«Ciertamente, no es la misma», pensó Oliver, mirándola como si le hubiese crecido una segunda cabeza.
No sabía qué había pasado con Adriana, pero esta mujer no era ella. Por un momento estuvo tentado ante la idea de preguntarle dónde estaba su verdadera esposa, pero la sola cuestión en su cabeza sonó tonta. Esa era Adriana, no podía ser otra. Lamentablemente, Oliver desconocía que su esposa tenía una hermana gemela, información vital para que el plan de Adhara tuviera éxito. Cuando Adhara le había preguntado a Adriana por teléfono sobre el enigmático hombre con el que se casaría en una semana, ella no había mostrado el típico entusiasmo de una novia a punto de dar un paso tan importante. —Es muy guapo, tiene dinero y… —su voz se había escuchado dudosa— me trata bien, supongo. —¿Supones? ¿Qué es eso de supones? —se había preocupado Adhara de inmediato. —La verdad es que no nos conocemos tanto —aclaró—. Nuestros inicios han sido un poco informales. “No me importa nada de tu vida. No creas que me enamoraré de ti. Esto es solo sexo”, parte de esas palabras pasaban por la mente de Adriana en aquel momento. —¿Y cómo se supone que te casaras con un hombre al que no conoces? —Porque lo amo, Adhara —aseguró con vehemencia—. Si la cosa resulta, entonces le estaré contando sobre ti muy pronto y seguramente le encantará conocerte. Mientras tanto, disculpa que no te invite a la boda. “No me importan las historias interminables sobre ti y tu pasado, no me importas tú. Eres una huérfana y eso es lo único que necesito saber”, aquello era parte del trato. Se suponía que era un matrimonio con fecha de caducidad, y Adriana lo sabía muy bien, lo que no sabía era cuál sería la manera en la que Oliver buscaría deshacerse de aquel lazo. De vuelta al presente, Oliver desecho la idea de que su esposa fuera otra mujer, mientras pensaba seriamente en su petición. Sabía que ceder ante uno de sus caprichos era tonto, pero ella estaba dispuesta a firmar y él estaba dispuesto a todo con tal de que desapareciera de su vida para siempre. —Bien —dijo después de un largo rato en silencio. Una sonrisa lobuna ensanchó en sus labios—. Entonces que sea un trato. Cuatro meses en la empresa y luego firmas. Adhara se imaginó que regatearía el tiempo, así que por eso no se opuso ante la idea de que fueran dos meses menos. Según sus proyecciones, las empresas Volkov estarían cayendo en bancarrota antes de Navidad. Y para eso faltaban tres meses. —Es un trato —asintió. Oliver extendió la mano con la clara intención de que fuese cerrado aquel pacto con un apretón, pero Adhara lo observó como si esa extremidad fuera portadora de una peste. —Así está bien —se negó a tocarlo, haciendo que Oliver volviese a sentir aquel irracional malhumor. —Ya que estamos en medio de un trámite de divorcio, quédate con la habitación, no pienso venir a dormir aquí más —anunció. Adhara no dijo nada más y vio como aquel sujeto finalmente la dejaba en paz, aquella conversación había requerido de todo su autocontrol. Había una parte de sí misma que quería explotar con dolor, romper todo ese lugar, arañar la cara de Oliver y luego prenderlo en candela. Pero decidió que si quería una venganza completa debía de actuar de forma inteligente y así lo haría en esos meses… […] Irina esperaba a su hijo en el pasillo, fuera de la habitación matrimonial. —¿Le has ordenado que se vaya? —le preguntó sin dudar en cuanto lo vio salir de aquella puerta. Oliver se tocó el puente de la nariz, para poder contener su exasperación. Primero le había tocado hablar con esa Adriana tan extraña y ahora su madre, con sus constantes exigencias, iba a volverlo loco. Estaba harto. Necesitaba ir por un trago o moriría del simple estrés. —Se quedará —habló, mientras la esquivaba con dirección al minibar. —¿De qué hablas, Oliver? Su madre le siguió los pasos de manera insistente, mientras le recordaba las razones por las que Adriana debería marcharse en esa misma noche. —Recuerda a Anastasia, ella está muy ilusionada con la boda —siguió diciendo, hasta que su hijo se detuvo y la encaró finalmente. —Lo sé, madre —contestó con más dureza de la que deseaba—. No debes preocuparte por eso, esa boda se realizará. Es más, puedes invertir este tiempo en organizarla, pero necesitaré cuatro meses más. —¿Qué? —Adriana firmará el divorcio, pero con una condición… Y así, resumidamente, le contó sobre la exigencia de Adriana y el acuerdo al que habían llegado. Al poco tiempo, Irina se quedó sola en el pasillo, cerrando los puños con fuerza, mientras se clavaba las uñas en la palma hasta sacarse sangre. La rabia que sentía en ese momento era descomunal y sus pasos se dirigieron ferozmente hacia la cocina de dicha casa…El silencio que se sentía en esas cuatro paredes era ensordecedor y Adhara no pudo hacer otra cosa que pensar en que esa había sido la habitación en la que su hermana había pasado sus últimos meses de vida. Dio un vistazo a su alrededor, notando cada cosa: la enorme cama, en la que seguramente había llorado durante muchas noches solitarias; el mullido sillón en el que podía imaginársela leyendo una de sus típicas novelas de romance. Adriana era una romántica empedernida y lo que más lamentaba de su partida, era saber que no había llegado a conocer el amor, que no la habían llegado a amar como se lo merecía. Los ojos de Adhara rápidamente se llenaron de lágrimas y no pudo contener la fuerza de aquellas gotas saladas, que no dejaban de fluir cuál cascada desbocada. Los acontecimientos de los últimos días le estaban pasando factura de una forma muy cruel. Extrañaba a Adriana, extrañaba tenerla consigo… Y odiaba su nueva realidad, esa en la que tenía que fingir ser la esposa de su peo
—Disculpe, señor, ¿necesita que le ayude en algo más aparte de imprimir y ordenar estos papeles? —preguntó Adhara con suavidad a su jefe. Había solicitado trabajar en el área de finanzas, porque esto le permitiría tener acceso a los libros contables. Tenía la ligera corazonada de que Oliver podría estar incurriendo en un delito de malversación de fondos o incluso algo más grave, que le permitiera llevar a la empresa a una disolución en tiempo récord. Porque ese era parte del objetivo, desaparecer al imperio Volkov.Pero lamentablemente todas las personas en ese lugar la trataban como si fuera de porcelana. Nadie se acercaba ni le hablaba y el trabajo que le asignaban era absurdo, teniendo en cuenta cuáles eran las verdaderas funciones de una asistente. Además, los cuchicheos en los pasillos tampoco ayudaban…“Es la esposa del señor Oliver, no entiendo qué hace trabajando aquí…”“Escuché que vino a vigilar si tiene una nueva amante…”“Al parecer ese matrimonio está cada vez peor…”E
La furia descomunal que se apoderó de su cuerpo fue tan fuerte que Adhara no la pudo soportar. Adriana no merecía ni una falta de respeto más, así que por la memoria de su hermana se encargaría de poner a ese par en su puesto. Con eso en mente, los pasos de la mujer resonaron en el pulido piso de las instalaciones de la empresa Volkov. A medida que Adhara caminaba hacia la oficina de quien se suponía era su esposo, el resto del personal no dejaba de observar, atentos a la inminente confrontación. Uno, dos, tres segundos más fueron suficientes, para que Adhara llegará a la puerta de la oficina de Oliver y jalará de la manilla sin dudar. La imagen que recibió fue de lo más vulgar: aquella mujer de nombre Anastasia, estaba sentada sobre el regazo de Oliver, mientras este le acariciaba el pelo con ternura. Adhara sintió nuevamente una arcada, pero alzó el mentón y sonrió con suficiencia antes de acortar la distancia y jalar a aquella mujer de su bella y cuidada melena.Anastasia gritó
Adhara sabía que los días “tranquilos” habían terminado. Esa noche, cuando regreso a la mansión, Irina Volkov la estaba esperando…—¿Con qué te crees superior? —le preguntó con aquel tono cargado de desprecio—. Déjame adivinar qué es lo que te hace sentir así—puso un dedo en su mentón y simuló pensar—. ¡Ah, ya lo sé! ¿Crees que de alguna forma mi hijo te llegara a elegir? —se burló. Adhara se rio sin gracia. —Su hijo no me interesa en lo más mínimo, señora; sin embargo, estoy disfrutando mucho de su desesperación —le aclaró. —¿Ah, sí?Irina no se mostró afectada. —Ahora dices que no te importa, ¿pero quién era la que suplicaba por ser aceptada? —le soltó, haciendo que Adhara se preguntará si su hermana había hecho eso en algún momento, pero para su desgracia, Irina siguió hablando—. ¡Por favor, señora, acépteme! ¡Le prometo que solo quiero amar a su hijo! —siguió recordando, haciendo que un ardor se instalará en el pecho de Adhara, al imaginarse a Adriana suplicando de semejante
Las lágrimas no dejaban de salir de los ojos de Adhara a medida que más leía el contenido de aquel diario, esas páginas guardaban un poco del alma de su hermana y de sus ilusiones rotas.“Se supone que será mi jefe, pero me pone muy nerviosa. No debería sentirme así, si mis piernas siguen temblando sin control cada vez que lo veo, entonces él lo notara y puedo meterme en serios problemas. Pero no puedo evitarlo, sus ojos son de un hermoso color gris, me recuerda a los días nublados, al mar luego de una tormenta, a un océano calmado…”, decía parte de aquel diario.Adhara cerró el libro con un golpe seco, sin sentir reales fuerzas de leer un poco más… le dolía saber cómo había terminado esta historia. Saber que su hermana se había enamorado de ese sujeto, para luego sufrir la peor de las traiciones. Morir a manos del hombre que amaba no era nada bonito y no debió ser lo que le pasara a su hermana. Ella no debió morir…—¡Maldito seas, Oliver Volkov! —soltó con furia, cerrando los puños a
—¿Y no necesita nada de los archivos?No quería mostrar un obvio interés, pero la verdad no estaba de ánimos para perder el tiempo, necesitaba encontrar evidencia de los malos manejos de Oliver cuanto antes. Esta empresa tenía que desaparecer.—En este momento no requiero nada, en especial —contestó su jefe.Adhara estuvo a punto de soltar un bufido de frustración, pero agrego en su lugar:—El otro día me percaté de que el archivero estaba un poco sucio. Si no hay nada más que hacer, quizás podría ponerme a limpiar…El hombre mayor la miró con sospecha.—No creo que sea una digna actividad para mi asistente—evidentemente pensaba que estaba mintiendo—. Contactaré al personal del aseo, para que…—Le he dicho que yo puedo hacerlo —lo interrumpió tajantemente—. No es nada que un trapo húmedo no pueda solucionar—sonrió tratando de aligerar el extraño momento.—En ese caso, creo que…—Gracias. Si me necesita solo llámame —contestó, mientras se dirigía hacia el pequeño cuarto. En su afán por
—¿De qué estás hablando?Adhara no perdió tiempo en hacerse la desentendida. Por supuesto que sabía a qué se estaba refiriendo Oliver, él hablaba sobre aquel día, el día en que desapareció, el día en que intercambio lugar con su hermana muerta. Oliver comenzaba a sospechar y eso no era bueno para sus planes.—No te hagas la tonta —le contestó mirándola muy fijamente, sus ojos grises parecían querer traspasarla y descubrir que misterios había detrás de su nueva actitud—. No eres la misma. Estás demasiado cambiada y siento que las razones no son nada buenas. Así que dime qué paso, ¿te metiste en algún problema?Adhara sintió el deseo de reír de pura ironía.«Problemas», pensó, dándose cuenta de que ese era el nombre que Oliver había elegido para describir todo lo que pasaba. Sin tan solo supiera que Adriana estaba muerta, que su plan demoniaco había dado resultados, pero que había un fallo en su bien trazado objetivo, no contaba con que Adriana no estaba del todo sola, sino que tenía un
Adhara no supo exactamente cómo sucedió, pero al llegar a casa, terminó encerrándose en su habitación, mientras buscaba en el diario de su hermana un evento en particular. “¿Recuerdas la primera vez en que estuvimos juntos? Fue justo encima de esa mesa, Adriana. Y me dijiste de todo, menos que te daba asco. ¿O es que necesitas que te refresque la memoria?”, las palabras de Oliver seguían resonando en su mente y necesitaba sacarse una duda de la cabeza. “Nuestra primera vez…”, decía el título de aquella página del diario de su hermana. Adhara sintió que estaba a punto de hurgar en algo muy privado, pero necesitaba saber qué pensaba Adriana de todo esto. ¿De qué magnitud había sido su amor por Oliver? ¿Fue alguna vez feliz a su lado? ¿Todo había sido malo o hubo momentos buenos? Quería creer que, justo como había dicho Oliver esa tarde, no todo había sido un infierno, que en realidad su hermana llegó a sonreír, aunque sea un poco…“No estaba lista para esto. El señor Oliver me llamó