Carmine se sentó detrás de su amplio escritorio, mientras su secretaria, y amiga, le recordaba los pendientes que tenía para el día. Desde que su padre se había retirado, un año atrás, ella había tomado las riendas de la empresa familiar como CEO. Pese a que se había preparado desde muy joven para aquel puesto, no todos habían recibido la noticia con agrado cuando llegó el momento.
Podía estar en pleno siglo XXI, pero aún había algunos que veían con recelo que una mujer joven estuviera al mano. Los primeros meses tras la transición de poder habían sido los más difíciles. Varios miembros de la junta directiva, incómodos con el cambio, cuestionaron su capacidad y llegaron incluso a insinuar que otra persona debería ocupar su lugar. Pero Carmine no se había dejado intimidar. Después de todo, la mayoría de acciones estaban en poder de su familia y sabía que contaba con su apoyo incondicional.
Con el paso de los meses, Carmine había logrado cerrarles la boca a todos. Durante su primer año como CEO, había generado un incremento de las ganancias y había cerrado tratos clave con grandes compañías. Aunque había quienes seguían dudando de su capacidad, al menos ahora tenían el tino de guardarse sus pensamientos para sí mismos.
—Eso es todo, jefa —terminó Bria.
—¿Tenemos el informe de la sede en París sobre el trato con la empresa de seguridad? Necesito saber cómo van los avances.
—Sí, está en tu correo.
—Gracias. Puedes retirarte.
Bria asintió y se retiró.
Carmine observó la taza de café que su secretaria había dejado sobre la mesa. Sabía, sin siquiera probarlo, que tenía la cantidad exacta de azúcar que le gustaba y estaba en la temperatura ideal. Sin embargo, no tenía intención de beberlo, aunque lo necesitaba. La noche anterior se había quedado hasta tarde revisando la propuesta que planeaba presentarle a una empresa Australiana, y cuando se dio cuenta de la hora casi era las dos de la mañana.
Desde hace un tiempo, había comenzado a sentirse mal, especialmente por las mañanas. Al principio, atribuyó las náuseas a algo que quizás había comido en mal estado y decidió no preocuparse. Pero cuando notó que su periodo se había retrasado, una inquietud comenzó a crecer en su interior. Se intentó convencer de que era solo el estrés, una consecuencia de las largas jornadas. Sin embargo, al llegar al cuarto día de retraso y con nuevos síntomas, dejó de engañarse. Sabía que existía la posibilidad de estar embarazada.
Habían pasado tres semanas desde aquella noche Giacomo y era consciente de que no habían utilizado preservativo. Carmine no usaba métodos anticonceptivos porque solían enfermarla demasiado. Un embarazo no era nada descabellado.
Dos días atrás, había comprado una prueba de embarazo, pero seguía abrir en el fondo de su cartera. Estaba demasiado asustada para usarla. Sin embargo, en el fondo ya intuía cuál sería el resultado y, por eso mismo, había comenzado a tomar ciertas precauciones. La primera en su lista era eliminar la cafeína. Si de verdad había una vida creciendo en su interior, no iba a correr ningún riesgo, por pequeño que fuera.
Se concentró en la pantalla de su computadora, decidida a sumergirse en el trabajo. Lo último que quería en ese momento era seguir torturándose con los pensamientos que la habían atormentado durante los últimos días.
Durante las siguientes dos horas, se dedicó a revisar algunos informes y enviar correos, tratando de mantener su mente ocupada. De repente, un golpe la sacó de su concentración. La puerta se abrió, y Bria entró.
—Su cita de las once está aquí —informó ella, haciéndose a un lado para dejar entrar a un hombre.
Carmine se puso de pie y rodeó su escritorio para recibir a Damiano Zanetti. Aunque nunca habían tenido la oportunidad de reunirse en persona antes, había investigado lo suficiente sobre él. Damiano medía al menos un metro ochenta y su cuerpo parecía sólido como una roca. Él poseía el tipo de atractivo que hacía que cualquier mujer se volviera a mirarlo. Sus facciones eran simétricas y armónicas, con una mandíbula bien definida y una mirada intensa. Había en él una mezcla de confianza y misterio que lo hacía aún más atractivo. Su imponente presencia llenó su oficina.
—Buenos días —saludó él.
Carmine tomó la mano que él le ofrecía y le dio un fuerte apretón de manos. No le pasó desapercibido que Damiano la evaluaba con la mirada de pies a cabeza, aunque ninguna emoción se reflejó en su rostro. Se aclaró la garganta cuando el contacto se prolongó más de lo necesario. Él le regaló una suave sonrisa y soltó su mano.
—¿Desea algo de beber?
—Una botella de agua estará bien.
—Por supuesto. Bria, puedes traerle agua al señor y un té para mí.
Su secretaria asintió y se marchó.
Carmine invitó a Damiano a tomar asiento en uno de los sofás y se acomodó frente a él con la mesita de café en medio.
—Es un gusto conocerla en persona —dijo él—. He escuchado mucho sobre usted.
—Cosas buenas espero.
—Definitivamente. Aunque debo decir que se quedaron cortos al hablar de su belleza.
Carmine esbozó una sonrisa educada, aunque estaba algo incómoda por la intensidad de su mirada.
—Y dígame, ¿qué es lo que piensa de la propuesta que le enviamos? —preguntó, cambiando de tema.
—Directo al grano. Eso me gusta. —Damiano se puso serio antes de continuar—. De hecho, debo decir que su propuesta es la mejor entre todas las que hemos recibido. Por supuesto, tengo algunas dudas que espero pueda resolver, y también me gustaría que discutiéramos algunas de las condiciones.
—Estaré encantada de responder cualquier pregunta y sobre los cambios que menciona, veré lo que puedo ofrecer.
Bria entró a la oficina y dejó sus bebidas sobre la mesa antes de sentarse a su lado con su tableta lista para tomar notas.
Damiano tomó un sorbo de su agua y la reunión dio comienzo. Carmine respondió sin vacilar a cada una de sus preguntas, mostrando confianza. Se explayó sobre los materiales que planeaban proveer y la calidad de los mismos, enfatizando los beneficios que su empresa podía ofrecer.
Carmine cedió en algunos de los términos, dispuesta a encontrar un punto medio, pero se mostró inflexible en otros aspectos. Con cada argumento, se aseguró de convencer a Damiano de que sus productos justificaban la inversión a realizar.
Cuando finalmente terminó de hablar, Damiano la estaba mirando con la misma intensidad de antes. Sus ojos reflejaban interés y respeto.
—Debo rectificar lo que dije antes, no solo es muy hermosa, también es muy inteligente —dijo él, esbozando una sonrisa—. Será un placer trabajar con usted y su empresa.
—¿Así que va a firmar con nosotros?
—Sí.
—Le diré a mi departamento legal que le envié el contrato con los cambios de los que hablamos.
—Estupendo. Mi secretaria contactara a la tuya tan pronto lo hayamos revisado para reunirnos a firmarlo. —Damiano se puso de pie—. Espero verla pronto.
Él se despidió de ella y Bria lo acompañó hasta la puerta. Luego Bria regresó con una sonrisa en el rostro.
—El trato es nuestro —celebró ella.
—Lo es. —Carmine sonrió, emocionada—. Hay que presionar a los del departamento legal para que se den prisa. Necesitamos firmar el contrato cuanto antes.
—Me encargaré de ello.
—Escuché que el hombre más caliente del planeta acaba de salir de aquí —dijo Gigy entrando a su oficina.
Carmine soltó una carcajada.
—Deberías haberlo visto —dijo Bria—. Y creo que cayó rendido ante el encanto de nuestra jefa.
Carmine saltó de la cama y corrió al baño. Apenas logró llegar al inodoro antes de comenzar a vaciar el poco contenido de su estómago. Algunas lágrimas escaparon de sus ojos debido al esfuerzo que le producían las arcadas. Después de diez largos minutos, al fin logró calmarse. Se puso de pie, sintiéndose débil, y se acercó al lavabo para cepillarse los dientes.No podía seguir actuando como si nada de aquello estuviera sucediendo. Regresó a su habitación y buscó la prueba de embarazo que había estado esquivando. Con el pequeño paquete en la mano, volvió al baño. Era hora de hacerse la prueba de embarazo y salir de toda duda. Había prolongado demasiado aquel momento.Leyó las indicaciones dos veces porque la primera vez estaba demasiado distraída como para entender lo que estaba leyendo. Siguió los pasos y dejó la prueba de embarazo sobre el lavabo. Luego se sentó sobre la tapa del inodoro con la mirada perdida y esperó que los cinco minutos más largos de su vida llegaran a su fin.La
Giacomo anotó los detalles más relevantes de la declaración de la mujer frente a él. Mantuvo una expresión tranquila, aunque sentía la furia bullir en su interior al escucharla describir como su esposo la había golpeado en innumerables ocasiones. Sin poder evitarlo, su mente viajó a años atrás, recordando a su propia madre, sentada ante otro abogado, relatando el infierno que había soportado durante muchos años.Su padre era un abusador que encontraba placer en hacer sufrir tanto a la mujer que había jurado proteger como a Giacomo, su único hijo. Su madre había tratado de abandonarlo más de una vez, pero él siempre lograba encontrarla y desquitarse brutalmente.—La única manera en la que podrás irte será cuando estés muerta —le recordaba su padre a su madre después de cada paliza, o a veces incluso antes de comenzar—. Tampoco permitiré que alejes a mi hijo de mí.Durante años, Giacomo se había sentido impotente, observando cómo ese monstruo lastimaba a su madre sin poder hacer nada. P
Giacomo no quería presionar a Carmine, pero cada segundo de silencio incrementaba su preocupación. Desde que ella se había sentado frente a él, no había dicho una palabra, y él temía que fuera porque lo que tenía que decirle era grave. Normalmente era un hombre práctico, pero en ese momento definitivamente no lo parecía, con varias ideas fatalistas formándose en su mente.—¿Sobre qué querías hablar? —preguntó, incapaz de soportar la espera por más tiempo.Carmine fijó sus ojos en él, como si acabara de recordar que estaba allí.—Yo… tengo que contarte algo… —El rostro de Carmine se tornó pálido y se puso de pie de un brinco antes de salir corriendo.—¿Qué demonios?Giacomo estaba desconcertado y le tomó unos segundos reaccionar antes de salir tras Carmine. Se detuvo frente a la puerta cerrada del baño, ubicada en el pasillo. Escuchó ruidos de arcadas provenientes del otro lado.—Carmine —llamó al mismo tiempo que golpeaba la puerta con los nudillos—. ¿Está todo bien? —Sacudió la cabez
Giacomo entró al imponente edificio que albergaba la sede central de Morelli Group, una de las empresas de bienes industriales más importantes y reconocidas del país. Adriano Morelli había fundado su imperio hacía décadas, llevándolo al éxito con su esfuerzo y determinación. Actualmente, tras su retiro, era su primogénita, Carmine, quien estaba al mando, continuando con el legado familiar.Al presentarse con los recepcionistas, no tuvo inconvenientes para acceder al interior, ya que su nombre figuraba en la lista de personas autorizadas. Giacomo ya había estado en aquel lugar hace algún tiempo, antes de que Carmine asumiera el puesto de CEO.—Señor Molinari, buenas tardes —lo saludó la secretaria de Carmine con una sonrisa cuando se acercó a su escritorio.—Buenas tardes, Bria —respondió y sonrió al ver la sorpresa dibujarse en el rostro de la mujer.Giacomo nunca olvidaba un nombre o un rostro, y lo mismo ocurría con los detalles. Tenía una buena memoria, algo invaluable en su profesi
Carmine apartó su plato vacío y fijó la mirada en Giacomo, tratando de encontrar las palabras adecuadas para hablar del bebé. Durante el almuerzo, ambos habían evitado el tema, como si temieran que al mencionarlo se rompiera la calma que habían logrado establecer. Pero ya no podían seguir ignorándolo.—¿Qué es lo que sigue ahora? —preguntó, finalmente.Estaba convencida de que Giacomo querría involucrarse en la crianza de su bebé. Sin embargo, era necesario que empezaran a establecer acuerdos para que más adelante no surgieran problemas entre ellos.Su amor por Giacomo había quedado en un segundo plano y, aunque le resultara difícil verlo con frecuencia, su prioridad ahora era el bienestar de su bebé.—Ten la seguridad de que no voy a desaparecer de la vida de nuestro bebé —dijo Giacomo con firmeza—. Estaré aquí para ti y para él o ella cada vez que me necesiten. Me esforzaré por ser un padre ejemplar y le demostraré a nuestro bebé, en cada momento, lo mucho que lo amo. Pero... no voy
Carmine se acomodó en el asiento del copiloto y llevó el celular, que llevaba un rato sonando, al oído, después de ver el identificador de llamadas. Su mirada siguió a Giacomo a través del parabrisas mientras él rodeaba el auto.—Damiano —saludó—. ¿Cómo estás?—Mejor ahora que escuché tu voz.Carmine sonrió y sacudió la cabeza. Ese hombre era demasiado encantador y sabía perfectamente cómo hacer que una mujer se sintiera halagada.El día en que firmaron el trato, salieron a almorzar juntos para celebrar y congeniaron bastante bien. Damiano siempre tenía algo interesante que decir y, además, poseía un gran sentido del humor. Carmine la había pasado muy bien en su compañía.Damiano no había disimulado su interés por ella, aunque nunca lo expresó directamente.—¿A qué debo el honor de tu llamada? —preguntó, todavía sonriendo—. ¿Surgió algún inconveniente?Su mirada se cruzó con la de Giacomo, quien la observaba con curiosidad desde su asiento. Luego, él desvió la vista hacia adelante y a
Giacomo detuvo su auto frente a la casa de los padres Carmine y miró la imponente construcción a través del parabrisas.—¿Aún estás seguro de que quieres hacer esto? —preguntó Carmine.Giró la cabeza para mirarla y se dio cuenta que ella estaba tensa.—Sí. —Tomó la mano de Carmine y le dio un suave apretón, tratando de reconfortarla—. Descuida, no voy a cambiar de opinión de un momento a otro. No pienso dejarte sola en esto. Procura relajarte un poco; no creo que al bebé le haga bien tanto estrés.Carmine esbozó una leve sonrisa.—Tienes razón. —Ella se llevó su mano libre al vientre y tomó una respiración profunda—. Hagamos esto de una vez antes de que sea yo quien me arrepienta.Giacomo bajó del auto, lo rodeó para abrirle la puerta a Carmine y le ofreció una mano para ayudarla a bajar.—Todo saldrá bien —le dijo.—En tu lugar, yo no estaría muy seguro.Giacomo soltó una risa nerviosa.—No eres muy buena tranquilizando a los demás ¿verdad? —preguntó, cuando dejó de reír.Los dos comp
Carmine se levantó de un salto, lista para intervenir, aunque no estaba segura de poder hacer mucho. Sebastian era, por lo general, tranquilo, siempre trabajando en sus experimentos o absorto en sus libros, pero también era una fuerza imparable cuando algo lo alteraba.—Sebastian, déjalo —ordenó, pero su hermano la ignoró.—No solo te encargaste de embarazar a mi hermana, sino que ahora dices que no vas a hacerte responsable como un verdadero hombre.Carmine miró a su papá en busca de ayuda, si alguien podía convencer a su hermano de soltar a Giacomo, era él.—Papá, por favor, haz algo. —¿Por qué? Después de todo, no vas a casarte con él. Vivo o muerto, no sirve de mucho.Carmine soltó un resoplido.—Me gustaría que mi hijo pueda conocer a su padre en persona y no irle a llorar al cementerio. —Si no le hablas de él, no tiene por qué llorarle —refutó su padre, como si nada.Carmine abrió los ojos, incrédula.—Tu padre tiene un buen punto —intervino su madre, levantándose con total c