Capítulo 003

Evitar que la información sobre la muerte de Adriana se filtrara requirió de sobornos y mucho dinero. 

Adhara había odiado hacer esa llamada, pero no tuvo otra alternativa que contactar con el multimillonario, Luke Jones. 

No quería parecer una persona interesada, pero el único con el suficiente poder como para ayudarla a hacer justicia, era precisamente él, Luke. El empresario más famoso de toda Inglaterra y, quién había desarrollado alguna especie de fijación por ella. 

Luego de que lo conociera por casualidad en un evento de la universidad, le había ofrecido la oportunidad de hacer pasantías en su empresa.

Adhara había aceptado, porque evidentemente eso le abriría las puertas al mundo laboral, pero al poco tiempo todo se había complicado. Luke no dejó de insistir para que salieran y ella no había dejado de posponer dicho encuentro. Hasta que no tuvo otra opción que tomar su teléfono y pedirle un favor, un favor que seguramente le costaría muy caro, pero que no le importaba en ese momento, solamente le importaba cumplir su objetivo. 

Y ese objetivo era destruir a Oliver Volkov hasta el punto de dejarlo reducido a simples cenizas. 

Lo primero en su plan era hacerse pasar por su hermana para apoderarse de la empresa de la familia Volkov, luego de dejarlos en la calle se encargaría de que la verdad sobre la muerte de Adriana saliera a la luz y que todos los implicados pagarán las consecuencias. 

Adhara tomó el portarretrato donde estaba inmortalizada la última foto que había compartido con su hermana. Ambas se mostraban radiantes sonriéndole a la cámara, sin imaginarse que esa sería la última foto que compartirían juntas. Lamentablemente, la vida era así de incierta y ahora no podía hacer otra cosa que llorar por la pérdida de su otra mitad. 

Pero se encargaría de que el culpable de sus actuales lágrimas, pagara con sangre por el sufrimiento de su hermana. 

Adhara respiró profundamente y se dispuso a comenzar con su plan…

Luego de más de veinticuatro horas de desaparecida, Irina celebraba haber quitado de su camino a la estúpida de su nuera Adriana. Estaba convencida de que, gracias a la reconciliación de Oliver y Anastasia, estaría organizando una boda muy pronto. La idea le fascinaba, no podía evitar hacer una lista mental de todos los medios de comunicación a los que contactaría para que cubrieran el magno evento. Hasta había comenzado a fantasear con algunos de los titulares que seguramente se mostrarían en los periódicos: 

“¡Por todo lo alto! Se unen en matrimonio dos grandes familias empresariales”

Mientras Irina destapa su mejor reserva de vino para celebrar, la puerta de entrada de la mansión Volkov se abrió de par en par, revelando una visión de nada más ni nada menos que de Adriana. 

La sonrisa de Irina se borró de sus labios y una expresión de enfado se apoderó de su muy conservada cara. 

—¿Qué demonios haces aquí? —reclamó con los puños cerrados a los costados, conteniendo apenas su deseo de darle una paliza como la del otro día.

Adriana, quien ahora portaba una sombra de ojos de color negro y una mirada desafiante, sonrió cínicamente antes de contestar: 

—¿Qué hago aquí? —inquirió lentamente, saboreando cada sílaba—. ¿Qué ocurre, Irina, tan mal está tu memoria que se te ha olvidado quién es la señora de esta casa?

La reacción de Irina no se hizo esperar, una maldición fue vociferada, al tiempo en que sus pasos acortaban la distancia con una fuerza atroz. 

Adhara no pudo evitar sentir una furia descomunal, apoderarse de su interior al imaginarse a su pobre hermana, siendo la receptora de estos insultos y golpes. Pero ella no era la dulce Adriana y se encargaría de dejárselo saber a esa vieja abusadora. 

Antes de que la mano de Irina fuese levantada con la intención de darle una cachetada, Adhara se le adelantó y la tomó del cabello, haciéndolo un puño en su palma. Jalándola muy fuerte, acercó el rostro envejecido de Irina al suyo, antes de decir: 

—Nunca más vuelva a ponerme un dedo encima —advirtió peligrosamente, soltándola con un empujón y haciendo que la espalda de la mujer chocara contra el frío suelo. 

Las arrugas de Irina se apoderaron de su rostro, mientras rompía en cólera, jurando que pagaría muy caro por su osadía. 

—Eso lo veremos —se burló, caminando triunfalmente hacia las escaleras. 

Se suponía que la habitación de Adriana estaba en el primer piso, así que caminó con seguridad tratando de encontrarla. Pero mientras daba cada paso no dejaba de pensar en su fallecida hermana, así que su corazón no hacía otra cosa que resquebrajarse consciente de que a pesar de su venganza nunca más volvería…

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