Cuando Felipe Ortiz, un empresario arrogante acostumbrado a una vida de privilegios y decisiones ejecutivas recibe la devastadora noticia de la muerte de su padre, no imagina que el legado de su progenitor sea mucho más complicado de lo que piensa. Para su pesar descubre que su padre, un mujeriego empedernido, ha dejado tras de sí una herencia mucho más compleja que el dinero y de la cual nunca supo nada. Daniela Blanco nunca pensó en que se encontraría en una situación tan problemática.Con el recuerdo siempre presente de su encantadora, dulce y gentil madre fresco en su mente y la presión de ser una hermana mayor, la resistencia de Daniela se pondrá a prueba. A medida que Felipe y Daniela se ven obligados a colaborar en la crianza de cuatro pequeños, la tensión entre ellos se convierte en un torbellino de malentendidos y emociones ocultas. Cada niño representa un reto único, pero también un vínculo inesperado que los une en medio de los conflictos familiares. Felipe y Daniela descubren que la verdadera batalla no solo radica en criar a los niños, sino en enfrentar sus propios demonios.
Leer másCapítulo 28 Déjale la educación de los niños a su madreFelipe, como era su costumbre, terminó la conversación y salió rápidamente de la habitación. Daniela levantó a Ángela y lo siguió, preguntándole qué iba a hacer con Renata. Solo los niños observaron la mirada de desprecio en la cara de la niñera cuando los vio retirarse y el modo en que tomo en sus manos el teléfono móvil para comenzar a marcar un número.— ¡Ven, hermana, apúrate! —dijo Fabián, tomando velozmente de la mano a Manuela para sacarla de allí lo más pronto posible.Al llegar a la cocina, vieron a Ángela sentada en una silla al lado de la mesa, y a Felipe sentado en otra silla, con Renata en sus piernas. La niña estaba sonriendo, tocándole la nariz y los ojos, y parecía muy divertida.— ¿Puedes darme a Renata?, le pidió Daniela a Felipe.—La sostendré mientras cocinas el pastel —sugirió Felipe.—Puedo ponerla en su coche; en realidad, eso es lo que iba a hacer con anterioridad. Pensaba buscarla después de que ordenara
Capítulo 27 No cometa de nuevo el mismo error o lo lamentará.Al escuchar las palabras de Ángela, Manuela indicó también con sus ojos llorosos, mirándolo tristemente:—Yo no sé hacer mucho, mamita, solo nos mandaba a recoger nuestros juguetes, pero podría aprender a trabajar. Fabián sí sabe; él ayudaba a mami a sacudir el polvo de la casa grande. Solo pedimos que dejes a Lilo entrar en casa, hace mucho frío afuera, él ha estado llorando toda la tarde.Daniela se puso la mano en la boca, tratando de combatir los sollozos que casi escapaban de sus labios. Maldecía su suerte.—Lo lamento, niños, lamento ser tan inútil que los he dejado vivir esta situación. Llegué solo pensando en el pastel, no me di cuenta de lo de Lilo, tampoco sabía que él había ordenado eso.Felipe la miró con rabia.—Yo no tengo nada que ver con todo eso. No he dado esas órdenes. Ni hablé con ella de nada de eso —se defendió Felipe, ante las miradas acusadoras de Fabián y Daniela.Luego les dijo a las gemelas y a Fa
Capítulo 26 No necesitas estar aquí. ¡Eres malo! — ¡Maldita sea! —gruñó ella tratando de recobrarse mientras los brazos la sostenían.— ¿Estás bien? —volvió a repetir Felipe a escasos centímetros de su oído con su voz aterciopelada, y quizás, solo quizás le pareció escuchar una muestra de preocupación y algo más que la hizo estremecerse.—Yo… sí, estoy bien… —balbuceó, aunque entrecortada. Su corazón latía desbocado, y no solo por el susto de la caída. Daniela dejó de respirar y tragó con dificultad, sintiendo cómo Felipe seguía sosteniéndola, presionando su fuerte y cálido cuerpo contra el de ella. Descansando sus manos grandes con firmeza en su cintura, enviando ondas de calor a través de su ropa como si quemaran; respirándole en la nuca como si estuviera oliendo su cuello.Felipe no la soltó de inmediato. Parecía estar teniendo una lucha consigo mismo y la manera en las que sus dedos se clavaban en la piel de Daniela la hizo sentir asustada.—Tienes que tener más cuidado —murmur
Capítulo 25 No eres tan malo Felipe sintió un torbellino de emociones tras la pregunta de Belinda. Su corazón latía con fuerza, y una mezcla de sorpresa y confusión lo abrumó. La forma en que ella lo miraba, con esos ojos llenos de anhelo, le hizo recordar momentos compartidos, risas y una conexión que había intentado enterrar desde que ella se casó con Javier. La realidad es que ella era su cuñada, y había una línea que no podía cruzar. —Eres mi cuñada —respondió nuevamente, tratando de mantener la voz firme—. Has estado casada con mi hermano. Y es mi deber ayudarte. Eso es todo. No significa nada más. Belinda frunció el ceño, y Felipe notó cómo la decepción se reflejaba en su bello rostro. Era evidente que su respuesta no era la que esperaba. La tensión en el aire se tornó palpable, y él sintió el peso de su responsabilidad. Sabía que debía mantener la distancia, pero el deseo de protegerla y su instinto de cuidar de ella lo hacían dudar. — ¿Estás seguro de eso? —preguntó ella
Capítulo 24 Intentas buscar otra forma de ofender a tu esposa.Felipe se quedó en silencio, asqueado por la pregunta de Javier. La pregunta le pareció asquerosa, sobre todo porque tenía algo de verdad. Se dio cuenta de que tenía varios días sin ser atormentado por sus sentimientos hacia Belinda. La tensión en la sala era palpable, y decidió retirarse.—Espera un momento Felipe, escucho la voz de Javier a sus espaldas.—¿Qué más quieres decirme? Intentas buscar otra forma de ofender a tu esposa.—Mama me dijo que en el incidente del centro comercial, había una mujer joven y tres niños, ¿quiénes son? Tienes una mujer e hijos por aquí, al mejor estilo de nuestro padreFelipe sintió un estremecimiento de alerta—No responderé a esa pregunta, si tengo hijos o no, no es algo que te importe, cuida de tu propia vida y deja de interesarte en lo que hago—No te parece irónico que me digas eso, cuando vives entrometiéndote en mi matrimonio. Mi preocupación es… únicamente porque tengo la impresi
Capítulo 23 ¿Te gusta mi esposa?—Ya la has visto Felipe, ese es su verdadera personalidad. Busca lastimarme a como de lugar. Seguramente siente celos de que yo haya sido la esposa legal de tu padre y ella solo una amante insignificante de pueblo.Felipe estaba a punto de responder a las acusaciones de Eugenia cuando notó que el teléfono móvil estaba sonando. Lo miró con gesto de contrariedad. Le molestaba que le interrumpiesen en aquellos momentosLa pantalla iluminó su rostro con el nombre de Belinda, la esposa de su hermano Javier. Al instante, una punzada de preocupación le atravesó el pecho. No habían hablado en semanas, y la tensión entre ellos había crecido desde que Javier había comenzado a presionarla por el divorcio.—Disculpen un momento —dijo Felipe, interrumpiendo la confrontación. Se apartó de ellas, sintiendo la mirada intensa de Eugenia en su espalda mientras atendía la llamada.— ¿Belinda? —su voz era un susurro, lleno de inquietud.—Felipe… —la voz de Belinda temblab
Capítulo 22 Siempre seré la señora de OrtizDespués de vestirse apresuradamente, Daniela se dirigió a la cocina para preparar el desayuno que Eugenia había ordenado.Mientras batía los huevos y tostaba el pan, pensaba en cómo cada día se convertiría en una lucha por cumplir con las expectativas de la señora de la casa.A pesar de sus esfuerzos, Eugenia nunca parecía satisfecha. Cada pequeño error provocaba una reprimenda, y la ansiedad aumentaba con cada nuevo requerimiento.— ¿Por qué no hiciste el desayuno como te pedí? Esto no sirve, me quieres envenenar —exclamó Eugenia—Esto no es lo que quería. Necesito algo más nutritivo, más variado. ¿Es que no puedes hacer algo bien?Daniela sintió que su corazón se hundía. Sin poder contener las lágrimas, se esforzó por mantener su control.—Lo lamento, señora. Lo haré mejor la próxima vez.Pero Eugenia no parecía dispuesta a escuchar. Se dio media vuelta, murmurando algo sobre la incompetencia del servicio.Justo en ese momento, el teléfono
Capítulo 21 Recuerda tu posición en esta casaLa niña fue atendida en la emergencia del hospital. Felipe, sin tener la más mínima noción de lo que hacía, sostenía la mano de Ángela mientras los médicos evaluaban su lesión. La pequeña se mostraba muy asustada en los brazos de Daniela, y su llanto había resonado en el automóvil durante el trayecto.—Todo estará bien, Ángela —le decía Felipe, intentando infundirle calma mientras ella miraba a su alrededor con ojos grandes y asustados. Su cabello estaba desordenado, y su vestido arrugado, pero lo que más le preocupaba era la expresión de dolor en su rostro.Finalmente, un médico apareció con una sonrisa tranquilizadora.—Hola, Ángela. He escuchado que te has portado muy valiente. Vamos a revisar esa rodilla, ¿de acuerdo?La niña asintió, aun con lágrimas en los ojos, agarrando fuertemente la mano de Daniela. Mientras el médico revisaba a la niña y le tomaban una radiografía. ella se culpaba a sí misma por cada queja de la pequeña niña. Nu
Capítulo 20 Ahora pretendes quitarme a mi hijoSin esperar respuesta, Felipe salió disparado hacia la puerta de la habitación en dirección hacia donde se escuchó el grito. Le pareció que los gritos venían de la casa de huéspedes ¿Estaban los niños en peligro? Al abrir la puerta, un escalofrío recorrió su espalda al ver a Daniela de pie, con una expresión de preocupación, mientras las gemelas lloraban abrazadas a Fabián.— ¡Daniela! —gritó, acercándose rápidamente—. ¿Qué pasó?Daniela se volvió hacia él, sus ojos llenos de ansiedad y lágrimas. Su cabello estaba mojado y parecía que había salido muy rápidamente, pues llevaba solo una bata que se le pegaba a su cuerpo. Estaba de rodillas revisando a una de las gemelas.—Ángela salió al jardín un momento y se cayó mientras jugaban. No sé si se lastimó mucho, pero está muy asustada —respondió, con su voz temblorosa y sus ojos llorosos.Felipe se arrodilló junto a las gemelas, su mirada fija en Ángela, que sollozaba con desesperación. Con s