Los días que siguieron a la boda fueron de pura felicidad para todos. Enrico e Inés disfrutaron de su luna de miel en un viaje corto, y pronto regresaron, sin embargo, aprovecharon cada momento juntos, antes de la llegada de su segundo bebé.La finca estaba llena de actividad. Los planes para las nuevas casas se finalizaron y la construcción comenzó en serio. Lisandro, Enrico y Leandro, supervisaban personalmente cada detalle, asegurándose de que todo fuera perfecto para su familia.Mientras tanto, Carolina y Lisandro se preparaban para su nuevo bebé con emoción y un poco de nerviosismo. Aunque ella ya tenía experiencia como madre, cada embarazo era único y por parte de él, debido a la separación que debieron padecer por culpa de Genoveva cuando esperaba a los mellizos, esa experiencia era totalmente nueva.Una mañana, durante el desayuno familiar, Lisandro y Carolina decidieron que era el momento de compartir su noticia.—Familia, tenemos algo que anunciarles, —comenzó Lisandro, toma
Los días transcurrieron con rapidez en la finca, marcados por la ilusión y la organización de la boda de María y Leandro. A pesar de que la idea inicial era algo sencillo, los detalles y la emoción de los preparativos hicieron que se convirtiera en un evento inolvidable para toda la familia.El gran día finalmente llegó. Bajo un cielo despejado y rodeados de la belleza natural de la finca, María y Leandro se prometieron amor eterno. La ceremonia fue emotiva, con discursos cargados de sentimientos y miradas cómplices entre los novios. María lucía radiante en un vestido color marfil que resaltaba su elegancia, mientras que Leandro, vestido con un impecable traje oscuro, no podía apartar los ojos de ella.Enrico, aunque inicialmente había mostrado resistencia al matrimonio, no pudo evitar emocionarse al ver a su madre tan feliz. Inés, que siempre alerta a las emociones de su esposo, le dio un suave apretón en la mano durante la ceremonia, recordándole que el amor de su madre también era
Todos se quedaron atónitos, mirando cómo Enrico se alejaba a toda velocidad en el auto, dejando a Inés atrás.—¡Enrico! ¡Te olvidaste de Inés! —gritó Carolina, pero el auto ya estaba demasiado lejos para que la escuchara.Lisandro no pudo contener una carcajada. —Parece que los nervios le ganaron ¡Es un tonto tu hermano! —comentó, sacudiendo la cabeza.Inés, a pesar del dolor de las contracciones, no pudo evitar sonreír ante la situación.—Bueno, supongo que tendremos que usar otro auto —dijo, apoyándose en Carolina.En ese momento, Leandro apareció con las llaves de su vehículo.—Yo las llevaré —ofreció—. Vamos, no hay tiempo que perder.Con cuidado, ayudaron a Inés a subir al auto. Carolina se sentó a su lado en el asiento trasero junto para darle apoyo, mientras Leandro conducía siguiendo las indicaciones de Lisandro, que iba en el asiento del copiloto, mientras que María y la madre de Inés se quedaban cuidando a los otros niños.Mientras tanto, Enrico llegó al hospital en tiempo
El nacimiento del hijo de Carolina fue un momento lleno de alegría y emoción para toda la familia. Una tarde soleada, el sonido del llanto de un bebé llenó la habitación de la casa de los Quintero en la finca, porque ella había decidido dar a luz en su casa con la ayuda de una partera.Lisandro, con los ojos llenos de lágrimas, sostuvo a su hijo por primera vez, mientras Carolina observaba la escena con una sonrisa agotada, pero radiante.—Es perfecto —susurró Lisandro, besando la frente del bebé.—Él completa nuestra familia —respondió Carolina, extendiendo sus brazos para sostener al pequeño.El bebé fue llamado Domenico, en honor al padre de Carolina. La llegada del pequeño marcó un nuevo capítulo en la vida de la familia, uno lleno de esperanzas y sueños compartidos.La tranquilidad que envolvía la finca se interrumpió con su llanto. Lisandro le dio el pequeño a su esposa, mientras salía al pasillo para avisar a la familia que esperaba ansiosa noticias. Cuando Lisandro salió, todo
Carolina Laredo se encontraba en la puerta de la iglesia, vestida con un traje de novia blanco inmaculado que brillaba bajo el sol. Su cabello castaño estaba recogido en un elegante moño, pero a pesar de su apariencia perfecta, una oleada de ansiedad la invadía. Sus dedos temblaban como hojas otoñales a punto de caer, sosteniendo a duras penas el delicado ramo de rosas blancas. El sol de la tarde proyectaba un halo sobre su cabello oscuro, simbolizando una pureza que ahora parecía más una burla que una bendición. Al lado de ella, su madre, María, la miraba con preocupación, su ceño fruncido, revelando la inquietud que ambas compartían, después de tener más de una hora esperando al novio, al punto de que los invitados salieron de la iglesia impaciente para observarla. —¿Por qué no llega mamá? ¿Y tampoco Lina? — Su voz tembló, cortando los susurros que se arremolinaban a su alrededor. El sudor brillaba tenuemente en su frente, delatando su agitación interior. Lina era su mejor a
La angustia y la confusión se entrelazaban en la mente de Carolina mientras revisaba la aplicación que había instalado. Se había registrado como "Rina", un seudónimo que le proporcionaba una sensación de protección, y seguridad. Su corazón latía con fuerza, y cada nueva pregunta que respondía en su teléfono y le daba a siguiente, le hacía saltar de nervios.Tomó un respiro profundo, intentando calmarse antes de tomarse una foto. Sin embargo, al verla, la realidad la golpeó: su rostro cansado y las profundas ojeras hablaban de la tormenta emocional que había estado atravesando. “No puedo subir esto”, pensó, sintiéndose un completo desastre. Si lo hacía, nadie le daría una segunda mirada, porque se veía realmente fatal.Decidió buscar en su galería una imagen adecuada. Finalmente, encontró una donde sonreía, con la luz del sol reflejándose en sus ojos azules. Esa imagen capturaba la esencia de la Carolina que alguna vez fue, antes de que la traición de su novio y el accidente de su mad
Carolina se quedó mirando fijamente la pantalla de su teléfono, el contrato firmado, pesando como una losa sobre su conciencia. Las horas pasaban lentamente, cada minuto acercándola más a su cita con Leo. Intentó dormir, pero el sueño la eludía. Cada vez que cerraba los ojos, veía el rostro de su madre en la cama del hospital, mezclado con imágenes de un hombre desconocido esperándola en una habitación de hotel. El miedo y la anticipación se arremolinaban en su estómago. Cuando finalmente amaneció, Carolina se levantó exhausta. Se miró al espejo, notando las profundas ojeras bajo sus ojos. —¿Qué estoy haciendo? —, se preguntó por enésima vez. Pero la imagen de su madre, vulnerable y necesitada, la impulsó a seguir adelante. Pasó el día en un estado de ansiedad constante, alternando entre el hospital y su casa. Cada vez que miraba a su madre inconsciente, sentía una mezcla de determinación y culpa. "Todo esto es por ti, mamá", pensó, acariciando suavemente la mano inerte de María.
Carolina sintió que el aire se le escapaba de los pulmones ante la orden directa de Lisandro. Un escalofrío recorrió su cuerpo, mezcla de nervios y anticipación. Sus manos temblaron ligeramente mientras llevaba sus dedos al cierre de su vestido. Con movimientos lentos e inseguros, comenzó a bajarlo, revelando centímetro a centímetro su piel. El aire frío de la habitación la hizo estremecerse, o quizás era la intensidad de la mirada de Lisandro sobre ella. Sus ojos verdes la recorrían con un hambre que la hacía sentir expuesta y vulnerable.Cuando el vestido cayó a sus pies, Carolina se quedó de pie frente a él, cubierta solo por su ropa interior de encaje. Instintivamente, cruzó los brazos sobre su pecho, tratando de ocultar su desnudez.—No te cubras —dijo Lisandro con voz ronca—. Eres hermosa.Sus palabras la hicieron sonrojar intensamente. Lentamente, Carolina bajó los brazos, permitiéndole admirarla por completo.Lisandro se acercó en su silla de ruedas, hasta quedar justo frente