Carolina Laredo, una joven que vive para complacer a los suyos, ve su vida desmoronarse en cuestión de horas. El mismo día de su boda, cuando está a punto de casarse con Alberto Pérez, un hombre de una prestigiosa familia,, su mundo se desmorona cuando, tras una larga espera en la iglesia, descubre que su novio ha estado siéndole infiel con su mejor amiga, Lina, en una llamada que deja su corazón hecho pedazos, sin embargo, no tiene tiempo para procesar el dolor. Un terrible accidente envía a su madre al hospital, y Carolina se enfrenta a una situación desesperada: salvar a su madre requiere una costosa cirugía que su seguro no cubre. Con solo 24 horas para reunir trescientos mil dólares, la desesperación la lleva a considerar una opción impensable. Guiada por una desconocida, Carolina descarga una aplicación donde hombres adinerados buscan compañía. Sin otra salida, decide registrarse y firmar un contrato con un magnate misterioso para pasar tres noches con él a cambio del dinero que salvará la vida de su madre. Es en ese momento donde su camino se cruza con Lisandro Quintero, un hombre tan enigmático como atractivo. Él le ofrece la suma que necesita, pero a un costo que pondrá a prueba no solo sus límites, sino también sus emociones. Tres noches que cambiarán sus vidas para siempre, y un contrato que podría ser el comienzo de algo mucho más profundo de lo que ambos esperan. Todos los derechos reservados, prohibida la distribución, total y parcial de esta historia, sin la autorización de la autora. Refistrada en Safe creative bajo el número 24103199963 fecha 31/10/2024.
Leer másEnrico, con su corazón palpitando fuertemente en su pecho, pensó en lo que tendría que sacrificar si las cosas se complicaban. “Nada de esto tendría sentido si Liliana no cumplía su parte del trato”, pensó.—Voy a matarte, Liliana —murmuró, casi en un susurro, sin que ella lo escuchara. Pero en ese momento, Enrico sabía que solo tenía un camino hacia la redención, luchar con todo lo que tenía. Aunque las cartas estuvieran en su contra.Cuando lo empujaron dentro. Las puertas se cerraron detrás de él, y en ese momento, Enrico se dio cuenta de algo: este juego estaba a punto de tomar un giro aún más oscuro. Sabía que esa mujer era capaz de todo. ¿Qué estaba dispuesto a hacer por venganza? Las preguntas eran muchas, y el reloj estaba corriendo en su contra.Entretanto, en la finca de Enrico, la casa estaba a punto de estallar en caos. Mientras tanto, la verdadera trampa de Liliana se cerraba, y nadie sabía a ciencia cierta cuántos pagarían el precio de haber subestimado a Liliana King.
Enrico sintió que el aire se le escapaba de los pulmones ante la declaración de Liliana. Su mente trabajaba a toda velocidad, tratando de encontrar una salida a esta situación imposible.El aire parecía pesado y denso, como si la misma tensión que envolvía a Enrico y Liliana hubiera solidificado el espacio entre ellos. Enrico mantenía los puños apretados, sintiendo cómo la rabia y la impotencia hervían en su interior. Pero tenía que mantenerse controlado, por sus seres queridos. La situación había alcanzado su punto más crítico, y no podía perder la cabeza ahora.Liliana observaba cada uno de sus movimientos; su sonrisa arrogante nunca se desvanecía. Para ella, todo esto era solo un juego. Un juego con reglas que ella misma había impuesto y que Enrico, como siempre, debía seguir si quería que su familia sobreviviera.“Una noche”, pensó Enrico, su mente trabajando frenéticamente. “Una noche para salvar a mi familia”. La oscuridad parecía tragarse sus pensamientos. Sabía que no tenía m
Mientras tanto, en un rincón de la ciudad, dentro de una de las vans que se desplazaba silenciosamente, Izan abría los ojos, lentamente temiendo ser visto. No estaba inconsciente, porque apenas vio a los hombres entrar y colocarle un trapo en la nariz a su hermanita y hacerla desmayar. Supuso que eso tenía alguna sustancia para dormir, por eso retuvo la respiración.Miró a su alrededor y vio a Dante, su primo, dormido junto a él, y de inmediato sintió un nudo en el estómago al darse cuenta de que algo no iba bien. Había escuchado los murmullos de los hombres a su alrededor, y la sensación en el aire lo hizo contener la respiración.El niño empezó a sentirse más alerta. El par de hombres a su alrededor parecían distraídos, ajenos a la lucidez creciente en Izan.Con un esfuerzo visible, Izan se incorporó lo suficiente como para observar mejor. Con un giro de cabeza, vio a los dos hombres que los acompañaban: uno estaba sentado en el asiento delantero, el otro detrás de ellos. La sensaci
El silencio de la noche fue roto por el sonido de disparos y gritos. Enrico y Leandro se pusieron en acción de inmediato, coordinando a sus hombres a través de los comunicadores mientras observaban el caos que se desarrollaba en las pantallas de seguridad.—¡Están entrando por el ala norte! —gritó uno de los guardias a través de la radio. —¡Necesitamos refuerzos!Enrico apretó los dientes, su mente trabajando a toda velocidad. —Vamos, tenemos que ir a ayudarlos —expresó Leandro, pero mientras iba caminando hacia allí, una idea cruzó en la mente de Enrico, reaccionó y negó con la cabeza.—Hay algo que no me cuadra —murmuró. —Liliana es más inteligente que esto, la conozco. Se quedó pensativo y luego agregó sin dudarlo.—Es una distracción —enseguida regresó a la sala de seguridad y comenzó a ver en las pantallas.Como si confirmara sus sospechas, otra alarma sonó, esta vez desde el ala este de la mansión, cerca de donde estaban los niños.—¡Mierda! —exclamó Enrico. —Leandro, encárgat
Las horas fueron pasando, la tensión era palpable incluso a kilómetros de la finca Armone. En una lujosa mansión, Liliana King discutía acaloradamente con su padre y Ugo Armone. El ambiente estaba cargado de una mezcla de planes oscuros y egos enfrentados.—Entrar directamente es un error, Liliana, —dijo su padre con severidad, sus manos cruzadas frente a él mientras la miraba con preocupación. —Sabes tan bien como yo que Enrico no es un hombre que se tome las amenazas a la ligera. Tiene todo bajo vigilancia, y exponer a nuestros hombres sería suicida.Liliana lo fulminó con la mirada, sus labios curvándose en una sonrisa fría.—¿Qué propones entonces, papá? ¿Qué nos quedemos sentados esperando a que Enrico contraataque? No. Esta es nuestra oportunidad. No estoy dispuesta a dejar que ese bastardo siga creyendo que puede ganar. Lo quiero hundir… verlo de rodilla suplicándome y arrepentido de haberme rechazado. Deseo destruirlo, y Dante es la clave.Ugo, sentado en un sillón con su habi
La noche había caído sobre la ciudad, envolviendo las calles en sombras inquietantes. En la mansión de los Armone, la tensión era palpable. Enrico caminaba de un lado a otro en su estudio, su mente trabajando a toda velocidad mientras intentaba anticipar el próximo movimiento de sus enemigos.Inés lo observaba desde el sofá, su rostro una máscara de preocupación.—Enrico, necesitas descansar —dijo suavemente. —No puedes seguir así.Él se detuvo y la miró, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de determinación y agotamiento.—No puedo descansar, Inés. No, mientras mi familia esté en peligro —, respondió, pasándose una mano por el cabello con frustración.En ese momento, el teléfono de Enrico sonó. Miró la pantalla y frunció el ceño al ver un número desconocido.—¿Hola? —, contestó con cautela.“Enrico Armone”, dijo una voz femenina al otro lado de la línea. "Qué gusto escucharte".El rostro de Enrico se endureció al reconocer la voz.—Liliana —, gruñó. —¿Qué demonios quieres?La ri
Enrico sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. La familia King ¿La familia de Liliana? No podía creer que hubiesen sido capaces de hacer eso. ¿Se atrevían a retarlo? Sabían que eran despiadados y sin escrúpulos, incluso para los estándares del mundo criminal en el que se movían.—¿Estás seguro de eso? —preguntó su voz, apenas un susurro, sintiendo la preocupación agitarse en su interior.Lisandro asintió gravemente.—Completamente. Mis fuentes son confiables. Al parecer, Ugo les ha prometido algunos negocios del territorio Armone a cambio de su ayuda para... —hizo una pausa, como si le costara decir las palabras— para eliminar a Carolina y a tu madre.Enrico se levantó de golpe, la furia, recorriendo su cuerpo como una corriente eléctrica por sus venas.—Ese maldito bastardo... —gruñó, sus puños apretados con tanta fuerza que sus nudillos se tornaron blancos y su mirada se endureció mientras apretaba los dientes con rabia —¿Tenemos pruebas? —inquirió con el entrecejo frunc
Enrico salió de la mansión de su abuelo con la adrenalina corriendo por sus venas. Sabía que acababa de declarar la guerra abiertamente, y que las consecuencias no tardarían en llegar. Mientras conducía de vuelta a su propia finca, su mente trabajaba a toda velocidad, tratando de anticipar el próximo movimiento de Ugo.Apenas entró por la puerta, se encontró con Inés esperándolo en la sala. Su rostro mostraba una mezcla de preocupación y alivio al verlo.—¿Cómo fue? —preguntó ella, acercándose a él.Enrico suspiró profundamente antes de responder.—Peor de lo que esperaba. El viejo bastardo admitió todo. No solo quería matar a Carolina antes de que naciera, sino que también... —hizo una pausa, la ira volviendo a hervir en su interior—. Él fue quien entregó a mi padre para que lo mataran.Inés ahogó un grito, llevándose una mano a la boca.—Dios mío, Enrico... ¿Qué vas a hacer ahora? Ese hombre es un monstruo.Él la miró con determinación.—Proteger a nuestra familia. Ugo no se quedará
Enrico no perdió tiempo y se dirigió a la finca de su abuelo. El aire estaba cargado de una tensión palpable cuando Enrico cruzó las puertas principales. La noche se cernía pesada, y la imponente mansión de su abuelo se alzaba como un recordatorio del poder y las intrigas que habían moldeado su vida. Era conocido como heredero de los Armone, por eso nadie le impidió la entrada. Sus pasos resonaban en los pasillos, cada uno cargado de determinación. Sabía que enfrentarse a su abuelo sería como caminar hacia la boca de un león, pero no había vuelta atrás.Cuando llegó a la sala principal, Ugo Armone lo esperaba. Sentado en su majestuoso sillón de cuero, con un vaso de whisky en la mano, el anciano levantó la mirada hacia su nieto. Sus ojos eran fríos y calculadores, como los de un depredador midiendo a su presa.—Enrico, siempre tan dramático. ¿A qué debo el honor de tu visita a altas horas de la noche? —preguntó el anciano, su tono cargado de sarcasmo.Enrico no perdió el tiempo. Se p