Alba siempre ha tenido claro que gusta de las chicas y los chicos. Tras una serie de relaciones desastrosas con hombres, conoce a Cristel Lefebvre, una carismática y apasionada joven con la que tiene un romance intenso y hermoso. Cristel está tan enamorada de Alba que decide presentarla a su adorado hermano, Gian Lefebvre, un hombre tan atractivo, sensual, maduro y ardiente, en el cual Alba no deja de pensar y la hace añorar tener a un hombre entre sus piernas. Peor aún: él tampoco deja de pensar en ella de las maneras más morbosas posibles y no luchará contra su deseo y anhelo, hará lo posible para hacerla sucumbir.
Leer másAlba —Alba, pareces nerviosa, ¿sucede algo? —me preguntó Gabrielle mientras desayunábamos a solas—. ¿No irás a trabajar? —Decidí tomarme un tiempo —contesté—. Ya sabes, el embarazo. —Oh, pues me parece muy bien —dijo entusiasmada. —De todos modos, saldré por allí de vez en cuando. También seguiré aportando a casa, ¿qué les parece?—Cariño, no te preocupes por eso. Además, Gian pronto te va a proponer matrimonio.—¿Tú crees? —fingí entusiasmo, aunque se me aceleró el corazón de todos modos. Pensar en Gian proponiéndome matrimonio era algo que mi yo de hace unas semanas y mi yo actual deseaban, pero por diferentes motivos.Mientras que una parte de mí quería pasar el resto de su vida al lado de ese hombre, yo quería que me lo pidiera y así usarlo como él me usó a mí para sus asquerosidades. Me daba mucho asco pensar que Gian le reportaba todo a Cristel y que mantuvieran una relación entre ellos, pero procuraba no recordarlo para no rendirme.Lo que ellos creían que hacían conmigo
AlbaDespués de reír con Cristel, me tocó hacerlo con José mientras me dirigía de regreso a la librería. A mi nueva jefa le había dicho que saldría a almorzar con mi padre, y como ya se lo había comentado a Gian, dudaba mucho que le reportara mis movimientos.—Esos dos estúpidos lo creen todo —le conté entre risas—. Me aman, por eso cayeron tan fácil. Menos mal que esa secretaria no dirá nada; mi exsuegra me ayudó a callarla, la sobornó.—Me das mucho miedo, Alba, pero me encanta lo que estás haciendo —celebró—. Aun así, ten cuidado, cariño, tu embarazo sigue avanzando.—Lo sé —suspiré—. Pero esta venganza será rápida y limpia.—Debes conseguir que Gian te pida matrimonio, y no ha ocurrido.—Ocurrirá, José, tengo a ese hombre comiendo de mi mano —aseguré.Me sabía muy mal burlarme de Gian, pero era la única manera de disimular mi inmenso dolor.—Bien, bien, bien, ¿y cuándo quieres que Oliver entre en acción?—Oliver es un plan B, por si las cosas no salen bien o no me quiere pedir mat
Alba Gian estaba cayendo más fácilmente de lo que creía. Se tragaba sin dudar mis palabras de amor, así como yo llegué a tragarme las suyas alguna vez.El sentimiento de satisfacción era aún más fuerte que el de la pena. Aun así, no dejaba de dolerme hacerlo; todavía conservaba un poco de corazón después de todo. Antes de entrar a casa, le advertí a Gian que tanto Gabrielle como papá pensaban que seguía embarazada. Él me miró con dolor, pero accedió a no desmentirlo. En el fondo, me parecía muy cruel que papá y su mujer fueran parte de mis mentiras. Además, ninguno de los dos estaría de acuerdo con ello, y los comprendía; a primera vista, era algo horrible lo que hacía.Pero si tenía que convertirme en monstruo para proteger a mi bebé, lo haría. También saciaría mi sed de venganza; de eso no podía librarme. No podría vivir en paz si no les daba su merecido, si no los dañaba a tal punto que se lo pensaran dos veces antes de volver a jugar con otra persona.La cena transcurrió de ma
GianMis manos temblaban y no podía dejar de mirar el reloj. Alba me había informado que hablaría con Cristel para por fin aclarar las cosas, pero ya había pasado demasiado tiempo y ella no me llamaba para que la recogiera. Mamá no me dejó merodear por los alrededores; prácticamente me corrió. Me dijo que no tenía derecho a interrumpir aquella conversación, que tenía que darles privacidad. Al final, solo accedí porque confiaba en Alba y sabía que ella no quería nada con Cristel. Aunque tenía una sensación extraña —esa que siempre me invadía cuando Alba se acercaba a ella—, me ahogaba. Mis celos estaban destrozándome por completo, literalmente hacían arder mi estómago. Tal vez tuviese alguna úlcera, pero nunca me daba el tiempo de revisarlo, ya que al poco tiempo se calmaba. Lo hacía cuando Alba estaba de vuelta en mis brazos. Traté de volver a concentrarme en los datos que debía memorizar para mi reunión, pero al final no pude más y terminé llamando a Alba. —Hola —respondió co
CristelMi cuerpo se balanceaba una y otra vez mientras miraba a la nada y dejaba que el agua me cayera sobre el cuerpo. Si dejaba de abrazarme a mis piernas, iba a romperme.La única persona que podía lograr que me recuperara era mi Alba, pero ella se había enamorado de Gian. —Te odio, te odio, Gian, te odio, me traicionaste, maldito hijo de puta —sollocé.Maldecía la hora en que accedí a volver a realizar ese juego morboso. Debí prever que Alba sentía debilidad por los hombres, que en cualquier momento podía dejarme por él, pero... ¿cómo putas iba a imaginar que Gian quería a Alba? Él nunca se había enamorado de nadie, no demostraba sentimientos por ninguna mujer, solo por mamá y por mí.¿Cómo pude dejar que mi ansiedad volviera a ganarme? Me habría perdido de deliciosos orgasmos con semejantes visiones, pero aún tendría el amor de Alba. Ahora ella estaba entre los brazos de él, disfrutando del amor que nació entre ambos. —Alba, Alba, Alba —gimoteé. La extrañaba demasiado; lleva
AlbaMi padre no se enteró de lo acontecido dentro del hotel. Para cuando salí, yo ya estaba serena y le mentí, diciéndole que todos habíamos conversado, que Cristel se dio por vencida. Pero nada más lejos de la puta realidad.La verdad era que algo dentro de mí se había encendido, un espíritu vengativo que no sabía que poseía, pero que me daba muchas ganas de utilizar. Los lastimaría sin contemplaciones, jugaría con su amor, su confianza y su intimidad, tal y como ellos hicieron conmigo. Mi plan debía desarrollarse poco a poco, pero a grandes rasgos sabía lo que tenía que hacer.Me arreglé lo más hermosa que pude para la cita que tendría con Gian, quien me había invitado a cenar. Mis ganas de ir eran nulas; ya no me daba emoción verlo, sino mucho asco. De pronto, todo mi amor por él se había ido muy al fondo de mi corazón, y lo invadía el odio y la rabia. Sabía que dentro de mí todavía lo deseaba y temblaba de amor por él, pero aquello no me vencería.—Te ves hermosa, amor —me dijo
Alba—Hija, reacciona, por Dios, ¿qué pasa? —me preguntó una vez más. Gabrielle estaba detrás de él, observándonos espantada.—¡Cristel quiere matar a Gian! —le grité, luego de tomar una gran bocanada de aire.Mi pecho ardía y no podía parar de respirar agitada.—¿Qué?—Le dije que estoy embarazada y que...—¿A dónde crees que hayan ido? —me preguntó con seriedad.—A las oficinas del hotel Lefebvre. Gian trabaja ahí siempre.—Bien, iré yo, pero...—No, no, yo tengo acceso al hotel —le dije—. Solo quiero que me lleves.—Estás embarazada, no te puedes poner en riesgo.—No lo haré, lo prometo, pero quiero ir a detener todo esto. Seguro que Cristel me escuchará y se va a detener.—Bien, vamos.—Tengan mucho cuidado —nos pidió una angustiada Gabrielle.Papá y yo salimos del edificio y nos montamos en la moto. Durante el camino, me abracé fuerte a él y recé para que llegáramos a tiempo. Papá, al ser oficial de tránsito, no iba a exceso de velocidad, pero yo no me sentía en las condiciones de
Alba—Dios, tú vas a matarme de un infarto —se quejó mi padre cuando le conté la noticia durante el desayuno. Gabrielle me había ayudado a contarle todo lo ocurrido, y aunque se molestó un poco y me pidió un tiempo para asimilar la situación, al final me abrazó y me apoyó. —Lo siento, papá, sé que te decepciono, pero… —Dices otra vez algo así y te doy el jalón de orejas que nunca te di —refunfuñó, enfadado, y Gabrielle asintió. —Y yo le jalo la otra —murmuró, lo que me hizo reír. —Eres mi orgullo, hija. Con tus errores, con tus aciertos, me siento orgulloso —dijo papá mientras acariciaba mi mejilla. Sentí mis ojos picar y besé su mano. —Gracias por no juzgarme, papá —susurré. —Nunca lo haría. Desde luego, eso no quiere decir que aplauda tus acciones; tienes que afrontar las consecuencias de tus actos, sean buenas o malas. —Lo sé, papá —asentí. —El señor Lefebvre tiene que saberlo; tiene que hacerse cargo del bebé, o al menos saberlo. —Quiero hacerlo pronto; no pie
AlbaCristel me había buscado como una loca antes de que me mudara, pero Gian no le permitió que me impidiera sacar mis cosas e irme a donde mi padre, donde tuve que refugiarme. Y fue ahí que contactó a mi madre para que me obligara a resolver la situación. Así que aquí estaba, frente a ella y en su casa. —¿Qué fue lo que pasó? —me preguntó molesta, tal como esperaba—. Tu novia —arrugó la nariz ante la palabra— me llamó y te buscó. Por supuesto, soy educada y le dije que no estabas viviendo conmigo, pero que te contactaría. —Gracias por llamar —respondí con un tono seco. —Ojalá vinieras más a menudo. —Tú no aceptabas a mi novia, así que... —Sabes que no estoy de acuerdo, y no me cabe en la cabeza que seas homosexual —gruñó. —¿Te doy asco? —No, no me das asco; eres mi hija, pero no estoy de acuerdo —contestó, frunciendo el ceño. Sentí que mi corazón se apretaba. Esto sí que no lo esperaba. Podía ser muy homofóbico de su parte, pero yo lo sentía como un avance. —No so