Alba siempre ha tenido claro que gusta de las chicas y los chicos. Tras una serie de relaciones desastrosas con hombres, conoce a Cristel Lefebvre, una carismática y apasionada joven con la que tiene un romance intenso y hermoso. Cristel está tan enamorada de Alba que decide presentarla a su adorado hermano, Gian Lefebvre, un hombre tan atractivo, sensual, maduro y ardiente, en el cual Alba no deja de pensar y la hace añorar tener a un hombre entre sus piernas. Peor aún: él tampoco deja de pensar en ella de las maneras más morbosas posibles y no luchará contra su deseo y anhelo, hará lo posible para hacerla sucumbir.
Leer másAlbaGian finalmente me condujo de nuevo hasta la sala. Él estaba muy relajado y me hablaba sobre aquel supuesto regalo. Yo trataba de seguirle la corriente y contestaba a todo con entusiasmo. Se había encargado de llevarme a un baño para que quedara presentable de nuevo. Por supuesto, volvimos a sucumbir a la pasión; me lo hizo tan duro que mi entrepierna ya dolía y mis piernas temblaban. ¿Por qué no lo dejaba parar a pesar de la culpa? Cristel estaba con su madre en la sala, esperándonos a ambos. La mujer me miró fijamente a los ojos y luego sonrió. Parecía amable, no altiva, pese a ser guapísima y elegante. Era como una versión mayor de Cristel, solo que tenía los ojos gris oscuro de Gian. —Buenas noches —saludé y ella se acercó para darme un beso en cada mejilla. Su costoso y delicado perfume se apoderó de mis fosas nasales. Era un Chanel, estaba segura. —Buenas noches, cariño, es un placer conocerte. Soy Nerea —dijo sonriente. Esa mujer, a diferencia de mi madre, er
AlbaCuando abrí los ojos, no pude evitar gruñir. Papá me había dejado acostada sobre su cama, y tanto él como Gabrielle estaban enredados en el sofá, dormidos a pierna suelta. Los amaba mucho, pero eran unos tontos por darme la cama a mí.Los contemplé con cariño desde la puerta de la habitación. Lucían hermosos, enamorados, pacíficos. A ese nivel de tranquilidad quería llegar yo con una pareja, con mi Cris.«O Gian».Fruncí el ceño ante mi pensamiento intrusivo y, furiosa, me metí de nuevo a la habitación para quitarme el pantalón de pijama y ponerme de nuevo mis vaqueros. En ese momento recordé que me había despertado un poco y Gabrielle me prestó aquello.La puerta comenzó a ser tocada de forma frenética, lo que me alertó, pero no fui yo quien abrió. Fue Gabi, quien corrió.—¡Cris! —exclamó, lo que hizo que mi corazón se acelerara y me diera un vuelco al estómago.—Dime, por favor, que está aquí —rogó mi novia con desesperación, como si hubiera estado llorando.—Sí, tranquila, amo
AlbaA partir de ese día, evité casi todo contacto con Cristel. Ella tampoco me buscaba demasiado, por lo que me resultó sencillo, aunque no por eso menos doloroso. La extrañaba a morir; necesitaba verla, abrazarla, sentir que todo estaría bien.Ahora podía entender a uno de mis ex, a quien dejé por una infidelidad con otra chica. No lo dejé hablar ni expresar que me quería, que todo fue un error, algo del momento.—Dios, no, no, no; estoy muy mal —susurré mientras dejaba caer el bolígrafo sobre la mesa. Estaba intentando hacer mi lista del supermercado y no podía, solo pensaba en Cristel, en lo mal que me hacía que estuviéramos tan distantes.Y también pensaba en Gian demasiado para mi gusto. No podía parar de fantasear, de tener sueños húmedos en los que él me volvía loca de lujuria, donde su miembro salía y entraba en mí. Muchas veces quise tocarme pensando en eso, pero mi cuerpo consciente obedecía, cumpliendo la orden que me dio de no tocarme a mí misma.Él tampoco me había cont
Alba—A la habitación no —le pedí mientras nos íbamos deshaciendo de la ropa.—¿Por qué no? —me retó Gian—. Eso lo vuelve más excitante.—Respeta mis límites.—Sé que lo que diré es un tópico, pero los límites están para cruzarlos.Aquellas palabras, en lugar de irritarme, me encendieron aún más. No sabía qué tenía Gian Lefebvre, pero me costaba demasiado resistir a la tentación. De pronto, él me soltó, pero me dejó ayudarlo a deshacerse de su camisa. La poca luz que entraba por el ventanal y el tacto me hacían intuir que, bajo la ropa, había un torso demasiado deseable.—Alba —pronunció mi nombre con voz ronca y suave, como una caricia. Sí, mi nombre sonaba jodidamente erótico en sus labios.No pude controlar el impulso y me arrodillé ante él, bajando sus pantalones en el proceso. Cuando mi mejilla sintió la calidez de su enorme miembro, solté un gemido.—Me fascina tu iniciativa, ma chère —gruñó mientras se inclinaba un poco para deshacerme la coleta. No esperé más y, por fin, prob
Gian—Hoy no. La respuesta de Cristel me hizo apretar los puños y los dientes.—¿Por qué? —pregunté con brusquedad, y ella frunció el ceño—. ¿Por qué no puede venir a cenar? —Porque tengo que estudiar, no tengo tiempo. Además, Alba sale tarde; se queda a hacer los cortes de caja. —¿No eres ni siquiera capaz de recogerla? —le recriminé—. ¿Qué clase de novia eres? ¿Es así como dices amar a...?—Alto, no te permito cuestionar mi amor por Alba —dijo, furiosa—. Muchas veces he querido regalarle un auto, pero no se deja. A duras penas aceptó el departamento. —Aun así...—No quiere que la recoja —me interrumpió—. Me cuesta trabajo, pero ella quiere su espacio, tengo que respetarlo. Ahora, si me disculpas...—Seré yo quien vaya —le anuncié. —Buena suerte, hermanito —se rio—. Ella te detestó, no aceptará venir. «No lo creo; disfrutó mucho a mi lado», pensé con burla. —Puedo hacerla cambiar de opinión.—Ten cuidado con lo que haces, Gian —me advirtió, girando sobre sus pies en las escale
AlbaPodría decirse que mi trabajo en la librería me gustaba mucho, me hacía olvidar mis problemas, y el olor de los libros nuevos me agradaba sobremanera. Mi madre no estaba de acuerdo con mi trabajo, en realidad, no estaba de acuerdo con nada en mi vida. Ella argumentaba que debía ser enfermera, y hacía casi un año había culminado mi carrera, pero no quise continuar, no deseaba seguir los planes de ella de entrar a trabajar a ese hospital privado y conquistar al doctor Parker, el director; ese tipejo que ya estaba entrado en sus años y que era bastante pervertido... igual que cierto cuñado mío.Gian Lefebvre no salía de mi mente por más que lo intentaba, y no solo por las cuestiones satisfactorias y repugnantes, sino que no paraba de cuestionarme por su actuar, el porqué se atrevió a hacer tal cosa. No, no podía ser normal masturbar a alguien a primera vista, mucho menos cuando esa persona no era tu cita. Gian Lefebvre estaba mal de la cabeza, y yo lo estaba más por haberlo permi
Alba—¿Qué te pareció mi hermano? —indagó Cristel de camino a casa. Aún seguía algo contrariada, por lo que me encogí de hombros, fingiendo desinterés. —¿Quieres una respuesta políticamente correcta? Me pareció amable.—¿Qué? —Lo siento, no me agradó —susurré—. Pero da igual, no es con él con quién estoy, sino contigo. —¿Por qué no te agradó? —preguntó preocupada—. Se comportó muy bien contigo. —No es que no me agradará —suspiré—, es solo que no tengo muchas opiniones al respecto. Me pareció amable, pero presuntuoso, no tiene nada que ver contigo. ¿Contenta? —No, yo quiero que se lleven bien. —Hizo un puchero.—Nos llevaremos bien.«Mientras mantenga sus manos alejadas de mi clítoris», pensé con culpa. ¿Cómo pude ponerle el cuerno en sus narices? Me sentía una pésima persona, la peor de las novias. ¿Debía decírselo? Mi conciencia me decía que sí, que debía ser honesta, pero amaba tanto lo que teníamos, que no quería que se terminara.No, no podía decírselo. Solo debía procurar q
Alba —Eres una mujer auténtica —dijo Gian de manera encantadora mientras se volvía a sentar. Mi intención era solo responder con gracias y monosílabos, pero...—Me encantas más de lo que pensé. Su mano de nuevo se posó en mi pierna, pero esta vez lo observé furiosa.—¿A qué juegas, Gian? —siseé—. Estoy con tu hermana y nos acabamos de conocer. —¿Y? Eso no impide que me gustes —contestó con descaro y siguió subiendo la mano.—Suéltame —exigí con la respiración agitada—. Voy a gritar. Pero no hizo caso a mi amenaza y siguió con aquellas caricias que me tenían prendida. —Cuéntame, Alba, ¿te gusta el sexo con ella? —indagó con un tono bajo y ronco. Yo me mordí los labios, presa de la adrenalina y la excitación. Mi novia estaba a unos cuantos metros y tenía a su hermano tocándome con descaro. A pesar de mi enojo, no me aparté, quería que siguiera. —Mucho —farfullé. —Se nota, estás radiante —sonrió—. Pero creo que yo podría ser mejor. —N-No... Gian subió más su mano y dejó de mir
Alba—Amor, te presento a Gian, mi hermano —dijo Cristel, sacándome de mis libidinosos pensamientos. —Es un gusto conocerte por fin, Alba —contestó él con una voz tan gruesa, sensual y seductora que pensé que me desmayaría. Gian me sujetó por la mano derecha y la alzó para besarla, ocasionando que mi respiración se detuviera. No entendía qué diablos era lo que me estaba sucediendo, pero desde luego no podía permitir que se descontrolara. Yo amaba a mi novia, tenía claro que ningún hombre volvería a hacerme caer en sus redes por más que me atrajera.«Maldita sea, ¿por qué no soy lesbiana como Cristel?».Mi chica era lesbiana, no sentía ninguna clase de atracción por los hombres, pero yo sí, y eso ahora me parecía un defecto. —Lo mismo digo, señor Lefebvre —respondí, retirando la mano para alejarme de ese fuego tentador y del cosquilleo insano que me causaba. Echar por la borda mi relación no estaba en mis planes. Aquel señor Lefebvre, lo hizo sonreír. —Llámame por mi nombre, por f