Carmine dudó un instante antes de por fin decidirse a acercarse a saludar a Giacomo. Habría sido grosero no hacerlo ya que los dos eran amigos desde hace mucho tiempo, aunque se habían distanciado un poco en los últimos años. Giacomo trabajaba a medio tiempo para la organización benéfica de su tía, pero no era así como se habían conocido. Hace mucho tiempo, cuando ambos no eran más que adolescentes, la madre de Giacomo había acudido a su tía en busca de refugio.
Se disculpó con su amiga y se levantó de su banco. Se obligó a respirar con normalidad a medida que se acercaba a él y mantuvo una sonrisa confiada en su rostro mientras lo evaluaba con la mirada.
Giacomo era el hombre más atractivo que había conocido. Sus pómulos marcados, su cabello castaño y esos ojos verdes, que a veces parecían cambiar de color, formaban una combinación irresistible. Sin embargo, la verdadera debilidad de Carmine era su sonrisa, que rompía su expresión severa y dejaba entrever a alguien cálido y encantador.
—Giacomo —saludó, deteniéndose frente a la mesa de su amigo.
El aludido se puso de pie y se acercó a ella para darle un beso en la mejilla. Carmine, con sus uno setenta, no era considerada precisamente baja, pero Giacomo le sacaba unos veinte centímetros de diferencia e, incluso con tacones, apenas le llegaba a la barbilla.
—Carmine, es una grata sorpresa encontrarte por aquí. —Los ojos de Giacomo brillaban con calidez.
—Lo mismo digo.
—Ha pasado un tiempo.
Asintió. La última vez que habían hablado había sido poco después de que él se divorciara. Carmine lo había contactado para saber cómo estaba y le ofreció su apoyo para lo que necesitara. Se sintió culpable por no haberlo buscado o contactado después de eso.
Hubo una época en la que ambos eran muy cercanos y Carmine pasaba casi todo su tiempo libre con Giacomo, pero luego ella se había marchado al extranjero, y, aunque había intentado mantenerse en contacto, pronto las llamadas y mensajes se habían vuelto menos frecuentes. Aun así, cuando estaba en la ciudad procuraba pasar tiempo con él. Independientemente de sus sentimientos, siempre lo había considerado un gran amigo y disfrutaba de su compañía.
Cuando regresó a Italia permanentemente, creyó que podrían volver a tener la misma relación de antes, sin embargo, ambos tenían responsabilidades y una agenda algo apretada que hacía difícil verse a menudo. Luego, Giacomo conoció a Arianna y la distancia entre ellos creció más. Sabía que él había tenido otras relaciones en el pasado, pero era muy diferente saberlo a verlo en persona.
Carmine había empezado a evitarlo y si tenía que ir a la organización de su tía, de la cual era una participe muy activa, procuraba no cruzarse en su camino. Giacomo se había visto muy feliz, y aunque eso le alegraba, escucharle hablar de su "perfecta" novia o cruzarse con ella en su oficina era un golpe doloroso.
De pensar en la zorr@ de Arianna se le agrió la boca. Si antes le había desagradado, ahora la odiaba con fervor por haber pisoteado el amor de Giacomo y haber dejado esa mirada afligida en sus ojos, que él se esforzaba en ocultar.
La voz de Nicolo le recordó que no estaban solos y se giró hacia él con una sonrisa en el rostro.
—Te ves tan bella como siempre —la halagó él justo después de besarla en la mejilla—. Sigo esperando que algún día de estos me des una oportunidad.
Carmine soltó una carcajada. Conocía a Nicolo gracias a Giacomo y se habían visto en varias ocasiones en el pasado, así que sabía perfectamente que era un coqueto sin remedio.
—Tú no te rindes ¿verdad? —dijo con una sonrisa juguetona.
—Por supuesto que no, algún día te darás cuenta que soy el hombre que has estado esperando toda tu vida y me dejarás llevarte a una cita. —Nicolo le guiño un ojo—. ¿Por qué no te unes a nosotros?
—Estoy con una amiga —dijo mirando sobre su hombro en dirección a la barra.
—No tenemos ningún problema en que se una también. Así podrías presentármela.
—Eres un granuja. —Carmine sacudió la cabeza sin dejar de sonreír.
—También soy muy encantador.
Carmine volvió a reír.
—Entonces, ¿qué dices?
—Está bien, vuelvo en un segundo.
Carmine se dio la vuelta y comenzó a alejarse, mientras Giacomo la seguía con la mirada. No le pasaron desapercibidas las miradas que ella atraía, y tampoco le sorprendieron. El atractivo de Carmine era innegable, solo un ciego no lo notaría. Además, emanaba una confianza que la hacía el centro de atención allá donde fuera, aunque la mayoría de veces parecía no darse cuenta del efecto que tenía en las personas.
—Sería una buena opción para seguir adelante —comentó Nicolo.
—¿De qué hablas? —preguntó, volviéndose hacia su amigo.
—Es preciosa y pareces interesado en ella.
Sacudió la cabeza de inmediato, negando lo que su amigo acababa de insinuar. Apreciaba a Carmine y, sí, le parecía bastante atractiva, tanto que alguna vez se había preguntado a qué sabrían sus labios. Pero eso había sido hacía mucho tiempo, cuando era un jovencito dominado por sus hormonas.
—Si acaso decidiera seguir tus consejos, lo cual no haré porque ambos sabemos que no es precisamente tu fuerte —dijo con una sonrisa irónica—, no me acostaría con Carmine. Ella es mi amiga, y no pienso arruinar nuestra amistad por una sola noche.
Nicolo se encogió de hombros.
—Yo solo decía. —Su amigo tomó un sorbo de su trago.
Carmine y su amiga se unieron a la mesa, y después de las presentaciones, se acomodaron en los espacios disponibles. La conversación fluyó de inmediato, acompañada de carcajadas ocasionales. Sin embargo, Giacomo parecía estar a kilómetros de distancia, y Carmine no tardó en notarlo.
Aprovechando que Nicolo y Gigy estaban en un debate acalorado, se inclinó disimuladamente hacia Giacomo y habló en voz baja.
—¿Cómo has estado?
Giacomo se sobresaltó al escuchar la voz de Carmine tan cerca. Había estado tan distraído que ni siquiera se dio cuenta de que ella se había acercado.
Sintió cómo su cuerpo se tensaba. No le apetecía hablar sobre su divorcio o su exesposa. Por un instante consideró mentirle, pero Carmine era su amiga, y tal vez la única persona con la que podía ser verdaderamente honesto.
—He intentado seguir con mi vida. Acostumbrarme a la idea de que la mujer a la que le di todo lo que deseaba me engañó —confesó con enojo apenas disimulado—. Pero no ha sido nada fácil.
Domenico bajó la mirada al sentir la mano de Carmine sobre la suya. Su tacto cálido le transmitió una inesperada sensación de calma momentánea.
—Lo lamento —dijo ella, con sinceridad—. Y si quieres que le de una paliza, no dudes en pedírmelo.
Giacomo esbozó una leve sonrisa antes de volver a mirar a sus acompañantes. Ninguno de los dos se había dado cuenta del breve intercambio y eso le tranquilizó.
Durante las siguientes horas, los tragos fueron y vinieron, pero Carmine dejó de tomar después de su tercera copa. No era su intención embriagarse, así que reemplazó el alcohol por agua.
Eran pasadas las diez de la noche cuando abandonaron el bar. Giacomo estaba aún más callado y era evidente por su ligero tambaleo al caminar que estaba ebrio.
—Yo me encargó de él —dijo cuando vio que Nicolo le lanzaba una mirada preocupada a su amigo.
—¿Segura?
—Sí, no te preocupes.
Nicolo asintió.
Carmine hizo parar un taxi y ayudó a Giacomo a subir. Se despidió de Gigy y Nicolo y también subió al vehículo. Cuando el taxista le preguntó a dónde debían ir, se quedó en blanco. Sabía por algunos comentarios escuchados aquí y allá que ya no vivía en la casa que había compartido con su esposa, pero no tenía idea de a dónde se había mudado.
Para su suerte, al parecer Giacomo no estaba tan ebrio como pensaba y dio su dirección, aunque arrastró algunas palabras. Él recostó la cabeza en su hombro en cuanto terminó de hablar y cerró los ojos. Unos segundos después se quedó dormido.
Carmine lo observó en silencio durante el viaje. Aun con la tenue luz que entraba a través de las ventanillas podía ver las ojeras bajo sus ojos. Probablemente había estado trabajando hasta caer rendido en los últimos meses. Otra vez la culpa la asaltó por no haberlo buscado.
—Hemos llegado —anunció el conductor y Carmine salió de sus pensamientos.
Miró por la ventanilla y luego de regreso a Giacomo. Lo sacudió por el hombro mientras lo llamaba por su nombre, le tomó algunos minutos, pero al fin el despertó.
—Tenemos que bajar.
Carmine le entregó un billete al conductor y salió primero del coche. Giacomo la siguió, tambaleándose un poco en el proceso. Se acomodó a su lado y pasó un brazo por sus hombros para ayudarlo. Aunque creía que él podía caminar por su cuenta, ella no iba a arriesgarse a verlo caer.
—Hueles demasiado bien —susurró él, con la nariz sobre su cabeza, y tomó una inhalación profunda.
—¿Acabas de olfatearme? —preguntó, sonriendo divertida.
—Culpable.
—Vamos, debemos entrar antes de que mis fuerzas comiencen a flaquear —dijo Carmine, sonriendo—. No eres precisamente un peso ligero.
Cuando el guardia de seguridad del edificio vio llegar a Giacomo acompañado de Carmine, se acercó para ofrecerle ayuda. Sin embargo, él se negó de inmediato, y, en consecuencia, ella le aseguró al hombre que no era necesario.
—¿Dónde está tu habitación? —preguntó Carmine, tan pronto llegaron al piso de Giacomo.
Giacomo se lo dijo, y ella no perdió tiempo en llevarlo allí. soltó un profundo suspiro al dejarlo sobre la cama. Se puso de cuclillas en el suelo para retirarle los zapatos y después volvió a ponerse de pie.
—¿Puedes arreglártelas desde aquí? —preguntó—. Te llamaré mañana para ver cómo estás —continuó al no recibir una respuesta.
Estaba a punto de darse la vuelta cuando Giacomo la tomó de la muñeca, deteniéndola en su lugar.
—No te vayas —suplicó él.
Carmine vio el dolor en su mirada y deseó tener el poder de borrarlo.
Carmine soltó un grito ahogado cuando, de repente, Giacomo tiró de ella, y ambos cayeron sobre la cama, con ella encima de él.—Vaya que incluso ebrio tienes mucha fuerza —musitó apoyando las manos sobre su pecho. Intentó ignorar el latido frenético de su corazón.Durante un breve momento, sus ojos se perdieron en los de Giacomo. Su mirada descendió, casi sin darse cuenta, hasta sus labios, y no pudo evitar preguntarse cómo reaccionaría él si se inclinara y lo besara. Alejó esos pensamientos tan pronto como aparecieron.Apoyó las manos en su pecho, preparándose para levantarse. Estaban demasiado cerca para su propia paz mental, y si no ponía algo de distancia pronto, corría el riesgo de hacer algo estúpido. Sin embargo, Giacomo envolvió una mano en su cintura y la mantuvo en su lugar.—Podrías... —Las palabras se desvanecieron en sus labios al notar que él estaba acercando su rostro al de ella como si fuera a besarla.El tiempo pareció detenerse a su alrededor. Sintió que el aire se v
Cuando Carmine despertó, supo que estaba sola, incluso antes de abrir los ojos. Sus sospechas se confirmaron al girarse, encontrando el lado vacío de la cama. Giacomo debía de haberse levantado hace un buen rato porque su lado estaba frío. Mantuvo su mano estirada sobre las sábanas deshechas, sintiendo una punzada de decepción. Con un suspiro, se levantó, sintiendo cómo la inquietud se acumulaba en su pecho. Estaba demasiado nerviosa para enfrentarse a Giacomo. No se hacía ninguna ilusión sobre lo que podría pasar al verlo.Se dirigió al baño y se metió bajo la ducha. Dejó que el agua tibia resbalara sobre su cuerpo y limpiara el aroma de Giacomo de su cuerpo, aunque era lo último que deseaba. Inclinó la cabeza hacia atrás y pasó ambas manos por el rostro. En cuanto cerró los ojos, los recuerdos de la noche anterior regresaron intensos y nítidos. Las manos de Giacomo sobre su piel, sus caricias y besos recorriendo cada rincón de su cuerpo.Frunció el ceño y sacudió la cabeza para ale
Carmine se sentó detrás de su amplio escritorio, mientras su secretaria, y amiga, le recordaba los pendientes que tenía para el día. Desde que su padre se había retirado, un año atrás, ella había tomado las riendas de la empresa familiar como CEO. Pese a que se había preparado desde muy joven para aquel puesto, no todos habían recibido la noticia con agrado cuando llegó el momento.Podía estar en pleno siglo XXI, pero aún había algunos que veían con recelo que una mujer joven estuviera al mano. Los primeros meses tras la transición de poder habían sido los más difíciles. Varios miembros de la junta directiva, incómodos con el cambio, cuestionaron su capacidad y llegaron incluso a insinuar que otra persona debería ocupar su lugar. Pero Carmine no se había dejado intimidar. Después de todo, la mayoría de acciones estaban en poder de su familia y sabía que contaba con su apoyo incondicional.Con el paso de los meses, Carmine había logrado cerrarles la boca a todos. Durante su primer año
Carmine saltó de la cama y corrió al baño. Apenas logró llegar al inodoro antes de comenzar a vaciar el poco contenido de su estómago. Algunas lágrimas escaparon de sus ojos debido al esfuerzo que le producían las arcadas. Después de diez largos minutos, al fin logró calmarse. Se puso de pie, sintiéndose débil, y se acercó al lavabo para cepillarse los dientes.No podía seguir actuando como si nada de aquello estuviera sucediendo. Regresó a su habitación y buscó la prueba de embarazo que había estado esquivando. Con el pequeño paquete en la mano, volvió al baño. Era hora de hacerse la prueba de embarazo y salir de toda duda. Había prolongado demasiado aquel momento.Leyó las indicaciones dos veces porque la primera vez estaba demasiado distraída como para entender lo que estaba leyendo. Siguió los pasos y dejó la prueba de embarazo sobre el lavabo. Luego se sentó sobre la tapa del inodoro con la mirada perdida y esperó que los cinco minutos más largos de su vida llegaran a su fin.La
Giacomo anotó los detalles más relevantes de la declaración de la mujer frente a él. Mantuvo una expresión tranquila, aunque sentía la furia bullir en su interior al escucharla describir como su esposo la había golpeado en innumerables ocasiones. Sin poder evitarlo, su mente viajó a años atrás, recordando a su propia madre, sentada ante otro abogado, relatando el infierno que había soportado durante muchos años.Su padre era un abusador que encontraba placer en hacer sufrir tanto a la mujer que había jurado proteger como a Giacomo, su único hijo. Su madre había tratado de abandonarlo más de una vez, pero él siempre lograba encontrarla y desquitarse brutalmente.—La única manera en la que podrás irte será cuando estés muerta —le recordaba su padre a su madre después de cada paliza, o a veces incluso antes de comenzar—. Tampoco permitiré que alejes a mi hijo de mí.Durante años, Giacomo se había sentido impotente, observando cómo ese monstruo lastimaba a su madre sin poder hacer nada. P
El juez golpeó su mazo, marcando el final del juicio tras dictar la sentencia. Giovanni escuchó el murmullo creciente que estalló al otro lado de la sala y, al girar, vio que el acusado estaba gritándole a su abogado. Dos oficiales se acercaron a él y lo tomaron de los brazos en un intento de controlarlo. En medio de la confusión, sus miradas se cruzaron, y entonces, Giacomo esbozó una sonrisa victoriosa.«Te advertí que perderías»El rostro del tipo se contorsionó con odio, como si hubiera leído sus pensamientos. Giacomo no se inmutó y tampoco lo hizo cuando él empezó a maldecirlo, mientras lo sacaban de la sala del tribunal. En sus años como abogado, había recibido más miradas de odio y escuchado más amenazas de las que podía recordar, ya estaba acostumbrado a ello.Se puso de pie y dirigió su mirada hacia su defendida. Una mujer demasiado inocente para prever la pesadilla en la que se convertiría su vida cuando aceptó una invitación del tipo que acababan de sacar de la sala. Como m