Carolina sintió que el aire se le escapaba de los pulmones ante la orden directa de Lisandro. Un escalofrío recorrió su cuerpo, mezcla de nervios y anticipación. Sus manos temblaron ligeramente mientras llevaba sus dedos al cierre de su vestido. Con movimientos lentos e inseguros, comenzó a bajarlo, revelando centímetro a centímetro su piel.
El aire frío de la habitación la hizo estremecerse, o quizás era la intensidad de la mirada de Lisandro sobre ella. Sus ojos verdes la recorrían con un hambre que la hacía sentir expuesta y vulnerable.
Cuando el vestido cayó a sus pies, Carolina se quedó de pie frente a él, cubierta solo por su ropa interior de encaje. Instintivamente, cruzó los brazos sobre su pecho, tratando de ocultar su desnudez.
—No te cubras —dijo Lisandro con voz ronca—. Eres hermosa.
Sus palabras la hicieron sonrojar intensamente. Lentamente, Carolina bajó los brazos, permitiéndole admirarla por completo.
Lisandro se acercó en su silla de ruedas, hasta quedar justo frente a ella. Extendió una mano y la posó suavemente sobre su cadera. El contacto de su piel cálida hizo que Carolina contuviera el aliento.
—Relájate —murmuró él, acariciando su costado con delicadeza—. No voy a hacerte daño.
Carolina asintió, tratando de calmar los latidos frenéticos de su corazón. Cerró los ojos cuando sintió los labios de Lisandro rozar su vientre en un beso suave. Sus manos recorrieron sus piernas, subiendo lentamente hasta llegar al borde de sus bragas.
—¿Puedo? —preguntó él, mirándola a los ojos.
Ella asintió, incapaz de formar palabras. Con dedos ágiles, Lisandro deslizó la prenda por sus piernas. Carolina contuvo un gemido cuando sintió su aliento cálido entre sus muslos.
Lo que siguió fue una explosión de sensaciones que Carolina jamás había experimentado. La boca y las manos de Lisandro la llevaron a alturas de placer que ni siquiera sabía que existían. Se aferró a sus hombros, temblando y jadeando mientras él la exploraba con maestría.
Cuando finalmente alcanzó el clímax, fue como si todo su cuerpo se deshiciera en oleadas de éxtasis. Se desplomó sobre Lisandro, quien la sostuvo con fuerza contra su pecho.
Carolina apenas podía respirar, su cuerpo aún temblando por las oleadas de placer. Se aferró a Lisandro, su rostro enterrado en su cuello mientras trataba de recuperar el aliento. Él acariciaba suavemente su espalda, sus dedos trazando patrones relajantes sobre su piel sensible.
—Eso fue... increíble —susurró ella finalmente, su voz ronca y temblorosa. Lisandro sonrió contra su cabello. —Y apenas estamos empezando… te dije que funciono perfectamente. Con un movimiento fluido, la acomodó en su regazo y se desplazó con ella a la habitación la llevó hasta la cama king size que dominaba la habitación. La depositó con delicadeza sobre las sábanas de seda, admirando la forma en que su piel brillaba bajo la tenue luz. Carolina lo observó mientras él se desvestía, aún sentado en la silla, revelando un cuerpo musculoso y bien definido. A pesar de su condición, era evidente que Lisandro se mantenía en excelente forma física. Cuando finalmente se unió a ella en la cama, Carolina sintió una mezcla de nervios y anticipación. —Eres hermosa —murmuró él, sus ojos recorriendo cada centímetro de su cuerpo desnudo—. Tan perfecta. Sus labios se encontraron en un beso apasionado, sus cuerpos entrelazándose con urgencia. Las manos de Lisandro exploraron cada curva, cada valle de su cuerpo, arrancando gemidos de placer de los labios de Carolina. Ella se sorprendió al sentir cuán excitado estaba él, su cuerpo respondiendo con entusiasmo a pesar de su condición. Cuando finalmente él se abrió paso en su interior con dificultad, no sin antes colocarse protección, él levantó la ceja sorprendido. —¡Eres virgen! —no fue una pregunta, sino una afirmación. Ese descubrimiento lo impactó, e inevitablemente sintió una conexión con ella. Y a partir de allí fue como si el mundo a su alrededor desapareciera. Solo existían ellos dos, moviéndose juntos en una danza tan antigua como el tiempo mismo. Carolina se perdió en las sensaciones, en el placer que Lisandro despertaba en ella. Cada caricia, cada embestida la llevaba más y más alto, hasta que finalmente alcanzó el clímax una vez más, gritando el nombre de Lisandro mientras el éxtasis la consumía. Exhaustos y satisfechos, se quedaron abrazados, sus cuerpos entrelazados y cubiertos de una fina capa de sudor. Carolina apoyó su cabeza en el pecho de Lisandro, escuchando los latidos de su corazón mientras trataba de procesar todo lo que había ocurrido. —¿Estás bien? —preguntó él suavemente, sus dedos jugando con un mechón de su cabello. Carolina asintió, aún sin aliento.—Estoy... más que bien —murmuró, sorprendida por la intensidad de lo que acababa de experimentar.
Lisandro sonrió, besando suavemente su frente.
—Me alegro. Descansa un poco, la noche es joven aún.
Carolina cerró los ojos, dejándose envolver por el calor del cuerpo de Lisandro y el aroma de su piel. Mientras el sueño comenzaba a apoderarse de ella, no pudo evitar pensar en lo surreal que era toda la situación.
Había venido aquí por desesperación, buscando salvar a su madre. Pero ahora, en los brazos de este hombre enigmático, sentía que algo más profundo estaba naciendo. Algo que la asustaba y la emocionaba a partes iguales.
Cuando despertó horas después, la habitación estaba a oscuras excepto por la tenue luz de la luna que se colaba por las cortinas. Sin embargo, Lisandro no estaba allí.
En su lugar, estaba una nota en la mesa de noche, que decía: "Gracias por una noche extraordinaria. Pronto te contacto. Nos quedan dos noches". Carolina se sentó en la cama, sintiendo un extraño vacío al no tenerlo a su lado.
Recordó la noche anterior y su piel se erizó al recordar la intensidad de lo que habían compartido. Había una conexión entre ellos, una chispa que no podía ignorar, pero también un profundo miedo. ¿Qué significaba todo esto? ¿Dónde la llevaría todo eso?
Carolina se quedó mirando la nota, una mezcla de emociones agitándose en su interior. La noche anterior había sido intensa, apasionada, mucho más de lo que jamás hubiera imaginado. Pero ahora, a la fría luz de la mañana, la realidad comenzaba a asentarse.
Se levantó lentamente de la cama, sintiendo el dulce dolor en su cuerpo que le recordaba todo lo que había ocurrido. Mientras se vestía, sus pensamientos no dejaban de dar vueltas. ¿Había hecho lo correcto? ¿Cómo afectaría esto a su vida?
Salió de la habitación del hotel sintiéndose como una extraña en su propia piel. El vestíbulo, que la noche anterior le había parecido intimidante, ahora se sentía vacío y frío.
Mientras caminaba por las calles de la ciudad, Carolina no podía dejar de pensar en Lisandro. En sus ojos verdes, en la forma en que la había tocado, en cómo la había hecho sentir. Pero también pensaba en el contrato, en el dinero, en su madre esperando en el hospital.
Llegó al hospital con el corazón acelerado. Cuando entró en la habitación de su madre, la encontró despierta, sonriendo débilmente.
—Carolina… mi niña, —dijo María con voz cansada, pero feliz. —Los médicos dicen… que la operación… fue un éxito… No sé cómo lo hiciste… pero gracias."
Carolina sintió que las lágrimas le llenaban los ojos. Se acercó a la cama y abrazó a su madre con cuidado.
"Haría cualquier cosa por ti, mamá," susurró, su voz quebrándose ligeramente.
Mientras sostenía la mano de su madre, Carolina se dio cuenta de que, a pesar de todo, no se arrepentía. Había salvado la vida de su madre, y eso era lo único que importaba.
Pero en el fondo de su mente, la imagen de Lisandro persistía. Su toque, su voz, la forma en que la había mirado... Todo eso se había grabado en su memoria de una manera que no podía ignorar.
—¿Estás bien, hija? —preguntó María, notando la mirada distante de Carolina.
—Sí, mamá, —respondió ella, forzando una sonrisa. —Solo estoy cansada.
Pero la verdad era que Carolina estaba lejos de estar bien. Había entrado en un mundo al que nunca esperó pertenecer, y ahora no quería alejarse de él.
Los días pasaron y Carolina dividía su tiempo entre el hospital, cuidando a su madre, y su apartamento, donde pasaba horas mirando su teléfono, esperando un mensaje de Lisandro que nunca llegaba. Se sentía dividida entre el alivio de haber salvado a su madre y la confusión por los intensos sentimientos que Lisandro había despertado en ella.
Cuando a su madre la dieron de alta, ella salió adelante. No se dio cuenta de que su madre la había seguido, cuando de pronto se tropezó con Inés, la chica que le recomendó la aplicación.
—Hola Carolina ¿Entraste a la aplicación? ¿Si pudiste encontrar a algún hombre guapo que te ayudara a pagar la operación de tu mami?
Carolina sintió que el color abandonaba su rostro. Su madre estaba justo detrás de ella y había escuchado cada palabra. Se giró lentamente, con el corazón latiendo desbocado, para enfrentar la mirada confundida y dolida de María.
—Carolina... ¿De qué está hablando esta chica? —preguntó su madre, su voz temblando ligeramente.
Carolina abrió la boca, pero las palabras se negaron a salir. ¿Cómo podía explicarle a su madre lo que había hecho? ¿Cómo podía justificar sus acciones sin romperle el corazón?
El aire en el vestíbulo del hospital se volvió tenso para Carolina. Se encontraba atrapada entre la mirada inquisitiva de su madre y las palabras de Inés, quien había interrumpido la conversación justo a tiempo.—Hola, señora, mucho gusto. Usted debe ser la mamá de Carolina —dijo Inés, extendiendo una mano con una sonrisa amigable—. Soy Inés Martínez, para servirle. Solo se trataba de una broma... es que vi a Carolina el día de su accidente y nos hicimos amigas.Carolina sintió una oleada de alivio. Inés, con su carisma despreocupado, parecía capaz de desviar la atención.—¿Una broma? —preguntó María, su expresión todavía entre la confusión y la preocupación.—Sí, claro —respondió Carolina con una sonrisa nerviosa—. No creerá que somos capaces de hacer algo así, ¿verdad?La expresión de su madre se suavizó, y una risa leve escapó de sus labios. —Por supuesto que no, cariño. —María respiró hondo, asintiendo lentamente—. Siempre he confiado en ti.Inés sacó una tarjeta de su bolso y se
Carolina salió del hotel, aun con la adrenalina corriendo por sus venas. Las palabras de Alberto resonaban en su mente. Aunque intentó ignorarlas, el eco de sus burlas la perseguía. Se dirigió a la parada esperando encontrar un taxi, dispuesta a dejar atrás no solo la humillación porque Lisandro no se había presentado, sino también las burlas de su ex.Mientras caminaba, escuchó unos pasos detrás de ella, aceleró su paso, casi corriendo a punto de llegar a la parada.El miedo se agitó en su interior, porque tenía la sensación de que alguien estaba a punto de atraparla. Cuando llegó y se giró, y se dio cuenta de que se trataba de Alberto, quien caminaba con una sonrisa arrogante en su rostro.—¿No creías que me iba a dejar así, verdad? —dijo él, acercándose a ella con una confianza que le hizo sentir incómoda.Carolina retrocedió, intentando alejarse, pero él se interpuso en su camino. —No tienes que huir, Carolina. Sé que todavía hay algo entre nosotros. ¿Por qué no aceptas ser mi
A medida que Carolina se alejaba, no pudo evitar sentirse confundida. La mezcla de emociones era intensa. Por un lado, la rabia por la actitud de Alberto, pero por otro, la extraña conexión que había sentido con Lisandro, la defensa que hizo hacia ella Cuando llegó a la casa, se miró en el espejo, sintiéndose agotada. Las emociones del día anterior y de ese encuentro la habían dejado exhausta. Así fueron pasando los días, estos se convirtieron en semanas, pero Carolina no había recibido ninguna llamada y mensaje por parte de Lisandro y eso la tenía angustiada. Cada vez que su teléfono sonaba, sentía una mezcla de esperanza y ansiedad, pero nunca era él. Una tarde, mientras caminaba por el parque cerca de su casa, se encontró con Inés. La chica la saludó efusivamente. —¡Carolina! Qué bueno verte. ¿Cómo has estado?Carolina forzó una sonrisa.—Bien, gracias. ¿Y tú?Inés la miró con curiosidad.—Te noto algo decaída. ¿Pasó algo con el hombre que conociste en la aplicación?Carolina
Carolina se llevó las manos a la cabeza, sintiendo que el mundo giraba a su alrededor. "No quiero agobiar a mi madre con esto", pensó, mientras las palabras del médico resonaban en su mente. La idea de que ella se enterara por casualidad, sobre su embarazo, la llenaba de pánico, porque temía lo que pudiera pensar de ella, y aunque era una mujer, se trataba más de un asunto de respeto. ¿Cómo le iba a explicar que aunque nunca se acostó con su novio, lo hizo con un desconocido del cual quedó embarazada?Negó enérgicamente, su madre no podía saber nada de eso, no hasta que ella supiera lo que iba a hacer.—Doctor, necesito un favor, no le cuente a mi madre, —le pidió al médico con firmeza—. No quiero que se preocupe más de lo que ya está… apenas se está recuperando y una noticia, así sería fatal para ella —concluyó.El doctor asintió, comprendiendo su preocupación.—Está bien, señorita Laredo. No le diré nada. Es importante para usted y para la tranquilidad de su embarazo, que primero
Carolina se quedó en silencio, sintiendo como las palabras de Lisandro resonaron en su cabeza. La idea de casarse, de unir su vida a la de un hombre por conveniencia, le resultaba inadmisible.No era el futuro que había imaginado. Tomó una profunda respiración, intentando calmar la tormenta que se agolpaba en su interior.—Lo siento Lisandro, pero —dijo, con voz firme—. ¡No voy a casarme contigo solo porque estoy embarazada! El día que decida casarme, lo haré por amor, no por obligación.Lisandro arqueó una ceja, sorprendido por la ferocidad de su respuesta. La miró intensamente, como si estuviera tratando de desentrañar sus pensamientos.—¿Y qué piensas hacer? ¿Tener a mi bebé sola? ¿Sin que yo sea parte de su vida? —preguntó, su tono lleno de irritación.—Sí, lo haré. Esto es una decisión que tengo que tomar sola. No necesito un anillo de compromiso para que mi vida tenga sentido —respondió Carolina, sintiendo la presión en su pecho aumentar.—Lamento decirte que estás equivocada. M
María sintió que le faltaba el aire. La noticia del embarazo de Carolina la golpeó como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago y sacado todo el aire. Comenzó a ver todo oscuro, el mundo le dio vueltas y antes de que pudiera caer al suelo, Lisandro se levantó de la silla de ruedas y la sostuvoLisandro sostuvo a María con firmeza, ayudándola a sentarse en el sofá. La mujer estaba pálida y temblorosa, tratando de procesar la noticia.—¿Está bien, señora María? —preguntó Lisandro, su voz llena de preocupación.María asintió débilmente, pero sus ojos estaban llenos de confusión y dolor. —No puedo creerlo, —murmuró. —Mi Carolina... ¿Embarazada?“¿Y de este hombre que apenas conozco?", pensó, sintiendo una mezcla de confusión y dolor.Lisandro se arrodilló frente a ella, tomando sus manos entre las suyas. —Sé que es mucho para asimilar, señora María —, dijo suavemente. —Pero le aseguro que mis intenciones son honorables. María lo miró fijamente, sus ojos llenos de lágrimas.—¿Por
Alberto Pérez estaba en su oficina revisando unos documentos en compañía de Lina, su amante, cuando su asistente entró con un aire de emoción. —Disculpe, señor Alberto, tengo algo que entregarle —dijo, sosteniendo una elegante tarjeta de invitación.Alberto tomó la tarjeta con el ceño fruncido, mirando a su asistente con curiosidad. Al abrirla, sus ojos se agrandaron al leer el nombre en la invitación.—¡Por Dios! ¿Viste? ¡Me están invitando a la boda del heredero de la familia Quintero! —exclamó, sonriendo de oreja a oreja—. ¡¿Sabes lo que significa eso?! —espetó visiblemente emocionado, sin esperar respuesta respondió— Que mi familia está siendo reconocida como una de las más poderosas de la ciudad y cuando la gente sepa que estamos invitados a esta fiesta, todos empezarán a querer hacer negocios con los Pérez —resaltó orgulloso.Lina se acercó, se colocó por detrás de él, y leyó la invitación. —¿Por qué no tiene el nombre de la novia? ¿No es extraño? —preguntó, frunciendo el ceñ
Lisandro se sintió un poco nervioso ante la determinación mostrada por Carolina, pero en ese momento no estaba dispuesto a decirle nada, no hasta que estuvieran casados y no hubiera ningún riesgo de que ella se retractara. —Carol, mi amor, te prometo que luego de la ceremonia voy a decirte todo lo que desees saber —pronunció en tono tranquilizador.Por un momento Carolina se quedó en silencio, dudosa, una parte de ella temía las respuestas de Lisandro y decena de preguntas pasaban por su mente ¿Por qué no quería decirle? ¿Qué tan grave podía ser como para no contárselo antes de la ceremonia? Su actitud la desconcertaba. Miró a Lisandro con una mezcla de frustración y resignación. Por un lado, quería insistir, exigir respuestas antes de dar el sí, pero, por otra parte, entendía que este no era el momento adecuado y al final accedió.—Está bien —dijo finalmente, soltando un suspiro—. Confiaré en ti, pero espero que cumplas tu palabra y me cuentes toda la verdad apenas finalice la cere