Capítulo 5: Sospechas

Carmine se sentó detrás de su amplio escritorio, mientras su secretaria, y amiga, le recordaba los pendientes que tenía para el día. Desde que su padre se había retirado, un año atrás, ella había tomado las riendas de la empresa familiar como CEO.  Pese a que se había preparado desde muy joven para aquel puesto, no todos habían recibido la noticia con agrado cuando llegó el momento.

Podía estar en pleno siglo XXI, pero aún había algunos que veían con recelo que una mujer joven estuviera al mano. Los primeros meses tras la transición de poder habían sido los más difíciles. Varios miembros de la junta directiva, incómodos con el cambio, cuestionaron su capacidad y llegaron incluso a insinuar que otra persona debería ocupar su lugar. Pero Carmine no se había dejado intimidar. Después de todo, la mayoría de acciones estaban en poder de su familia y sabía que contaba con su apoyo incondicional.

Con el paso de los meses, Carmine había logrado cerrarles la boca a todos. Durante su primer año como CEO, había generado un incremento de las ganancias y había cerrado tratos clave con grandes compañías. Aunque había quienes seguían dudando de su capacidad, al menos ahora tenían el tino de guardarse sus pensamientos para sí mismos.

—Eso es todo, jefa —terminó Bria.

—¿Tenemos el informe de la sede en París sobre el trato con la empresa de seguridad? Necesito saber cómo van los avances.

—Sí, está en tu correo.   

—Gracias. Puedes retirarte.

Bria asintió y se retiró.

Carmine observó la taza de café que su secretaria había dejado sobre la mesa. Sabía, sin siquiera probarlo, que tenía la cantidad exacta de azúcar que le gustaba y estaba en la temperatura ideal. Sin embargo, no tenía intención de beberlo, aunque lo necesitaba. La noche anterior se había quedado hasta tarde revisando la propuesta que planeaba presentarle a una empresa Australiana, y cuando se dio cuenta de la hora casi era las dos de la mañana.

Desde hace un tiempo, había comenzado a sentirse mal, especialmente por las mañanas. Al principio, atribuyó las náuseas a algo que quizás había comido en mal estado y decidió no preocuparse. Pero cuando notó que su periodo se había retrasado, una inquietud comenzó a crecer en su interior. Se intentó convencer de que era solo el estrés, una consecuencia de las largas jornadas. Sin embargo, al llegar al cuarto día de retraso y con nuevos síntomas, dejó de engañarse. Sabía que existía la posibilidad de estar embarazada.

Habían pasado tres semanas desde aquella noche Giacomo y era consciente de que no habían utilizado preservativo. Carmine no usaba métodos anticonceptivos porque solían enfermarla demasiado. Un embarazo no era nada descabellado.

Dos días atrás, había comprado una prueba de embarazo, pero seguía abrir en el fondo de su cartera. Estaba demasiado asustada para usarla. Sin embargo, en el fondo ya intuía cuál sería el resultado y, por eso mismo, había comenzado a tomar ciertas precauciones. La primera en su lista era eliminar la cafeína. Si de verdad había una vida creciendo en su interior, no iba a correr ningún riesgo, por pequeño que fuera.

Se concentró en la pantalla de su computadora, decidida a sumergirse en el trabajo. Lo último que quería en ese momento era seguir torturándose con los pensamientos que la habían atormentado durante los últimos días.

Durante las siguientes dos horas, se dedicó a revisar algunos informes y enviar correos, tratando de mantener su mente ocupada. De repente, un golpe la sacó de su concentración. La puerta se abrió, y Bria entró.

—Su cita de las once está aquí —informó ella, haciéndose a un lado para dejar entrar a un hombre.

Carmine se puso de pie y rodeó su escritorio para recibir a Damiano Zanetti. Aunque nunca habían tenido la oportunidad de reunirse en persona antes, había investigado lo suficiente sobre él. Damiano medía al menos un metro ochenta y su cuerpo parecía sólido como una roca. Él poseía el tipo de atractivo que hacía que cualquier mujer se volviera a mirarlo. Sus facciones eran simétricas y armónicas, con una mandíbula bien definida y una mirada intensa. Había en él una mezcla de confianza y misterio que lo hacía aún más atractivo. Su imponente presencia llenó su oficina.

—Buenos días —saludó él.

Carmine tomó la mano que él le ofrecía y le dio un fuerte apretón de manos. No le pasó desapercibido que Damiano la evaluaba con la mirada de pies a cabeza, aunque ninguna emoción se reflejó en su rostro. Se aclaró la garganta cuando el contacto se prolongó más de lo necesario. Él le regaló una suave sonrisa y soltó su mano.

—¿Desea algo de beber?

—Una botella de agua estará bien.  

—Por supuesto. Bria, puedes traerle agua al señor y un té para mí.

Su secretaria asintió y se marchó.

Carmine invitó a Damiano a tomar asiento en uno de los sofás y se acomodó frente a él con la mesita de café en medio.

—Es un gusto conocerla en persona —dijo él—. He escuchado mucho sobre usted.

—Cosas buenas espero.

—Definitivamente. Aunque debo decir que se quedaron cortos al hablar de su belleza.

Carmine esbozó una sonrisa educada, aunque estaba algo incómoda por la intensidad de su mirada.  

—Y dígame, ¿qué es lo que piensa de la propuesta que le enviamos? —preguntó, cambiando de tema.

—Directo al grano. Eso me gusta. —Damiano se puso serio antes de continuar—. De hecho, debo decir que su propuesta es la mejor entre todas las que hemos recibido. Por supuesto, tengo algunas dudas que espero pueda resolver, y también me gustaría que discutiéramos algunas de las condiciones.

—Estaré encantada de responder cualquier pregunta y sobre los cambios que menciona, veré lo que puedo ofrecer.

Bria entró a la oficina y dejó sus bebidas sobre la mesa antes de sentarse a su lado con su tableta lista para tomar notas.

Damiano tomó un sorbo de su agua y la reunión dio comienzo. Carmine respondió sin vacilar a cada una de sus preguntas, mostrando confianza. Se explayó sobre los materiales que planeaban proveer y la calidad de los mismos, enfatizando los beneficios que su empresa podía ofrecer.

Carmine cedió en algunos de los términos, dispuesta a encontrar un punto medio, pero se mostró inflexible en otros aspectos. Con cada argumento, se aseguró de convencer a Damiano de que sus productos justificaban la inversión a realizar.

Cuando finalmente terminó de hablar, Damiano la estaba mirando con la misma intensidad de antes. Sus ojos reflejaban interés y respeto.

—Debo rectificar lo que dije antes, no solo es muy hermosa, también es muy inteligente —dijo él, esbozando una sonrisa—. Será un placer trabajar con usted y su empresa.

—¿Así que va a firmar con nosotros?

—Sí.

—Le diré a mi departamento legal que le envié el contrato con los cambios de los que hablamos.

—Estupendo. Mi secretaria contactara a la tuya tan pronto lo hayamos revisado para reunirnos a firmarlo. —Damiano se puso de pie—. Espero verla pronto.

Él se despidió de ella y Bria lo acompañó hasta la puerta. Luego Bria regresó con una sonrisa en el rostro.

—El trato es nuestro —celebró ella.

—Lo es. —Carmine sonrió, emocionada—. Hay que presionar a los del departamento legal para que se den prisa. Necesitamos firmar el contrato cuanto antes.

—Me encargaré de ello.

—Escuché que el hombre más caliente del planeta acaba de salir de aquí —dijo Gigy entrando a su oficina.

Carmine soltó una carcajada.

—Deberías haberlo visto —dijo Bria—. Y creo que cayó rendido ante el encanto de nuestra jefa.

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