5.

Alba

—¿Qué te pareció mi hermano? —indagó Cristel de camino a casa. Aún seguía algo contrariada, por lo que me encogí de hombros, fingiendo desinterés. 

—¿Quieres una respuesta políticamente correcta? Me pareció amable.

—¿Qué? 

—Lo siento, no me agradó —susurré—. Pero da igual, no es con él con quién estoy, sino contigo. 

—¿Por qué no te agradó? —preguntó preocupada—. Se comportó muy bien contigo. 

—No es que no me agradará —suspiré—, es solo que no tengo muchas opiniones al respecto. Me pareció amable, pero presuntuoso, no tiene nada que ver contigo. ¿Contenta? 

—No, yo quiero que se lleven bien. —Hizo un puchero.

—Nos llevaremos bien.

«Mientras mantenga sus manos alejadas de mi clítoris», pensé con culpa. 

¿Cómo pude ponerle el cuerno en sus narices? Me sentía una pésima persona, la peor de las novias. ¿Debía decírselo? Mi conciencia me decía que sí, que debía ser honesta, pero amaba tanto lo que teníamos, que no quería que se terminara.

No, no podía decírselo. Solo debía procurar que no volviera a ocurrir. 

—Espero que así sea, Gian es alguien muy importante en mi vida. Me dolería mucho que...

—Tranquila, nunca causaré conflicto entre ustedes —la tranquilicé mientras ponía una mano sobre su pierna. Ella suspiró y asintió.

—Lo sé, mi amor, tú eres la mejor.

—Y tú eres la mejor, cielo. 

—¿Quieres ver una película y abrazarme? —propuso. 

Pensé en decirle que no, que me sentía cansada y que al día siguiente debía trabajar, pero al final opté por decirle que sí, ya que tenía ganas de sentirla y olvidarme de lo ocurrido. 

Pero no fue así, mientras me acurrucaba con Cristel, pensaba en esas manos en mi sexo, en esa boca sensual sobre mi mejilla, en ese orgasmo morboso y sin igual que me dio.

Si eso me lo provocó con una mano... ¿Qué sería de mí en una cama? 

—¿Estás bien, amor? —inquirió Cristel al sentir que no me relajaba y que suspiraba cada poco. Me quedé contemplándola un poco antes de lanzarme a besarla.

Sus labios, húmedos y cálidos, me recibieron con gusto y yo ingresé mi lengua para ir a más, pero ella me detuvo.

—No, bebé, no ahora —se disculpó—. Estoy un poco cansada. 

—Está bien —dije comprensiva y agitada—. ¿Te quedarás? 

—No, me tengo que ir —respondió triste 

—¿Por qué no vivimos juntas? Puedo superar mi manera desorganizada de vivir.

—Mi amor, claro que quiero vivir contigo. Te amo y eres el amor de mi vida, pero ahora mismo no es el momento. Además, no querría soltarte nunca. 

—Pero...

—Nos casaremos, seremos muy felices y tendremos bebés. Pero ten paciencia, quiero terminar mi maestría.

—De acuerdo, no quiero presionarte —susurré cabizbaja y ella se colocó a horcajadas sobre mí, aunque me gustaba más ser yo estar en esa posición. 

—Alba, eres todo para mí, sin ti no sería nada, ¿me oyes? —musitó—. Conocerte es lo mejor que me pasó.

—Ya, no te pongas sentimental, yo solo...

—Te amo, te amo tanto —jadeó y busco mis labios de nuevo. 

Poco a poco volví a mi sitio y me entregué por completo a Cristel. Sin embargo, cierto hombre de ojos oscuros se atravesó en mis pensamientos, justo cuando estaba por correrme en los dedos de mi novia.

Mi cuerpo dejó de estar en donde estaba y de nuevo me encontraba en esa mesa, pero esta vez con los dedos de él en mi interior, también con esa mirada ardiente, con esos labios rozando mi mejilla. 

Esta vez me corrí de una forma escandalosa, pero al abrir los ojos me encontré con una mirada azul que lucía ilusionada. 

—Eso fue maravilloso, amor —dijo feliz. 

—Sí —suspiré, satisfecha por mi orgasmo, pero sintiéndome una m****a por fantasear con otra persona, con su hermano.

Ese que odiaba y que esperaba no volver a ver. 

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