Justo como le había indicado su ginecóloga, Adhara se estaba tomado el tema de la concepción con calma. Había permitido que pasaran las semanas sin obsesionarse ante las más mínimas señales de un embarazo. Había sentido un poco de mareo y náuseas, pero no atribuyó esto a un síntoma serio, así que no se hizo un test para comprobarlo. Ya había caído en el error de hacerse una prueba a la más mínima señal antes, para encontrarse entonces con un negativo y terminar perturbándose.En esta ocasión, no le sucedería lo mismo. Así que desecho todo aquello de su mente y se sumergió en su trabajo, hasta que los síntomas se volvieron demasiado serios para ignorarlos. Todo comenzó con la ausencia de su menstruación, casi un mes entero de retraso. Se dijo a sí misma que quizás aquello era debido a la operación de sus trompas de Falopio, quizás era un efecto secundario, pero ya había pasado suficiente tiempo desde entonces. Así que decidió salir de dudas.Ese día, luego de salir del trabajo, pa
Adhara miraba a su pequeño bebé dormir en la cunita de hospital, justo al lado de su cama.No podía creer lo irreal que era todo esto.Hacía unos meses pensaba que este momento nunca llegaría y que jamás se le cumpliría su sueño de ser madre. Sin embargo, ahora era una realidad. Tenía a su hijo consigo.Tenía al pequeño Ignacio.Una manta color azul cubría parte de su cuerpecito, el bordado llevaba la inscripción completa de su nombre.Ignacio Volkov.El niño que vino al mundo para unificar a su familia.Adhara suspiró, enamorada.No podía dejar de observar a su pequeña criatura.Lo amaba.Unos golpecitos en la puerta la distrajeron momentáneamente de su inspección.Adhara se enderezó en la cama, consciente de que una visita especial se avecinaba.Se trataba de su hijo Tomás.Ese niño que le había regalado la vida.El pequeño Tomás entró en la habitación en su silla de ruedas, siendo llevado por Oliver.Una sonrisa ancha se mostraba en su infantil rostro. Se veía alegre y emocionado.
Los primeros meses de su matrimonio, Anastasia había intentado ignorar a lo que se dedicaba su esposo. Pero con el tiempo, el peso de saber que era un mafioso había llevado su vida a una encrucijada. ¿Estaba bien aceptar ese estilo de vida? ¿Debería ignorar el hecho que directa o indirectamente su esposo acababa con la existencia de otras personas? ¿Estaría su conciencia bien con eso? La verdad era que no. El peso de la realidad comenzaba a sobrepasarla cada vez más con cada día. Y todo comenzó una noche, un mes atrás. Anastasia seguía en la recuperación de su operación, cuando su esposo se ausentó con la excusa de atender un asunto urgente. Ella fue comprensiva al respecto y le dijo con calma que se podía marchar a atender sus asuntos. Ciertamente, Anastasia sabía que Alessandro no se había despegado de su lado cuando estuvo en el hospital y esto, seguramente, había contribuido a que algunas cosas se salieran de su control. Y efectivamente eso estaba suce
Parecía que su destino se había marcado desde el mismo instante en que había dado el “sí” en el altar.No había escapatoria. Anastasia lo comprobó cuando, al día siguiente, había intentado salir con destino al “centro comercial”. En realidad, esto era una simple excusa para escaparse de su marido, pero su intento fracasó en el mismo segundo en que surgió. —En tu estado creo que lo mejor será que no salgas por un tiempo —le notificó el hombre en cuestión, entrando en la habitación justo en el momento en que acababa de terminar de alistarse. —¿Qué? Anastasia lo miró como si hubiera enloquecido. Y por su expresión pudo darse cuenta de que no estaba muy lejos de alcanzar esa conjetura.—Estás muy inestable, Anastasia. No puedo permitir que salgas así.—Yo no estoy… —Intentó negar sus absurdas ideas, pero no se lo permitió cuando la interrumpió con más preguntas.—¿Y la conversación de ayer, acaso qué fue? —La conversación de ayer es lo que quiero, Alessandro. ¿Por qué te cuesta tant
La noticia fue tan inesperada como la pregunta misma.La mujer se quedó boquiabierta, mientras veía a su marido acercarse a grandes zancadas.—Dime ahora mismo, ¿quién es el padre de ese niño? —exigió saber tomándola del brazo con fuerza.Los dedos del hombre se clavaron en su delicada piel, dejando una marca con sus dígitos.Anastasia contuvo la respiración, cavilando sus opciones profundamente.¿Decirle o no decirle?¿Confesarle la verdad o no hacerlo?—¡Dime! —exigió de nuevo, zarandeándola un poco con el brusco movimiento.—El niño es… el niño es…Sin duda esta no era la manera en la que esperaba enterarse de un embarazo.¿Cuándo ocurrió esto?El médico le había dicho que lo ideal sería evitar un embarazo por un tiempo, ya que debido a su historial cancerígeno podía ser riesgoso para ambos. Pero aquí estaba ella con una criatura en su vientre; lo peor del caso era que su marido no creía que era suyo y eso, sin lugar a duda, complicaba mucho las cosas.—El niño es… —balbuceó de nue
Su corazón saltó frenético al tiempo en que escuchaba decir a su marido, lo último que esperaba que surgiera de sus labios. —Si quieres que lo deje, entonces eso haré —soltó como si nada. Anastasia lo miró con extrañeza, como si de repente su esposo se hubiera transformado en un ser completamente diferente, del hombre que solía conocer, del hombre que llevaba meses siendo su esposo. «Ese hombre no podía ser Alessandro, ¿o sí?», se preguntó incrédula, mirándolo de arriba abajo como si un ente extraño lo hubiera poseído de repente. —¿Qué.. quieres decir? —titubeo la pregunta buscando obtener un poco de claridad. A lo mejor se estaba equivocando y no era lo que ella creía. —Quiero decir que nada para mí está por encima de ti y mi hijo —su voz profunda y sus ojos fijos en su persona, le transmitieron oleadas desmedidas de emoción y felicidad. Pero Anastasia sabía que no todo podía ser tan magnífico, sabía que había cosas malas que podrían surgir de esta decisión. —¿Y acas
El sonido de la marcha nupcial, acompañado de los pétalos de rosas que le lanzaban al pasar, hicieron de aquellos minutos los más felices en la vida de Adriana Miller. Lamentablemente, el sueño duró demasiado poco, ya que luego de dar el tan anhelado “sí” en el altar, el príncipe se convirtió en ogro y su nueva familia se transformó en los demonios de su infierno personal. —Lindo vestido —se acercó su suegra a darle la felicitación o eso era lo que, ilusamente, Adriana pensó—. Sería una lástima que se ensucie de vino—y así, sin más, vertió el líquido rojo en la delicada tela de su vestido de novia, mientras ella en compañía de Anastasia Sidorov se carcajeaban de risa. Adriana jadeó, horrorizada. No podía creer que acabaran de arruinar su vestido en un día tan especial como ese. Pero su suegra, no conforme con esto, agrego macabramente: —Mi hijo se casó contigo por un berrinche —aseguró—. Pronto recapacitará y te pedirá el divorcio. Mientras tanto, mira a Anastasia—la señ
Adriana dio un paso atrás, abrumada por lo recién descubierto, pero dispuesta a impedir que ese par se saliera con la suya. «Oliver Volkov se arrepentiría de haberla usado de esta manera», se juró a sí misma, mientras buscaba el contacto telefónico de su hermana gemela.—Adhara, necesito verte —su evidente agitación preocupó a la joven del otro lado de la línea. —Por supuesto, hermana —cedió complaciente. Hacía apenas una hora que acababa de aterrizar en el país—. Estaba recién instalándome en el hotel y pensaba hacerte una visita, pero si necesitas que hablemos ahora, entonces puedes venir, te indicaré la dirección. Adriana repitió mentalmente la dirección dictada por su hermana y corrió en busca de un taxi, sin embargo, antes de que logrará alcanzar la puerta de salida, Irina se atravesó en su camino. —Supongo que ya lo sabes —su sonrisa se ensanchó maquiavélicamente, parecía un demonio en cuerpo de mujer—. La reconciliación se escucha por toda la casa —se jactó de los jadeos qu