María sintió un escalofrío recorrer su cuerpo ante las palabras y el tono de voz de Leandro. Sus ojos se encontraron y, por un momento, el mundo pareció detenerse.—Leandro... —susurró ella, su voz apenas audible. Él sonrió suavemente, sus manos aún en los hombros de María.—Vamos a mi habitación, —sugirió en voz baja. —Allí estaremos más cómodos y podrás relajarte de verdad.María dudó por un segundo, pero la calidez en los ojos de Leandro la convenció. Asintió y lo siguió fuera de la habitación de los niños, cerrando la puerta con cuidado para no despertarlos.Una vez en la habitación de Leandro, María se sentó en el borde de la cama, sintiéndose repentinamente nerviosa. Leandro se acercó, pero antes de comenzar a darles masaje, se arrodilló frente a ella, tomando sus manos entre las suyas.—Relájate, —murmuró. —Solo quiero ayudarte a sentirte mejor. Nada más pasará si tú no lo deseas.María asintió, sintiéndose reconfortada por sus palabras. Leandro se puso de pie y la guio para q
Los días fueron pasando en un abrir y cerrar de ojos, por fin llegó el momento de Lisandro conversar con el resto, sobre la construcción de la nueva casa para su familia.—Enrico, había pensado regresarme a casa con Carol y los niños… —comenzó a decir, pero de inmediato fue interrumpido por Enrico.—¡No, Lisandro! ¡No pueden irse! Esta casa y estas tierras son tanto de Carolina como mías, son parte del legado de mi padre, además, no puedes alejarme de mi familia ahora que los he encontrado. ¡Es injusto! —exclamó con una expresión mezcla de angustia y molestia.—Si me dejaras hablar, sabrías mi propuesta —dijo con seriedad Lisandro, deteniendo la impulsividad de Enrico que se quedó callado, mientras miraba a su cuñado con expectación. Carolina tomó la mano de su esposo, dándole un apretón de apoyo.—Lo que quiero proponer, en realidad, fue una idea de Inés, que me contó Carolina y es que construyamos varias casas aquí en la finca —continuó Lisandro—. Una para Carol y para mí con los n
Seis meses habían pasado desde que Enrico e Inés recibieron la noticia de su embarazo, y ahora se preparaban para sellar su amor con una ceremonia íntima y discreta. La boda estaba pensada para ser un evento cargado de romance y rodeado solo por la familia más cercana. Tardaron varios meses, porque los síntomas de Enrico no se calmaban, y él no quería casarse, sintiéndose mal. Finalmente, cuando empezó a sentirse mejor, decidieron fijar la fecha.El día había llegado. La finca estaba decorada con flores blancas y luces tenues, creando un ambiente mágico. Inés, con su vientre de siete meses, lucía radiante en un vestido blanco que resaltaba su figura. Carolina la ayudaba a arreglarse en una de las habitaciones.—Estás preciosa —dijo Carolina, ajustando el velo de su cuñada—. Enrico se va a quedar sin aliento cuando te vea.Inés sonrió, acariciando su vientre.—Gracias, Carol. Estoy tan feliz... pero también un poco nerviosa.—Es normal, pero recuerda que esto es solo una formalidad. Y
Los días que siguieron a la boda fueron de pura felicidad para todos. Enrico e Inés disfrutaron de su luna de miel en un viaje corto, y pronto regresaron, sin embargo, aprovecharon cada momento juntos, antes de la llegada de su segundo bebé.La finca estaba llena de actividad. Los planes para las nuevas casas se finalizaron y la construcción comenzó en serio. Lisandro, Enrico y Leandro, supervisaban personalmente cada detalle, asegurándose de que todo fuera perfecto para su familia.Mientras tanto, Carolina y Lisandro se preparaban para su nuevo bebé con emoción y un poco de nerviosismo. Aunque ella ya tenía experiencia como madre, cada embarazo era único y por parte de él, debido a la separación que debieron padecer por culpa de Genoveva cuando esperaba a los mellizos, esa experiencia era totalmente nueva.Una mañana, durante el desayuno familiar, Lisandro y Carolina decidieron que era el momento de compartir su noticia.—Familia, tenemos algo que anunciarles, —comenzó Lisandro, toma
Los días transcurrieron con rapidez en la finca, marcados por la ilusión y la organización de la boda de María y Leandro. A pesar de que la idea inicial era algo sencillo, los detalles y la emoción de los preparativos hicieron que se convirtiera en un evento inolvidable para toda la familia.El gran día finalmente llegó. Bajo un cielo despejado y rodeados de la belleza natural de la finca, María y Leandro se prometieron amor eterno. La ceremonia fue emotiva, con discursos cargados de sentimientos y miradas cómplices entre los novios. María lucía radiante en un vestido color marfil que resaltaba su elegancia, mientras que Leandro, vestido con un impecable traje oscuro, no podía apartar los ojos de ella.Enrico, aunque inicialmente había mostrado resistencia al matrimonio, no pudo evitar emocionarse al ver a su madre tan feliz. Inés, que siempre alerta a las emociones de su esposo, le dio un suave apretón en la mano durante la ceremonia, recordándole que el amor de su madre también era
Todos se quedaron atónitos, mirando cómo Enrico se alejaba a toda velocidad en el auto, dejando a Inés atrás.—¡Enrico! ¡Te olvidaste de Inés! —gritó Carolina, pero el auto ya estaba demasiado lejos para que la escuchara.Lisandro no pudo contener una carcajada. —Parece que los nervios le ganaron ¡Es un tonto tu hermano! —comentó, sacudiendo la cabeza.Inés, a pesar del dolor de las contracciones, no pudo evitar sonreír ante la situación.—Bueno, supongo que tendremos que usar otro auto —dijo, apoyándose en Carolina.En ese momento, Leandro apareció con las llaves de su vehículo.—Yo las llevaré —ofreció—. Vamos, no hay tiempo que perder.Con cuidado, ayudaron a Inés a subir al auto. Carolina se sentó a su lado en el asiento trasero junto para darle apoyo, mientras Leandro conducía siguiendo las indicaciones de Lisandro, que iba en el asiento del copiloto, mientras que María y la madre de Inés se quedaban cuidando a los otros niños.Mientras tanto, Enrico llegó al hospital en tiempo
El nacimiento del hijo de Carolina fue un momento lleno de alegría y emoción para toda la familia. Una tarde soleada, el sonido del llanto de un bebé llenó la habitación de la casa de los Quintero en la finca, porque ella había decidido dar a luz en su casa con la ayuda de una partera.Lisandro, con los ojos llenos de lágrimas, sostuvo a su hijo por primera vez, mientras Carolina observaba la escena con una sonrisa agotada, pero radiante.—Es perfecto —susurró Lisandro, besando la frente del bebé.—Él completa nuestra familia —respondió Carolina, extendiendo sus brazos para sostener al pequeño.El bebé fue llamado Domenico, en honor al padre de Carolina. La llegada del pequeño marcó un nuevo capítulo en la vida de la familia, uno lleno de esperanzas y sueños compartidos.La tranquilidad que envolvía la finca se interrumpió con su llanto. Lisandro le dio el pequeño a su esposa, mientras salía al pasillo para avisar a la familia que esperaba ansiosa noticias. Cuando Lisandro salió, todo
Carolina Laredo se encontraba en la puerta de la iglesia, vestida con un traje de novia blanco inmaculado que brillaba bajo el sol. Su cabello castaño estaba recogido en un elegante moño, pero a pesar de su apariencia perfecta, una oleada de ansiedad la invadía. Sus dedos temblaban como hojas otoñales a punto de caer, sosteniendo a duras penas el delicado ramo de rosas blancas. El sol de la tarde proyectaba un halo sobre su cabello oscuro, simbolizando una pureza que ahora parecía más una burla que una bendición. Al lado de ella, su madre, María, la miraba con preocupación, su ceño fruncido, revelando la inquietud que ambas compartían, después de tener más de una hora esperando al novio, al punto de que los invitados salieron de la iglesia impaciente para observarla. —¿Por qué no llega mamá? ¿Y tampoco Lina? — Su voz tembló, cortando los susurros que se arremolinaban a su alrededor. El sudor brillaba tenuemente en su frente, delatando su agitación interior. Lina era su mejor a