SofíaLas lágrimas asoman pero no las dejo salir, reprimo los gritos que causa volver a poner el dedo en su lugar. Aprieto los dientes forzando a mi garganta a sostener el dolor con todas sus fuerzas y me guardo el sollozo que rasga mi pecho cuándo quedo sólo con el temblor de mis manos. Es extremadamente difícil de moverlas, aún así resisto y alcanzo el otro para hacer lo mismo con la otra. Un sollozo se me escapa, el grito no lo contengo del todo esta vez. No puedo por más que quiera.Zafo la mano poniéndome de pie con rapidez. Veo al hombre tirado en suelo bañado en sudor y corro después de acomodar mi dedo, cruzo los pasillos buscando algo con qué defenderme, aunque todo está vacío y oscuro. Recuerdo por donde entré y por más que escuché autos irse, no voy por la entrada principal. Opto por la ventana rota, bajo por un tubo en el cual me deslizo, tratando de hacer el menor ruido. Caigo a la acera, limpiando mis ojos y viendo los pisos que bajé para luego echarme a correr sin es
Sofía.Regreso a la casa menos sofocada, viendo los autos que hay enfrente, por lo que no se me hace raro hallar a Abraham discutiendo con el hijo. Los ignoro a los dos, yendo por mi ducha mañanera, el niño ya no está. Su sábana está a un lado y sin explicación la llevo a mi nariz sintiendo ese olor particular de un niño, siendo el que tenga mayor fuerza de los que, aún por accidente, he tenido cerca. Me siento una ridícula. La tiro en el cesto de ropa sucia para bañarme después y salir ya preparada rumbo al comedor. Saludo con unas secas palabras a los dos tipos que hay en la mesa, comenzando con el café que bebo casi de inmediato.—¿Y bien? —medio miro a Abraham cuándo lo siento detallando mis acciones —¿Vas a explicar desde cuándo lo sabías? —¿Saber qué? —consulto.—No te hagas la tonta —escupe enojado. —Sabes de qué hablo. No quieras verme la cara, tú lo sabías desde antes y por eso lo buscaste ¿no es así? —acusa —Nos querías traicionar.—No sabía nada con seguridad. Quise comp
Sofía.—Señora, el niño no quiere comer —me avisa la misma chica —No me dice que quiere y así no puedo preparar algo que le guste.Esto es el colmo. No la culpo, pero podría al menos intentar otra cosa que darle verduras. No tengo experiencia, pero necesito desenvolverme en esto también.Lo encuentro mirando su libro, triste con la mirada perdida en una imagen de una mujer y un bebé en brazos que toca ese órgano que no se queda quieto. —¿Extrañas a tu mamá? —se sobresalta con mi pregunta. Regresa la vista al libro con un gesto decaído. Niega —¿Cómo es? Vuelve a negar. No me ayuda para devolverlo a dónde pertenece. —¿Sabes quién es? —indago. Su cabeza se mueve de lado a lado. No sé qué decir porque mi corazón se apachurra de ver que no se crió con ellos y si es eso…Lo que dijo Abraham no tendría sentido. —¿Por qué no quieres comer? Mira el plato de vegetales, arruga la cara y luego puedo ver gestos que me indican que le da asco. Sonrío en respuesta.—De pequeña también los odiaba —
DonovanFuego gris. Calor excesivo. Sangre hirviendo.Tiene la campera arrugada, el cabello desordenado y esa maldit@ ola de celos de nuevo me llega, porque no soy tan imbécil de no reconocerlos. Sucedía cada vez que la veía antes, me ocurría al imaginar cuántos cerdos la tenían en su cabeza y ahora soy quién la imagina así. Maldit@ enfermedad. Mi polla duele con solo verla. Esos m@lditos labios rojos están de nuevo frente a mí, y odio que esto sea una castigo para mí mismo. Mis dedos se quieren cerrarse en la garganta del marido, mientras imagino lo bien que se vería su cráneo separado de su cuerpo. —Bienvenido a nuestra casa, Donovan —dice el polla chica. La toma de la cintura, ella se deja y yo ardo. —Mi esposa y yo estábamos hablando sobre usted justo.Ella no habla, el gusano la acerca más y no hace nada. El deseo de abrir la carne y sacar los huesos llega acompañado de un hambre voraz.—Podemos tomar un trago —ofrece Abraham.—Accedí a venir. Digan lo que quieren y esto se
Donovan. Conduzco hasta la casa de Edric, dijo que tendría mi encargo antes y avisó que era tiempo. Cargo con el maletín hasta entregarlo a quien se asegura de que no haya menos de la cantidad acordada.—Eso no es necesario —irrumpe Edric —Confío en él.—Haces mal —soy directo. Si espera que agradezca eso está soñando —¿Dónde está lo mío?—Allí atrás —señala la puerta que da a la bodega. —Pero antes quiero discutir algo contigo.—No tengo tiempo. Dame lo que vine a buscar que es lo único que necesito —espeto. Una pelirroja entra con una botella de vodka, la cual abre para verter el líquido en dos vasos.—Hay dos personas que quieren hablar contigo —avisa con suspicacia. —Quieren ofrecer su apoyo a tu...—¿Me vieron cara de fundación? —rechazo el licor. —Porque claramente no lo soy. No me hagas perder el tiempo y dame lo que busco.—Hazlos pasar —la chica sale apresurada. La puerta se abre segundos después, dándole paso a dos hombres y una mujer que reconozco de inmediato. Danna Fran
Donovan. —Señor, la señorita Franco quiere hablar con usted. —me avisan. Gull, mi jefe de seguridad se queda de pie en la puerta.Otra vez el apellido Franco queriendo parecer inocente.Su ingenuidad me parece tan actuada que no necesito verla de nuevo para saber que no es lo que dice. Detesto a la gente tonta y ella tratando de parecerse a una solo aburre. —Voy de salida. —agarro dos cartuchos que coloco en mi bota.—Insiste en que es urgente.Urgente es que vaya a follar a alguien para quitarme de golpe la obsesión que está surgiendo. Paso de largo. Tomo las llaves del vehículo yendo a este, ella dice algo cuando me ve pasar pero ignoro eso y el hecho que haya dejado más al descubierto su escote.Sus tácticas funcionan igual que el ofrecer dinero a quien posee todo.Se para al frente del auto y freno de golpe sin apagar el motor, acribillando a Danna con los ojos al verla decidida a no apartarse.—Necesito que me escuche. —habla con determinación. —Solo cinco minutos. —ruega.—Su
SofíaMis brazos me permiten sentir los bordes de mis cicatrices, mientras mi cabeza repite lo que vi. Se las hicieron también. Lo marcaron cómo a un animal. Lo trataron peor que a uno. Escucho la voz de Abraham discutiendo con el hijo y su esposa, al enterarse de lo sucedido, pero mi cabeza sólo repite eso. —Eso es imposible—, alega Abraham, aunque sus gestos son los que estudio, más que sus palabras —No vamos a meternos en una guerra que no nos compete. Es un suicidio en masa y no voy a participar en eso —esclarece—. Dije tregua, no que vamos a tomar bando. —Sabías que ese infeliz estaba vivo— me da la espalda. —No dijiste nada ¿y quieres que la tregua con Donovan continúe? —niega con una risa nerviosa. —Solo a tí se te puede ocurrir ocultar algo como eso, sabiendo que te lo puedes echar de enemigo, ¿no es eso lo que quieres evitar? —Claro que lo quiero evitar, pero no voy por ahí esparciendo rumores de lo que escucho—, se defiende. —Eso lo confirma. Tú sabías que estaba con vi
Sofía. —Ese niño no puede ser hijo de mi hermana. —les recuerdo. —Ella no podía...—Eso fue lo que dijeron siempre. Pero hace muchos años se supo de la existencia de un hijo suyo. —me cuenta Abraham. Cada dato tiene menos sentido.—Eso es imposible. Ella sería muy joven.—Ahí radica el pecado. Nadie podría saber que ella tuvo un hijo siendo tan pequeña. Lo escondieron —asegura. —Hubiese representado deshonra para su nombre. —¿Quién te dijo eso? —Eso se supuso con su desaparición por meses y la nueva imagen que obtuvo luego de eso— relata convencido de que no se equivoca. —Se decía que en cuánto nació, internamente se hizo un nombramiento de que ese bebé, fuera el reemplazo de Phoenix. —Me observa —Pero jamás se conoció un bebé, ni se confirmó nada. Sólo se esfumó el rumor. —¿Qué posibilidades hay de que ese niño sea hijo del heredero perdido? —quiere saber Dylan desde su puesto. Aún no proceso un dato cuándo tengo el otro abriéndose paso. También espero la respuesta cuando Abraham