertar de nuevo, pero cuando me levanto, sin hacer un solo ruido, siento otra vez esos ojos sobre mí. Están ahí. Siempre están. Así que no me apresuro a nada, pese a tener prisa. Es molesto. Aun así, siento que descansé lo suficiente como para recobrar fuerzas. —Abigail hizo contacto con el antiguo lider de este territorio— escucho a Ronald, sigo recogiendo todo lo que tengo a la mano—. Ellos supieron que estabamos aquí, de no enviarla, nos darían caza y no es lo que necesitamos. —Podemos negociar con ellos. Ese apellido ha hecho desaparecer a clanes enteros, si le damos a uno debilitado como el del Dragón, nos libraremos de mucho— sugiere Sabine. —Tu plan tiene una falla— le hace ver el marido. —No se meten con nadie si no les ha hecho nada. —Lo hizo, podemos hacerle llegar información que les convenga conocer—, la vez que estuve recluida en el laboratorio para ser operada llena mi cabeza, sobre todo esa mirada que me detiene los movimientos. —Eso
Sofía. Sus labios avasallan los míos, su mano se cierra en mi cuello y no pienso, solo lo beso con el sentimiento que alberga en mi pecho y ahora le entrego. La desesperación que tiene, la comparte conmigo.No tolero la idea de alejarlo, pero tampoco quiero que lo dañen y hasta el momento no veo a nadie cerca. Aunque deseo que solo sea un sueño, porque si...—¿Te quieres suicidar?— pregunta mirando a nuestro alrededor luego de dejarme con la respiración agitada. —Esta cueva no resiste tanto peso. El suelo es delgado y colapsará. ¿Qué demonios estabas pensando?—La única salida que tenía es esa y tú...—Si llegas más allá, esto te enviará por el acantilado oeste, ¿suicidarte es tu solución?— su voz me deja claro lo furioso que está. No es necesario que me justifique, él sabe que nos llevaba a nuestra muerte y que estaba tentando a la muerte al caminar con tantos a la vez. Si Donovan trajo a su gente...el corazón se me paraliza, estas cuevas no van a resistir más si hay un kilo más sob
Sofía Castel. “¿Qué voy a hacer?”La pregunta se repite en mi cabeza una y otra vez mientras conduzco. Con cada palabra del médico, las opciones se multiplican.Pensé que la prueba estaba defectuosa, pero los análisis no mienten. Lo confirman en lugar de descartar.Donovan no quiere hijos. Lo ha dicho muchas veces. Al menos no ahora, por eso nos hemos cuidado… excepto esa vez.¡Por Dios! ¿Qué voy a hacer?Sus palabras calcinan mi mente con cada metro recorrido. A medida que pasan los segundos, lo siento más mío. Descubro ese deseo de conocerlo y, solo de imaginar que tiene sus ojos o los míos, lo quiero ver.Aún recuerdo el día en que lo conocí en aquella cafetería. Nuestro primer encuentro me hizo pensar que siempre odiaría a la arrogancia personificada que tenía frente a mí. Sin embargo, bastaron solo un par de meses para que esas miradas, tan características de él, despertaran en mí el deseo de descubrir qué secretos ocultaba su silencio.Donovan Hunt, conocido como el Dragón. Un
Sofía Castel. Al bajar los escalones, Phoenix sostiene una taza con café entre las manos, cambia el gesto tenso en cuánto me ve. —¿No es tarde para que salgas? —pregunta mirando su reloj.—Elisa quiere que pase la noche con ella. Hace mucho no voy. —miento.—Pues dile a Elisa también puede ingresar a esta casa. No sólo en la suya se pueden quedar—, deja la taza sobre una mesita. —Si tienes unos minutos quiero que hablemos sobre algo.—¿Ahora? —se me está yendo el tiempo.—Puede ser mañana, si tienes prisa. —comprende. Me da un beso en la frente y pasa de largo. Es un manipulador que sabe cómo actuar para crear culpa en alguien y que haga lo que quiere. —¿De qué se trata? —lo alcanzó en la puerta. Mira arriba de las escaleras y sonríe entrando conmigo. —Tengo diez minutos.Se sienta atrás de su escritorio, sacando un folder negro que abre.—Tienes veintidós años. Sabes cómo llegaste a esta casa. —se refiere a mi adopción. —Sin embargo; debes comprender que has sido una Castel desde