Carolina Laredo, una joven que vive para complacer a los suyos, ve su vida desmoronarse en cuestión de horas. El mismo día de su boda, cuando está a punto de casarse con Alberto Pérez, un hombre de una prestigiosa familia,, su mundo se desmorona cuando, tras una larga espera en la iglesia, descubre que su novio ha estado siéndole infiel con su mejor amiga, Lina, en una llamada que deja su corazón hecho pedazos, sin embargo, no tiene tiempo para procesar el dolor. Un terrible accidente envía a su madre al hospital, y Carolina se enfrenta a una situación desesperada: salvar a su madre requiere una costosa cirugía que su seguro no cubre. Con solo 24 horas para reunir trescientos mil dólares, la desesperación la lleva a considerar una opción impensable. Guiada por una desconocida, Carolina descarga una aplicación donde hombres adinerados buscan compañía. Sin otra salida, decide registrarse y firmar un contrato con un magnate misterioso para pasar tres noches con él a cambio del dinero que salvará la vida de su madre. Es en ese momento donde su camino se cruza con Lisandro Quintero, un hombre tan enigmático como atractivo. Él le ofrece la suma que necesita, pero a un costo que pondrá a prueba no solo sus límites, sino también sus emociones. Tres noches que cambiarán sus vidas para siempre, y un contrato que podría ser el comienzo de algo mucho más profundo de lo que ambos esperan. Todos los derechos reservados, prohibida la distribución, total y parcial de esta historia, sin la autorización de la autora. Refistrada en Safe creative bajo el número 24103199963 fecha 31/10/2024.
Leer másLisandro se sintió un poco nervioso ante la determinación mostrada por Carolina, pero en ese momento no estaba dispuesto a decirle nada, no hasta que estuvieran casados y no hubiera ningún riesgo de que ella se retractara. —Carol, mi amor, te prometo que luego de la ceremonia voy a decirte todo lo que desees saber —pronunció en tono tranquilizador.Por un momento Carolina se quedó en silencio, dudosa, una parte de ella temía las respuestas de Lisandro y decena de preguntas pasaban por su mente ¿Por qué no quería decirle? ¿Qué tan grave podía ser como para no contárselo antes de la ceremonia? Su actitud la desconcertaba. Miró a Lisandro con una mezcla de frustración y resignación. Por un lado, quería insistir, exigir respuestas antes de dar el sí, pero, por otra parte, entendía que este no era el momento adecuado y al final accedió.—Está bien —dijo finalmente, soltando un suspiro—. Confiaré en ti, pero espero que cumplas tu palabra y me cuentes toda la verdad apenas finalice la cere
Alberto Pérez estaba en su oficina revisando unos documentos en compañía de Lina, su amante, cuando su asistente entró con un aire de emoción. —Disculpe, señor Alberto, tengo algo que entregarle —dijo, sosteniendo una elegante tarjeta de invitación.Alberto tomó la tarjeta con el ceño fruncido, mirando a su asistente con curiosidad. Al abrirla, sus ojos se agrandaron al leer el nombre en la invitación.—¡Por Dios! ¿Viste? ¡Me están invitando a la boda del heredero de la familia Quintero! —exclamó, sonriendo de oreja a oreja—. ¡¿Sabes lo que significa eso?! —espetó visiblemente emocionado, sin esperar respuesta respondió— Que mi familia está siendo reconocida como una de las más poderosas de la ciudad y cuando la gente sepa que estamos invitados a esta fiesta, todos empezarán a querer hacer negocios con los Pérez —resaltó orgulloso.Lina se acercó, se colocó por detrás de él, y leyó la invitación. —¿Por qué no tiene el nombre de la novia? ¿No es extraño? —preguntó, frunciendo el ceñ
María sintió que le faltaba el aire. La noticia del embarazo de Carolina la golpeó como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago y sacado todo el aire. Comenzó a ver todo oscuro, el mundo le dio vueltas y antes de que pudiera caer al suelo, Lisandro se levantó de la silla de ruedas y la sostuvoLisandro sostuvo a María con firmeza, ayudándola a sentarse en el sofá. La mujer estaba pálida y temblorosa, tratando de procesar la noticia.—¿Está bien, señora María? —preguntó Lisandro, su voz llena de preocupación.María asintió débilmente, pero sus ojos estaban llenos de confusión y dolor. —No puedo creerlo, —murmuró. —Mi Carolina... ¿Embarazada?“¿Y de este hombre que apenas conozco?", pensó, sintiendo una mezcla de confusión y dolor.Lisandro se arrodilló frente a ella, tomando sus manos entre las suyas. —Sé que es mucho para asimilar, señora María —, dijo suavemente. —Pero le aseguro que mis intenciones son honorables. María lo miró fijamente, sus ojos llenos de lágrimas.—¿Por
Carolina se quedó en silencio, sintiendo como las palabras de Lisandro resonaron en su cabeza. La idea de casarse, de unir su vida a la de un hombre por conveniencia, le resultaba inadmisible.No era el futuro que había imaginado. Tomó una profunda respiración, intentando calmar la tormenta que se agolpaba en su interior.—Lo siento Lisandro, pero —dijo, con voz firme—. ¡No voy a casarme contigo solo porque estoy embarazada! El día que decida casarme, lo haré por amor, no por obligación.Lisandro arqueó una ceja, sorprendido por la ferocidad de su respuesta. La miró intensamente, como si estuviera tratando de desentrañar sus pensamientos.—¿Y qué piensas hacer? ¿Tener a mi bebé sola? ¿Sin que yo sea parte de su vida? —preguntó, su tono lleno de irritación.—Sí, lo haré. Esto es una decisión que tengo que tomar sola. No necesito un anillo de compromiso para que mi vida tenga sentido —respondió Carolina, sintiendo la presión en su pecho aumentar.—Lamento decirte que estás equivocada. M
Carolina se llevó las manos a la cabeza, sintiendo que el mundo giraba a su alrededor. "No quiero agobiar a mi madre con esto", pensó, mientras las palabras del médico resonaban en su mente. La idea de que ella se enterara por casualidad, sobre su embarazo, la llenaba de pánico, porque temía lo que pudiera pensar de ella, y aunque era una mujer, se trataba más de un asunto de respeto. ¿Cómo le iba a explicar que aunque nunca se acostó con su novio, lo hizo con un desconocido del cual quedó embarazada?Negó enérgicamente, su madre no podía saber nada de eso, no hasta que ella supiera lo que iba a hacer.—Doctor, necesito un favor, no le cuente a mi madre, —le pidió al médico con firmeza—. No quiero que se preocupe más de lo que ya está… apenas se está recuperando y una noticia, así sería fatal para ella —concluyó.El doctor asintió, comprendiendo su preocupación.—Está bien, señorita Laredo. No le diré nada. Es importante para usted y para la tranquilidad de su embarazo, que primero
A medida que Carolina se alejaba, no pudo evitar sentirse confundida. La mezcla de emociones era intensa. Por un lado, la rabia por la actitud de Alberto, pero por otro, la extraña conexión que había sentido con Lisandro, la defensa que hizo hacia ella Cuando llegó a la casa, se miró en el espejo, sintiéndose agotada. Las emociones del día anterior y de ese encuentro la habían dejado exhausta. Así fueron pasando los días, estos se convirtieron en semanas, pero Carolina no había recibido ninguna llamada y mensaje por parte de Lisandro y eso la tenía angustiada. Cada vez que su teléfono sonaba, sentía una mezcla de esperanza y ansiedad, pero nunca era él. Una tarde, mientras caminaba por el parque cerca de su casa, se encontró con Inés. La chica la saludó efusivamente. —¡Carolina! Qué bueno verte. ¿Cómo has estado?Carolina forzó una sonrisa.—Bien, gracias. ¿Y tú?Inés la miró con curiosidad.—Te noto algo decaída. ¿Pasó algo con el hombre que conociste en la aplicación?Carolina
Carolina salió del hotel, aun con la adrenalina corriendo por sus venas. Las palabras de Alberto resonaban en su mente. Aunque intentó ignorarlas, el eco de sus burlas la perseguía. Se dirigió a la parada esperando encontrar un taxi, dispuesta a dejar atrás no solo la humillación porque Lisandro no se había presentado, sino también las burlas de su ex.Mientras caminaba, escuchó unos pasos detrás de ella, aceleró su paso, casi corriendo a punto de llegar a la parada.El miedo se agitó en su interior, porque tenía la sensación de que alguien estaba a punto de atraparla. Cuando llegó y se giró, y se dio cuenta de que se trataba de Alberto, quien caminaba con una sonrisa arrogante en su rostro.—¿No creías que me iba a dejar así, verdad? —dijo él, acercándose a ella con una confianza que le hizo sentir incómoda.Carolina retrocedió, intentando alejarse, pero él se interpuso en su camino. —No tienes que huir, Carolina. Sé que todavía hay algo entre nosotros. ¿Por qué no aceptas ser mi
El aire en el vestíbulo del hospital se volvió tenso para Carolina. Se encontraba atrapada entre la mirada inquisitiva de su madre y las palabras de Inés, quien había interrumpido la conversación justo a tiempo.—Hola, señora, mucho gusto. Usted debe ser la mamá de Carolina —dijo Inés, extendiendo una mano con una sonrisa amigable—. Soy Inés Martínez, para servirle. Solo se trataba de una broma... es que vi a Carolina el día de su accidente y nos hicimos amigas.Carolina sintió una oleada de alivio. Inés, con su carisma despreocupado, parecía capaz de desviar la atención.—¿Una broma? —preguntó María, su expresión todavía entre la confusión y la preocupación.—Sí, claro —respondió Carolina con una sonrisa nerviosa—. No creerá que somos capaces de hacer algo así, ¿verdad?La expresión de su madre se suavizó, y una risa leve escapó de sus labios. —Por supuesto que no, cariño. —María respiró hondo, asintiendo lentamente—. Siempre he confiado en ti.Inés sacó una tarjeta de su bolso y se
Carolina sintió que el aire se le escapaba de los pulmones ante la orden directa de Lisandro. Un escalofrío recorrió su cuerpo, mezcla de nervios y anticipación. Sus manos temblaron ligeramente mientras llevaba sus dedos al cierre de su vestido. Con movimientos lentos e inseguros, comenzó a bajarlo, revelando centímetro a centímetro su piel. El aire frío de la habitación la hizo estremecerse, o quizás era la intensidad de la mirada de Lisandro sobre ella. Sus ojos verdes la recorrían con un hambre que la hacía sentir expuesta y vulnerable.Cuando el vestido cayó a sus pies, Carolina se quedó de pie frente a él, cubierta solo por su ropa interior de encaje. Instintivamente, cruzó los brazos sobre su pecho, tratando de ocultar su desnudez.—No te cubras —dijo Lisandro con voz ronca—. Eres hermosa.Sus palabras la hicieron sonrojar intensamente. Lentamente, Carolina bajó los brazos, permitiéndole admirarla por completo.Lisandro se acercó en su silla de ruedas, hasta quedar justo frente