Nicolo levantó su vaso, atrayendo la atención de todos, y se aclaró la garganta con un gesto teatral. Giacomo, sentado del otro lado de la mesa, se tensó ligeramente, anticipando lo que su amigo iba a decir. Tratándose de él nunca sabía que esperar.—Quiero hacer un brindis por Giacomo y su inminente boda —anunció Nicolo con una sonrisa amplia—. Jamás pensé que volvería a ver a este hombre pasar por el altar por su propia voluntad. Pero, como todos aquí sabemos, basta con conocer a Carmine para entender por qué ha decidido dar este paso.Las risas se atenuaron mientras Giacomo forzaba una sonrisa. Decidió ignorar el comentario inicial de su amigo, prefería no desenterrar los recuerdos de su matrimonio fallido con Arianna. Aquello era parte de un capítulo cerrado que no deseaba reabrir. No podía borrar su pasado, pero si podía concentrarse en su presente y todo lo que traía con él.—Les deseo un matrimonio largo y lleno de felicidad —declaró Nicolo con entusiasmo.Giacomo extendió su va
Giacomo se apartó ligeramente de Carmine cuando el sonido de los aplausos y vítores finalmente logró abrirse paso en su mente, recordándole que no estaban solos. Con la respiración entrecortada, mantuvo su frente apoyada contra la de ella, incapaz de apartar la mirada.Carmine estaba deslumbrante. Parecía irradiar una luz propia, un aura resplandeciente que hacía que todo a su alrededor se desvaneciera. La sonrisa que curvaba sus labios reflejaba la suya propia.Ella por fin era suya, oficialmente, después de haberlo deseado con cada fibra de su ser desde el día en que le propuso matrimonio.Necesitaba besar a Carmine una vez más y la multitud a su alrededor no bastó para contenerlo. Sus labios buscaron los de ella una vez más. Esta vez, el beso fue más breve, pero no menos intenso. Al separarse, tomó una de las manos de Carmine, entrelazando sus dedos antes de girarse juntos hacia los invitados.La caminata por el pasillo improvisado se convirtió en un torbellino de abrazos, sonrisas
Carmine extendió la mano y acarició suavemente la mejilla de su pequeña Constanza con los nudillos. A sus diez meses, estaba enorme y seguía siendo tan perfecta como el día en que nació.Una sonrisa se dibujó en su rostro al sentir los brazos de Giacomo envolviendo su cintura. No lo había escuchado acercarse, pero sabía que era él; podría reconocerlo incluso en una habitación a oscuras. Él era el único hombre capaz de estremecerla con una simple caricia o una mirada.Reclinó la cabeza hacia atrás, apoyándola en el pecho de Giacomo.—Al verla dormir, nadie imaginaría las travesuras que es capaz de hacer —murmuró Giacomo con un tono divertido.—Lo sé —respondió, mientras su sonrisa crecía.Constanza ya comenzaba a mostrar destellos de la personalidad traviesa que tendría en el futuro. Giacomo solía bromear diciendo que debía prepararse o terminaría teniendo un infarto con las ocurrencias de su hija.Él depositó un beso en la curva de su cuello antes de girarla suavemente. Cuando quedaro
Carmine miró a su hija a través del espejo retrovisor. La pequeña Constanza observaba por la ventana, su rostro brillaba de entusiasmo y balanceaba los pies como si no pudiera esperar a llegar al destino para salir corriendo.Dejó escapar un suspiro antes de desviar la mirada hacia su esposo.—Ha crecido demasiado rápido. No puedo creer que ya vaya a empezar el jardín.—Tampoco yo —respondió él, con un tono cargado de melancolía.La sonrisa de Carmine se amplió al escuchar el lamento en la voz de Giacomo. De los dos, él era quien peor estaba sobrellevando que su pequeña princesa iba a empezar a asistir al jardín. Él decía que era un recordatorio de que los años no se detendrían y que, algún día, Constanza emprendería su propio camino.Carmine habría pensado que estaba exagerando si no fuera porque, en el fondo, a veces sentía lo mismo. Sin embargo, bastaba con uno perdiendo la cabeza. Así que ella se encargaba de recordarle que aún quedaban muchos años antes de que eso sucediera.Giac
Lo que sucedió el día de la despedida de soltera…Carmine revisó su reloj. Habían pasado exactamente veinte minutos desde la llegada de los strippers. Ellos acababan de acomodarse frente a todas, listos para montar su espectáculo. Una música animada inundó el departamento, y los bailarines comenzaron a moverse. Aunque no era algo que realmente le interesara, Carmine tuvo que admitir que lo hacían bastante bien.No habían transcurrido ni dos minutos desde el inicio del show cuando un grupo de hombres irrumpió en el lugar. Sus rostros denotaban todo menos entusiasmo. Al menos la mitad de ellos parecían listos para matar a alguien. Estaban en verdaderos problemas y probablemente no les quitarían la vista de encima la próxima vez que se les ocurriera hacer una fiesta.Carmine se dio cuenta que era como si las organizadoras de su despedida de soltera hubieran planeado que sus hombres llegaran justo al inicio del espectáculo. Por supuesto que lo habían calculado todo.La música se detuvo de
El juez golpeó su mazo, marcando el final del juicio tras dictar la sentencia. Giacomo escuchó el murmullo creciente que estalló al otro lado de la sala y, al girar, vio que el acusado estaba gritándole a su abogado. Dos oficiales se acercaron a él y lo tomaron de los brazos en un intento de controlarlo. En medio de la confusión, sus miradas se cruzaron, y entonces, Giacomo esbozó una sonrisa victoriosa.«Te advertí que perderías»El rostro del tipo se contorsionó con odio, como si hubiera leído sus pensamientos. Giacomo no se inmutó y tampoco lo hizo cuando él empezó a maldecirlo, mientras lo sacaban de la sala del tribunal. En sus años como abogado, había recibido más miradas de odio y escuchado más amenazas de las que podía recordar, ya estaba acostumbrado a ello.Se puso de pie y dirigió su mirada hacia su defendida. Una mujer demasiado inocente para prever la pesadilla en la que se convertiría su vida cuando aceptó una invitación del tipo que acababan de sacar de la sala. Como muc
Carmine dudó un instante antes de por fin decidirse a acercarse a saludar a Giacomo. Habría sido grosero no hacerlo ya que los dos eran amigos desde hace mucho tiempo, aunque se habían distanciado un poco en los últimos años. Giacomo trabajaba a medio tiempo para la organización benéfica de su tía, pero no era así como se habían conocido. Hace mucho tiempo, cuando ambos no eran más que adolescentes, la madre de Giacomo había acudido a su tía en busca de refugio.Se disculpó con su amiga y se levantó de su banco. Se obligó a respirar con normalidad a medida que se acercaba a él y mantuvo una sonrisa confiada en su rostro mientras lo evaluaba con la mirada.Giacomo era el hombre más atractivo que había conocido. Sus pómulos marcados, su cabello castaño y esos ojos verdes, que a veces parecían cambiar de color, formaban una combinación irresistible. Sin embargo, la verdadera debilidad de Carmine era su sonrisa, que rompía su expresión severa y dejaba entrever a alguien cálido y encantador
Carmine soltó un grito ahogado cuando, de repente, Giacomo tiró de ella, y ambos cayeron sobre la cama, con ella encima de él.—Vaya que incluso ebrio tienes mucha fuerza —musitó apoyando las manos sobre su pecho. Intentó ignorar el latido frenético de su corazón.Durante un breve momento, sus ojos se perdieron en los de Giacomo. Su mirada descendió, casi sin darse cuenta, hasta sus labios, y no pudo evitar preguntarse cómo reaccionaría él si se inclinara y lo besara. Alejó esos pensamientos tan pronto como aparecieron.Apoyó las manos en su pecho, preparándose para levantarse. Estaban demasiado cerca para su propia paz mental, y si no ponía algo de distancia pronto, corría el riesgo de hacer algo estúpido. Sin embargo, Giacomo envolvió una mano en su cintura y la mantuvo en su lugar.—Podrías... —Las palabras se desvanecieron en sus labios al notar que él estaba acercando su rostro al de ella como si fuera a besarla.El tiempo pareció detenerse a su alrededor. Sintió que el aire se v