El aire en el vestíbulo del hospital se volvió tenso para Carolina. Se encontraba atrapada entre la mirada inquisitiva de su madre y las palabras de Inés, quien había interrumpido la conversación justo a tiempo.
—Hola, señora, mucho gusto. Usted debe ser la mamá de Carolina —dijo Inés, extendiendo una mano con una sonrisa amigable—. Soy Inés Martínez, para servirle. Solo se trataba de una broma... es que vi a Carolina el día de su accidente y nos hicimos amigas.
Carolina sintió una oleada de alivio. Inés, con su carisma despreocupado, parecía capaz de desviar la atención.
—¿Una broma? —preguntó María, su expresión todavía entre la confusión y la preocupación.
—Sí, claro —respondió Carolina con una sonrisa nerviosa—. No creerá que somos capaces de hacer algo así, ¿verdad?
La expresión de su madre se suavizó, y una risa leve escapó de sus labios.
—Por supuesto que no, cariño. —María respiró hondo, asintiendo lentamente—. Siempre he confiado en ti.
Inés sacó una tarjeta de su bolso y se la entregó a Carolina.
—Espero que podamos hablarnos pronto. Llámame —dijo antes de alejarse, dejando atrás un rastro de confianza y despreocupación.
*****
Cuando Lisandro salió del hotel, ordenó a uno de sus empleados que buscara información sobre Carolina Laredo. Tenía que saber más de la mujer que había capturado su atención de una manera que nunca había experimentado.Días después, cuando le pasaron la carpeta con la información, Lisandro se detuvo ante un reportaje de prensa titulado: "Embarcada, humillada y a punto de perder a su madre, una tragedia". La imagen que lo acompañaba le hizo el corazón pedazos. Carolina, abrazando a su madre, con su vestido de novia teñido de rojo por la sangre. A pesar de la devastación que reflejaba, su porte era de una mujer hermosa y valiente.
Lisandro sintió que el peso de sus propias emociones lo arrastraba. Recordó cada instante con ella, cada caricia, cada mirada. Necesitaba verla otra vez.
Sin pensarlo dos veces, tomó su teléfono y envió un mensaje. "Necesito verte otra vez. La segunda noche".
*****
Mientras tanto, Carolina caminaba por la calle con su madre, el corazón aún latiendo con la adrenalina de la confusión. De repente, su celular vibró. Era Lina.
“¡Hola, Carito! ¿Cómo estás?” Preguntó Lina en un tono burlón. “Solo te llamaba para invitarte a mi fiesta de compromiso. ¡Me voy a casar con Alberto Pérez!”
Carolina sintió que el mundo se detenía por un instante. Las palabras de Lina resonaban en su mente como una cruel burla. Su mano temblaba mientras sostenía el teléfono, incapaz de responder.
"Carolina, querida ¿Sigues ahí?" La voz de Lina sonaba impaciente al otro lado de la línea “lo siento mucho, amiga, no fue mi intención hacer esto… él me sedujo y yo… caí”.
—¿Por qué me llamas para contarme esto? A mí no me importa lo que hagan con su vida —espetó, molesta. ¿O qué quieres que te felicite, después de haberte metido en mi relación? —inquirió Carolina con Sarcasmo.
“Amiga, solo quiero que vengas, será en el hotel Royale mañana y deseo que seas la dama de honor de mi boda”.
—Sabes, querida amiga, —dijo con sarcasmo— ¡Puedes irte a la misma m****a! —exclamó, colgando el teléfono antes de que Lina pudiera responder.
La rabia le llenó los ojos de lágrimas, pero no podía permitirse llorar en ese momento. Su madre la miró con curiosidad y preocupación.
—¿Estás bien, hija? —preguntó María, notando la palidez en el rostro de Carolina.
—Sí, mamá. Solo... noticias inesperadas, —respondió Carolina, forzando una sonrisa.
En ese momento, su teléfono vibró nuevamente. Era un mensaje de Lisandro: "Necesito verte otra vez. La segunda noche. En el mismo hotel, a la misma hora y en la misma habitación."
Carolina sintió que su corazón daba un vuelco. Por un lado, la idea de ver a Lisandro nuevamente la llenaba de una emoción que no podía explicar. Por otro, el recuerdo de cómo había comenzado todo esto la hacía sentir culpable.
—¿Qué sucede, Carolina? —insistió su madre, notando su turbación.
Al levantar la vista, se encontró con la mirada sospechosa de su madre, quien estaba alerta y percibiendo el cambio en la atmósfera.
—Todo está bien, mamá —respondió, forzando una sonrisa—. Solo estoy pensando en cómo organizarme para la semana.
Al día siguiente, Carolina decidió vestirse con elegancia. Optó por un vestido negro que caía con gracia sobre sus curvas, acompañado de unos tacones que la hacían sentir más segura. Se miró en el espejo, ajustando el collar que adornaba su cuello. La imagen que le devolvió el espejo le gustaba: una mujer fuerte y decidida, lista para enfrentar lo que el día le deparara.
—¿Vas a salir otra vez? —preguntó su madre, al entrar a la habitación.
—Sí, mamá. Voy a una cena con Inés. —Carolina intentó sonar casual, aunque sintió el peso de la mirada inquisitiva de su madre.
María frunció el ceño, pero no dijo nada. Su madre la observaba con una mezcla de preocupación y recelo, como si pudiera leer el secreto que ocultaba. Carolina se sintió culpable, pero se obligó a ignorar ese sentimiento y salir de casa.
Una vez en la calle, tomó un taxi al hotel Royale, su corazón latiendo con emoción y nerviosismo a la vez. Al llegar, miró el elegante edificio y sintió una mezcla de expectativa y ansiedad. Esta vez no la pasaron directamente a la habitación. La dejaron en el vestíbulo, y Carolina se acomodó en un sillón, mirando el reloj con frecuencia.
La hora acordada se acercaba, y Lisandro no aparecía. A medida que los minutos pasaban, la incomodidad se transformó en preocupación. ¿Estaría bien? ¿Tendría algún problema? Sin poder contenerse más, Carolina tomó su teléfono y le envió un mensaje. “¿Vas a llegar? ¿Dónde estás?”
El silencio de respuesta se volvió ensordecedor. Pasaron treinta minutos, luego una hora. Los ojos de Carolina recorrían la entrada, buscando verlo, pero no había señales de él.
La ansiedad creció como una sombra sobre ella. Finalmente, después de dos horas, se dio cuenta de que no iba a llegar. La humillación se instaló en su pecho y le trajo un doloroso recuerdo.
El día de su boda, con el corazón lleno de esperanza, había esperado durante lo que pareció una eternidad, solo para ser abandonada. La sensación de abandono, de ser dejada en la estacada, le atravesó el alma.
—Carolina, no te olvides que para él no eres más que una prostituta —se dijo, el eco de las palabras de su conciencia golpeando con fuerza. Se sintió pequeña, insignificante, y eso le pesó en el estómago.
Decidió que era hora de marcharse. Con la cabeza erguida, se dirigió hacia la salida, cuando de pronto vio entrar a Alberto y Lina.
—¡Vaya! Así que decidiste venir a nuestro compromiso —exclamó Lina con burla, delante del séquito de personas que venían tras de ella.
La risa de Lina resonó como un eco hiriente en el vestíbulo. Carolina sintió que su mundo se desmoronaba nuevamente.
Alberto, con una sonrisa arrogante, la miró de arriba a abajo.
Carolina sintió que la sangre le hervía en las venas. La humillación y la rabia se mezclaron en su interior, amenazando con estallar. Pero en ese momento, recordó quién era ella ahora, una mujer fuerte que había superado adversidades inimaginables.
Con la cabeza en alto y una sonrisa fría, se acercó a la pareja.
—Felicidades —, dijo con voz serena. —Espero que sean muy felices juntos. Se merecen el uno al otro.
La sonrisa burlona de Lina vaciló por un instante, confundida por la reacción inesperada de Carolina.
—¿Qué haces aquí vestida así? —, preguntó Alberto, su tono mezclado de curiosidad y desdén. —¿Acaso viniste a rogarme que vuelva contigo?
Carolina soltó una risa genuina.
—Oh, Alberto. Te cuento que dejaste de ser relevante en mi vida. Estoy aquí por asuntos personales que no te conciernen.
Se giró hacia Lina.
—Y tú, amiga, espero que disfrutes tu premio. Yo ciertamente he encontrado cosas mejores.
Sin darles tiempo a responder, Carolina se dio la vuelta y caminó con paso firme hacia la salida. Podía sentir sus miradas clavadas en su espalda, pero ya no le importaba.
Carolina salió del hotel, aun con la adrenalina corriendo por sus venas. Las palabras de Alberto resonaban en su mente. Aunque intentó ignorarlas, el eco de sus burlas la perseguía. Se dirigió a la parada esperando encontrar un taxi, dispuesta a dejar atrás no solo la humillación porque Lisandro no se había presentado, sino también las burlas de su ex.Mientras caminaba, escuchó unos pasos detrás de ella, aceleró su paso, casi corriendo a punto de llegar a la parada.El miedo se agitó en su interior, porque tenía la sensación de que alguien estaba a punto de atraparla. Cuando llegó y se giró, y se dio cuenta de que se trataba de Alberto, quien caminaba con una sonrisa arrogante en su rostro.—¿No creías que me iba a dejar así, verdad? —dijo él, acercándose a ella con una confianza que le hizo sentir incómoda.Carolina retrocedió, intentando alejarse, pero él se interpuso en su camino. —No tienes que huir, Carolina. Sé que todavía hay algo entre nosotros. ¿Por qué no aceptas ser mi
A medida que Carolina se alejaba, no pudo evitar sentirse confundida. La mezcla de emociones era intensa. Por un lado, la rabia por la actitud de Alberto, pero por otro, la extraña conexión que había sentido con Lisandro, la defensa que hizo hacia ella Cuando llegó a la casa, se miró en el espejo, sintiéndose agotada. Las emociones del día anterior y de ese encuentro la habían dejado exhausta. Así fueron pasando los días, estos se convirtieron en semanas, pero Carolina no había recibido ninguna llamada y mensaje por parte de Lisandro y eso la tenía angustiada. Cada vez que su teléfono sonaba, sentía una mezcla de esperanza y ansiedad, pero nunca era él. Una tarde, mientras caminaba por el parque cerca de su casa, se encontró con Inés. La chica la saludó efusivamente. —¡Carolina! Qué bueno verte. ¿Cómo has estado?Carolina forzó una sonrisa.—Bien, gracias. ¿Y tú?Inés la miró con curiosidad.—Te noto algo decaída. ¿Pasó algo con el hombre que conociste en la aplicación?Carolina
Carolina se llevó las manos a la cabeza, sintiendo que el mundo giraba a su alrededor. "No quiero agobiar a mi madre con esto", pensó, mientras las palabras del médico resonaban en su mente. La idea de que ella se enterara por casualidad, sobre su embarazo, la llenaba de pánico, porque temía lo que pudiera pensar de ella, y aunque era una mujer, se trataba más de un asunto de respeto. ¿Cómo le iba a explicar que aunque nunca se acostó con su novio, lo hizo con un desconocido del cual quedó embarazada?Negó enérgicamente, su madre no podía saber nada de eso, no hasta que ella supiera lo que iba a hacer.—Doctor, necesito un favor, no le cuente a mi madre, —le pidió al médico con firmeza—. No quiero que se preocupe más de lo que ya está… apenas se está recuperando y una noticia, así sería fatal para ella —concluyó.El doctor asintió, comprendiendo su preocupación.—Está bien, señorita Laredo. No le diré nada. Es importante para usted y para la tranquilidad de su embarazo, que primero
Carolina se quedó en silencio, sintiendo como las palabras de Lisandro resonaron en su cabeza. La idea de casarse, de unir su vida a la de un hombre por conveniencia, le resultaba inadmisible.No era el futuro que había imaginado. Tomó una profunda respiración, intentando calmar la tormenta que se agolpaba en su interior.—Lo siento Lisandro, pero —dijo, con voz firme—. ¡No voy a casarme contigo solo porque estoy embarazada! El día que decida casarme, lo haré por amor, no por obligación.Lisandro arqueó una ceja, sorprendido por la ferocidad de su respuesta. La miró intensamente, como si estuviera tratando de desentrañar sus pensamientos.—¿Y qué piensas hacer? ¿Tener a mi bebé sola? ¿Sin que yo sea parte de su vida? —preguntó, su tono lleno de irritación.—Sí, lo haré. Esto es una decisión que tengo que tomar sola. No necesito un anillo de compromiso para que mi vida tenga sentido —respondió Carolina, sintiendo la presión en su pecho aumentar.—Lamento decirte que estás equivocada. M
María sintió que le faltaba el aire. La noticia del embarazo de Carolina la golpeó como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago y sacado todo el aire. Comenzó a ver todo oscuro, el mundo le dio vueltas y antes de que pudiera caer al suelo, Lisandro se levantó de la silla de ruedas y la sostuvoLisandro sostuvo a María con firmeza, ayudándola a sentarse en el sofá. La mujer estaba pálida y temblorosa, tratando de procesar la noticia.—¿Está bien, señora María? —preguntó Lisandro, su voz llena de preocupación.María asintió débilmente, pero sus ojos estaban llenos de confusión y dolor. —No puedo creerlo, —murmuró. —Mi Carolina... ¿Embarazada?“¿Y de este hombre que apenas conozco?", pensó, sintiendo una mezcla de confusión y dolor.Lisandro se arrodilló frente a ella, tomando sus manos entre las suyas. —Sé que es mucho para asimilar, señora María —, dijo suavemente. —Pero le aseguro que mis intenciones son honorables. María lo miró fijamente, sus ojos llenos de lágrimas.—¿Por
Alberto Pérez estaba en su oficina revisando unos documentos en compañía de Lina, su amante, cuando su asistente entró con un aire de emoción. —Disculpe, señor Alberto, tengo algo que entregarle —dijo, sosteniendo una elegante tarjeta de invitación.Alberto tomó la tarjeta con el ceño fruncido, mirando a su asistente con curiosidad. Al abrirla, sus ojos se agrandaron al leer el nombre en la invitación.—¡Por Dios! ¿Viste? ¡Me están invitando a la boda del heredero de la familia Quintero! —exclamó, sonriendo de oreja a oreja—. ¡¿Sabes lo que significa eso?! —espetó visiblemente emocionado, sin esperar respuesta respondió— Que mi familia está siendo reconocida como una de las más poderosas de la ciudad y cuando la gente sepa que estamos invitados a esta fiesta, todos empezarán a querer hacer negocios con los Pérez —resaltó orgulloso.Lina se acercó, se colocó por detrás de él, y leyó la invitación. —¿Por qué no tiene el nombre de la novia? ¿No es extraño? —preguntó, frunciendo el ceñ
Lisandro se sintió un poco nervioso ante la determinación mostrada por Carolina, pero en ese momento no estaba dispuesto a decirle nada, no hasta que estuvieran casados y no hubiera ningún riesgo de que ella se retractara. —Carol, mi amor, te prometo que luego de la ceremonia voy a decirte todo lo que desees saber —pronunció en tono tranquilizador.Por un momento Carolina se quedó en silencio, dudosa, una parte de ella temía las respuestas de Lisandro y decena de preguntas pasaban por su mente ¿Por qué no quería decirle? ¿Qué tan grave podía ser como para no contárselo antes de la ceremonia? Su actitud la desconcertaba. Miró a Lisandro con una mezcla de frustración y resignación. Por un lado, quería insistir, exigir respuestas antes de dar el sí, pero, por otra parte, entendía que este no era el momento adecuado y al final accedió.—Está bien —dijo finalmente, soltando un suspiro—. Confiaré en ti, pero espero que cumplas tu palabra y me cuentes toda la verdad apenas finalice la cere
Lisandro se pasó una mano por el cabello, visiblemente incómodo con la situación. —Carolina, tienes que entender... Mi familia tiene ciertas expectativas sobre con quién debo casarme. Alguien de nuestra misma posición social y económica. Carolina sintió como si le hubieran dado una bofetada. Las palabras de Lisandro la golpearon con fuerza, dejándola sin aliento.—Entonces... ¿Te casaste conmigo en secreto? ¿Sin que tu familia supiera? —preguntó, su voz apenas un susurro.Lisandro asintió lentamente.—Sí. Sabía que si les decía, harían todo lo posible por impedir esta boda. Por eso decidí hacerlo así.Carolina dio un paso atrás, sintiendo que las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos.—¿Y qué pasará ahora? ¿Cómo crees que reaccionarán cuando se enteren?Lisandro se acercó a ella, intentando tomarla de las manos, pero Carolina se apartó.—No lo sé, Carol. Probablemente, no lo tomarán bien al principio. Pero con el tiempo...—¿Con el tiempo, qué, Lisandro? —interrumpió Carolina,