A medida que Carolina se alejaba, no pudo evitar sentirse confundida. La mezcla de emociones era intensa. Por un lado, la rabia por la actitud de Alberto, pero por otro, la extraña conexión que había sentido con Lisandro, la defensa que hizo hacia ella Cuando llegó a la casa, se miró en el espejo, sintiéndose agotada. Las emociones del día anterior y de ese encuentro la habían dejado exhausta. Así fueron pasando los días, estos se convirtieron en semanas, pero Carolina no había recibido ninguna llamada y mensaje por parte de Lisandro y eso la tenía angustiada. Cada vez que su teléfono sonaba, sentía una mezcla de esperanza y ansiedad, pero nunca era él. Una tarde, mientras caminaba por el parque cerca de su casa, se encontró con Inés. La chica la saludó efusivamente. —¡Carolina! Qué bueno verte. ¿Cómo has estado?Carolina forzó una sonrisa.—Bien, gracias. ¿Y tú?Inés la miró con curiosidad.—Te noto algo decaída. ¿Pasó algo con el hombre que conociste en la aplicación?Carolina
Carolina se llevó las manos a la cabeza, sintiendo que el mundo giraba a su alrededor. "No quiero agobiar a mi madre con esto", pensó, mientras las palabras del médico resonaban en su mente. La idea de que ella se enterara por casualidad, sobre su embarazo, la llenaba de pánico, porque temía lo que pudiera pensar de ella, y aunque era una mujer, se trataba más de un asunto de respeto. ¿Cómo le iba a explicar que aunque nunca se acostó con su novio, lo hizo con un desconocido del cual quedó embarazada?Negó enérgicamente, su madre no podía saber nada de eso, no hasta que ella supiera lo que iba a hacer.—Doctor, necesito un favor, no le cuente a mi madre, —le pidió al médico con firmeza—. No quiero que se preocupe más de lo que ya está… apenas se está recuperando y una noticia, así sería fatal para ella —concluyó.El doctor asintió, comprendiendo su preocupación.—Está bien, señorita Laredo. No le diré nada. Es importante para usted y para la tranquilidad de su embarazo, que primero
Carolina se quedó en silencio, sintiendo como las palabras de Lisandro resonaron en su cabeza. La idea de casarse, de unir su vida a la de un hombre por conveniencia, le resultaba inadmisible.No era el futuro que había imaginado. Tomó una profunda respiración, intentando calmar la tormenta que se agolpaba en su interior.—Lo siento Lisandro, pero —dijo, con voz firme—. ¡No voy a casarme contigo solo porque estoy embarazada! El día que decida casarme, lo haré por amor, no por obligación.Lisandro arqueó una ceja, sorprendido por la ferocidad de su respuesta. La miró intensamente, como si estuviera tratando de desentrañar sus pensamientos.—¿Y qué piensas hacer? ¿Tener a mi bebé sola? ¿Sin que yo sea parte de su vida? —preguntó, su tono lleno de irritación.—Sí, lo haré. Esto es una decisión que tengo que tomar sola. No necesito un anillo de compromiso para que mi vida tenga sentido —respondió Carolina, sintiendo la presión en su pecho aumentar.—Lamento decirte que estás equivocada. M
María sintió que le faltaba el aire. La noticia del embarazo de Carolina la golpeó como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago y sacado todo el aire. Comenzó a ver todo oscuro, el mundo le dio vueltas y antes de que pudiera caer al suelo, Lisandro se levantó de la silla de ruedas y la sostuvoLisandro sostuvo a María con firmeza, ayudándola a sentarse en el sofá. La mujer estaba pálida y temblorosa, tratando de procesar la noticia.—¿Está bien, señora María? —preguntó Lisandro, su voz llena de preocupación.María asintió débilmente, pero sus ojos estaban llenos de confusión y dolor. —No puedo creerlo, —murmuró. —Mi Carolina... ¿Embarazada?“¿Y de este hombre que apenas conozco?", pensó, sintiendo una mezcla de confusión y dolor.Lisandro se arrodilló frente a ella, tomando sus manos entre las suyas. —Sé que es mucho para asimilar, señora María —, dijo suavemente. —Pero le aseguro que mis intenciones son honorables. María lo miró fijamente, sus ojos llenos de lágrimas.—¿Por
Alberto Pérez estaba en su oficina revisando unos documentos en compañía de Lina, su amante, cuando su asistente entró con un aire de emoción. —Disculpe, señor Alberto, tengo algo que entregarle —dijo, sosteniendo una elegante tarjeta de invitación.Alberto tomó la tarjeta con el ceño fruncido, mirando a su asistente con curiosidad. Al abrirla, sus ojos se agrandaron al leer el nombre en la invitación.—¡Por Dios! ¿Viste? ¡Me están invitando a la boda del heredero de la familia Quintero! —exclamó, sonriendo de oreja a oreja—. ¡¿Sabes lo que significa eso?! —espetó visiblemente emocionado, sin esperar respuesta respondió— Que mi familia está siendo reconocida como una de las más poderosas de la ciudad y cuando la gente sepa que estamos invitados a esta fiesta, todos empezarán a querer hacer negocios con los Pérez —resaltó orgulloso.Lina se acercó, se colocó por detrás de él, y leyó la invitación. —¿Por qué no tiene el nombre de la novia? ¿No es extraño? —preguntó, frunciendo el ceñ
Lisandro se sintió un poco nervioso ante la determinación mostrada por Carolina, pero en ese momento no estaba dispuesto a decirle nada, no hasta que estuvieran casados y no hubiera ningún riesgo de que ella se retractara. —Carol, mi amor, te prometo que luego de la ceremonia voy a decirte todo lo que desees saber —pronunció en tono tranquilizador.Por un momento Carolina se quedó en silencio, dudosa, una parte de ella temía las respuestas de Lisandro y decena de preguntas pasaban por su mente ¿Por qué no quería decirle? ¿Qué tan grave podía ser como para no contárselo antes de la ceremonia? Su actitud la desconcertaba. Miró a Lisandro con una mezcla de frustración y resignación. Por un lado, quería insistir, exigir respuestas antes de dar el sí, pero, por otra parte, entendía que este no era el momento adecuado y al final accedió.—Está bien —dijo finalmente, soltando un suspiro—. Confiaré en ti, pero espero que cumplas tu palabra y me cuentes toda la verdad apenas finalice la cere
Lisandro se pasó una mano por el cabello, visiblemente incómodo con la situación. —Carolina, tienes que entender... Mi familia tiene ciertas expectativas sobre con quién debo casarme. Alguien de nuestra misma posición social y económica. Carolina sintió como si le hubieran dado una bofetada. Las palabras de Lisandro la golpearon con fuerza, dejándola sin aliento.—Entonces... ¿Te casaste conmigo en secreto? ¿Sin que tu familia supiera? —preguntó, su voz apenas un susurro.Lisandro asintió lentamente.—Sí. Sabía que si les decía, harían todo lo posible por impedir esta boda. Por eso decidí hacerlo así.Carolina dio un paso atrás, sintiendo que las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos.—¿Y qué pasará ahora? ¿Cómo crees que reaccionarán cuando se enteren?Lisandro se acercó a ella, intentando tomarla de las manos, pero Carolina se apartó.—No lo sé, Carol. Probablemente, no lo tomarán bien al principio. Pero con el tiempo...—¿Con el tiempo, qué, Lisandro? —interrumpió Carolina,
Carolina Laredo se encontraba en la puerta de la iglesia, vestida con un traje de novia blanco inmaculado que brillaba bajo el sol. Su cabello castaño estaba recogido en un elegante moño, pero a pesar de su apariencia perfecta, una oleada de ansiedad la invadía. Sus dedos temblaban como hojas otoñales a punto de caer, sosteniendo a duras penas el delicado ramo de rosas blancas.El sol de la tarde proyectaba un halo sobre su cabello oscuro, simbolizando una pureza que ahora parecía más una burla que una bendición. Al lado de ella, su madre, María, la miraba con preocupación, su ceño fruncido, revelando la inquietud que ambas compartían, después de tener más de una hora esperando al novio, al punto de que los invitados salieron de la iglesia impaciente para observarla.—¿Por qué no llega mamá? ¿Y tampoco Lina? — Su voz tembló, cortando los susurros que se arremolinaban a su alrededor. El sudor brillaba tenuemente en su frente, delatando su agitación interior.Lina era su mejor amiga y