Capítulo 006

«Ciertamente, no es la misma», pensó Oliver, mirándola como si le hubiese crecido una segunda cabeza. 

No sabía qué había pasado con Adriana, pero esta mujer no era ella. 

Por un momento estuvo tentado ante la idea de preguntarle dónde estaba su verdadera esposa, pero la sola cuestión en su cabeza sonó tonta. 

Esa era Adriana, no podía ser otra. 

Lamentablemente, Oliver desconocía que su esposa tenía una hermana gemela, información vital para que el plan de Adhara tuviera éxito. 

Cuando Adhara le había preguntado a Adriana por teléfono sobre el enigmático hombre con el que se casaría en una semana, ella no había mostrado el típico entusiasmo de una novia a punto de dar un paso tan importante. 

—Es muy guapo, tiene dinero y… —su voz se había escuchado dudosa— me trata bien, supongo.

—¿Supones? ¿Qué es eso de supones? —se había preocupado Adhara de inmediato. 

—La verdad es que no nos conocemos tanto —aclaró—. Nuestros inicios han sido un poco informales. 

“No me importa nada de tu vida. No creas que me enamoraré de ti. Esto es solo sexo”, parte de esas palabras pasaban por la mente de Adriana en aquel momento. 

—¿Y cómo se supone que te casaras con un hombre al que no conoces? 

—Porque lo amo, Adhara —aseguró con vehemencia—. Si la cosa resulta, entonces le estaré contando sobre ti muy pronto y seguramente le encantará conocerte. Mientras tanto, disculpa que no te invite a la boda. 

“No me importan las historias interminables sobre ti y tu pasado, no me importas tú. Eres una huérfana y eso es lo único que necesito saber”, aquello era parte del trato. Se suponía que era un matrimonio con fecha de caducidad, y Adriana lo sabía muy bien, lo que no sabía era cuál sería la manera en la que Oliver buscaría deshacerse de aquel lazo.

De vuelta al presente, Oliver desecho la idea de que su esposa fuera otra mujer, mientras pensaba seriamente en su petición. Sabía que ceder ante uno de sus caprichos era tonto, pero ella estaba dispuesta a firmar y él estaba dispuesto a todo con tal de que desapareciera de su vida para siempre. 

—Bien —dijo después de un largo rato en silencio. Una sonrisa lobuna ensanchó en sus labios—. Entonces que sea un trato. Cuatro meses en la empresa y luego firmas. 

Adhara se imaginó que regatearía el tiempo, así que por eso no se opuso ante la idea de que fueran dos meses menos. Según sus proyecciones, las empresas Volkov estarían cayendo en bancarrota antes de Navidad. Y para eso faltaban tres meses.

—Es un trato —asintió. 

Oliver extendió la mano con la clara intención de que fuese cerrado aquel pacto con un apretón, pero Adhara lo observó como si esa extremidad fuera portadora de una peste. 

—Así está bien —se negó a tocarlo, haciendo que Oliver volviese a sentir aquel irracional malhumor. 

—Ya que estamos en medio de un trámite de divorcio, quédate con la habitación, no pienso venir a dormir aquí más —anunció. 

Adhara no dijo nada más y vio como aquel sujeto finalmente la dejaba en paz, aquella conversación había requerido de todo su autocontrol. Había una parte de sí misma que quería explotar con dolor, romper todo ese lugar, arañar la cara de Oliver y luego prenderlo en candela. Pero decidió que si quería una venganza completa debía de actuar de forma inteligente y así lo haría en esos meses…

[…]

Irina esperaba a su hijo en el pasillo, fuera de la habitación matrimonial. 

—¿Le has ordenado que se vaya? —le preguntó sin dudar en cuanto lo vio salir de aquella puerta. 

Oliver se tocó el puente de la nariz, para poder contener su exasperación. Primero le había tocado hablar con esa Adriana tan extraña y ahora su madre, con sus constantes exigencias, iba a volverlo loco. Estaba harto. Necesitaba ir por un trago o moriría del simple estrés. 

—Se quedará —habló, mientras la esquivaba con dirección al minibar. 

—¿De qué hablas, Oliver? 

Su madre le siguió los pasos de manera insistente, mientras le recordaba las razones por las que Adriana debería marcharse en esa misma noche. 

—Recuerda a Anastasia, ella está muy ilusionada con la boda —siguió diciendo, hasta que su hijo se detuvo y la encaró finalmente. 

—Lo sé, madre —contestó con más dureza de la que deseaba—. No debes preocuparte por eso, esa boda se realizará. Es más, puedes invertir este tiempo en organizarla, pero necesitaré cuatro meses más. 

—¿Qué?

—Adriana firmará el divorcio, pero con una condición…

Y así, resumidamente, le contó sobre la exigencia de Adriana y el acuerdo al que habían llegado. 

Al poco tiempo, Irina se quedó sola en el pasillo, cerrando los puños con fuerza, mientras se clavaba las uñas en la palma hasta sacarse sangre. La rabia que sentía en ese momento era descomunal y sus pasos se dirigieron ferozmente hacia la cocina de dicha casa…

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