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Ese sábado, Adhara se despertó temprano y se miró al espejo antes de elegir un hermoso vestido de verano. Era de algodón con un estampado floral de delicadas margaritas en tonos pasteles. A simple vista era sencillo, pero muy cómodo, justo lo requerido para la ocasión. Su salida con Esteban no necesitaba de algo más elegante, se suponía que irían a comer algo al parque, mientras miraban la laguna cubierta de patos. Era un plan sencillo. Un plan de amigos. O eso esperaba.—Señora…Adhara abrió la puerta justo cuando Greta llegaba con el desayuno. No pudo evitar mirar la bandeja con aversión nada disimulada. —Hoy desayunaré afuera —informó sin deseos de invertir parte de su tiempo en botar aquello. —Pero, señora, no debería salir sin comer —insistió haciendo que Adhara sintiera una oleada de rabia apoderarse de su cuerpo.«¿Cómo se atrevía…?», pensó, conteniéndose apenas de jalarla del cabello.—Comeré afuera —replicó con más dureza de la esperada. Pero le sacaba de quicio su insiste
—Es muy complicado… —trató de evadir el tema, pero era evidente que Esteban no tenía pensado dejarlo pasar. —Siento que algo grave te está sucediendo —soltó entonces, convencido de esa realidad—. Y estoy casi seguro de que ese algo tiene que ver con Oliver —de repente su voz adoptó un tono más firme—. Dime, Adriana, ¿te hizo algo? ¿Te lastimó? Si es así, entonces voy a matarlo.—Ya es tarde —las palabras salieron sin que pudiera evitarlo. —¿Qué? —Ya es tarde para Adriana —repitió, mientras sus ojos se humedecían de nuevo.—¿De qué estás hablando, Adriana? No entiendo. Esteban parecía realmente confundido. Adhara, sabiendo que lo que estaba a punto de decir, no era algo fácil de digerir, lo invitó a tomar asiento. Ahora estaban frente a la laguna, los patos revoloteaban por el lugar, igual que otros visitantes. Todos demasiado sumergidos en sus propias cosas como para notar la tensa conversación que estaba a punto de surgir. —Adriana murió —las palabras se sintieron como estacas
Cuando Adhara regresó a casa ese día, lo último que esperaba era encontrarse con Oliver Volkov en la entrada de la casa; sin embargo, una cosa eran sus deseos y otra muy distinta lo que el destino le tenía preparado. —¿Dónde estabas? —Su pregunta la tomó por sorpresa en el vestíbulo. —No veo por qué eso debe ser de tu incumbencia —lo esquivó, mientras enfocaba su mirada en las escaleras. Necesitaba evitar la confrontación, luego de un día tan tenso sentía que sería capaz de gritarle sus verdades a la cara y eso únicamente arruinaría sus planes.—Por supuesto que es de mi incumbencia —la agarró del brazo, alcanzándola con gran facilidad.—¡No, no lo es! —se soltó dándole un empujón en el pecho—. Estamos separados, ya no te debo explicaciones. Además, tú tampoco me las das a mí, así que no pidas algo que no ofreces. Ahora, si me disculpas, estoy muy cansada y quiero irme a dormir. Oliver se quedó en medio del pasillo con la palabra en la boca y sintiéndose de muy malhumor. Era eviden
Esa mañana Adhara llegó tarde al trabajo. Luego de que Greta se marchara, se sentó en el sofá de la habitación y revisó el diario de su hermana. “He estado colocando anticonceptivos en su jugo de manzana”, las palabras de Greta se repetían en su mente. «¿Realmente Adriana había querido embarazarse de Oliver?», se preguntó por enésima vez. Eso no parecía tener sentido alguno, al menos no para ella.Pero entonces, luego de casi una hora de revisar su diario, no encontró ningún título alusivo a su obsesión por el embarazo. Así que no le quedó más opción que continuar con la historia por dónde la había dejado, pero eso sería al regresar a casa más tarde. En ese mismo instante, necesitaba continuar con su plan y eso incluía colocar su mejor fachada. Cuatro meses era el tiempo que había negociado con Oliver y, prácticamente su primer mes, estaba a punto de ser lanzado a la basura, cosa que la hacía sentir muy frustrada. —No puedo darme el lujo de fallar —murmuró para sí misma, conscien
Su idea muy brillante consistía en averiguar los sitios que Oliver solía frecuentar. Así que se encontró a sí misma espiándolo, cosa que no le resultaba para nada divertida. Era desagradable.El hombre se estacionó frente a un restaurante, eran aproximadamente las siete de la noche, lo cual indicaba que se disponía a cenar.Adhara miró hacia todos lados esperando que la silueta de Anastasia emergiera de la nada, sin embargo, esto no sucedió.«¿No se suponía que estaban juntos?», se encontró preguntándose, pero al segundo siguiente se arrepintió. Los problemas de esos dos no eran su asunto.Así que, de forma cautelosa, regreso de vuelta al plan. Se bajó del auto una vez estuvo segura de que Oliver hubo entrado. Solamente se asomaría para confirmar si comía solo o acompañado, o con qué frecuencia visitaba este lugar.—¿Tiene una reservación? —le preguntaron al entrar.Adhara dio un rápido vistazo al interior y quedo deslumbrada. Una tenue melodía de jazz se filtraba por las paredes envo
Adhara se sintió muy frustrada cuando se enteró de que su plan había fracasado. —Bueno, evidentemente no sería tan sencillo —contestó Esteban, luego de que lo pusiera al día con los pormenores. —¿Y ahora qué haré? —se sentía exasperada. Necesitaba que Oliver firmara esos benditos papeles. —Intenta utilizar a una mujer. Ya sabes —su mirada estaba cargada de circunstancia y Adhara sintió deseos de vomitar. —Cielos. Los hombres son tan básicos, es irritante —sus manos se empuñaron al imaginarse a Oliver coqueteando con esta fémina sin nombre, a la cual se vería obligada a enviar. —Seguramente resultará. Ya lo verás. —Es lo único que me importa. Le informo a Luke sobre esta nueva idea y para el final de la tarde una despampanante mujer, cruzaba la puerta de entrada de la torre Volkov. —Buenas tardes, ¿le puedo ayudar en algo? —preguntó la recepcionista al verla pararse frente a su cubículo. Adhara se la ingenio para hacer parecer que tenía una cita con su jefe, el señor Suárez. P
Adhara no había dejado de reprocharse su fracaso. Al parecer había subestimado a Oliver, no era un hombre tan fácil de engañar. Era un lobo astuto y experimentado. —¿Y ahora qué haré? —se preguntó a sí misma, estando sola en la habitación de su hermana. Sin mucha claridad ni deseos de complicarse, decidió dejar el tema del plan a un lado y se concentró en seguir recabando información. La única manera que conocía era seguir hojeando el diario de Adriana. Lo último que había leído sobre su extraña historia con Oliver, se trataba de su primera experiencia sexual, una primera vez nada convencional. A su parecer, Oliver la había tratado como a una mujerzuela al recostarla sobre su escritorio y follarla sin más. Era su primera vez, m*****a sea. Pero aun así, Adriana había descrito el evento como algo hermoso. Su hermana tenía un tornillo suelto. “Creo que Oliver no puede vivir sin ponerme las manos encima. Cada vez que me ve el deseo estalla en sus ojos. Debo confesar que también me he
Una cosa era decidirlo y otra hacerlo. Adhara se sentía mareada ante la idea de acercarse voluntariamente a Oliver. La verdad era que no tenía ni idea de cómo llegar a él. ¿Qué le diría para empezar? “Oye, Oliver, ¿qué te parece si firmas los benditos papeles y nos ahorramos todo esto?”Adhara negó con la cabeza, consciente de que eso era una estupidez total. Si llegaba de esa forma tan descarada. Entonces Oliver realmente nunca firmaría esos documentos y su plan se vería completamente frustrado. Necesitaba hacer todo esto de una manera mucho más sutil. «¿Pero cuál?», se preguntó por enésima vez.El señor Suárez le había pedido que imprimiera unos documentos y sin darse cuenta se había quedado casi media hora en la sala de impresión, imprimiendo la misma página sin parar. —Oh, no. Maldición —rugió al ver el reguero de hojas que había empezado a caer en el suelo. Adhara se agachó a recoger todo aquello con manos ansiosas. No podía negar que últimamente no estaba nada concentrada.