Alberto Pérez estaba en su oficina revisando unos documentos en compañía de Lina, su amante, cuando su asistente entró con un aire de emoción. —Disculpe, señor Alberto, tengo algo que entregarle —dijo, sosteniendo una elegante tarjeta de invitación.Alberto tomó la tarjeta con el ceño fruncido, mirando a su asistente con curiosidad. Al abrirla, sus ojos se agrandaron al leer el nombre en la invitación.—¡Por Dios! ¿Viste? ¡Me están invitando a la boda del heredero de la familia Quintero! —exclamó, sonriendo de oreja a oreja—. ¡¿Sabes lo que significa eso?! —espetó visiblemente emocionado, sin esperar respuesta respondió— Que mi familia está siendo reconocida como una de las más poderosas de la ciudad y cuando la gente sepa que estamos invitados a esta fiesta, todos empezarán a querer hacer negocios con los Pérez —resaltó orgulloso.Lina se acercó, se colocó por detrás de él, y leyó la invitación. —¿Por qué no tiene el nombre de la novia? ¿No es extraño? —preguntó, frunciendo el ceñ
Lisandro se sintió un poco nervioso ante la determinación mostrada por Carolina, pero en ese momento no estaba dispuesto a decirle nada, no hasta que estuvieran casados y no hubiera ningún riesgo de que ella se retractara. —Carol, mi amor, te prometo que luego de la ceremonia voy a decirte todo lo que desees saber —pronunció en tono tranquilizador.Por un momento Carolina se quedó en silencio, dudosa, una parte de ella temía las respuestas de Lisandro y decena de preguntas pasaban por su mente ¿Por qué no quería decirle? ¿Qué tan grave podía ser como para no contárselo antes de la ceremonia? Su actitud la desconcertaba. Miró a Lisandro con una mezcla de frustración y resignación. Por un lado, quería insistir, exigir respuestas antes de dar el sí, pero, por otra parte, entendía que este no era el momento adecuado y al final accedió.—Está bien —dijo finalmente, soltando un suspiro—. Confiaré en ti, pero espero que cumplas tu palabra y me cuentes toda la verdad apenas finalice la cere
Lisandro se pasó una mano por el cabello, visiblemente incómodo con la situación. —Carolina, tienes que entender... Mi familia tiene ciertas expectativas sobre con quién debo casarme. Alguien de nuestra misma posición social y económica. Carolina sintió como si le hubieran dado una bofetada. Las palabras de Lisandro la golpearon con fuerza, dejándola sin aliento.—Entonces... ¿Te casaste conmigo en secreto? ¿Sin que tu familia supiera? —preguntó, su voz apenas un susurro.Lisandro asintió lentamente.—Sí. Sabía que si les decía, harían todo lo posible por impedir esta boda. Por eso decidí hacerlo así.Carolina dio un paso atrás, sintiendo que las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos.—¿Y qué pasará ahora? ¿Cómo crees que reaccionarán cuando se enteren?Lisandro se acercó a ella, intentando tomarla de las manos, pero Carolina se apartó.—No lo sé, Carol. Probablemente, no lo tomarán bien al principio. Pero con el tiempo...—¿Con el tiempo, qué, Lisandro? —interrumpió Carolina,
Carolina Laredo se encontraba en la puerta de la iglesia, vestida con un traje de novia blanco inmaculado que brillaba bajo el sol. Su cabello castaño estaba recogido en un elegante moño, pero a pesar de su apariencia perfecta, una oleada de ansiedad la invadía. Sus dedos temblaban como hojas otoñales a punto de caer, sosteniendo a duras penas el delicado ramo de rosas blancas.El sol de la tarde proyectaba un halo sobre su cabello oscuro, simbolizando una pureza que ahora parecía más una burla que una bendición. Al lado de ella, su madre, María, la miraba con preocupación, su ceño fruncido, revelando la inquietud que ambas compartían, después de tener más de una hora esperando al novio, al punto de que los invitados salieron de la iglesia impaciente para observarla.—¿Por qué no llega mamá? ¿Y tampoco Lina? — Su voz tembló, cortando los susurros que se arremolinaban a su alrededor. El sudor brillaba tenuemente en su frente, delatando su agitación interior.Lina era su mejor amiga y
La angustia y la confusión se entrelazaban en la mente de Carolina mientras revisaba la aplicación que había instalado. Se había registrado como "Rina", un seudónimo que le proporcionaba una sensación de protección, y seguridad. Su corazón latía con fuerza, y cada nueva pregunta que respondía en su teléfono y le daba a siguiente, le hacía saltar de nervios.Tomó un respiro profundo, intentando calmarse antes de tomarse una foto. Sin embargo, al verla, la realidad la golpeó: su rostro cansado y las profundas ojeras hablaban de la tormenta emocional que había estado atravesando. “No puedo subir esto”, pensó, sintiéndose un completo desastre. Si lo hacía, nadie le daría una segunda mirada, porque se veía realmente fatal.Decidió buscar en su galería una imagen adecuada. Finalmente, encontró una donde sonreía, con la luz del sol reflejándose en sus ojos azules. Esa imagen capturaba la esencia de la Carolina que alguna vez fue, antes de que la traición de su novio y el accidente de su mad
Carolina se quedó mirando fijamente la pantalla de su teléfono, el contrato firmado, pesando como una losa sobre su conciencia. Las horas pasaban lentamente, cada minuto acercándola más a su cita con Leo. Intentó dormir, pero el sueño la eludía. Cada vez que cerraba los ojos, veía el rostro de su madre en la cama del hospital, mezclado con imágenes de un hombre desconocido esperándola en una habitación de hotel. El miedo y la anticipación se arremolinaban en su estómago.Cuando finalmente amaneció, Carolina se levantó exhausta. Se miró al espejo, notando las profundas ojeras bajo sus ojos. —¿Qué estoy haciendo? —, se preguntó por enésima vez. Pero la imagen de su madre, vulnerable y necesitada, la impulsó a seguir adelante.Pasó el día en un estado de ansiedad constante, alternando entre el hospital y su casa. Cada vez que miraba a su madre inconsciente, sentía una mezcla de determinación y culpa. "Todo esto es por ti, mamá", pensó, acariciando suavemente la mano inerte de María.A
Carolina sintió que el aire se le escapaba de los pulmones ante la orden directa de Lisandro. Un escalofrío recorrió su cuerpo, mezcla de nervios y anticipación. Sus manos temblaron ligeramente mientras llevaba sus dedos al cierre de su vestido. Con movimientos lentos e inseguros, comenzó a bajarlo, revelando centímetro a centímetro su piel. El aire frío de la habitación la hizo estremecerse, o quizás era la intensidad de la mirada de Lisandro sobre ella. Sus ojos verdes la recorrían con un hambre que la hacía sentir expuesta y vulnerable.Cuando el vestido cayó a sus pies, Carolina se quedó de pie frente a él, cubierta solo por su ropa interior de encaje. Instintivamente, cruzó los brazos sobre su pecho, tratando de ocultar su desnudez.—No te cubras —dijo Lisandro con voz ronca—. Eres hermosa.Sus palabras la hicieron sonrojar intensamente. Lentamente, Carolina bajó los brazos, permitiéndole admirarla por completo.Lisandro se acercó en su silla de ruedas, hasta quedar justo frente
El aire en el vestíbulo del hospital se volvió tenso para Carolina. Se encontraba atrapada entre la mirada inquisitiva de su madre y las palabras de Inés, quien había interrumpido la conversación justo a tiempo.—Hola, señora, mucho gusto. Usted debe ser la mamá de Carolina —dijo Inés, extendiendo una mano con una sonrisa amigable—. Soy Inés Martínez, para servirle. Solo se trataba de una broma... es que vi a Carolina el día de su accidente y nos hicimos amigas.Carolina sintió una oleada de alivio. Inés, con su carisma despreocupado, parecía capaz de desviar la atención.—¿Una broma? —preguntó María, su expresión todavía entre la confusión y la preocupación.—Sí, claro —respondió Carolina con una sonrisa nerviosa—. No creerá que somos capaces de hacer algo así, ¿verdad?La expresión de su madre se suavizó, y una risa leve escapó de sus labios. —Por supuesto que no, cariño. —María respiró hondo, asintiendo lentamente—. Siempre he confiado en ti.Inés sacó una tarjeta de su bolso y se