Carolina se llevó las manos a la cabeza, sintiendo que el mundo giraba a su alrededor. "No quiero agobiar a mi madre con esto", pensó, mientras las palabras del médico resonaban en su mente. La idea de que ella se enterara por casualidad, sobre su embarazo, la llenaba de pánico, porque temía lo que pudiera pensar de ella, y aunque era una mujer, se trataba más de un asunto de respeto. ¿Cómo le iba a explicar que aunque nunca se acostó con su novio, lo hizo con un desconocido del cual quedó embarazada?Negó enérgicamente, su madre no podía saber nada de eso, no hasta que ella supiera lo que iba a hacer.—Doctor, necesito un favor, no le cuente a mi madre, —le pidió al médico con firmeza—. No quiero que se preocupe más de lo que ya está… apenas se está recuperando y una noticia, así sería fatal para ella —concluyó.El doctor asintió, comprendiendo su preocupación.—Está bien, señorita Laredo. No le diré nada. Es importante para usted y para la tranquilidad de su embarazo, que primero
Carolina se quedó en silencio, sintiendo como las palabras de Lisandro resonaron en su cabeza. La idea de casarse, de unir su vida a la de un hombre por conveniencia, le resultaba inadmisible.No era el futuro que había imaginado. Tomó una profunda respiración, intentando calmar la tormenta que se agolpaba en su interior.—Lo siento Lisandro, pero —dijo, con voz firme—. ¡No voy a casarme contigo solo porque estoy embarazada! El día que decida casarme, lo haré por amor, no por obligación.Lisandro arqueó una ceja, sorprendido por la ferocidad de su respuesta. La miró intensamente, como si estuviera tratando de desentrañar sus pensamientos.—¿Y qué piensas hacer? ¿Tener a mi bebé sola? ¿Sin que yo sea parte de su vida? —preguntó, su tono lleno de irritación.—Sí, lo haré. Esto es una decisión que tengo que tomar sola. No necesito un anillo de compromiso para que mi vida tenga sentido —respondió Carolina, sintiendo la presión en su pecho aumentar.—Lamento decirte que estás equivocada. M
María sintió que le faltaba el aire. La noticia del embarazo de Carolina la golpeó como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago y sacado todo el aire. Comenzó a ver todo oscuro, el mundo le dio vueltas y antes de que pudiera caer al suelo, Lisandro se levantó de la silla de ruedas y la sostuvoLisandro sostuvo a María con firmeza, ayudándola a sentarse en el sofá. La mujer estaba pálida y temblorosa, tratando de procesar la noticia.—¿Está bien, señora María? —preguntó Lisandro, su voz llena de preocupación.María asintió débilmente, pero sus ojos estaban llenos de confusión y dolor. —No puedo creerlo, —murmuró. —Mi Carolina... ¿Embarazada?“¿Y de este hombre que apenas conozco?", pensó, sintiendo una mezcla de confusión y dolor.Lisandro se arrodilló frente a ella, tomando sus manos entre las suyas. —Sé que es mucho para asimilar, señora María —, dijo suavemente. —Pero le aseguro que mis intenciones son honorables. María lo miró fijamente, sus ojos llenos de lágrimas.—¿Por
Alberto Pérez estaba en su oficina revisando unos documentos en compañía de Lina, su amante, cuando su asistente entró con un aire de emoción. —Disculpe, señor Alberto, tengo algo que entregarle —dijo, sosteniendo una elegante tarjeta de invitación.Alberto tomó la tarjeta con el ceño fruncido, mirando a su asistente con curiosidad. Al abrirla, sus ojos se agrandaron al leer el nombre en la invitación.—¡Por Dios! ¿Viste? ¡Me están invitando a la boda del heredero de la familia Quintero! —exclamó, sonriendo de oreja a oreja—. ¡¿Sabes lo que significa eso?! —espetó visiblemente emocionado, sin esperar respuesta respondió— Que mi familia está siendo reconocida como una de las más poderosas de la ciudad y cuando la gente sepa que estamos invitados a esta fiesta, todos empezarán a querer hacer negocios con los Pérez —resaltó orgulloso.Lina se acercó, se colocó por detrás de él, y leyó la invitación. —¿Por qué no tiene el nombre de la novia? ¿No es extraño? —preguntó, frunciendo el ceñ
Lisandro se sintió un poco nervioso ante la determinación mostrada por Carolina, pero en ese momento no estaba dispuesto a decirle nada, no hasta que estuvieran casados y no hubiera ningún riesgo de que ella se retractara. —Carol, mi amor, te prometo que luego de la ceremonia voy a decirte todo lo que desees saber —pronunció en tono tranquilizador.Por un momento Carolina se quedó en silencio, dudosa, una parte de ella temía las respuestas de Lisandro y decena de preguntas pasaban por su mente ¿Por qué no quería decirle? ¿Qué tan grave podía ser como para no contárselo antes de la ceremonia? Su actitud la desconcertaba. Miró a Lisandro con una mezcla de frustración y resignación. Por un lado, quería insistir, exigir respuestas antes de dar el sí, pero, por otra parte, entendía que este no era el momento adecuado y al final accedió.—Está bien —dijo finalmente, soltando un suspiro—. Confiaré en ti, pero espero que cumplas tu palabra y me cuentes toda la verdad apenas finalice la cere
Lisandro se pasó una mano por el cabello, visiblemente incómodo con la situación. —Carolina, tienes que entender... Mi familia tiene ciertas expectativas sobre con quién debo casarme. Alguien de nuestra misma posición social y económica. Carolina sintió como si le hubieran dado una bofetada. Las palabras de Lisandro la golpearon con fuerza, dejándola sin aliento.—Entonces... ¿Te casaste conmigo en secreto? ¿Sin que tu familia supiera? —preguntó, su voz apenas un susurro.Lisandro asintió lentamente.—Sí. Sabía que si les decía, harían todo lo posible por impedir esta boda. Por eso decidí hacerlo así.Carolina dio un paso atrás, sintiendo que las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos.—¿Y qué pasará ahora? ¿Cómo crees que reaccionarán cuando se enteren?Lisandro se acercó a ella, intentando tomarla de las manos, pero Carolina se apartó.—No lo sé, Carol. Probablemente, no lo tomarán bien al principio. Pero con el tiempo...—¿Con el tiempo, qué, Lisandro? —interrumpió Carolina,
Lisandro se levantó de la cama con rapidez, se vistió en tiempo récord cuidando de no despertar a su esposa. Una vez estuvo listo, se quedó viéndola por varios segundos, sin querer angustiarlas con los problemas que se le avecinaban.Se acercó, besó sus labios, la miró por última vez antes de salir de la suite con un suspiro de resignación.Ni siquiera esperó al chofer, se sentía lo suficientemente fuerte ese día para conducir el mismo. Condujo por las calles de la ciudad, a la mayor velocidad que le permitían las leyes de tránsito, mientras su mente era un torbellino de pensamientos y emociones. Sabía que la conversación que estaba a punto de tener con sus padres sería difícil, incómoda, porque ellos estaban acostumbrados a salirse con la suya, pero él no estaba dispuesto a permitírselos. Iba a defender su amor por Carolina, y el futuro que les esperaba juntos. La imagen de su esposa, y saber que llevaba en su vientre a su hijo, lo llenaba de una determinación y un optimismo sin p
El desmayo de Lisandro fue un golpe devastador. Su cuerpo cayó al suelo con un sonido sordo, y la escena se oscureció, como si el mundo mismo se hubiera detenido. Sus padres, alarmados por la gravedad de la situación, intercambiaron miradas de preocupación. No había tiempo que perder. Pronto llegó la ambulancia y lo llevaron a un hospital donde fue atendido de emergencia.Sin embargo, a medida que los minutos pasaron, las noticias eran cada vez más desalentadoras. Lisandro yacía en una cama de hospital, rodeado de monitores que parpadeaban y sonaban en un ritmo incesante. Sus padres, aún en estado de shock, esperaban en la sala de espera, nerviosos y angustiados. La ansiedad crecía con cada minuto que pasaba sin noticias. Finalmente, un médico salió de la sala de emergencias, su rostro serio y su expresión grave hicieron que el corazón de los Quintero Ovalles se hundiera. —¿Cómo está mi hijo? —preguntó su madre, con una voz temblorosa.—Lo siento, pero las cosas no están bien —resp