Aceptar la propuesta de un matrimonio cimentado únicamente en la pasión era una pésima idea, Adriana Miller lo sabía, pero luego de que su jefe, el mismísimo magnate ruso, Oliver Volkov le dijera que no podía dejar de pensar en sus curvas, ella perdió la cabeza. Literalmente llevaba tiempo enamorada de Volkov. Lamentablemente, su esposo no sentía lo mismo, y tarde descubrió que la idea del matrimonio era una simple excusa para evitar casarse con la hija de la mejor amiga de su madre, la insufrible Anastasia Sidorov. Al parecer, la aversión que sentía Oliver por dicha mujer era tan fuerte que sería capaz de hacer hasta lo imposible por evitar cumplir un acuerdo entre familias, que lo ataba a unir su vida a Anastasia antes de los treinta. Su madre, la viuda Irina Volkov, no estaba nada contenta con el hecho de que hubiese faltado a la palabra de su padre, el difunto Arsenio Volkov. Así que Irina y Anastasia se unen con la única finalidad de hacer de la vida de la dulce y tierna Adriana un infierno. Su propio esposo parecía incluso estar de acuerdo con esto, porque contribuía a su desdicha, cargándola de infidelidades y desprecios. Cuando Adriana descubre que está siendo envenenada, huye de casa para encontrarse con su hermana gemela, Adhara, quien acaba de regresar al país, luego de varios años estudiando en Londres. Lamentablemente, este reencuentro dura demasiado poco, porque en medio del proceso en el que Adriana le cuenta todo sobre el infierno que vive al lado de su esposo, cae desmayada. Pero, sin embargo, Adriana no vuelve a abrir los ojos. En medio del duelo y el dolor que la pérdida de su hermana gemela representa, Adhara jura venganza, convencida de que Oliver Volkov debe pagar por su muerte.
Leer másSu corazón saltó frenético al tiempo en que escuchaba decir a su marido, lo último que esperaba que surgiera de sus labios. —Si quieres que lo deje, entonces eso haré —soltó como si nada. Anastasia lo miró con extrañeza, como si de repente su esposo se hubiera transformado en un ser completamente diferente, del hombre que solía conocer, del hombre que llevaba meses siendo su esposo. «Ese hombre no podía ser Alessandro, ¿o sí?», se preguntó incrédula, mirándolo de arriba abajo como si un ente extraño lo hubiera poseído de repente. —¿Qué.. quieres decir? —titubeo la pregunta buscando obtener un poco de claridad. A lo mejor se estaba equivocando y no era lo que ella creía. —Quiero decir que nada para mí está por encima de ti y mi hijo —su voz profunda y sus ojos fijos en su persona, le transmitieron oleadas desmedidas de emoción y felicidad. Pero Anastasia sabía que no todo podía ser tan magnífico, sabía que había cosas malas que podrían surgir de esta decisión. —¿Y acas
La noticia fue tan inesperada como la pregunta misma.La mujer se quedó boquiabierta, mientras veía a su marido acercarse a grandes zancadas.—Dime ahora mismo, ¿quién es el padre de ese niño? —exigió saber tomándola del brazo con fuerza.Los dedos del hombre se clavaron en su delicada piel, dejando una marca con sus dígitos.Anastasia contuvo la respiración, cavilando sus opciones profundamente.¿Decirle o no decirle?¿Confesarle la verdad o no hacerlo?—¡Dime! —exigió de nuevo, zarandeándola un poco con el brusco movimiento.—El niño es… el niño es…Sin duda esta no era la manera en la que esperaba enterarse de un embarazo.¿Cuándo ocurrió esto?El médico le había dicho que lo ideal sería evitar un embarazo por un tiempo, ya que debido a su historial cancerígeno podía ser riesgoso para ambos. Pero aquí estaba ella con una criatura en su vientre; lo peor del caso era que su marido no creía que era suyo y eso, sin lugar a duda, complicaba mucho las cosas.—El niño es… —balbuceó de nue
Parecía que su destino se había marcado desde el mismo instante en que había dado el “sí” en el altar.No había escapatoria. Anastasia lo comprobó cuando, al día siguiente, había intentado salir con destino al “centro comercial”. En realidad, esto era una simple excusa para escaparse de su marido, pero su intento fracasó en el mismo segundo en que surgió. —En tu estado creo que lo mejor será que no salgas por un tiempo —le notificó el hombre en cuestión, entrando en la habitación justo en el momento en que acababa de terminar de alistarse. —¿Qué? Anastasia lo miró como si hubiera enloquecido. Y por su expresión pudo darse cuenta de que no estaba muy lejos de alcanzar esa conjetura.—Estás muy inestable, Anastasia. No puedo permitir que salgas así.—Yo no estoy… —Intentó negar sus absurdas ideas, pero no se lo permitió cuando la interrumpió con más preguntas.—¿Y la conversación de ayer, acaso qué fue? —La conversación de ayer es lo que quiero, Alessandro. ¿Por qué te cuesta tant
Los primeros meses de su matrimonio, Anastasia había intentado ignorar a lo que se dedicaba su esposo. Pero con el tiempo, el peso de saber que era un mafioso había llevado su vida a una encrucijada. ¿Estaba bien aceptar ese estilo de vida? ¿Debería ignorar el hecho que directa o indirectamente su esposo acababa con la existencia de otras personas? ¿Estaría su conciencia bien con eso? La verdad era que no. El peso de la realidad comenzaba a sobrepasarla cada vez más con cada día. Y todo comenzó una noche, un mes atrás. Anastasia seguía en la recuperación de su operación, cuando su esposo se ausentó con la excusa de atender un asunto urgente. Ella fue comprensiva al respecto y le dijo con calma que se podía marchar a atender sus asuntos. Ciertamente, Anastasia sabía que Alessandro no se había despegado de su lado cuando estuvo en el hospital y esto, seguramente, había contribuido a que algunas cosas se salieran de su control. Y efectivamente eso estaba suce
Adhara miraba a su pequeño bebé dormir en la cunita de hospital, justo al lado de su cama.No podía creer lo irreal que era todo esto.Hacía unos meses pensaba que este momento nunca llegaría y que jamás se le cumpliría su sueño de ser madre. Sin embargo, ahora era una realidad. Tenía a su hijo consigo.Tenía al pequeño Ignacio.Una manta color azul cubría parte de su cuerpecito, el bordado llevaba la inscripción completa de su nombre.Ignacio Volkov.El niño que vino al mundo para unificar a su familia.Adhara suspiró, enamorada.No podía dejar de observar a su pequeña criatura.Lo amaba.Unos golpecitos en la puerta la distrajeron momentáneamente de su inspección.Adhara se enderezó en la cama, consciente de que una visita especial se avecinaba.Se trataba de su hijo Tomás.Ese niño que le había regalado la vida.El pequeño Tomás entró en la habitación en su silla de ruedas, siendo llevado por Oliver.Una sonrisa ancha se mostraba en su infantil rostro. Se veía alegre y emocionado.
Justo como le había indicado su ginecóloga, Adhara se estaba tomado el tema de la concepción con calma. Había permitido que pasaran las semanas sin obsesionarse ante las más mínimas señales de un embarazo. Había sentido un poco de mareo y náuseas, pero no atribuyó esto a un síntoma serio, así que no se hizo un test para comprobarlo. Ya había caído en el error de hacerse una prueba a la más mínima señal antes, para encontrarse entonces con un negativo y terminar perturbándose.En esta ocasión, no le sucedería lo mismo. Así que desecho todo aquello de su mente y se sumergió en su trabajo, hasta que los síntomas se volvieron demasiado serios para ignorarlos. Todo comenzó con la ausencia de su menstruación, casi un mes entero de retraso. Se dijo a sí misma que quizás aquello era debido a la operación de sus trompas de Falopio, quizás era un efecto secundario, pero ya había pasado suficiente tiempo desde entonces. Así que decidió salir de dudas.Ese día, luego de salir del trabajo, pa
Adhara había dado vueltas en su mente durante todo el día con respecto a la manera de como contarle a Oliver lo recién descubierto en su consulta ginecológica. Lo único que tenía en claro era que debía compartir la información con su esposo. Esta decisión era importante para ambos.Así fue como decidió hacerle una visita inesperada en su oficina.—¡Oh, amor, no te esperaba! —exclamó el hombre, levantando la vista del computador donde estaba trabajando hacía unos instantes.—Hola, cariño —respondió la mujer, rodeando el escritorio para darle un beso en los labios.Sin embargo, Oliver noto rápidamente que algo estaba mal con su joven esposa. Es decir, la expresión de Adhara parecía consternada y sin duda su visita era muy poco habitual de su parte.—¿Ocurre algo? —preguntó, tomando sus manos entre las suyas.La mujer respiró hondo y, con voz temblorosa, comenzó a relatarle lo que la doctora le había dicho en esa mañana. Habló sobre su problema en las trompas de Falopio, sobre la operaci
Ese día se despertó más temprano de lo habitual, de hecho, se le había dificultado mucho dormir en la noche, consciente de que a la mañana siguiente descubriría que estaba mal con ella con respecto al tema de concebir.Adhara no había querido comentarle sobre su decisión de visitar al ginecólogo a Oliver, quería hacer esto por su propia cuenta.No sabía por qué, pero necesitaba que fuera así.Salió entonces de casa, subió a su auto y se dirigió a la tan ansiada consulta.Al llegar los nervios invadían todo su cuerpo, haciendo que sus pasos se ralentizaran.«Debes ser fuerte», se repitió en sus adentros, intentando infundirse valor.Así fue como tocó a la puerta y esperó pacientemente el pase de la doctora. Cuando finalmente le otorgaron el permiso, abrió la puerta y fue recibida por un ambiente cálido y acogedor. Las paredes del consultorio estaban pintadas en tonos suaves de verde y azul, creando una atmósfera tranquila. En una esquina, una planta de interior, con hojas brillantes y
La alarma sonó al lado de su cama y Adhara se apresuró en apagarla para no despertar a su esposo.Oliver dormía.Lo contempló por un segundo, antes de correr las sabanas y ponerse en pie con rumbo a la cocina.Ese día tenía la intención de hacer un desayuno especial. Era el cumpleaños de su esposo.Salió al pasillo y miró la habitación que se encontraba a dos puertas de la suya, abrió con cuidado y observó al pequeño Tomás dormido.—Tomi, es hora —le anunció, sacudiéndolo con delicadeza. Necesitaba despertarlo porque aquella sorpresa la habían planeado juntos.El niño de diez años abrió los ojos lentamente, somnoliento, enfocó entonces a su madre adoptiva y luego a su alrededor, tratando de orientarse.—Mamá —dijo él con una vocecita ronca.Todavía se estaba adaptando a llamarla de esa forma, se notaba que le costaba un poco. Después de todo, ella no era su verdadera madre. Su madre era Greta, quien fue otra víctima de los planes malvados de Gustavo Sidorov e Irina Volkov.Oliver le ha