Capítulo 2. El Encuentro Virtual.

La angustia y la confusión se entrelazaban en la mente de Carolina mientras revisaba la aplicación que había instalado. Se había registrado como "Rina", un seudónimo que le proporcionaba una sensación de protección, y seguridad. Su corazón latía con fuerza, y cada nueva pregunta que respondía en su teléfono y le daba a siguiente, le hacía saltar de nervios.

Tomó un respiro profundo, intentando calmarse antes de tomarse una foto. Sin embargo, al verla, la realidad la golpeó: su rostro cansado y las profundas ojeras hablaban de la tormenta emocional que había estado atravesando. 

“No puedo subir esto”, pensó, sintiéndose un completo desastre. Si lo hacía, nadie le daría una segunda mirada, porque se veía realmente fatal.

Decidió buscar en su galería una imagen adecuada. Finalmente, encontró una donde sonreía, con la luz del sol reflejándose en sus ojos azules. Esa imagen capturaba la esencia de la Carolina que alguna vez fue, antes de que la traición de su novio y el accidente de su madre la arrebataran de su mundo de felicidad.

Al subir la foto, una ola de inseguridad la invadió. "¿Qué estoy haciendo?", se preguntó, mientras el recuerdo de su madre en la cama del hospital la empujaba a seguir adelante. 

No tenía otra opción, esa era su única salida, y a pesar de tu su determinación, comenzó a florecer en medio del caos.

Navegó por la aplicación, su pulso acelerado mientras sus ojos recorrían las imágenes de otros perfiles. Fue entonces cuando se encontró con un hombre que la hizo detenerse en seco.

Era un hombre de aspecto impresionante: cabello castaño, ojos verdes como esmeraldas, y una nariz cuadrada que le daba un aire de sofisticación. Su porte era elegante, como si hubiera salido de una portada de revista. El nombre de su perfil era Leo.

Carolina frunció el ceño, intrigada y desconfiada. "¿Por qué este hombre está buscando una compañera en línea?", pensó, preguntándose si era genuino o simplemente un farsante con intenciones ocultas.

 “No creo que un hombre como este tenga necesidad de buscar una mujer en este tipo de aplicación, a este las mujeres deben lloverle como moscas”, murmuró, dejando el perfil atrás y continuando su búsqueda.

Mientras tanto, a kilómetros de allí, Leo, cuyo nombre verdadero era Lisandro Quintero, se encontraba en su despacho, revisando perfiles en la misma aplicación. 

Su mirada se detuvo en una mujer con ojos tan azules como el océano. "¿Quién es ella?", se preguntó, y con un clic, decidió abrir el cuadro de diálogo para ver más sobre la misteriosa mujer.

“Hola, Rina. Me interesas. Quiero contratarte por tres noches”, escribió de manera directa, y esperó la respuesta con una impaciencia que lo carcomía por dentro. 

Esa no era una de sus virtudes, y la tensión en el aire parecía intensificarse.

Por su parte, Carolina seguía explorando la aplicación cuando de repente recibió una notificación en su pantalla. Era un mensaje de Leo. Al leerlo, su corazón se detuvo por un instante. 

"¿Él realmente me está contratando?", pensó, la adrenalina recorriendo su cuerpo.

Se sentó erguida, luchando entre la incredulidad y la emoción. "¿Tres noches? ¿Y a cambio de qué? ¿Qué tanto tendré que hacer?", se preguntó, antes de responder. 

Carolina respiró hondo, sus dedos temblando sobre la pantalla de su teléfono. Después de varios intentos fallidos, logró escribir una respuesta: 

“Hola, Leo. Gracias por tu interés. ¿Podrías darme más detalles sobre lo que implican esas tres noches?” 

Enviando el mensaje, la ansiedad se apoderó de ella, mientras su corazón latía con fuerza.

La respuesta llegó casi de inmediato. 

"Tres noches en mi compañía. Teniendo intimidad, a cambio te ofrezco trescientos mil dólares."

Carolina contuvo el aliento, una mezcla de sorpresa y terror recorriendo su cuerpo. Era exactamente la cantidad que necesitaba para la operación de su madre. Pero la idea de pasar tres noches con un desconocido la aterrorizaba. 

“Es mucho dinero”, respondió con manos temblorosas. “¿Por qué yo?”

"Tu foto me intrigó", contestó Leo. "Hay algo en tus ojos... una mezcla de inocencia y determinación. Me interesa conocerte mejor."

Carolina dudó. Todo en ella gritaba que esto era una locura, que debía rechazar la oferta. Pero la imagen de su madre en el hospital, luchando por su vida, la impulsó a seguir adelante. “¿Y si esto es lo que necesito?”, pensó, mientras la desesperación se convertía en un motor que la empujaba hacia lo desconocido.

“De acuerdo”, escribió finalmente, con una mezcla de temor y determinación. “Acepto tu oferta, con la condición de que me pagues por adelantado. Necesito el dinero urgente”.

Envió el mensaje y esperó, mientras sentía que el corazón se le iba a salir por la garganta y sus manos sudaban copiosamente, teniendo que limpiarlas en su ropa.

"Está bien, acepto, pero debes firmarme un contrato que te enviaré. Léelo cuidadosamente y fírmalo si estás de acuerdo con los términos. Nos veremos mañana a las 8 pm en el Hotel Royale." Respondió Leo.

El escalofrío recorrió la espalda de Carolina. ¿En qué se estaba metiendo? La incertidumbre la envolvía como un manto pesado, pero ya no había vuelta atrás. Por su madre, estaba dispuesta a todo. “¿Qué he hecho?”, se preguntó, sintiendo que las sombras de su decisión comenzaban a cerrarse a su alrededor.

Mientras revisaba su mensaje una vez más, la urgencia y el miedo la invadieron. ¿Era esto lo que realmente quería? “Solo serán tres noches”, intentó convencerse a sí misma, pero la voz en su interior seguía gritando que estaba cruzando una línea de no retorno.

Finalmente, cuando el contrato llegó, su corazón palpitó con fuerza. Las palabras parecían danzar ante sus ojos, cada cláusula llevándola más cerca del abismo. Con un suspiro profundo, se forzó a leerlo, cada palabra, haciéndola temblar más.

Sin embargo, su mente estaba lejos de enfocarse solo en el contenido del documento. Pensaba en su madre, en la urgencia de la situación, y eso la impulsaba a seguir adelante. 

Tomó el teléfono nuevamente, las manos temblorosas mientras se preparaba para pulsar el botón de aceptar. “Esto es por mamá”, se recordó a sí misma, y una chispa de determinación brilló en su pecho.

Cuando finalmente presionó "enviar", sintió un torbellino de emociones: alivio, miedo, pero sobre todo, una inquietante sensación de que su vida estaba a punto de cambiar para siempre. Y aunque sabía que había tomado una decisión peligrosa, también sabía que no tenía otra opción.

La noche se cernió sobre ella, y con cada latido de su corazón, se preguntaba si realmente podía hacer esto. La vida de su madre pendía de un hilo, y en ese instante, Carolina entendió que estaba a punto de entrar en un mundo del que tal vez nunca podría escapar.

Con el teléfono aún en la mano, sintió que la ansiedad se convertía en una adrenalina palpable. "Mañana a las 8 pm", murmuró para sí misma, mientras la incertidumbre se apoderaba de sus pensamientos. 

Se recostó contra la pared, luchando por encontrar un poco de paz en medio de la tormenta que se había desatado en su vida. Su mente estaba llena de preguntas: "¿Qué pasará si esto sale mal? ¿Qué pasará si me arrepiento? ¿Será que puedo hacer esto?", las preguntas surgían en su mente a borbotones, pero en el fondo, sabía que ya no había marcha atrás.

“Por favor, mamá”, susurró al aire, mientras las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos. “Te prometo que haré todo lo que esté a mi alcance para ayudarte”, pensó, deseando que el tiempo transcurriera lento para no enfrentarse a esa nueva realidad.

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