Sus ojos verdes se encontraron con los grises en una batalla de voluntades. Odiaba a Oliver Volkov y odiaba haber olvidado cerrar la puerta con seguro. ¿Por qué ese hombre entraba como Pedro por su casa? No tenía ningún derecho a invadir su espacio.—Nuestra —la corrigió—. No olvides que sigues viviendo bajo mi techo.—¿Y acaso eso tiene importancia? —lo miró con rabia—. Usted sabe perfectamente que no tiene nada que hacer aquí… ¡Así que márchese!—Me iré. Pero si he venido aquí no ha sido por gusto —habló despectivamente, como si el hecho de tener que verla fuera algo que detestaba.—Entonces vaya al punto. ¿Qué es lo que quiere?—se cruzó de brazos, esperando con impaciencia por su respuesta. Respirar el mismo aire que Oliver Volkov le resultaba demasiado tóxico.—¿Qué estás tramando? —la acusó sin rodeos—. Sé que esta idea de trabajar en la empresa no ha sido una idea inocente, Adriana. Antes pensaba que sí, pensaba que lo hacías porque realmente querías progresar y surgir. Recuerdo
Doce años antes…—Anastasia, por favor, no llores. ¡Te prometo que será la última vez que me burle de tus trenzas! —suplicó un desesperado Oliver, viendo a su mejor amiga llorar, mientras se escondía detrás de un árbol para que su padre no la descubriera.—No es por eso que lloro, tonto —respondió Anastasia entre hipidos, mirando ansiosamente hacia todos lados. Estaban en el patio del colegio.—¿Entonces por qué es?La mente de Anastasia viajo a lo ocurrido esa mañana, cuando su padre se enteró de la citación puesta en su cuaderno por la maestra el día anterior: “He encontrado a Anastasia, fijándose de los resultados de sus compañeros en el examen de álgebra.”Su padre, Giovanni Sidorov había explotado en cólera, comparándola con su hermano mayor y diciéndole que por esa razón hubiese preferido tener solamente hijos varones. Según su padre, ella únicamente servía para maquillarse y para hacer esas inútiles pasarelas en las que la había inscrito su madre desde los ocho años. Lo peor er
El sonido de la marcha nupcial, acompañado de los pétalos de rosas que le lanzaban al pasar, hicieron de aquellos minutos los más felices en la vida de Adriana Miller. Lamentablemente, el sueño duró demasiado poco, ya que luego de dar el tan anhelado “sí” en el altar, el príncipe se convirtió en ogro y su nueva familia se transformó en los demonios de su infierno personal. —Lindo vestido —se acercó su suegra a darle la felicitación o eso era lo que, ilusamente, Adriana pensó—. Sería una lástima que se ensucie de vino—y así, sin más, vertió el líquido rojo en la delicada tela de su vestido de novia, mientras ella en compañía de Anastasia Sidorov se carcajeaban de risa. Adriana jadeó, horrorizada. No podía creer que acabaran de arruinar su vestido en un día tan especial como ese. Pero su suegra, no conforme con esto, agrego macabramente: —Mi hijo se casó contigo por un berrinche —aseguró—. Pronto recapacitará y te pedirá el divorcio. Mientras tanto, mira a Anastasia—la señaló orgul
Adriana dio un paso atrás, abrumada por lo recién descubierto, pero dispuesta a impedir que ese par se saliera con la suya. «Oliver Volkov se arrepentiría de haberla usado de esta manera», se juró a sí misma, mientras buscaba el contacto telefónico de su hermana gemela.—Adhara, necesito verte —su evidente agitación preocupó a la joven del otro lado de la línea. —Por supuesto, hermana —cedió complaciente. Hacía apenas una hora que acababa de aterrizar en el país—. Estaba recién instalándome en el hotel y pensaba hacerte una visita, pero si necesitas que hablemos ahora, entonces puedes venir, te indicaré la dirección. Adriana repitió mentalmente la dirección dictada por su hermana y corrió en busca de un taxi, sin embargo, antes de que logrará alcanzar la puerta de salida, Irina se atravesó en su camino. —Supongo que ya lo sabes —su sonrisa se ensanchó maquiavélicamente, parecía un demonio en cuerpo de mujer—. La reconciliación se escucha por toda la casa —se jactó de los jadeos qu
Evitar que la información sobre la muerte de Adriana se filtrara requirió de sobornos y mucho dinero. Adhara había odiado hacer esa llamada, pero no tuvo otra alternativa que contactar con el multimillonario, Luke Jones. No quería parecer una persona interesada, pero el único con el suficiente poder como para ayudarla a hacer justicia, era precisamente él, Luke. El empresario más famoso de toda Inglaterra y, quién había desarrollado alguna especie de fijación por ella. Luego de que lo conociera por casualidad en un evento de la universidad, le había ofrecido la oportunidad de hacer pasantías en su empresa.Adhara había aceptado, porque evidentemente eso le abriría las puertas al mundo laboral, pero al poco tiempo todo se había complicado. Luke no dejó de insistir para que salieran y ella no había dejado de posponer dicho encuentro. Hasta que no tuvo otra opción que tomar su teléfono y pedirle un favor, un favor que seguramente le costaría muy caro, pero que no le importaba en ese m
Oliver no podía dejar de pensar en Anastasia y en esa pequeña reconciliación que habían tenido. Luego de años sin dirigirse la palabra, había disfrutado sobremanera de escuchar sus gemidos, consciente de que era él el causante de tan desbocadas reacciones. Ahora únicamente necesitaba deshacerse de Adriana…El asunto era que su esposa había desaparecido la misma tarde de la reconciliación y no sabía si esto era bueno o malo. —Oliver —la voz de su madre se alzó en medio del pasillo, interrumpiendo su tranquila caminata. Irina acortó la distancia con una expresión de visible irritación. —¿Qué quieres ahora?—trato vanamente de contener su exasperación, luego de meses de insistencia para que se divorciara—. ¿Acaso no estás conforme ya con que me hubiese reconciliado con tu querida Anastasia? ¿O se te ofrece algo más, madre?Amaba a su madre, pero debía reconocer que había ocasiones en las que no la soportaba. —¡Esa regresó, Oliver! —rugió Irina, sus ojos notablemente rojos. —¿Esa? —
—¿Una condición? ¿Y de cuándo acá tú impones condiciones? —se burló Oliver. Adhara respiró profundamente para contener el deseo salvaje que sentía de despellejar a ese sujeto. No podía entender cómo era que su dulce hermana Adriana había terminado casada con él, pero sin duda era un diablo en cuerpo de hombre. Aun así, trató de serenarse porque no le convenía explotar en el pleno inicio de su plan. Necesitaba el tiempo necesario para hacer desaparecer el imperio Volkov de sobre la faz de la tierra. Para cuando acabara con Oliver y toda su familia no quedaría ni rastros de lo que alguna vez fueron…—Porque soy tu esposa y no te conviene hacer de esta separación un escándalo —contestó con una sonrisa cargada de suficiencia que hizo que la expresión burlona de Oliver desapareciera—. Además, he contactado con varios periodistas que estarían encantados de publicar en primera plana mi versión sobre los hechos. ¿Te gustaría que tus socios se enteraran de como tratas a tu mujer en privado,
«Ciertamente, no es la misma», pensó Oliver, mirándola como si le hubiese crecido una segunda cabeza. No sabía qué había pasado con Adriana, pero esta mujer no era ella. Por un momento estuvo tentado ante la idea de preguntarle dónde estaba su verdadera esposa, pero la sola cuestión en su cabeza sonó tonta. Esa era Adriana, no podía ser otra. Lamentablemente, Oliver desconocía que su esposa tenía una hermana gemela, información vital para que el plan de Adhara tuviera éxito. Cuando Adhara le había preguntado a Adriana por teléfono sobre el enigmático hombre con el que se casaría en una semana, ella no había mostrado el típico entusiasmo de una novia a punto de dar un paso tan importante. —Es muy guapo, tiene dinero y… —su voz se había escuchado dudosa— me trata bien, supongo.—¿Supones? ¿Qué es eso de supones? —se había preocupado Adhara de inmediato. —La verdad es que no nos conocemos tanto —aclaró—. Nuestros inicios han sido un poco informales. “No me importa nada de tu vida