Alba siempre ha tenido claro que gusta de las chicas y los chicos. Tras una serie de relaciones desastrosas con hombres, conoce a Cristel Lefebvre, una carismática y apasionada joven con la que tiene un romance intenso y hermoso. Cristel está tan enamorada de Alba que decide presentarla a su adorado hermano, Gian Lefebvre, un hombre tan atractivo, sensual, maduro y ardiente, en el cual Alba no deja de pensar y la hace añorar tener a un hombre entre sus piernas. Peor aún: él tampoco deja de pensar en ella de las maneras más morbosas posibles y no luchará contra su deseo y anhelo, hará lo posible para hacerla sucumbir.
Leer másGianA pesar de no querer creerlo, estaba sucediendo. Alba y nuestro hijo corrían peligro por mi culpa, por haber hecho algo que llevaba meses tratando de evitar. La simple idea de que ella rehiciera su vida con otro hombre me volvió loco y no me dejó pensar en las consecuencias de mis acciones. Alba, aunque siempre se mostraba dócil ante mí, todavía era susceptible a mis amenazas.—Doctora, por favor —rogué en la puerta de la habitación—. Necesito pasar, soy su padre, pareja de Alba.—Alba no quiere que usted esté dentro; eso solo la alterará. Y no, no me intente mentir, ustedes no son pareja.—Por favor —imploré—. Tengo derecho.—Ella tiene mayor derecho a que se respete su voluntad en el parto. Y no lo quiere a usted. En cuanto al cobro de honorarios, de ser necesario, se le apoyará con opciones de seguros médicos, así que…—No, no puedo permitir eso. Yo me haré responsable de todos los gastos.—De todos modos, no puede exigir entrar. Ella sigue muy alterada; apenas pudimos control
AlbaDurante todo el camino al hospital, Gian permaneció callado y pensativo. Sus palabras sobre la cesárea resonaban en mi mente, pero tenía miedo de protestar por temor a que se enfureciera y ordenara que me hicieran dar a luz ese mismo día.Mi bebé pateó, y toqué suavemente mi vientre cuando llegamos al hospital.—¿Se está moviendo? —preguntó Gian.—Sí —respondí sin apartar la mirada de mi vientre, al cual le estaban saliendo bultos—. Está muy activo.—Es un niño sano.De nuevo, puso la mano sobre mi vientre, lo que hizo que mi corazón se acelerara. —Sí, él será bien criado —murmuré.Gian apartó la mano bruscamente. Alcé la mirada y me encontré con su expresión consternada y molesta.—No lo digo para ofenderte —le aclaré—. Los dos nos hemos equivocado, pero estoy segura de que, a pesar de ello, haremos un buen trabajo juntos.No me respondió, sino que volvió a mirar mi vientre. Su expresión no cambió, pero volvió a posar las manos sobre nuestro hijo y asintió.—Sí, tienes razón. L
GianGiré muchas veces en mi cama sin lograr dormir. Cuando comprendí que no podría pegar ojo, me levanté y salí de mi habitación en busca de agua a la cocina.«Tu hermana se comprometió». Las palabras que mi madre me había dicho se repetían constantemente en mi mente. No me importaba lo que hiciera Cristel con su vida, pero sentía una profunda repulsión al pensar que ella, siendo quien había iniciado todo, saliera bien librada, mientras yo me hundía en el infierno. ¿Por qué ella no sufría como yo? ¿Por qué nadie podía entender mi dolor y apoyaban a esas dos traidoras? Sí, yo también era un traidor, pero estaba pagando el precio más alto. Era un suplicio estar lejos de Alba, ver crecer su vientre y no poder tocarla, negarme el simple placer de observar cada ecografía.—Te odio, te odio —murmuré al pensar en mi hermana—. Espero que tu felicidad se derrumbe como la mía.Tomé un trago del agua que me había servido, sintiendo que el líquido me deslizaba por la garganta. En momentos como
AlbaNi mi padre ni Gabi le hicieron preguntas a Gian y lo dejaron ir por temor a que él los echara, pero se les notaba en las caras que no estaban del todo cómodos al verlo salir. —No sabes cuánto esperé este momento, aunque me hubiera gustado más que fuera en otras circunstancias —dijo papá mientras me abrazaba.—¿Estás bien, cariño? —inquirió Gabi, acariciando mi hombro—. ¿Él no te hizo daño?—No, no lo hizo —mentí—. La situación es mala, pero estoy bien. —No creo del todo que estés bien. Ese malnacido te tiene controlada todo el tiempo. —Es algo que yo me busqué —repuse con tristeza—. Ya me resigné a esto, a que por ahora tengo que hacer caso de todo lo que me diga. —¡Eso no es justo! —exclamó Gabi, indignada—. Cometiste errores, claro, pero ¿por qué él no se mira su propia nariz?—Supongo que porque es narcisista —bromeé—. No, en realidad se siente muy herido. Pero no me importa; ahora solo quiero estar cerca de ustedes y que mi bebé nazca sano.—Nacerá saludable —afirmó
Alba Me costó al menos una semana de ruegos por teléfono y una recomendación de la doctora para convencer a Gian de que ya era momento de retomar el contacto con mi familia. Él seguía tan enfurecido conmigo que no creía que tuviera derecho a ver a esas personas que me ayudaron en mi «infame venganza». No obstante, tuvo que acceder por el bien del bebé, para que yo no me sintiera tan sola, rodeada de personas que no conocía y que vigilaban todos mis pasos cuando se me ocurría hacer algo tan simple como salir a tomar un respiro fuera del departamento. Incluso esas cosas me ocasionaban problemas, ya que Gian no deseaba que nadie me viera.—Dios, qué nervios —murmuré mientras trataba de ponerme los pendientes.Primero vería a mi padre y a Gabi, y al día siguiente a mi madre y a mis hermanas. Tenía muchas ganas de recibirlos a todos a la vez, pero tampoco podía estirar demasiado la cuerda.Hice una mueca ante mi reflejo. Me decepcionaba saber que en mis ojos no brillaba la dulce espera, q
Gian La consulta no era algo a lo que quisiera asistir. Tenía miedo de emocionarme, de volver a quebrarme como lo había hecho afuera, así que me quedé sentado frente al escritorio mientras a Alba le hacían la ecografía.—¿Ese es mi bebé? —jadeó Alba de pronto.Cerré los ojos, odiando mi latido acelerado y mis ganas de levantarme para ver a mi hijo, para tomar la mano de Alba mientras escuchábamos el latido del corazón. Antes de todo esto, lo habría dado todo por ver juntos la nueva vida que habíamos creado con tanto amor, pero ya no había cabida para eso.—Sí, señorita, ese es su bebé. Está muy fuerte. ¿Quiere escuchar su corazón?—No —respondió ella—. No quiero incomodar a…—Hágalo, reprodúzcalo —pedí, aún con los ojos cerrados.—De acuerdo, señor Lefebvre. Lo pondré.Casi de inmediato, un hermoso sonido resonó en el consultorio. Fue inevitable que se me llenaran los ojos de lágrimas y que sollozara en silencio, sin que Alba ni la doctora me vieran. Quería verlo, disfrutar del momen
AlbaEl vuelo no me causó tantos problemas a nivel físico, pero sí emocionales. Gian había decidido que nuestros asientos estuvieran separados. En un principio, no lo estaban, pero él logró negociar con otra pasajera, una amable mujer mayor que ahora estaba sentada a mi lado y que tejía cosas hermosas. La conversación con ella era agradable, pero eso no aminoraba el dolor que sentía por tener a Gian lejos.—Noto en tu mirada que estás muy triste —me dijo ella de pronto—. ¿Te sucede algo?—No —le mentí con una ligera sonrisa—. Solo estoy cansada.—Es por ese apuesto joven con el que venías y no ha querido sentarse contigo, ¿no es así?—¿Cómo lo…?—Porque lo noté. Noto una energía muy pesada y casi irreconciliable entre ustedes —contestó, bajando más la voz—. Soy buena para ver ese tipo de cosas.—Pues se equivoca —repliqué con tono bromista—. Porque debería quitarle el «casi». Lo nuestro es irreconciliable.—Mmm… Puede ser que no, hija. Porque un amor tan grande no puede morir, por muc
Gian No. No pude haber hecho aquello. Por más daño que Alba me hubiera causado, no pude haber cometido eso.—No, no lo hice, claro que no. Ella y mi hijo estarán bien. Nada les pasará —murmuré mientras caminaba frenéticamente por la habitación.El efecto del alcohol ya se me había pasado, y no podía dejar de recordarlo todo con claridad. Aún resonaba en mi cabeza que ella quería alejarse porque la lastimaba.Me senté en la cama, sintiendo ardor de estómago. Tenía estrictamente prohibido tomar alcohol después de la cirugía y sabía que esto tendría graves consecuencias para mi organismo, pero estaba tan desesperado por la situación que ni siquiera lo pensé. Tener a Alba conmigo y saber que nada era posible entre nosotros me estaba matando.Este amor y este odio me carcomían. Un sentimiento luchaba contra el otro y, al mismo tiempo, se unían para destruirme. No era capaz de alejarme de Alba, pero tampoco de rendirme y pedirle que volviéramos a ser lo que fuimos.Si ella no lo quería, m
Alba Gian no volvió a la habitación, pero se encargó de enviarme cosas para comer. A pesar de odiarme, se preocupaba de que el bebé estuviera bien. Yo también me preocupaba por lo mismo, pero no comí con mucho entusiasmo. No dejaba de intentar imaginar adónde me llevaría Gian. ¿Sería de regreso al país o a un lugar donde nadie nos pudiera encontrar?—Él tiene que regresar, tiene negocios que atender —dije para tranquilizarme mientras me duchaba antes de irme a dormir.El agua tibia relajó un poco mis músculos y decidí dejar de preocuparme por el futuro. Confiaba en que las cosas se calmarían tarde o temprano.El ruido de algo que se cayó en la habitación hizo que apagara la secadora inmediatamente. Gian masculló una maldición y se me tensó el cuerpo porque sospechaba que venía de nuevo a pelear.—¿En dónde demonios estás? —preguntó arrastrando la voz—. Maldita sea, ¿en dónde carajo estás? Con el miedo atenazándome la garganta, corrí hacia la puerta para intentar ponerle seguro; pero