Una noche puede cambiarlo todo… Carmine Morelli siempre ha medido a los hombres en su vida por el estándar inalcanzable que representa Giacomo Molinari, el hombre que ha deseado en silencio. Cuando se entrega a él en una noche de pasión, no imagina las consecuencias que esa elección traerá consigo. Después de su fallido matrimonio, Giacomo está decidido a no volver a casarse nunca, pero no es necesario que se case para asumir la responsabilidad del bebé que Carmine carga en su vientre. Sin embargo, conforme pasa tiempo junto a ella, está menos convencido de querer conformarse con una relación meramente platónica.
Leer másLo que sucedió el día de la despedida de soltera…Carmine revisó su reloj. Habían pasado exactamente veinte minutos desde la llegada de los strippers. Ellos acababan de acomodarse frente a todas, listos para montar su espectáculo. Una música animada inundó el departamento, y los bailarines comenzaron a moverse. Aunque no era algo que realmente le interesara, Carmine tuvo que admitir que lo hacían bastante bien.No habían transcurrido ni dos minutos desde el inicio del show cuando un grupo de hombres irrumpió en el lugar. Sus rostros denotaban todo menos entusiasmo. Al menos la mitad de ellos parecían listos para matar a alguien. Estaban en verdaderos problemas y probablemente no les quitarían la vista de encima la próxima vez que se les ocurriera hacer una fiesta.Carmine se dio cuenta que era como si las organizadoras de su despedida de soltera hubieran planeado que sus hombres llegaran justo al inicio del espectáculo. Por supuesto que lo habían calculado todo.La música se detuvo de
Carmine miró a su hija a través del espejo retrovisor. La pequeña Constanza observaba por la ventana, su rostro brillaba de entusiasmo y balanceaba los pies como si no pudiera esperar a llegar al destino para salir corriendo.Dejó escapar un suspiro antes de desviar la mirada hacia su esposo.—Ha crecido demasiado rápido. No puedo creer que ya vaya a empezar el jardín.—Tampoco yo —respondió él, con un tono cargado de melancolía.La sonrisa de Carmine se amplió al escuchar el lamento en la voz de Giacomo. De los dos, él era quien peor estaba sobrellevando que su pequeña princesa iba a empezar a asistir al jardín. Él decía que era un recordatorio de que los años no se detendrían y que, algún día, Constanza emprendería su propio camino.Carmine habría pensado que estaba exagerando si no fuera porque, en el fondo, a veces sentía lo mismo. Sin embargo, bastaba con uno perdiendo la cabeza. Así que ella se encargaba de recordarle que aún quedaban muchos años antes de que eso sucediera.Giac
Carmine extendió la mano y acarició suavemente la mejilla de su pequeña Constanza con los nudillos. A sus diez meses, estaba enorme y seguía siendo tan perfecta como el día en que nació.Una sonrisa se dibujó en su rostro al sentir los brazos de Giacomo envolviendo su cintura. No lo había escuchado acercarse, pero sabía que era él; podría reconocerlo incluso en una habitación a oscuras. Él era el único hombre capaz de estremecerla con una simple caricia o una mirada.Reclinó la cabeza hacia atrás, apoyándola en el pecho de Giacomo.—Al verla dormir, nadie imaginaría las travesuras que es capaz de hacer —murmuró Giacomo con un tono divertido.—Lo sé —respondió, mientras su sonrisa crecía.Constanza ya comenzaba a mostrar destellos de la personalidad traviesa que tendría en el futuro. Giacomo solía bromear diciendo que debía prepararse o terminaría teniendo un infarto con las ocurrencias de su hija.Él depositó un beso en la curva de su cuello antes de girarla suavemente. Cuando quedaro
Giacomo se apartó ligeramente de Carmine cuando el sonido de los aplausos y vítores finalmente logró abrirse paso en su mente, recordándole que no estaban solos. Con la respiración entrecortada, mantuvo su frente apoyada contra la de ella, incapaz de apartar la mirada.Carmine estaba deslumbrante. Parecía irradiar una luz propia, un aura resplandeciente que hacía que todo a su alrededor se desvaneciera. La sonrisa que curvaba sus labios reflejaba la suya propia.Ella por fin era suya, oficialmente, después de haberlo deseado con cada fibra de su ser desde el día en que le propuso matrimonio.Necesitaba besar a Carmine una vez más y la multitud a su alrededor no bastó para contenerlo. Sus labios buscaron los de ella una vez más. Esta vez, el beso fue más breve, pero no menos intenso. Al separarse, tomó una de las manos de Carmine, entrelazando sus dedos antes de girarse juntos hacia los invitados.La caminata por el pasillo improvisado se convirtió en un torbellino de abrazos, sonrisas
Nicolo levantó su vaso, atrayendo la atención de todos, y se aclaró la garganta con un gesto teatral. Giacomo, sentado del otro lado de la mesa, se tensó ligeramente, anticipando lo que su amigo iba a decir. Tratándose de él nunca sabía que esperar.—Quiero hacer un brindis por Giacomo y su inminente boda —anunció Nicolo con una sonrisa amplia—. Jamás pensé que volvería a ver a este hombre pasar por el altar por su propia voluntad. Pero, como todos aquí sabemos, basta con conocer a Carmine para entender por qué ha decidido dar este paso.Las risas se atenuaron mientras Giacomo forzaba una sonrisa. Decidió ignorar el comentario inicial de su amigo, prefería no desenterrar los recuerdos de su matrimonio fallido con Arianna. Aquello era parte de un capítulo cerrado que no deseaba reabrir. No podía borrar su pasado, pero si podía concentrarse en su presente y todo lo que traía con él.—Les deseo un matrimonio largo y lleno de felicidad —declaró Nicolo con entusiasmo.Giacomo extendió su va
Carmine se sentía más descansada de lo que se había sentido en muchos días, pero, tras haber pasado gran parte del día lejos de su hija, la extrañaba demasiado.Carmine había llamado a Giacomo en varias ocasiones para confirmar que todo estaba en orden. Aunque confiaba en él y en su capacidad para cuidar de su pequeña, no podía evitar sentirse algo inquieta al ser la primera vez que se alejaba de ella.Su hermana la había llevado primero al spa y luego de compras. En una de las tiendas, un vestido en particular captó la atención de Carmine. Su hermana insistió en que lo comprara y, además, la convenció de usarlo esa misma noche. Enamorada de la prenda, Carmine aceptó su sugerencia. El vestido no era demasiado elegante, así que era perfecto para cualquier ocasión.—Me encantó pasar la tarde contigo —dijo su hermana y le dio un abrazo. —¿No vas a entrar?—No, Angelo me espera.Carmine sonrió al escuchar el nombre del novio de su hermana. —Está bien. Gracias por este día.—Ni lo digas.
Carmine sonrió al ver a Giacomo en el sofá con su pequeña acurrucada sobre su pecho. La escena no le sorprendió. Giacomo pasaba gran parte del tiempo que estaba en casa, cuidando de su hija. Con poco más de tres semanas de nacida, su bebé tenía completamente conquistado a su padre.Recordó todas las veces que Giacomo le había hablado de su sueño de formar una familia, una a la que pudiera llamar suya. Era evidente al verlo interactuar con su hija que no se habían tratado de palabras vacías. Giacomo era, sin duda, un padre excepcional.Giacomo no llevaba camiseta, siguiendo el consejo de que el contacto piel con piel era ideal para el bebé. Carmine no podía negar que, además de ser un gesto tierno, era también un deleite para la vista.—Por eso te extraña tanto cuando estás en el trabajo —comentó Carmine con una sonrisa divertida.Giacomo había regresado al trabajo hacía poco más de una semana. El primer día lejos de Carmine y su hija había sido el peor. No pudo relajarse por completo
Carmine tomó la mano de Giacomo y bajó del auto. Él regresó para sacar a su hija, cargando con cuidado el moisés. Una vez listo, volvió junto a Carmine y tomó su mano. Juntos se dirigieron hacia el asilo.Tan pronto como Carmine se sintió mejor, insistió en llevar a su hija a conocer a Constanza. El resto de la familia ya había tenido esa oportunidad, y ella deseaba que la madre de Giacomo también pudiera vivir ese momento especial.Giacomo no había estado del todo convencido de que Carmine estuviera en condiciones de salir de casa tan pronto, pero finalmente cedió. Aunque se preocupaba profundamente por ella, Carmine sabía que él también ansiaba que su madre conociera a la pequeña Constanza pronto, aunque nunca lo diría en voz alta. Él jamás le pediría algo que creía que ponía en riesgo su salud.—¡No puede ser! —exclamó la enfermera en recepción, poniéndose de pie de inmediato. Rodeó el mostrador y se acercó a ellos con una enorme sonrisa en el rostro—. ¡Oh, por Dios! ¡Es una bellez
Giacomo se inclinó y depositó un beso suave en la frente de Carmine. Ella se había quedado profundamente dormida poco después de que se llevaran a su hija para hacerle una revisión completa. Era natural que estuviera exhausta después de todo el esfuerzo que había hecho.Había creído que no podía amarla más de lo que ya lo hacía, pero estaba equivocado. Verla luchar para dar vida a su hija hizo que sus sentimientos hacia ella se profundizaran aún más.Una sonrisa cálida se dibujó en su rostro al pensar en su pequeña bebé. No había conocido ser más hermoso y perfecto que su hija. Una sola mirada a su hija le bastó para saber que sería capaz de dar hasta su propia vida por garantizar su felicidad. Y ese pensamiento le había tranquilizado. Durante mucho tiempo, había temido ser como su padre. Sin embargo, en ese instante, supo con certeza que no era para nada como él. Jamás sería capaz de hacer algo que pudiera lastimar a su hija.Con cuidado de no hacer ruido, se levantó y caminó hacia la