Sofía —Seduce a Raúl y haz que te dé la ubicación de lo que mi padre quiere—, indica mi querido esposo. —Cualquiera cae ante tus encantos, amor. Úsalos ya que es para lo único que te sirvenOdio ese tono. Odio su gesto. Odio recordar cuál fue el acuerdo. Lo nota en mis gestos, ya que en privado no me los guardo. —La traición te luce muy bien, cariño, —le digo mientras le acomodo la corbata. —Es un traje hecho a tu medida.—Como a tí las máscaras, corazón, —dejo un beso en su mejilla guiñando un ojo antes de ir a la puerta para poder irnos. —Ese es tu dichoso beso de la muerte? —se ríe y me detengo. —¿Creíste que no estoy al tanto de lo que hacía el Dragón? En su versión era…—¿Razón para mencionarlo? —le muestro que no me interesa tomar ese tema. —¿Te digo la razón? ¿Crees que no me enteré que hablaste con la hermana de ese tipo? —me toma del brazo con fuerza—, y curiosamente Donovan Hunt salió de la cárcel posteriormente, ¿no te parece una gran coincidencia? —¿Le temes? ¿Dónde e
Sofía.Al bajar del auto, me recibe una multitud de personas enfocadas en forjar alianzas que les permitan solidificar su presencia en un clan lo suficientemente fuerte como para no sucumbir ante la primera revuelta. De la mano de Dylan, camino entre ellos, sonriendo ocasionalmente, avanzando con pasos calculados hacia el lugar donde sé que quedaré en el centro de atención, para ser vista por el objetivo de esta noche.Seduzco y obtengo lo que quiero. De eso se ha tratado esto. Esa es la orden esta noche. —Blanco fijo. —Dylan besa mi mejilla para disimular. Finjo reirme como la esposa enamorada y linda que muchas miran. —Manos a la obra. —No te emborraches tanto, eres más idiota en ese estado y no queremos errores esta noche. —me presiona el codo. Sus intenciones de hacerme daño no le sirven ya. —Cómo dije, no queremos errores.Me suelto de su agarre yendo a saludar a los socios de Abraham, el cual me presenta con un orgullo más actuado que nunca. Contesto algunas preguntas con grac
Donovan HuntLlevo el cóctel a mis labios dando el sorbo, mientras paso cómo un invitado más entre tantos. Vinieron por un evento hecho para celebrar las tres décadas de matrimonio de Abraham con Liliam Myers, y todos se enfocan en lamer sus pelotas en lugar de hacerlo con los asistentes. Se llevarán una sorpresa más grata, una más digna de contar que solo ver a dos vejetes aparentar felicidad, cuando uno coge con las cuñadas y la otra a los niñatos treinta años menores que ella. Mis ojos se centran en lo que quiero, ignorando el hecho de la reacción inevitable que obtengo al verla, así sea de lejos. Embruja con solo respirar cerca. Cautiva al regalar una mirada. Destruye con mover un dedo. Neutraliza al llegar a conocer la vulnerabilidad.Los trucos de siempre son los que usa. Es una maldit@ que no sabe moverse sin dañar. Encarcela la intuición de quién la conoce y cuándo llega a ese nivel de obsesión que tuve, es difícil que deje de gustar. Me gusta, eso no lo niego, no me falla
Sofía—¡¿Quién lo hizo?! ¡¿Quién entró sin ser invitado?! —Abraham está alterado. Mi mirada solo ve las marcas en mi brazo, sangrando una vez más —¡¿Cómo mierd@ lo hizo?! Todos ven a Raúl en un charco de sangre, la misma sangre que tengo en el cuello. La misma que me baña el escote y no se quita. Por primera vez tengo esa duda de si estoy respirando o solo se trata de una alucinación después de la muerte. Porque no es posible haber estado tan cerca de él y continuar con vida. Aún no lo creo y tal estupefacción no me permite hablar. Raúl tiene la garganta destrozada, puede verse el hueso hioides, la tráquea aún pulsa y la sangre no deja de salir, mientras las cuencas de sus ojos están huecos. La lengua le cuelga por la barbilla y muchos no se atreven ni siquiera a verlo. El que me pidan hacerme a un lado, me hace apartar la vista de ese lugar en lo que todos despotrican sobre el mismo tema. —Sofía —vuelvo mis ojos hacia Dylan, el cuál pone una toalla en mis heridas. —Hay que curart
Sofía. —¿Qué harás? —pregunta Elisa. Aparta los expedientes de su trabajo para dejar las tazas —Ese tipo es peligroso. Supiste todo lo que hizo, esos hombres que caían en sus manos... De solo pensarlo se me eriza piel. Cubro mi cara con la frustración que me genera la situación. No tendría que estar pasando, al fin de cuentas no hay nada que lo ate aquí. Nada más que su venganza y aunque me moleste, esa fue mi primer motivo para quedarme, por lo que reprocharle tal coda es hipócrita. Alguien cómo él no sólo se daría la vuelta luego de un golpe. Pude fácilmente contar con que su parte psicópata no se rendiría así porque sí. Le gusta la venganza, solo le dieron motivos para obtenerla. —Sof, ¿no crees que es mejor que desaparezcas? —indaga. —Digo, no eres una cobarde. No malinterpretes las cosas, pero tanto tú como yo sabemos que es mejor no llegar a una batalla cuando se trata de él. Es desalmado, un... Lo siento. Sé que lo quisiste en su tiempo y...—Ese no es el tema y sabes que n
Sofía. Pido la asesoría de un médico, el cual me explica algunas cosas que grabó en mi cabeza, mientras me dan un jarabe para erradicar la fiebre.—¿Dónde está? —le pregunto a una de las chicas de servicio. —Sofía, hay algo que debemos discutir. —me habla Dylan desde la sala con papeles esparcidos por todos lados —Te estoy diciendo que vengas, maldit@ sea. Me volteo yendo hacia él a grandes zancadas, llena de esa emoción que tanto disfruto, aún cuando me llena de problemas.—¡Eres un inconsciente! —le reviento la boca al abalanzarme sobre él con un puñetazo directo a su cara. Se va de espaldas, pero se levanta, tomándome de los brazos para ponerme contra el mueble, Me toma del cuello y le estampo la rodilla en la entrepierna, logrando que se doble debido al dolor. Me levanto y le doy un segundo puñetazo, que lo yergue volviendo a tomarme del brazo lastimado, pero me alejo enseguida, evitandolo. Se toca la mejilla estando de rodillas, mirándome con furia —¿Cómo ordenas que lo lan
Donovan Los seres creados para gobernar no pueden ser derribados, solía decir mi padre. Pueden tener tropiezos, golpes y heridas mortales, pero deben resignarse a que la mentalidad de estos están puestos en la cima. La misma frase la leo en uno de los mensajes de Elisa para Sofía. Es una burla que reciba algo de quién asesinó. —Te quedó muy grande el título que te di —establezco mirando la mujer que yace encadenada, con la cabeza caída en lo que reviso el móvil que cargaba. —Un poco obsoleto tu sistema de vigilancia. Pero ¿qué se puede esperar de alguien que olvidó que no se puede tomar por sorpresa a quien te enseñó algunos trucos?Al marido casi nunca le responde. Habla más con el imbécil de Bruno y Elisa que con cualquiera. Pero si no fuera porque sé que son sus amigos, no adivinaría que son más que el taxista y la persona que le coloca faciales. Es lista, hasta cierto punto. Me aburro de leer y lo lanzo al suelo, aplastandolo con el pie para deshacer el aparato que queda vuelt
SofíaLas lágrimas asoman pero no las dejo salir, reprimo los gritos que causa volver a poner el dedo en su lugar. Aprieto los dientes forzando a mi garganta a sostener el dolor con todas sus fuerzas y me guardo el sollozo que rasga mi pecho cuándo quedo sólo con el temblor de mis manos. Es extremadamente difícil de moverlas, aún así resisto y alcanzo el otro para hacer lo mismo con la otra. Un sollozo se me escapa, el grito no lo contengo del todo esta vez. No puedo por más que quiera.Zafo la mano poniéndome de pie con rapidez. Veo al hombre tirado en suelo bañado en sudor y corro después de acomodar mi dedo, cruzo los pasillos buscando algo con qué defenderme, aunque todo está vacío y oscuro. Recuerdo por donde entré y por más que escuché autos irse, no voy por la entrada principal. Opto por la ventana rota, bajo por un tubo en el cual me deslizo, tratando de hacer el menor ruido. Caigo a la acera, limpiando mis ojos y viendo los pisos que bajé para luego echarme a correr sin es