—¿Una condición? ¿Y de cuándo acá tú impones condiciones? —se burló Oliver.
Adhara respiró profundamente para contener el deseo salvaje que sentía de despellejar a ese sujeto. No podía entender cómo era que su dulce hermana Adriana había terminado casada con él, pero sin duda era un diablo en cuerpo de hombre. Aun así, trató de serenarse porque no le convenía explotar en el pleno inicio de su plan. Necesitaba el tiempo necesario para hacer desaparecer el imperio Volkov de sobre la faz de la tierra. Para cuando acabara con Oliver y toda su familia no quedaría ni rastros de lo que alguna vez fueron… —Porque soy tu esposa y no te conviene hacer de esta separación un escándalo —contestó con una sonrisa cargada de suficiencia que hizo que la expresión burlona de Oliver desapareciera—. Además, he contactado con varios periodistas que estarían encantados de publicar en primera plana mi versión sobre los hechos. ¿Te gustaría que tus socios se enteraran de como tratas a tu mujer en privado, Oliver? —lo retó. El hombre gruñó y dio un paso al frente, cuál bestia enfurecida. Pero Adhara alzó la mano, deteniendo su avance con osadía. —Créeme, yo tampoco quiero seguir casada contigo, ¿quién querría estar atada a un ser tan repugnante como tú? —lo miró con asco, haciendo que la cólera del hombre alcanzara niveles más elevados—. Pero necesito asegurar mi futuro, así que la condición es simple: déjame trabajar en tu empresa medio año. De pronto, Oliver la miró como si se hubiese vuelto completamente loca y Adhara lo entendió perfectamente, su petición no tenía ningún sentido. Bien podría pedirle joyas y dinero y el asunto de su “futuro” estaría garantizado. Pero lo que no sabía Oliver, era que la razón de infiltrarse en su empresa era para destruirla desde adentro y acabar con todo lo que tanto amaba, así como él había acabado con la vida de su hermana. Sin embargo, esto último no podía decírselo abiertamente. —Déjate de tonterías, Adriana—apretó los puños a su costado—. Mejor dime la cifra y acabemos con esto —exigió, evidentemente, falto de paciencia. —No hay cifra —contestó tajantemente, mientras se observaba las uñas de forma distraída—. Necesito llenar mi currículum para próximas oportunidades —mintió. Le importaba un bledo trabajar en su empresa, pero si quería que su plan funcionara necesitaba infiltrarse. Oliver bufó, mientras daba vueltas por la habitación, visiblemente exasperado. Parecía apenas estarse conteniendo de apretar su cuello y matarla con sus propias manos, pero debía insistir un poco más si quería que su venganza tomará lugar. —Me niego —dijo después de un rato—. No necesito negociar contigo nada, te irás de mi vida de la misma forma en la que te introduje en ella: sin nada. —Perfecto—una sonrisa de suficiencia se dibujó en el rostro de Adhara—. Entonces que empiece el juego. —¿Cuál juego? Esta vez Adhara no pudo mantenerlo a raya y el hombre se acercó peligrosamente, tomándola del brazo y apretándola con sus dedos. —Tú no dictas las condiciones aquí, tú simplemente sigues mis órdenes, así ha sido siempre y así se mantendrá hasta el final, Adriana —le recordó—. Y ahora te ordenó que firmes el bendito papel y te vayas de mi vida por las buenas, porque créeme, no querrás conocer mi lado menos amable —la amenazó. Los dientes de Adhara crujieron con la fuerza del odio que sentía hacia ese sujeto, el asesino de su hermana, quien ahora se atrevía a amenazarla, luego de haberla estado envenenando durante meses. Afortunadamente, Oliver no sabía que su plan había resultado ya, que su lado malo había ganado, porque había acabado con una vida que no volvería nunca más; pero, a pesar de que Adriana ya no estaba, ella sí y se encargaría de que pagará con lágrimas de sangre por su muerte. —¡Suéltame! —rugió al tiempo en que inclinaba la cabeza y le clavaba los dientes en la piel de su muñeca, cerca de donde se encontraba su lujoso reloj de pulsera. El hombre se echó hacia atrás, sorprendido y enfurecido en partes iguales, no podía creer que hubiese tenido semejante atrevimiento. —¡Que te quede claro, Oliver Volkov, ya no soy la misma tonta que se casó contigo o cumples mis condiciones o habrá consecuencias! —aseguró.«Ciertamente, no es la misma», pensó Oliver, mirándola como si le hubiese crecido una segunda cabeza. No sabía qué había pasado con Adriana, pero esta mujer no era ella. Por un momento estuvo tentado ante la idea de preguntarle dónde estaba su verdadera esposa, pero la sola cuestión en su cabeza sonó tonta. Esa era Adriana, no podía ser otra. Lamentablemente, Oliver desconocía que su esposa tenía una hermana gemela, información vital para que el plan de Adhara tuviera éxito. Cuando Adhara le había preguntado a Adriana por teléfono sobre el enigmático hombre con el que se casaría en una semana, ella no había mostrado el típico entusiasmo de una novia a punto de dar un paso tan importante. —Es muy guapo, tiene dinero y… —su voz se había escuchado dudosa— me trata bien, supongo.—¿Supones? ¿Qué es eso de supones? —se había preocupado Adhara de inmediato. —La verdad es que no nos conocemos tanto —aclaró—. Nuestros inicios han sido un poco informales. “No me importa nada de tu vida
El silencio que se sentía en esas cuatro paredes era ensordecedor y Adhara no pudo hacer otra cosa que pensar en que esa había sido la habitación en la que su hermana había pasado sus últimos meses de vida. Dio un vistazo a su alrededor, notando cada cosa: la enorme cama, en la que seguramente había llorado durante muchas noches solitarias; el mullido sillón en el que podía imaginársela leyendo una de sus típicas novelas de romance. Adriana era una romántica empedernida y lo que más lamentaba de su partida, era saber que no había llegado a conocer el amor, que no la habían llegado a amar como se lo merecía. Los ojos de Adhara rápidamente se llenaron de lágrimas y no pudo contener la fuerza de aquellas gotas saladas, que no dejaban de fluir cuál cascada desbocada. Los acontecimientos de los últimos días le estaban pasando factura de una forma muy cruel. Extrañaba a Adriana, extrañaba tenerla consigo… Y odiaba su nueva realidad, esa en la que tenía que fingir ser la esposa de su peo
—Disculpe, señor, ¿necesita que le ayude en algo más aparte de imprimir y ordenar estos papeles? —preguntó Adhara con suavidad a su jefe. Había solicitado trabajar en el área de finanzas, porque esto le permitiría tener acceso a los libros contables. Tenía la ligera corazonada de que Oliver podría estar incurriendo en un delito de malversación de fondos o incluso algo más grave, que le permitiera llevar a la empresa a una disolución en tiempo récord. Porque ese era parte del objetivo, desaparecer al imperio Volkov.Pero lamentablemente todas las personas en ese lugar la trataban como si fuera de porcelana. Nadie se acercaba ni le hablaba y el trabajo que le asignaban era absurdo, teniendo en cuenta cuáles eran las verdaderas funciones de una asistente. Además, los cuchicheos en los pasillos tampoco ayudaban…“Es la esposa del señor Oliver, no entiendo qué hace trabajando aquí…”“Escuché que vino a vigilar si tiene una nueva amante…”“Al parecer ese matrimonio está cada vez peor…”E
La furia descomunal que se apoderó de su cuerpo fue tan fuerte que Adhara no la pudo soportar. Adriana no merecía ni una falta de respeto más, así que por la memoria de su hermana se encargaría de poner a ese par en su puesto. Con eso en mente, los pasos de la mujer resonaron en el pulido piso de las instalaciones de la empresa Volkov. A medida que Adhara caminaba hacia la oficina de quien se suponía era su esposo, el resto del personal no dejaba de observar, atentos a la inminente confrontación. Uno, dos, tres segundos más fueron suficientes, para que Adhara llegará a la puerta de la oficina de Oliver y jalará de la manilla sin dudar. La imagen que recibió fue de lo más vulgar: aquella mujer de nombre Anastasia, estaba sentada sobre el regazo de Oliver, mientras este le acariciaba el pelo con ternura. Adhara sintió nuevamente una arcada, pero alzó el mentón y sonrió con suficiencia antes de acortar la distancia y jalar a aquella mujer de su bella y cuidada melena.Anastasia gritó
Adhara sabía que los días “tranquilos” habían terminado. Esa noche, cuando regreso a la mansión, Irina Volkov la estaba esperando…—¿Con qué te crees superior? —le preguntó con aquel tono cargado de desprecio—. Déjame adivinar qué es lo que te hace sentir así—puso un dedo en su mentón y simuló pensar—. ¡Ah, ya lo sé! ¿Crees que de alguna forma mi hijo te llegara a elegir? —se burló. Adhara se rio sin gracia. —Su hijo no me interesa en lo más mínimo, señora; sin embargo, estoy disfrutando mucho de su desesperación —le aclaró. —¿Ah, sí?Irina no se mostró afectada. —Ahora dices que no te importa, ¿pero quién era la que suplicaba por ser aceptada? —le soltó, haciendo que Adhara se preguntará si su hermana había hecho eso en algún momento, pero para su desgracia, Irina siguió hablando—. ¡Por favor, señora, acépteme! ¡Le prometo que solo quiero amar a su hijo! —siguió recordando, haciendo que un ardor se instalará en el pecho de Adhara, al imaginarse a Adriana suplicando de semejante
Las lágrimas no dejaban de salir de los ojos de Adhara a medida que más leía el contenido de aquel diario, esas páginas guardaban un poco del alma de su hermana y de sus ilusiones rotas.“Se supone que será mi jefe, pero me pone muy nerviosa. No debería sentirme así, si mis piernas siguen temblando sin control cada vez que lo veo, entonces él lo notara y puedo meterme en serios problemas. Pero no puedo evitarlo, sus ojos son de un hermoso color gris, me recuerda a los días nublados, al mar luego de una tormenta, a un océano calmado…”, decía parte de aquel diario.Adhara cerró el libro con un golpe seco, sin sentir reales fuerzas de leer un poco más… le dolía saber cómo había terminado esta historia. Saber que su hermana se había enamorado de ese sujeto, para luego sufrir la peor de las traiciones. Morir a manos del hombre que amaba no era nada bonito y no debió ser lo que le pasara a su hermana. Ella no debió morir…—¡Maldito seas, Oliver Volkov! —soltó con furia, cerrando los puños a
—¿Y no necesita nada de los archivos?No quería mostrar un obvio interés, pero la verdad no estaba de ánimos para perder el tiempo, necesitaba encontrar evidencia de los malos manejos de Oliver cuanto antes. Esta empresa tenía que desaparecer.—En este momento no requiero nada, en especial —contestó su jefe.Adhara estuvo a punto de soltar un bufido de frustración, pero agrego en su lugar:—El otro día me percaté de que el archivero estaba un poco sucio. Si no hay nada más que hacer, quizás podría ponerme a limpiar…El hombre mayor la miró con sospecha.—No creo que sea una digna actividad para mi asistente—evidentemente pensaba que estaba mintiendo—. Contactaré al personal del aseo, para que…—Le he dicho que yo puedo hacerlo —lo interrumpió tajantemente—. No es nada que un trapo húmedo no pueda solucionar—sonrió tratando de aligerar el extraño momento.—En ese caso, creo que…—Gracias. Si me necesita solo llámame —contestó, mientras se dirigía hacia el pequeño cuarto. En su afán por
—¿De qué estás hablando?Adhara no perdió tiempo en hacerse la desentendida. Por supuesto que sabía a qué se estaba refiriendo Oliver, él hablaba sobre aquel día, el día en que desapareció, el día en que intercambio lugar con su hermana muerta. Oliver comenzaba a sospechar y eso no era bueno para sus planes.—No te hagas la tonta —le contestó mirándola muy fijamente, sus ojos grises parecían querer traspasarla y descubrir que misterios había detrás de su nueva actitud—. No eres la misma. Estás demasiado cambiada y siento que las razones no son nada buenas. Así que dime qué paso, ¿te metiste en algún problema?Adhara sintió el deseo de reír de pura ironía.«Problemas», pensó, dándose cuenta de que ese era el nombre que Oliver había elegido para describir todo lo que pasaba. Sin tan solo supiera que Adriana estaba muerta, que su plan demoniaco había dado resultados, pero que había un fallo en su bien trazado objetivo, no contaba con que Adriana no estaba del todo sola, sino que tenía un