Capítulo 3.

Donovan Hunt

“Sofía asesinó a su padre, señor. El clan está bajo ataque.”

La garganta me arde al leer las mismas palabras una y otra vez. Algo me impulsa a comprobarlo porque odio las maldit@s mentiras. Pero al intentar salir lo que veo me hace empujar la puerta y cubrirme antes de que la ráfaga de balas arrase con ella.

Nunca pensé que esto me pasaría. Probablemente fui ingenuo al creer que una traición nunca llegaría a mi vida. Pero cuando veo a Ronald bajar de su auto con varios sujetos rodeando mi casa, sé que es el momento de actuar. Saco las armas y me preparo antes de abrir la puerta que conecta con el pasillo hacia las escaleras.

Me muevo hacia la ventana, en donde escucho las sirenas de las patrullas a lo lejos. Hay varios autos y de cada uno descienden al menos cuatro tipos con armas. Estoy rodeado. Sé que si no salgo muerto, lo haré con esposas.

—Necesito que guardes algo por mí. —hablo al tipo al otro lado de la línea que acepta, dando a entender que puede intuir lo que sigue. —Me fallas tú, y te arranco la cabeza.

—Sin amenazas, Dragón. —responde él sin alterarse lo más mínimo, a la vez que veo por la ranura de la ventana, analizando cada posibilidad.

El austriaco accede a tomar lo que ofrezco con ubicaciones que guarda para mí y códigos que le digo dónde encontrar. El corazón me galopa a toda prisa y no es miedo, es furia lo que tengo dentro.

Dejo de escucharlo, cuando mis ojos se clavan en la figura que puedo distinguir dentro de la camioneta. La tengo grabada en la cabeza, en el cuerpo y en el alma…y puedo saber que esa figura es suya. Sofía, está en el auto con la mirada al frente, sin siquiera parpadear una sola vez. Hija de…

Mis sentimientos por ella me ahogan al darme el golpe de realidad del que advertían muchos.

Las Castel son traicioneras. Todos lo dijeron y yo confié en Sofía por…

—¿Tan fácil cae el dragón? ¿tan poco puedes luchar? Tanta fama para lo mediocre que eres —profiere Ronald desde afuera, moviendo la manija de la puerta que empuja.

No hablo, pero sí juro por mi vida que le voy a arrancar la lengua cuando mi oportunidad llegue.

La puerta cede y al primero que asoma le reviento la cabeza con las balas que lo hacen caer de inmediato. La lluvia de proyectiles inicia y la furia en lugar de decirme que busque como salir de aquí, me pide que los destroce para ir por ella también. Que me dispare a la cara si tantos cojones tiene.

Me escudo entre los muebles cuando su jauría me empieza a disparar a todos lados, deseando derribarme, pero es algo que no pienso permitir.

Lo que nos diferencia es que ellos son tan idiotas como para creer que me quedaré en el suelo esperando mi muerte, y lo contrario queda demostrado cuando me levanto, sosteniendo un arma en cada mano con la finalidad de bajar al menos la mitad de los hijos de perra, los cuales corren cuando ven las balas que atraviesan a sus compañeros.

La sangre mancha todo el piso en lo que recargo y disparo sin apartar la vista. Para esto fui entrenado, nadie me ha llegado a afectar y la única que logró hacerlo, esta esperando los resultados de haberme traicionado.

Suicida infeliz. Cuando le ponga las manos encima me va a importar poco lo que me hizo creer que sentí por ella.

Llego a uno y le atravieso la pierna con un balazo que le abre la boca, donde le entra el siguiente proyectil que lo deja vuelto nada, es a quién uso como escudo para arremeter contra los tipos que corren como los cobardes que son.

—¡No hagas las cosas más difíciles, Hunt!

—No me provoques entonces, rata traidora. —escupo iracundo.

Me muevo atravesando la puerta que da a la cochera, pero antes de llegar puedo ver las luces parpadeantes de las patrullas que me indican la salida que se esfuma.

Contengo mi furia y me aseguro de tomar todas las medidas necesarias para que, si yo no sobrevivo, ellos tampoco lo hagan.

Coloco una roca en el pedal del acelerador del auto. Cuando el motor arranca y antes de que pueda verlo, la puerta de la cochera se eleva, revelando a todos los que disparan al vehículo, que se estrella contra dos patrullas de frente. Corro hacia la puerta de la cocina, donde conecto los explosivos en las entradas justo a tiempo para salir.

La explosión detrás de mí me quema la espalda, pero no me detengo yendo a toda prisa por el segundo auto que estoy seguro Ronald conoce, por lo que paso de largo tirando la granada al ver el explosivo que hay bajo este.

El hijo de perra sabe mis movimientos y en cegarme de esos puntos se enfocó. Miro atrás y los que me persiguen empiezan a dispersarse, tal cual una redada muy bien planeada.

Cruzo la lavandería llegando a la sala de juegos que cierro, yendo directamente a la losa removible que levanto con el cuchillo, con el pulso a mil y las manos sosteniendo el paquete que tiro adentro antes de cerrar de nuevo, para enterrarlo, cómo lo haré con ella.

Mientras yo preparaba un regalo para Sofía, ella planeaba cortarme la cabeza. Mientras hablaba con su padre sobre nuestro matrimonio, ella hablaba de lo que no debía.

Pero así cómo la dejé entrar en mi alma, de la misma forma me la voy a arrancar.

Puedo percibir sus pasos alrededor. Quieren tomarme por sorpresa, pero mi decisión está tomada. Si muero la venganza será quitada de sus hombros; si vivo, seré torturado. Pero no le pueden causar dolor a quien entregó su alma y la hicieron añicos como si nada. No hay dolor más grande que ese y no me quedaré de brazos cruzados.

Arranco los seguros con los dientes, sosteniendo el control automático en la otra mano. Coloco la segunda y tercera en el mismo sitio. Enciendo un cigarrillo y mantengo el encendedor con la llama encendida.

—Llorarán sangre. Te doy mi palabra, padre. —Elevo el mentón y doy una calada al cigarrillo antes de tirarlo al piso. Mi deseo es que todos los implicados corran, pues harán mi cacería más exquisita.

Aprieto el botón, limpio mi nariz y, al ver los pies de varios oficiales, me río de lo patético que se mira Ronald escondiéndose entre arbustos. Sostengo las granadas de mano y las lanzo contra la mesa, haciendo que todos corran a refugiarse.

No me muevo, solo respiro furia acumulada.

Se levantan rápidamente mientras me siento en una silla, dejando que todo siga su curso.

Caigo el día que eligieron, pero no como ellos querían. Soy muerte, fuerza y autodominio, usando la destrucción para crear el poder que los hará temblar.

Me rodean con las esposas listas, ignorando que esto no es mi fin, sino el inicio de mi captura para una liberación que mostrará mi contención ante el mundo. Porque me mentalizo en que voy a regresar, peor de lo que he sido para todos.

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