—¿De qué estás hablando?Adhara no perdió tiempo en hacerse la desentendida. Por supuesto que sabía a qué se estaba refiriendo Oliver, él hablaba sobre aquel día, el día en que desapareció, el día en que intercambio lugar con su hermana muerta. Oliver comenzaba a sospechar y eso no era bueno para sus planes.—No te hagas la tonta —le contestó mirándola muy fijamente, sus ojos grises parecían querer traspasarla y descubrir que misterios había detrás de su nueva actitud—. No eres la misma. Estás demasiado cambiada y siento que las razones no son nada buenas. Así que dime qué paso, ¿te metiste en algún problema?Adhara sintió el deseo de reír de pura ironía.«Problemas», pensó, dándose cuenta de que ese era el nombre que Oliver había elegido para describir todo lo que pasaba. Sin tan solo supiera que Adriana estaba muerta, que su plan demoniaco había dado resultados, pero que había un fallo en su bien trazado objetivo, no contaba con que Adriana no estaba del todo sola, sino que tenía un
Adhara no supo exactamente cómo sucedió, pero al llegar a casa, terminó encerrándose en su habitación, mientras buscaba en el diario de su hermana un evento en particular. “¿Recuerdas la primera vez en que estuvimos juntos? Fue justo encima de esa mesa, Adriana. Y me dijiste de todo, menos que te daba asco. ¿O es que necesitas que te refresque la memoria?”, las palabras de Oliver seguían resonando en su mente y necesitaba sacarse una duda de la cabeza. “Nuestra primera vez…”, decía el título de aquella página del diario de su hermana. Adhara sintió que estaba a punto de hurgar en algo muy privado, pero necesitaba saber qué pensaba Adriana de todo esto. ¿De qué magnitud había sido su amor por Oliver? ¿Fue alguna vez feliz a su lado? ¿Todo había sido malo o hubo momentos buenos? Quería creer que, justo como había dicho Oliver esa tarde, no todo había sido un infierno, que en realidad su hermana llegó a sonreír, aunque sea un poco…“No estaba lista para esto. El señor Oliver me llamó
Ese día comenzaba una segunda fase de su plan: desviar información a la competencia.El imperio Volkov era conocido por sus empresas automotrices, se dedicaban a la creación y ventas de autos de lujos, que eran exquisitos a la vista y los más rápidos de todo el mercado. En toda Rusia no había una mejor empresa que esta, por lo que sus competidores, seguramente estarían muy felices de conocer unos cuantos secretos.Adhara sonrió maliciosamente, mientras se dirigía a la salida de la mansión. Tenía una ruta en mente y su primer objetivo de ese día, era acercarse al director de tecnología, recordaba haber escuchado su nombre en alguna ocasión, pero en ese justo instante no lograba recordarlo.Sabía que pedir un cambio de puesto seria demasiado sospechoso, así que debía conformarse con hacer una amistad con ese sujeto…Adhara soltó un grito ahogado, cuando se encontró de frente con la menuda figura de Irina Volkov.—Usted…—la miró como si fuera una aparición. Realmente no sabía de donde ha
A la hora de almuerzo, Adhara se encontró merodeando la cafetería de la empresa, mientras buscaba un rostro en particular. Volvió a mirar su teléfono celular y visualizo por vigésima vez la foto de Esteban Belov, director de tecnología automotriz.Se suponía que aquel iba a ser un encuentro casual, había averiguado que solía venir aquí por su café favorito. Ella hacía diez minutos que había recibido su orden, pero no se despegó del mostrador, esperando por la entrada triunfal de Esteban.Estaba a punto de darse por vencida, cuando lo vio cruzar las puertas de la cafetería. Llevaba una camisa de rayas en tonos grises, mientras su saco estaba colgado de su hombro de manera muy casual. Cabello castaño, ojos marrones y unas cejas pobladas que le daban una apariencia de ferocidad. Seguramente rondaba sus cuarenta y tantos, pero era un hombre bastante apuesto.Adhara respiró profundamente y se despegó del mostrador finalmente. Sacó su teléfono celular, aparentando revisar sus notificaciones
Sus ojos verdes se encontraron con los grises en una batalla de voluntades. Odiaba a Oliver Volkov y odiaba haber olvidado cerrar la puerta con seguro. ¿Por qué ese hombre entraba como Pedro por su casa? No tenía ningún derecho a invadir su espacio.—Nuestra —la corrigió—. No olvides que sigues viviendo bajo mi techo.—¿Y acaso eso tiene importancia? —lo miró con rabia—. Usted sabe perfectamente que no tiene nada que hacer aquí… ¡Así que márchese!—Me iré. Pero si he venido aquí no ha sido por gusto —habló despectivamente, como si el hecho de tener que verla fuera algo que detestaba.—Entonces vaya al punto. ¿Qué es lo que quiere?—se cruzó de brazos, esperando con impaciencia por su respuesta. Respirar el mismo aire que Oliver Volkov le resultaba demasiado tóxico.—¿Qué estás tramando? —la acusó sin rodeos—. Sé que esta idea de trabajar en la empresa no ha sido una idea inocente, Adriana. Antes pensaba que sí, pensaba que lo hacías porque realmente querías progresar y surgir. Recuerdo
Doce años antes…—Anastasia, por favor, no llores. ¡Te prometo que será la última vez que me burle de tus trenzas! —suplicó un desesperado Oliver, viendo a su mejor amiga llorar, mientras se escondía detrás de un árbol para que su padre no la descubriera.—No es por eso que lloro, tonto —respondió Anastasia entre hipidos, mirando ansiosamente hacia todos lados. Estaban en el patio del colegio.—¿Entonces por qué es?La mente de Anastasia viajo a lo ocurrido esa mañana, cuando su padre se enteró de la citación puesta en su cuaderno por la maestra el día anterior: “He encontrado a Anastasia, fijándose de los resultados de sus compañeros en el examen de álgebra.”Su padre, Giovanni Sidorov había explotado en cólera, comparándola con su hermano mayor y diciéndole que por esa razón hubiese preferido tener solamente hijos varones. Según su padre, ella únicamente servía para maquillarse y para hacer esas inútiles pasarelas en las que la había inscrito su madre desde los ocho años. Lo peor er
El sonido de la marcha nupcial, acompañado de los pétalos de rosas que le lanzaban al pasar, hicieron de aquellos minutos los más felices en la vida de Adriana Miller. Lamentablemente, el sueño duró demasiado poco, ya que luego de dar el tan anhelado “sí” en el altar, el príncipe se convirtió en ogro y su nueva familia se transformó en los demonios de su infierno personal. —Lindo vestido —se acercó su suegra a darle la felicitación o eso era lo que, ilusamente, Adriana pensó—. Sería una lástima que se ensucie de vino—y así, sin más, vertió el líquido rojo en la delicada tela de su vestido de novia, mientras ella en compañía de Anastasia Sidorov se carcajeaban de risa. Adriana jadeó, horrorizada. No podía creer que acabaran de arruinar su vestido en un día tan especial como ese. Pero su suegra, no conforme con esto, agrego macabramente: —Mi hijo se casó contigo por un berrinche —aseguró—. Pronto recapacitará y te pedirá el divorcio. Mientras tanto, mira a Anastasia—la señaló orgul
Adriana dio un paso atrás, abrumada por lo recién descubierto, pero dispuesta a impedir que ese par se saliera con la suya. «Oliver Volkov se arrepentiría de haberla usado de esta manera», se juró a sí misma, mientras buscaba el contacto telefónico de su hermana gemela.—Adhara, necesito verte —su evidente agitación preocupó a la joven del otro lado de la línea. —Por supuesto, hermana —cedió complaciente. Hacía apenas una hora que acababa de aterrizar en el país—. Estaba recién instalándome en el hotel y pensaba hacerte una visita, pero si necesitas que hablemos ahora, entonces puedes venir, te indicaré la dirección. Adriana repitió mentalmente la dirección dictada por su hermana y corrió en busca de un taxi, sin embargo, antes de que logrará alcanzar la puerta de salida, Irina se atravesó en su camino. —Supongo que ya lo sabes —su sonrisa se ensanchó maquiavélicamente, parecía un demonio en cuerpo de mujer—. La reconciliación se escucha por toda la casa —se jactó de los jadeos qu